En la continua batalla oral sobre a quién culpar del fiasco de la electricidad en California, los economistas parecen haber caído en dos facciones enfrentadas: los que están a favor de controles de precios y los que no.
Laura D’Andrea Tyson está en la primera facción. Tyson, que ha trabajado como asesora económica jefe para el anterior presidente Bill Clinton, fue capaz de valerse de su fama para convertirse en decana de la Escuela de Negocios Haas en la Universidad de California, Berkeley. Es una “muy respetada” economista ortodoxa que tiene opiniones que son generales para la profesión económica moderna. Naturalmente, Tyson está a favor de los controles de precios.
En un artículo en Business Weekfechado el 4 de junio de 2001 (“Ignoring California’s Energy Crisis Imperils the Economy“), Tyson declara que destacar la producción de más petróleo, gas natural y electricidad no es más que una “estrategia de ‘perforar y quemar’ que beneficia a sus amigos [de la administración Bush] en el sector energético y plantea riesgos innecesarios para el medio ambiente”. Además, Tyson declara que la forma de resolver esta crisis, al menos a corto plazo, es “imponer un tope temporal en los precios al por mayor de la electricidad”. Esto, escribe, “aliviará las condiciones de suministro en la red de California y el Oeste”.
El que un economista, y especialmente uno que disfruta de una posición elevada en la profesión económica, escriba estas cosas dice más acerca del estado del análisis económico moderno que todos los artículos críticos combinados en el Quarterly Journal of Austrian Economics. El artículo de Tyson está lleno de las falacias económicas (especialmente una incapacidad de reconocer los efectos segundarios no pretendidos que se producen debido a malas políticas económicas) contras la cuales advertía a sus lectores Henry Hazlitt en su clásico La economía en una lección.
Sin embargo es imposible detallar todas las mentiras de Tyson. Conseguir ese logro requeriría más memoria que la que hay almacenada en todas las computadoras de los lectores de este artículo. (Haría falta deforestar Norteamérica para ocuparse de todas sus mentiras en papel). Así que me ocuparé solo de las más destacadas.
Sin embargo, antes de hacerlo, debo atender primero el método de argumentación que usa Tyson. Como tanto en la profesión económica, Tyson prefiere argumentar, no usando una lógica sólida, sino más bien empleando diversas falacias informales, incluyendo apelaciones a la autoridad, apelaciones al “pueblo” y ataques ad hominem, junto con el ubicuo non sequitur. (Paul Krugman, que, como Tyson, cae en la categoría de “economista progresista”, también recurre habitualmente a este tipo de argumentación en su columna del New York Times). Lo que sigue con citas de Tyson y mis réplicas.
Constantes apagones en California durante los próximos meses ponen en peligro una economía de EEUU ya vacilante. California supone en torno al 14% de la producción del país, más que la de los veintidós estados más pequeños combinados. En los pasados dos años, a generado en torno a un cuarto del crecimiento del empleo de la nación. Nos guste o no, la crisis eléctrica de California tiene ramificaciones nacionales. Pero después de semanas de reuniones secretas, el plan de energía recientemente revelado por la administración Bush no hace nada por aliviar esta crisis. Por el contrario, la Casa Blanca ha usado esta crisis para justificar una estrategia a largo plazo de “perforar y quemar” que beneficia a sus amigos en el sector energético y plantea riesgos innecesarios para el medio ambiente.
Parte de lo que escribe es verdad. La crisis de California sí tiene implicaciones nacionales, pero no como ella podría pensar. La ralentización de la economía, como han apuntado los economistas austriacos, no se debe a los problemas de electricidad de California, sino más bien a las malas inversiones masivas que se han producido debido a que la Reserva Federal (como reclamaba Tyson cuando estaba en el cargo con Clinton) inundó la economía con nuevo dinero fiduciario al rebajar artificialmente los tipos de interés.
La cuestión real aquí no es si imponer controles de precios sobre la electricidad traerá de alguna manera de vuelta a la “prosperidad” en California: la cuestión real es si los políticos entrarán en la lógica tortuosa de Tyson y sus aliados y creerán realmente que obligar a entrar electricidad en California con precios por debajo del mercado acabará con la recesión. Además, si la administración Bush acepta estos sofismas y obliga a otros servicios públicos a atender al (antiguo) Estado Dorado, cualquier progreso que hayamos conseguido en la producción de energía desde el fiasco del control de precios de la década de 1970 es probable que se pierda.
