Jurassic World: No culpen al mercado

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trex2En la cuarta y última entrega de la franquicia de Parque Jurásico, un parque temático que contiene dinosaurios clonados acoge escenas horrorosas cuando los visitantes son atacados por las atracciones reptilianas que han escapado de sus jaulas.

El caos empieza después de la presentación de un nuevo dinosaurio ahistórico, el Indominus Rex, una quimera creada por los científicos del parque. Este monstruo, deja claro la película, es el producto del capitalismo desatado: la simple des-extinción ya no impresiona a los visitantes del parque, para seguir recaudando de los visitantes paganos, los dinosaurios deben ser cada vez más grandes y salvajes, una tendencia que rápidamente demuestra ser insostenible.

Si en el mundo real fuéramos alguna vez capaces de reencarnar dinosaurios, ¿deberíamos dejar la tecnología en manos del gobierno por temor a que el ánimo de lucro, como en Jurassic World, cree atracciones extremadamente peligrosas?

Cómo funcionarían los parques privados de dinosaurios: Equilibrando valores en conflicto

Los propietarios privados evalúan la rentabilidad de la operación restando su coste de oportunidad (por ejemplo, lo que podría ganar vendiendo y poniendo el dinero a interés) de su valor capital. Es importante que el valor capital se basa en la suma de los beneficios futuros esperados. Así que ningún parque privado de dinosaurios podría permitirse ser miope en su estrategia: para maximizar los beneficios, debe crear un equilibrio sostenible entre elementos en conflicto (riesgos, “factor guau”, coste). Lejos de asemejarse al inexorable resultado de un sistema de pérdidas y ganancias, Jurassic World es por tanto un buen ejemplo de lo que no hacer si te preocupa tu cuenta de resultados.

Por el contrario, los parques privados de dinosaurios buscarían dos equilibrios que agraden a la sociedad. El primer equilibrio es el equilibrio con ánimo de lucro entre la seguridad y el factor-guau. Imaginemos un plácido herbívoro tras una valla de dos metros y medio. Si sustituimos este herbívoro por un carnívoro impresionante, digamos un T. Rex, es bastante evidente que lo haríamos a costa de alguna seguridad. El factor –guau y la seguridad se mueven en direcciones opuestas, pero los consumidores valoran ambos. Por tanto ambos deben estar equilibrados, un esfuerzo en el que los parques privados de dinosaurios estarían guiados por las señales de pérdidas y ganancias. Esto aumentaría el factor-guau y rebajaría la seguridad solo mientras esto incremente el número de entradas vendidas, logrando en el proceso el equilibrio “óptimo” entre factor-guau y seguridad (en concreto, el que convenza al número máximo de personas pagar voluntariamente la entrada).

El segundo equilibrio se relaciona con el balance entre coste y seguridad. Los factores de producción (vallas, vigas, guardias armados) serían empleados por el parque hasta que el valor marginal de su contribución se iguale al precio al que pueden ser adquiridos. La primera unidad de vallado proporcionaría un valor inmenso: permitiría erigir una partición básica, sin la cual el parque no podría esperar atraer visitantes. Las vigas reforzarían las vallas y harían muy improbable la fuga; el parque podría así estimular una reputación favorable a largo plazo, aumentando así su rentabilidad/valor capital. Adicionalmente, la presencia de guardias armados proporcionaría un seguro adicional y animaría a acudir a aún más clientes. Sin embargo, a partir de cierto punto los recursos adicionales de seguridad proporcionarían tan poco valor como para no hacer rentable su compra. Por supuesto, aún proporcionarían cierto valor, pero el mecanismo de precios obliga a los actores privados a prestar atención al panorama general: otras causas en la economía requieren estos recursos finitos más urgentemente. Así que el parque privado de dinosaurios compraría solo tanta seguridad como puedan justificar los datos del mercado.

¡Quitad al gobierno de nuestro braquiosaurio!

A los gobiernos, por el contrario, no les importan los beneficios: consiguen sus ingresos, no proporcionando bienes y servicios, sino mediante impuestos. Y por esto, continúa el argumento, deberían proporcionar servicios de parques de atracciones de dinosaurios: no aumentarían el riesgo en busca de beneficios, podrían dirigir un parque completamente impasible y no quebrar nunca.

Pero como ya hemos visto, el equilibrio entre el factor-guau y la seguridad establecido por los parques privados de dinosaurios sería el que agradaría al máximo número de personas. Por tanto, si el gobierno prohibiera los parques privados en favor de sus propios parques menos impresionantes, ignoraría la preferencia demostrada por la gente en el proceso.

Es verdad que nadie quiere ser devorado por un dinosaurio, pero eso no significa que nadie quiere correr ese riesgo. Existen muchos paralelismos en nuestras vidas diarias, pero por elegir uno: nadie quiere morir en un accidente de avión y aun así la gente se sube constantemente a los aviones (acepta el riesgo como un coste que merece la pena soportar). Así que, igualmente, alguna gente aceptaría el riesgo de ser devorada si es parte integral de parques de dinosaurios especialmente atractivos. Salvo que también aceptemos prohibiciones a volar, conducir, hacer paracaidismo, nadas, comer comida rápida, etc., no deberíamos en principio aceptar interferencias con las decisiones individuales con respecto a la contemplación de dinosaurios.

Sobre el tema de la seguridad: ¿no debería escatimarse ningún gasto? Impávido a pérdidas y ganancias, el parque público de dinosaurios podría continuar aumentando los recursos de seguridad incluso después de que el valor marginal ya no justificara el precio; el resultado sería, por supuesto, un parque ligeramente más seguro. Sin embargo, solo alguien con una visión muy miope podría concluir que esto sea bueno sin ambages, pues en el proceso de construir su atracción reptiliana el gobierno privaría inadvertidamente de esos recursos a otras causas más urgentes en la economía. Como hemos visto, un parque privado de dinosaurios en su lugar igualaría valor marginal con precio, considerando así inconscientemente las condiciones de oferta y demanda en su decisión: tomaría una cantidad más apropiada de recursos, dada la importancia relativa de su fin en el contexto de la economía en general.

Hay errores

Hemos argumentado que el incentivo para conseguir beneficios impulsaría a los parques privados de dinosaurios a equilibra seguridad, Factor-guau y costes en la forma óptima antes descrita. ¿Cómo entonces explicamos el Indominus Rex de Jurassic World? Después de todo, esta monstruosidad fue creada por un parque privado de dinosaurios con ánimo de lucro, ¿significa que era óptimo de laguna manera?

Debería estar claro para cualquiera que viera la película que el Indominus Rex era un dinosaurio demasiado bien dotado genéticamente: presentaba un riesgo que era muy superior al que la mayoría de los visitantes hubiera tolerado ex ante. Por tanto los gerentes de Jurassic World cometieron un “error empresarial”, un intento inadecuado de obtener beneficios. El equilibrio entre seguridad y factor-guau estaba mal calculado y en modo alguno maximizaba el beneficio: Jurassic World perdería muchísimos posibles clientes como consecuencia de la debacle del Indominus Rex.

Es importante tener en cuenta que el Indominus Rex no debe considerarse contrario al mercado por sí mismo: deberíamos evaluar el mercado, no sobre la base de estudios de casos individuales, sino más bien por los equilibrios que inspira. Resultados no óptimos se producen en el mercado, pero a pesar de (y no debido a) su régimen de palo y zanahoria. El mercado institucionaliza resultados óptimos: sin pérdidas y ganancias, los resultados óptimos solo pueden llegar por casualidad.


Publicado originalmente el 7 de julio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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