Anarquía, estado y Robert Nozick

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4862[Este artículo está transcrito del podcast  Libertarian Tradition]

A principios de 1970, con 23 años, hice algo que no había hecho nunca. Sí, sí, lo sé, la gente de esa edad da la cara de esa forma. Pero en mi caso, lo que nunca había hecho no era particularmente arriesgado o peligroso, era simplemente inusual, tal vez incluso excéntrico. Lo que hice fue suscribirme a una revista de filosofía académica y erudita. Era un trimestral llamado The Personalist y lo publicaba la Universidad del Sur de California. (Lo sigue haciendo, aun bajo un nombre diferente, el Pacific Philosophical Quarterly, y a un precio bastante diferente: a principios de la década de 1970, costaba cinco dólares al año, hoy cuesta poco menos de cien).

En todo caso, no estoy seguro de durante cuántos años mantuve esa suscripción al The Personalist. De hecho estoy dudando cuando digo que me suscribí a principios de 1970, aunque me parece probable que fuera así. El ejemplar más antiguo que sigo teniendo está fechado en primavera de 1970 y sólo hace falta leer el índice de contenidos de ese número para entender por qué me pude suscribir. Ahí está, justo en el centro de ese índice, un artículo titulado “Rational Egoism” de Nathaniel Branden. En 1970, casi con seguridad seguía pensando en mí mismo como (y aquí va una curiosa expresión de antaño) un “estudiante del objetivismo”: seguía en el proceso de cambiar mi autodenominación como “estudiante del objetivismo” a “libertario fuertemente influido por Ayn Rand”. Sin embargo había rechazado la petición de Ayn Rand dos años antes, en 1968, de condenar a Nathaniel Branden y rechazar relacionarme con él, simplemente porque ella lo decía, sin explicación clara, ni mucho menos evidencia, de cualquier transgresión ética de Branden. Y eso, por supuesto, marcó el principio del fin de mi afiliación al movimiento objetivista.

La ruptura pública y áspera entre Ayn Rand y Nathaniel Branden se conoció en todo el país como la “separación Rand-Branden”. Llevó a una implosión casi fatal del movimiento objetivista original. Nathaniel Branden había sido el principal discípulo de Rand y había construido de la nada ese movimiento objetivista original, centrándolo en las conferencias y otras actividades patrocinadas por el Nathaniel Branden Institute, NBI, con sus oficinas centrales en el sótano del Empire State Building en Nueva York, y centrándolo asimismo alrededor de los artículos teóricos y polémicos publicados en The Objectivist, la revista mensual que coeditaba con Ayn Rand. Todo esto voló por los aires en 1968, miles de jóvenes “estudiantes del objetivismo” empezaron gradualmente a autocalificarse como libertarios.

Entretanto, Branden se trasladó a Los Ángeles, donde se había encontrado por primera vez con Rand dos décadas antes, como estudiante en UCLA. Su exesposa Barbara Branden, que había dirigido el NBI, enseñado allí acerca de los principios del pensamiento eficiente y había sido asimismo prolífica escritora para The Objectivist, había vuelto a LA aproximadamente al mismo tiempo. Cuando llegaron, encontraron a varios aliados intelectuales importantes esperando a recibirles. Uno de ellos era un profesor de filosofía llamado John Hospers, que había disfrutado de una amistad intelectual cercana e intensa con Rand a principios de la década de 1960 en Nueva York, cuando enseñaba en el Brooklyn College.

Hospers se había mudado a LA aproximadamente un año después de conocer a Rand, pero se había mantenido en contacto por correo y frecuentes vuelos a Nueva York para visitas personales. Su relación con Rand había terminado, por deseo de ésta, en 1962. No es sorprendente (para quien conozca suficientemente a Rand) que el problema parezca ser que ella encontraba que la actitud de Hospers hacia ella y su trabajo no alcanzaba el respeto que ella consideraba adecuado. Algunos otros, que deben permanecer anónimos, podrían haber considerado que la actitud que ella visiblemente quería de sus socios era más de adoradores que de respeto en sentido estricto.