La referencia a “perforar y quemar” habla elocuentemente de la ignorancia económica de Tyson. Nos guste o no, la mayoría del transporte y creación de electricidad se alimentan con combustibles fósiles que deben extraerse de la tierra y quemados para liberar energía. Las fuentes “alternativas” de energía como la energía solar, la “biomasa” y el etanol son extremadamente acaras y no pueden acercarse a proveer lo que se demanda actualmente. La energía hidroeléctrica, aunque barata, es limitada en ámbito y los ecologistas odian las presas en todo caso.
Tyson muestra aún más su falta de entendimiento económico al declarar que esta estrategia de “perforar y quemar” beneficia a las empresas energéticas, ostensiblemente a costa de otra gente y del medio ambiente. A los progresistas se gusta atacar a la empresa privada, declarando que nadie se beneficia de ella, salvo los propietarios de negocios, ya que estos son un brazo independiente y sin sentido de nuestra economía. Aun así, la suposición de Tyson de que los consumidores en una economía de libre mercado no se benefician de sus compras de electricidad y combustibles fósiles invierte toda la lógica de la teoría del intercambio que ha dado forma al análisis económico durante más de dos siglos. Las personas no entran conscientemente en intercambios económicos salvo que todos los participantes crean que mejorarán después de que tenga lugar el intercambio.
Además, la opinión de Tyson de que la producción de energía en un mercado libre convencional “plantea riesgos innecesarios para el medio ambiente” no permite al lector diferenciar entre los que es un riesgo medioambiental “necesario” y lo que no lo es. Simplemente habla ex catedra en espera que los lectores estén de acuerdo.
Según la lógica del equipo de Bush, los precios en aumento de la electricidad en California, como los precios en aumento de la electricidad en EEUU, reflejan años de inversiones inadecuadas en producción de energía. ¿Y por qué los inversores no han estado dispuestos a desarrollar los suministros necesarios? Principalmente, dicen los cargos de la administración, debido a la regulación pública, especialmente las normas medioambientales. Este análisis es coherente como la ideología republicana tradicional, pero incoherente con los hechos. Las empresas privadas abandonaron planes de inversión y cerraron operaciones en los sectores del petróleo, el gas y la electricidad en la década de 1990, no debido a las restricciones medioambientales, sino debido a los bajos precios de la energía, el exceso de capacidad y la poca rentabilidad.
En este caso, Tyson envuelve una mentira mayor en torno a una pizca de verdad. Los precios de la energía han bajado en términos reales durante dos décadas antes de la explosión en los surtidores del año pasado. Además, algunos empresas energéticas, para evitar pérdidas, han abandonado algunos de sus planes más ambiciosos que no podrían apoyarse con precios más bajos de mercado, como dice Tyson.
Sin embargo, lo que no dice es que una de las razones por las que las empresas no han realizado más inversiones en producción es precisamente porque las normas medioambientales crecientemente estrictas están exprimiendo los márgenes de beneficio. Se ha documentado extensamente que no se han construido nuevas refinerías de petróleo en Estados Unidos en dos décadas. La razón es bastante sencilla: Las refinerías no son grandes centros de beneficios en el mejor de los casos.
Miles de nueva regulaciones que han derivado de las enmiendas de la Ley de Aire Limpio de 1990 hacen aún menores las perspectivas de rentabilidad, especialmente porque la EPA es conocida por imponer enormes multas a quienes violen estas duras nuevas regulaciones, multas que pueden comerse rápidamente los márgenes de beneficios. (Hay que recordar que el refinado de petróleo es, por su propia naturaleza, un negocio sucio. Es algo que aprendí creciendo a tres kilómetros de una gran refinería de Sun Oil en Marcus Hook, Pennsylvania).
Tyson sí admite “Defectos en el plan de desregulación de California han agravado sus problemas eléctricos”. Añade: “Para empeorar las cosas, debido a que el plan de desregulación impedía contratos a largo plazo entre servicios y generadores, no hay forma de que compradores o vendedores se aseguren contra la volatilidad de los precios en mercados eléctricos no regulados”.
Aunque haya numerosas partes, incluyendo tanto políticos como algunos ejecutivos energéticos cortos de miras, hay que recordar que la Asamblea General de California creó en definitiva las restricciones que Tyson admite que han contribuido a causar este problema. Además, el legislativo también estableció los controles de precios que están en el núcleo de la crisis. (Tyson olvida convenientemente esta información y por una buena razón: Su “hoyo en uno” resultan ser más controles de precios).
La administración Bush no es responsable de las heridas autoinfligidas de California, pero sí es responsable de no imponer un precio máximo temporal en los precios de la electricidad al por mayor para controlar su manipulación por un puñado de generadores y suministradores de gas natural, muchos con sede en Texas.
