Connecticut, sobre su última apropiación de dinero: No es avaricia cuando lo hacemos nosotros

0

Mises Daily August 1 2015Los que poseen la mentalidad anticapitalista (tan al alza hoy en nuestra cultura) a menudo critican a los actores del mercado por estar motivados únicamente por la “avaricia”. Indudablemente, los sistemas económicos basados en motivaciones más nobles, dicen, promoverían mejor los intereses a largo plazo del planeta.

El mercado voluntario usa la avaricia como motivación para servir a otros

Este es un tema que trato con detalle en mis clases de Principios de Economía. Lo fascinante del sistema de mercado es que está basado en la avaricia, pero este más bien obliga a los motivados por ella a actuar de manera que promuevan el interés social. Si quieres hacerte rico, digamos en el la cantidad x, es mejor que mejores la vida de los consumidores, mediante transacciones voluntarias, en una cantidad mayor que x.

Esos son los medios económicos de adquirir riqueza, explicados con más detalle en 1922 por el sociólogo alemán Franz Oppenheimer, escribiendo en un tiempo anterior a que su disciplina se transfigurara en una empresa que afirmara apoyar una mayor intervención del estado.

Sin embargo, aparecen problemas cuando los motivados por la avaricia encuentran formas de adquirir riqueza mediante coacción. Oppenheimer llamaba a estos medios políticos (frente a los medios voluntarios del mercado) y hoy somos testigos de ellos cuando (1) las empresas se benefician de sus relaciones con el estado, frente a los consumidores y (2) el propio estado usa su monopolio legal de la violencia para adquirir riqueza.

Un nuevo impuesto mortal en Connecticut

Estas ideas me rondaban la cabeza cuando leí acerca de nuevas “tasas” de los tribunales sucesorios aprobadas por el parlamento de Connecticut este mes, reforzando su estatus entre los peores estados en los que morir. Mientras que la tasa máxima para las resoluciones era antes de 12.500$, ahora puede llegar hasta los 100.000$ y en algunos casos por encima del millón de dólares. Estas “tasas” se añaden a los impuestos de sucesiones que oscilan entre el 7,2 y el 12%  sobre legados de más de 2 millones de dólares.

Las “tasas” se justificaban por un déficit presupuestario esperado de 32 millones de dólares que el parlamento quería resolver, pero yo me preguntaba: ¿Dónde estaban las quejas por la política avariciosa? Podemos imaginar la reacción si, debido a una mala gestión fiscal, Costco o Best Buy anunciaran que iban a doblar o triplicar precios en sus productos populares para acabar con las pérdidas. Pero el gobierno hace esto constantemente y, por alguna razón, nunca se considera avaricia cuando se usan medios políticos para adquirir riqueza.

Añádase a la ironía el hecho de que los recursos es más probable que se desperdicien cuando se arrebaten de manos privadas y se entreguen al sector público, donde los incentivos para desperdiciar hoy promueven mayores presupuestos mañana y donde se alimenta el capitalismo de compinches. Recursos de podrían haberse ahorrado y dirigido a usos productivos se dirigen por el contrario a diversos grupos e interés y a empresas bien relacionadas.

El capital deriva del ahorro, no de la avaricia

Los que defenderían mayores transferencias de riqueza al sector privado olvidan que

El capital no es un regalo gratuito de Dios o de la naturaleza. Es el resultado de la restricción previsora de consumo por parte del hombre. Se crea y aumenta mediante el ahorro y se mantiene por la abstención del desahorro. Ni el capital ni los bienes de capital por sí mismos tienen el poder de aumentar la productividad de los recursos naturales y el trabajo humano. Solo si los frutos del ahorro se emplean o invierten sabiamente, aumentan la producción por unidad de la entrada de recursos naturales y trabajo. Si no es así, se desvanecen o desperdician.

La acumulación de nuevo capital, el mantenimiento de capital previamente acumulado y la utilización de capital para aumentar la productividad del trabajo humano son los frutos de la acción humana con un propósito. Son el resultado de la conducta de gente ahorradora, que ahorra y se abstiene de desahorrar, es decir, los capitalistas que obtienen un interés , y de la gente que tuvo éxito en utilizar el capital disponible para la mejor satisfacción posible de las necesidades de los consumidores, es decir, los emprendedores que consiguen beneficio. [Mises, The Anti-Capitalist Mentality, pp. 84-85]

El capital realmente es un regalo del ahorro y no es gratis. No sorprende que los estados sin ningún impuesto de sucesiones atraigan capital e lugares como Connecticut. Sus políticos están entre la espada y la pared, siendo la espada la necesidad de financiar el nivel actual de redistribución (y de no reducirlo nunca jamás) y la pared la creciente voluntad de los robados de evitar los impuestos. Este parlamento debe ser el mejor amigo del abogado de sucesiones.

Mentes enfermas considerarían la oferta de muerte como perfectamente inelástica y por tanto digna de ser gravada. Pero no es solo la gente la que muere en Connecticut. Lo mismo hace la riqueza, ilustrando lo que pasa cuando la avaricia no se ve limitada por las fuerzas del mercado. Algunos escritores podrían considerar la economía de Connecticut una especie de modelo digno de emulación, pero el hecho es que Connecticut, como cualquier otra jurisdicción fiscal, hace crecer su sector público a costa del privado y que cuando, como es previsible, el capital se desvíe hacía otro lugar, disminuirán las oportunidades económicas.


Publicado originalmente el 3 de agosto  de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.