En todo caso, John Hospers fue excomulgado en 1962. Pero su entusiasmo por las ideas de Rand nunca decayó, ni tampoco su disposición a reconocer públicamente ese entusiasmo. Es importante recordar que Hospers estaba en sus 40, con cerca de dos décadas de importantes logros a sus espaldas, así como con la aceptación y aprobación del mundo académico ortodoxo. Fue uno de los primeros profesores de estatura académica comparable en prestar atención seria a las ideas de Rand o a cualquier otra idea libertaria desde entonces, bueno al menos desde la Segunda Guerra Mundial, cuando estas ideas se ofrecieron a todo el mundo. Hispers incluís una breve explicación de la postura de Rand sobre el egoísmo ético en posteriores ediciones de su popular libro de texto, Introduction to Philosophical Analysis  [publicado en España como Introducción al análisis filosófico(Madrid: Alianza, 2001)] y explicaba la misma ideas con algo más de extensión en posteriores ediciones de su otro libro de texto de gran difusión, Human Conduct: An Introduction to the Problems of Ethics [publicado en España como La conducta humana (Madrid: Tecnos, 1979)]. En 1971 puvblicaría uno de los primeros libros sobre el movimiento libertario moderno: Libertarianism: A Political Philosophy for Tomorrow. En 1972 se convertiría en el primer candidato presidencial del recién fundado Partido Libertario y el único que ganó votos electorales.

Pero en 1970, cuando parece que me suscribí a The Personalist, todo esto era futuro. En 1970, lo que sabía de John Hospers era que había conocido a Ayn Rand y había explicado sus ideas de una forma que yo pensaba que eran respetuosas en las nuevas ediciones de sus dos libros de texto. Sabía asimismo que Hospers se había convertido en jefe del departamento de filosofía de la Universidad del Sur de California en 1968 y al mismo tiempo en editor de The Personalist. ¿Usaría The Personalist para promover las ideas de Rand? Puedo imaginar en este momento, cuatro décadas después, que me suscribí a The Personalist para descubrir la respuesta a esta pregunta.

La respuesta corta a mi pregunta resultó ser “no”. Realmente Hospers no empleó The Personalist para promover las ideas de Rand. Pero sí publicó algunos artículos definitivamente interesantes para estudiantes del objetivismo y otros libertarios. No solo estaba el artículo en dos partes de Nathaniel Branden sobre “egoísmo racional” en los ejemplares de Primavera y Verano de 1970. También había un artículo en el número de Primavera de 1971 de Tibor Machan sobre “la justificación de los derechos humanos, un artículo de Eric Mack en el número de Otoño de 1971 sobre egoísmo ético y una pequeña pieza sobre el gobierno de Robert LeFevre en el de Invierno de 1972. (Por entonces, veo ahora, la inflación de precios de los años de Nixon y Carter había empezado a declararse como una venganza: el precio de la suscripción anual había subido a seis dólares).

La más importante para nuestros propósitos actuales es que el número de Primavera de 1971 contenía un artículo titulado “On the Randian Argument” de alguiene de quien nunca había oído hablar antes, un profesor de filosofía nada menos que de Harvard llamado Robert Nozick. Este artículo marcó lo que creo que podría calificarse correctamente como el debut de Nozick como libertario, su primer reconocimiento público de que consideraba a las ideas de pensadores como Rand como dignas de consideración y de discusión rigurosa.

Hasta entonces sólo un puñado de libertarios sabían del interés de Nizick por sus teorías y la mayoría de ese puñado, si no todos, frecuentaban el legendario salón de Rothbard en Manhattan. Uno de ese puñado, Ralph Raico, recuerda su primera reunión o al menos la primera vez que oyó acerca de Robert Nozick muy a finales de la década de 1950 y muy al principio de la de 1960, a través de un amigo común, quien, como Nozick, era licenciado en filosofía por Princeton. Este amigo mutuo, recuerda Raico, trajo a Nozick una tarde al apartamento de Rothbard (“Debe haber sido a principios de la década de 1960”, escribe) para lo que iba a ser la primera de muchas largas noches de discusión y debate.

