La solución económica es el anarcocapitalismo

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el_exitoMuchas personas al leer el título de este artículo pensaran que los duendes de la imprenta nos han gastado una nueva y divertida travesura. Relacionar la anarquía siempre conectada con la izquierda política más extrema y, por otro lado, el capitalismo puro y simple parece excesivo a la vista de cualquier observador.

Cuando de anarquía se habla parece interpretarse rápidamente como si fuera la ley de la selva, la ley del más fuerte, que cada cual haga lo que le venga en gana sin preocuparse ni poco ni mucho del resto de los ciudadanos, ni particularmente, ni en su conjunto. Hobbes mismo reconoció que en un marco anarquista la vida sería “desagradable, salvaje y corta”. A su vez entendió que casi cualquier gobierno es mejor que la ausencia de todo gobierno. El problema estriba en dónde debe trazarse la línea de un gobierno demasiado poderoso que impida la libre elección de los individuos en las muchas decisiones diarias.

Desde el punto de vista histórico, el anarquismo es un desviacionismo ideológico del marxismo. La más conocida organización anarquista, la Fraternidad Internacional, centraba todos sus planteamientos en la palabra Libertad, mientras que el término Estado compendiaba todo el mal y, por tanto, debía ser erradicado. “La anarquía –para Bakunin- es más que un ideal, es la afirmación del hombre según exige su propia naturaleza”. “El Estado –continua Bakunin-, por su propia naturaleza significa esclavizamiento de las masas por una minoría despótica y privilegiada, ya sea sacerdotal, feudal, burguesa o científica.”

Creación de riqueza

Por lo que respecta al capitalismo, el mismo Marx se rindió ante la evidencia de que un siglo había creado más riqueza que todos los sistemas económicos juntos, y, caso de perdurar, borraría del mapa la pobreza. A su vez, cuando de capitalismo hablamos nada tiene que ver con el capitalismo inicial. Su principal virtud es que ha evolucionado, se ha adaptado a los nuevos tiempos. Ha sabido ser lo suficientemente flexible como para lograr muchas de las conquistas sociales que los ciudadanos de los países libres disfrutan. No ha sido dogmático, ni cerrado, sino todo lo contrario.

“Contrariamente –dice Pierre Lemieux- a lo que piensa la mayoría de la gente, existe una alta tradición anarquista que no es socialista, pero que es individualista.” Propugnado en los siglos XVIII y XIX por teóricos como William Goodwin, Benjamin Tucker, Auberon Herbert, Lysander Spooner y otros, el anarquismo individualista sostiene que se puede reemplazar la coerción del Estado por la extrema libertad.

Varios autores consideran al publicista y economista francés Gustave de Molinari como el primer anarcocapitalista. En su ensayo “De la producción de la seguridad”, publicado en 1849, se pregunta el porqué de las ventajas de la competencia sobre los monopolios gubernamentales. Ya que en aquellos tiempos empezaban a plantearse movimientos privatizadores, tan de moda en la hora actual.

Otro anarcocapitalista, éste americano, fue Lysander Spooner que tuvo incluso la osadía de crear una compañía privada de correos, la American Letter Mail Company, que fue declarada ilegal por el congreso, pero logró que el Gobierno rebajará sus tarifas. En parecida línea, pero en el día de hoy, aparece Murray N. Rothbard, el gran padre del anarcocapitalismo actual, rodeado de un grupo de jóvenes pero ilustrados economistas norteamericanos que se califican de libertarios, y entre los que destaca David Friedman, hijo del monetarista Milton Friedman, y en cuyo libro “La maquinaria de la libertad” explica cómo podría funcionar no sólo la justicia privada, sino también otros servicios, como pudieran ser la policía privada e incluso una defensa privatizada.

En Estados Unidos está proliferando una seria de intelectuales distintos y variopintos que tienen en común la lucha contra el gran Estado, el famoso edificio del New Deal que Rooswelt construyó. Creen en la sociedad más que en la administración; prefieren al individuo antes que al Estado.

El gran problema de nuestra época es el estatismo. En un principio, el Estado quiso convertirse en solución a los problemas, y al final se ha convertido en principal obstáculo. Sobra Estado y faltan más y mejores mercados. O mejor dicho, lo realmente decisivo es que el Estado existente sea realmente eficaz, y lo que ocurre realmente es que cuanto más grande es un Estado más ineficazmente se comporta. Hace falta más capitalismo, pues es el único sistema conocido y comprobado, excluido todos los demás por sus fracasos, que, preservando la libertad individual y el resto de las libertades, salvo alguna desagradable excepción, crea más riqueza y progreso y, en consecuencia, bienestar para todos o, por lo menos, para el mayor número posible.

Futuro capitalista

El futuro económico se llama capitalismo. Solo el capitalismo moderno puede hacer realidad el máximo ideal socialista, esto es, equilibrar la riqueza poniendo el listón de la pobreza casa vez más arriba y que los grados de riqueza y bienestar sean más altos. Frente al evidente fracaso del socialismo, sólo el capitalismo moderno, que reflexionaliza leyes, privatiza empresas, desburocratiza organizaciones, reduce el tamaño del Estado, apuesta decididamente por los empresarios y su poder creador, además de otras medidas económicas presididas por la ley de la libertad, puede hacer una económica más sólida y eficaz. El capitalismo es la economía de la libertad, la económica de la libertad empresarial, siendo su motor imprescindible los empresarios con sus fracasos y aciertos, con sus innovaciones y riesgos. Ha ocurrido durante años que el capitalismo ha visto desprestigiada su imagen sin razón, pues se hizo creer por un tiempo en el sueño del socialismo, y viendo en la realidad que es inexistente, sólo el capitalismo ofrece resultados prácticos y seguros.

El problema de la economía es que hace falta más capitalismo. Todos los problemas vienen por una carencia de capitalismo. Por eso es necesario un capitalismo más denso, más profundo, sin resquicios para el intervencionismo desmotivador y paralizante, un capitalismo en toda su amplitud; esto es, la libertad económica a su máximo nivel sin ataduras e intervenciones. Es el anarcocapitalismo, o cualquier otro nombre que quiera inventarse. En definitiva, la libertad económica pura y simple. Desconocida por muchos, pero que inevitablemente debe ponerse de moda. Es la solución obligada ante los problemas económicos actuales.


Edición del martes, mayo 26 de 1987. Tomado de La Vanguardia por Alejandro Bermeo Rodriguez.

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