La política exterior de paz de Ron Paul es esencial para el mensaje de la libertad

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A Ronald Reagan solía llamársele el presidente teflón, dado que no importaba en qué error o escándalo se viera envuelto, nunca se le quedaba pegado: no sufría en las encuestas. Si Reagan fue el presidente teflón, el ejército es la institución teflón de Estados Unidos. Puede contarse con que Incluso la gente que se opone a cualquiera que sea la guerra actual “apoye a las tropas” y viva bajo la cómoda ilusión de sea cual sea la aberración que se haga evidente hoy, el sistema en sí es básicamente sólido.

Para añadir el insulto a la injuria, siempre que el gobierno de EEUU se prepara para otra intervención militar, se puede contar con la gente a favor del “gobierno limitado” y que se enorgullece de caer en la propaganda de aquel para que se ponga en pie y salude.

Tuve el raro honor de ser jefe de personal de Ron Paul en el Congreso y de observarle orgullosamente en muchos momentos de esa época y en sus campañas presidenciales. Pero el nuevo libro de Ron, Swords into Plowshares: A Life in Wartime and a Future of Peace and Prosperity, un alegato directo e implacable contra la Guerra que se sitúa junto al clásico de Smedley Butler, War Is a Racket, probablemente sea el momento de mayor orgullo de Ron Paul.

Se ha calculado que a lo largo de los últimos 5.000 años se han llevado a cabo 14.000 guerras, generando 3.500 millones de muertes. En Estados Unidos, entre 1798 y 2015 se ha usado 369 veces la fuerza militar en el exterior. Se nos han condicionado para aceptar esto como normal, o como mínimo como inevitable. Se nos dice que reprimamos cualquier recelo moral que podamos tener acerca de matanzas en masa sobre la base cuestionable de que, después de todo “así es la guerra”.

Ron, sobre esto como sobre una amplia variedad de otros temas, no está dispuesto a aceptar los tópicos convencionales, y un tema recurrente en su libro implica especular sobre si, de la misma forma que la raza humana ha avanzado tan extraordinariamente desde un punto de vista tecnológico, podríamos ser capaces de un avance moral igualmente comparable.

Hay mucho en este libro para disfrute de los libertarios y realmente de todos los opositores a la guerra: para empezar, una refutación de la afirmación de que la guerra es “buena para la economía”, una explicación de los peligros de “represalia” planteados por el intervencionismo exterior y una visión general de la Guerra contra el terrorismo desde una perspectiva no intervencionista. Pero hay una profunda dimensión personal también en este libro, ya que seguimos la vida de Ron desde su infancia hasta la actualidad y la evolución de su pensamiento sobre la guerra. Dejaré a los lectores que descubran ellos mismos estas perlas.

Igualmente, Ron relata algunas historias poco conocidas de la guerra. En una, dos semanas después del día D, el capitán Jack Tueller decidía tocar su trompeta esa tarde. Se le había dicho que no lo hiciera: su comandante le explicó que no se había capturado aún a un francotirador alemán desde el día de la batalla. Imaginándose que el francotirador era un joven asustado, no como él, tocó la canción alemana “Lili Marleen”. El francotirador se rindió a los alemanes al día siguiente.

Antes de ser enviado a prisión, el francotirador pidió reunirse con el trompetista. Dijo, entre lágrimas: “Cuando oí la canción que tocó pensé en mi novia en Alemania. Pensé en mi madre y en papá y en mis hermanos y no pude disparar”.

“Me tendió la mano y sacudí la mano del enemigo”, recuerda Tueller. “No era un enemigo. Estaba asustado y solo, como yo”.

Otra historia tiene lugar justo antes de la Navidad de 1943. Charlie Brown, un chico de granja de 21 años de Virginia Occidental estaba en su primera misión de combate como piloto cuando su B-17 se vio gravemente dañado sobrevolando Alemania. Con la mitad de su tripulación muerta o herida, luchaba por regresar su avión a Inglaterra cuando un caza alemán se pudo a tres pies de su ala derecha. Pero Franz Stigler, el piloto alemán, no disparó. Solo negó con la cabeza, apuntó con el dedo y se fue, permitiendo a Brown volver a Inglaterra.

46 años después, se volvieron a encontrar. Brown por fin pudo preguntar a Stigler qué estaba apuntando. Stigler replicó que estaba tratando de decir a Brown que volara hacia Suecia, que estaba más cerca. Pero como Brown solo sabía cómo volver a Inglaterra, es allí a donde fue.

Los dos hombres se hicieron buenos amigos, incluso compañeríos de pesca. Stigler dijo que salvar la vida de Brown fue para él lo único bueno que trajo toda la guerra.

No os sorprenderá saber que además de anécdotas de interés humano como estas, Ron dedica tiempo en Swords into Plowshares asemejando la banca y la guerra, uno de sus temas perennes a lo largo de los años. No es por nada que una y otra vez los países abandonaran el patrón oro cuando iban a la guerra.

Raramente nos paramos a considerar qué nos dice eso. Si tenemos que abandonar el patrón oro para ir a la guerra, eso significa que el patrón oro era una barrera contra la guerra. Por supuesto, la facilidad con la que los gobiernos podían abandonar el patrón oro nos sirve de recuerdo de la necesidad de separar completamente dinero y estado y de que no puede confiarse en el estado para mantener un patrón monetario sólido.