Y esas noches de discusión y debate fueron fructíferas: acabaron llevando a mucho más que un artículo corto en una revista filosófica sobre la explicación de Ayn Rand del egoísmo racional. Esto se hizo evidente en otoño de 1974, tres años después de la publicación de ese artículo en The Personalist, cuando apareció en escena un nuevo libro en medio de un estrépito considerable, un libro llamado Anarchy, State & Utopia, de Robert Nozick. En las primeras páginas, Nozick confesaba a sus lectores que durante los años precedentes se había “encontrado a mí mismo convenciéndome sobre las (como ahora se califican a menudo) opiniones libertarias” y que ese proceso había empezado por “una larga conversación de alrededor de seis años con Murray Rothbard”. Unos seis años antes de la publicación de Anarchy, State & Utopia habría sido alrededor de 1967 o 1968.

Pero no fue a la versión de Rothbard del anarcocapitalismo a la que se encontró convertido Nozick durante finales de la década de 1960 y principios de 1970. Más bien era una versión del minarquismo, una versión que no se parecía al promovido por Ayn Rand. Como explicaba Nozick:

Nuestras principales conclusiones acerca del estado son que está justificado un estado mínimo, limitado a las estrechas funciones de protección ante la fuerza, fraude, aplicación de contratos y similares; que cualquier estado más extenso violaría los derechos personales a no verse forzados a hacer ciertas cosas y que (…) el estado no puede usar su aparato coactivo para el fin de hacer que algunos ciudadanos auxilien a otros o para prohibir actividades a la gente por su propio bien o protección.

El estado, argumentaba Nozick, no tenía que prohibir o siquiera regular los llamados “actos capitalistas entre adultos que consientan”.

Anarchy, State & Utopia causó sensación en 1974. Fue criticado en todas las grandes publicaciones y no siempre con desaprobación. Se convirtió en un superventas, al menos bajo los estándares normalmente aplicados a libros sobre filosofía política. Ganó el National Book Award. Fue traducido rápidamente a 11 idiomas. Lo más importante desde el punto de vista del movimiento libertario fue que cambió la actitud de los intelectuales ortodoxos hacia el libertarismo. Como dijo Roderick Long en un artículo en 2002 en The Freeman, Nozick “hizo algo impensable en la sociedad intelectual educada; publicó un libro defendiendo al libertarismo”. Etonces, “en 1974”, escribe Long,

las ideas libertarias no tenían prácticamente presencia dentro del establishment académico. Los economistas del libre mercado F.A. Hayek y Milton Friedman no habían obtenido aún sus Premios Nobel (Hayek lo obtendría más tarde ese mismo año y Friedman dos años después) y el filósofo político reinante era el propio colega de Nozic, John Rawls, cuyo monumental tratado, Teoría de la justicia, había obtenido una aprobación general por su argumento de que debería permitirse a los individuos beneficiarse de su mayor riqueza, talento o trabajo sólo si compensan a los menos afortunados.

Long destaca que

El libro de Nozick, por supuesto, no convirtió a la profesión, pero otorgó al libertarismo un lugar entre los asuntos habituales de discusión filosófica y por tanto contribuyó a un cambio crucial en el ambiente intelectual. El libertarismo ya no sería el equivalente filosófico a la teoría de la tierra plana, ahora era una posición respetable (o al menos semirrespetable) que tenía que tenerse en cuenta. Así que Robert Nozick abrió el camino para sucesivas generaciones de libertarios en el mundo académico.

Rothbard veía la situación en términos similares, escibiendo poco más de un año después de la publicación de Anarchy, State & Utopia que

la obra ha tenido gran importancia al hacer por primera vez respetables los temas del libertarismo y el anarquismo en los cursos de filosofía (…) y abrir el camino para que los libertarios escriban colaboraciones y disertaciones en un área previamente verboten.

