A principios del siglo XIX, Bastiat planteó la historia de un joven que lanza un ladrillo contra la ventana de una panadería. Se nos dice que esto puede tener un lado bueno: que el panadero debe pagar ahora a un cristalero para arreglar la ventana, que luego usará ese ingreso para gastar en otro lugar, creando un efecto de onda que beneficia a muchos.
Ese pensamiento recuerda lo que posteriormente se usaría para justificar la lógica del multiplicador keynesiano. Keynes escribiría posteriormente en la Teoría general: “Construir pirámides, terremotos, incluso guerras, pueden servir para aumentar la riqueza”.
El coste de oportunidad de arreglar las cosas
Como ya saben muchos lectores, esa lógica no tiene en cuenta el coste de oportunidad de la ventana rota. Si no se hubiera roto la ventana, el panadero no habría pagado al cristalero, sino que quizá habría gastado el dinero en un par de zapatos en su ligar. Así el zapatero habría tenido renta para gastar en otras cosas y tendría lugar el mismo multiplicador, pero la sociedad sería exactamente una ventana más rica.
Antes de adentrarnos en las evidencias del mundo moderno que confirman los brillantes ensayos de Bastiat, es importante distinguir entre renta y riqueza. La destrucción puede impulsar la renta a corto plazo, pero reduce la cantidad neta de riqueza de la sociedad (el primer propósito de la producción). Siguiendo un interesante artículo de Ryan Young en American Spectator, supongamos que tenemos una isla pequeña en la que toda la riqueza está en forma de valores de casas, propiedades personales, propiedades empresariales e infraestructura, con un valor de 10 millones de dólares. Digamos ahora que el crecimiento económico es lento, hay muchos desempleados y la riqueza agregada se prevé que aumente a 11 millones de dólares el próximo año.
Luego se produce un violento desastre natural, destruyendo todas las existencias de riqueza de la nación. Como el crecimiento económico era lento y muchos estaban desempleados, todos en la isla dirigen su atención a la reconstrucción a partir del desastre y, en un año, todo vuelve a la normalidad. En las estadísticas el PIB ha aumentado en 10 millones de dólares, diez veces más alto de lo que habría aumentado en otro caso, pero la riqueza de la sociedad no ha cambiado.
Ese escenario refleja lo que ocurre en el corto plazo. En mayo de 2012, Paul Krugman destacaba el crecimiento superior del primer trimestre de Japón en relación con otras naciones, atribuyéndolo al aumento en el gasto público tras el tsunami de 2011. Pero, como señalaba Young, esto no tiene en cuenta el efecto que tienen los desastres naturales en las existencias de riqueza de una nación.
Los “beneficios” de los ciclones mortales
Vamos ahora con las evidencias del mundo real. Publicado en el National Bureau of Economic Research, los economistas Solomon M. Hsiang y Amir S. Jina observaron los efectos económicos a largo plazo de la catástrofe medioambiental, centrándose en la destrucción de los ciclones en particular. Se estudiaron casi siete mil ciclones que se produjeron en 1950-2008. Las conclusiones fueron que cuanto peor fuera el desastre, más sufría el crecimiento económico a largo plazo. Según sus datos: cincuenta años después de un acontecimiento, el PIB es 0,38 punto porcentuales menor por cada velocidad de viento de 1 milla por segundo”.
Aunque creé antes un ejemplo en el que la destrucción tenía efectos positivos a corto plazo, esos efectos desaparecen cuando el corto plazo se convierte en largo. Su investigación también descubrió que un desastre en el 90º percentil reducía las rentas en un 7,4% dos décadas después. Esto lleva a los autores a rechazar la hipótesis de la “destrucción creativa” con respecto a los desastres naturales.
Los defensores de las supuestas bendiciones de la destrucción también tienen que tener en cuenta otra variable: el valor de la vida humana. Tras un terremoto en mayo de 2008 que mató a 80.000 personas en la provincia de Sichuan, el Centro de Información del Estado del gobierno chino encontraba algo positivo: el crecimiento económico se impulsaría un 0,3% adicional ese año debido al gasto monetario en reconstruir la región devastada. Incluso suponiendo que este crecimiento no se viera compensado por un crecimiento más lento a largo plazo, sigue sin ser un plan viable. El crecimiento económico de China fue de un 18,1% en 2009, creciendo en casi 5 billones de yuanes desde el año anterior. Suponiendo que el gobierno chino tenga razón y el 0,3% de este fuera atribuible a la reconstrucción a partir del desastre, esto significa que el PIB se vio impulsado en aproximadamente 5.300.000 yuanes por cada muerte, aproximadamente 860.000$. Poniendo eso en perspectiva, la agencia de protección medioambiental en EEUU establece el valor de una vida humana en 9,1 millones de dólares, mientras que la FDA la valora en 7,9 millones.
El propósito del ensayo de Bastiat sobre la ventana rota era ilustrar e concepto de coste de oportunidad a un nivel menor, centrándose en un acto menor de vandalismo. Como hemos visto por las evidencias del mundo real, el coste de oportunidad de la destrucción raramente es que la sociedad empeore en solo una ventana, sino que empeora mucho más cuando tenemos en cuenta los efectos a largo plazo que tiene en renta y riqueza y vidas humanas.
Publicado originalmente el 15 de julio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.