Como siempre Ron es más intensamente mejor cuando se desata contra los neoconservadores, para quienes todo fracaso en el exterior se convierte en una justificación para otro fracaso más seis meses más tarde. Nos invita a considerar un comentario típico del neoconservador  Michael Ledeen: “Paradójicamente, la paz aumenta nuestro peligro, al hacer menos urgente la disciplina, estimulando algunos de nuestros peores instintos y privándonos de algunos de nuestros mejores líderes”.

Observemos que es la paz y no la guerra, según Ledeen, la que estimula nuestros peores instintos. Esa era la opinión de Theodore Roosevelt, amado y admirado por progresistas y neoconservadores por igual, que consideraba una paz prolongada un estado deplorable que hacía a la gente fofa y ociosa.

Los neocones se quejan cuando los libertarios les describen como “pro-guerra” (vaya, están a favor de la guerra solo como último recurso, nos aseguran, y solo porque hay gente mala en el mundo), pero ¿cómo pueden describirse si no las opiniones de Leeden, quien hasta donde yo sé nunca ha sido reprendido por ningún otro neocón?

(Quizá mi favorita de la colección de Ron de citas neocones morbosas sea, sin embargo, aunque solo sea por su calidad inconscientemente orwelliana, la cita de George W. Bush de junio de 2002: “Solo quiero que sepan que, cuando hablamos de guerra, en realidad estamos hablando de paz”.

Entretanto, al pueblo estadounidense se la ha adoctrinado en el culto al veterano, a quienes los evangélicos compara de forma blasfema con Jesucristo y por lo cual se espera que se le salude, aplauda y ofrezca gracias ostentosas por el “servicio” del veterano.

Por el contrarió, aquí está Ron:

“Servir” en nuestro ejército para invadir, ocupar y oprimir países para extender [el] imperio de EEUU no debe glorificarse como un trabajo “heroico” y sagrado. Mis cinco años en la Fuerza Aérea durante la década de 1960 no hacen de mí ningún tipo de héroe. Mis principales pensamientos en ese tiempo fueron: “¿Por qué soy tan complaciente y por qué cuestiono no tan poco la lógica de la Guerra de Vietnam?”

Ron llama a los pueblos del mundo a resistir a las llamadas a la guerra de sus gobiernos y a rechazar tomar parte en conflictos violentos. “Si los autoritarios continúan abusando del poder a pesar de los límites constitucionales y morales”, escribe, “el único recurso que le queda al pueblo es ir a la huelga y rechazar aprobar las guerras y robos. Negad a los dictadores vuestro dinero y vuestros cuerpos. (…) Cuanto más sea un movimiento mundial, mejor”.

Por eso a Ron le gusta tanto la canción “Universal Soldier”, que pidió a la cantante Aimee Allen que la cantara en su espectacular Campaña por la República de 2008. El hombre que se alista en el ejército y simplemente sigue la opinión que prevalece actualmente es el soldado universal. Si rechazara “servir” y luchar, no podría haber guerras. Incluso Ron, cirujano de aviación, que nunca disparó un arma, mira atrás a su periodo en el ejército y se pregunta. ¿por qué no me resistí? ¿Por qué me dejé llevar?

No hace falta decir que pocos en nuestra clase política (gente que, en general, tiene mucho más de lo que arrepentirse que el apacible Ron Paul) reflexionan seriamente sobre sus decisiones morales o se las reprochan públicamente.

Cuando la gente lea Swords into Plowshares en próximas generaciones (que lo hará), se maravillará de que un hombre así sirviera realmente en el Congreso de EEUU y desafiara toda campaña de propaganda bélica en la Cámara. Pero lo que es grande en Ron no es solo su honradez, sino también su constante crecimiento intelectual: con el paso del tiempo se ha convertido en un defensor cada vez más radical de la libertad. Su evolución es concretamente clara en este libro, como descubriréis vosotros mismos.

Uno de los logros más importantes de Ron en la vida pública fue demostrar que era posible oponerse a la guerra sin ser un izquierdista. Igualmente explicó que una política exterior de paz y no intervención era una característica esencial e indispensable del mensaje de la libertad y no solo una peculiaridad de la extraña personalidad de Ron Paul, como parece haber creído mucha gente que decía “me gusta Ron Paul, salvo su política exterior”.

Bernie Sanders pretende estar en contra de la guerra, pero, como es usual en los socialistas, si se analiza con cuidado, en realidad no lo está. Pero aunque lo estuviera, como socialista simplemente quiere que las armas apunten a distintos objetivos: agregados indiferenciados como “los ricos” a los que reclama que sus seguidores dirijan su odio desorientado. Ron, por el contrario, nos pide que depongamos las armas y una interacción pacífica tanto entre naciones como entre individuos.

Es una postura que la mayoría no había escuchado antes de 2008, ya que las campañas electorales tratan todas sobre apropiarse de la maquinaria del estado y apuntar sus armas hacia cualquier grupo al que desprecie el que acabe venciendo. Pero Ron atrapó las imaginaciones de millones de jóvenes inteligentes, cuyos cerebros no se habían deformado aún por una cultura política estadounidense pensada para privarles de posibilidades humanas.

Ron cumple 80 años este mes y continúa el trabajo de su vida de decir la verdad. Desead a Ron un feliz cumpleaños uniéndoos a nosotros en una celebración en Lake Jackson el 15 de agosto y leyendo este libro extraordinario.


Publicado originalmente el 6 de agosto de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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