Roderick Long, que es él mismo profesor de filosofía y libertario ha escrito que

Nozick decepcionó a muchos lectores rechazando defender su libro contra las muchas críticas que recibió, indicando que no quería dedicar su vida a escribir variaciones sobre el hijo de Anarchy, State & Utopia (…) abandonó en buena parte la filosofía política y se dedicó a otros temas.

Y aparte de un puñado de ensayos, esto es prácticamente cierto. La primera gran excepción se produjo en 1989 en su libro más apocalíptico, Meditaciones sobre la vida, en el que espantó a todos los libertarios del país al escribir que

la posición libertaria que propuse una vez me parece ahora seriamente inadecuada, en parte porque no entreteje completamente a las consideraciones humanas y las actividades cooperativas conjuntas a las que deja espacio dentro de su urdimbre. Olvida la importancia simbólica de una preocupación política oficial sobre asuntos o problemas, como una forma de remarcar su importancia o urgencia y por tanto de expresar, intensificar, canalizar, animar y validar nuestras acciones privadas y preocupaciones respecto de ellas. Los objetivos conjuntos que el gobierno ignora completamente (…) tienen a parecer indignos de nuestra atención conjunta y por tanto reciben poca. Hay algunas cosas que elegimos hacer juntos a través del gobierno para remarcar solemnemente nuestra solidaridad humana, alimentada por el hecho de que las hacemos juntas en esta manera oficial.

Realmente suena como una retractación de las “principales conclusiones acerca del estado” que Nozick decía que informaban Anarchy, State & Utopia. Pero en una entrevista realizada en julio de 2001 indicó que nunca había dejado de identifciarse como un libertario. Y Roderick Long informa de que

en su último libro, Invariances, [Nozick]  identificaba la cooperación voluntaria como el “principio central” de la ética, sosteniendo que la obligación de no interferir con el “dominio de elección” de otra persona es “todo lo que cualquier sociedad debería demandar (coactivamente)”; mayores niveles éticos, incluyendo la benevolencia positiva, representan por el contrario un “ideal personal” que debería dejarse “a la elección y desarrollo del propio individuo”.

Y eso ciertamente suena como un intento de abrazar de nuevo el libertarismo. Mi opinión es que el pensamiento de Nozick sobre estos asuntos evolucionó con el tiempo y que lo que escribió en un momento concreto era un reflejo adecuado de lo que estaba pensando entonces.

Cuando está en sus 20, recién descubiertas las ideas libertarias, habiendo leído a Rand, Rothbard, Mises, Hayek y otros, habiendo conocido a Rothbard y conversado largamente con él, Nozick está exultante. Y esa exaltación le duró: estaba a mitad de sus 30 cuando publicó su libro proclamando su acuerdo con las ideas libertarias. Una docena de años después, se le presentaron algunas reservas y escribió sobre ellas en su libro de entonces. Otra docena de años y esas reservas ya no le parecían tan grandes o que presentaran unos problemas tan insolubles. Y su último libro refleja esta etapa final en la evolución de su pensamiento acerca de la política y la sociedad.

Robert Nozick murió de cáncer de estómago unos pocos meses después de esa entrevista de 2001, en enero de 2002, a la edad de 63 años. Había nacido el 16 de noviembre de 1938 en Brooklyn. Ralph Raico escribió de él en el momento de su muerte que “Bob Nozick era más intelectualmente agudo que nadie que yo haya conocido nunca”. Tengan en cuenta que Raico había conocido no sólo a Murray Rothbard sino también a Ludwig von Mises, entre muchos, muchos otros. Cuando estamos en el que habría sido el año 73 en la vida de Robert Nozick, reconozcamos nuestra fortuna de tener un hombre de su calibre entre nosotros tanto tiempo como lo tuvimos.


Publicado el 26 de noviembre de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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