Vemos de nuevo la máquina de mentiras lógicas de Tyson a toda potencia. La decisión de Bush de no imponer controles de precios no representa un fracaso, sino más bien un éxito político y económico. Su mención de algunas empresas que venden gas natural y electricidad a servicios públicos de California con sede en Texas es una prueba adicional de su estilo de argumentación ad hominem y la descripción de Tyson de los suministradores dedicándose a la “manipulación” simplemente no tiene ningún sentido.
Los propietarios de negocios no “manipulan” la oferta. Por el contrario, eligen cuánta de la producción que poseen se vende en el mercado en un momento concreto. Al acusar de “manipulación” a los suministradores de electricidad y gas natural, lo que realmente quiere decir es que estos tipos deberían ser obligados a vender más de lo que les gustaría a precios por debajo de los que aceptarían en un mercado libre. Esto no es más que una llamada al estado para que imponga un régimen de trabajos forzados sobre gente que actualmente son políticamente impopulares para las clases políticas.
La Casa Blanca desdeña esas evidencias [de que los productores están “manipulando” los suministros de energía], argumentando que u máximo de precios desanimaría la inversión necesaria en nueva capacidad. Pero no si ese máximo se estableciera a un nivel lo suficientemente alto como para proporcionar a los suministradores un beneficio razonable y se relajara una vez se acabara la crisis a corto plazo.
De nuevo Tyson recurre a ataques ad hominem y apelaciones ad populum, ya subestimar los sinsentidos de los economistas “progresistas” no constituye un “desdén”. Por ejemplo, no entiende el origen del beneficio, a pesar de su “respetado” estatus dentro de la profesión económica. Como señalaba Murray N. Rothbard en su clásico El hombre, la economía y el estado, un beneficio se produce debido a un factor de producción temporalmente infravalorado. No se controlan los precios forzando artificialmente a la baja los niveles de beneficio, ni lo beneficios altos dirigen los precios altos. Además, en un mercado libre, los factores infravalorados de producción no permanecen así durante mucho tiempo.
La reclamación de Tyson de niveles “razonables” de beneficio aparentemente eleva su estatus divino. Las personas no tienen la capacidad de determinar qué es un nivel “razonable” de beneficio. Por ejemplo, ¿es el salario actual de Tyson en Berkeley una tasa de retorno “razonable” con respecto a los gastos que hizo para llegar a este cargo? Solo ella puede determinar cuál podría ser un nivel razonable en ese caso. Y respecto de su opinión de que los controles de precios sobre la electricidad al por mayor serían temporales, solo hay que recordar que los controles “temporales” de precios del presidente Richard Nixon (noventa días) que gravaban el petróleo y todo lo demás el 15 de agosto de 1971 consiguieron aherrojar los sectores energético durante casi una década. (Los infames, y aparentemente eternos, controles de rentas de Nueva York se aprobaron en 1946, como medida “temporal” para ayudar a las personas en la transición de posguerra a volver a una economía civil).
Aunque un precio máximo temporal podría aliviar las condiciones del suministro en California y la red del Oeste, las limitaciones existentes de capacidad exacerbadas por escaseces inducidas por la sequía en las presas hidroeléctricas del estado hacen inevitables escaseces importantes a lo largo de los próximos meses.
En esta frase, Tyson consigue realizar lo que solo puede describirse como “neolengua” económica. Los controles de precios no alivian las condiciones de escasez: causan escasez. La misma definición ed una “escasez” en el análisis económico es el resultado de que un precio se ha mantenido por debajo de los valores del mercado. Tyson intenta convencer a los lectores de que lo blanco es negro y el día es la noche.
En la segunda parte de esta frase ofensiva, Tyson usa erróneamente el término “escasez”. Una escasez no es la ausencia de oferta, sino lo que ocurre cuando no se permite que los precios del mercado reflejen tanto la oferta actual como la demanda actual de un bien.
Como se ha señalado antes, hay mucho más que decir para criticar la última atrocidad de Tyson, pero basta para decir que su comprensión de los precios y los mercados no es especialmente aguda. En La economía en una lección, Hazlitt escribe que la capacidad de reconocer las falacias económicas (especialmente la presencia de efectos secundarios) diferencia a los economistas “buenos” de los “malos”. No hace falta ser un genio, o siquiera un economista, para reconocer la categoría en la que se ubica la propia Tyson.
Publicado originalmente el 29 de mayo de 2001. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.