Los contribuyentes griegos afrontan un futuro de esclavitud de deuda

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Greece and the euroGrecia ha impagado su deuda con el Fondo Monetario Internacional, el primer país “desarrollado” en hacerlo. ¿Pero es Grecia simplemente una baja de una Eurozona defectuosa o es el canario en la mina de carbón?

Después de ir tirando con préstamos de “emergencia” durante cinco años, un pago de 1.730 millones de dólares que vencía el martes por la noche quedó sin pagar: el mayor pago no realizado en los 71 años de historia de esta organización financiera internacional. El FMI rechazo reveladoramente calificar el pago no realizado como lo que era: un impago, optando en su lugar por “en mora” (lo que, para los no iniciados, es una término financiero complejo, muy técnico, que significa impago). Grecia ahora comparte compañía a este respecto con países del tipo Sudán Zimbabue, Afganistán, Haití, Yugoslavia y Somalia.

Para Grecia, el dolor ha proviene de hace tiempo, ya que empezó a basarse en préstamos de emergencia hace cinco años. Y ahora el impago (al tiempo que envía sacudidas de volatilidad a lo largo de los mercados financieros globales), ha sido casi decepcionante. Pero las líneas dentadas de un gráfico financiero dicen poco de la carnicería que se está produciendo sobre el terreno o de lo que está por venir.

Los problemas que Grecia y el mundo afrontan ahora son múltiples. Para los griegos, los controles de capitales y los cierres bancarios han dejado a la gente sin acceso a los saldos de sus cuentas. Los cajeros automáticos tienen colas en todo momento, aunque las retiradas diarias de efectivo estén limitadas a 60€. La siguiente arma en la guerra financiera: apropiación de depósitos. Aunque pueda ser fácil considerar esas dificultades como resultado de una política socialista, eso no sería una representación apropiada de lo que ha ocurrido.

No, cuando Grecia recurrió a la financiación de emergencia, la Troika (el peyorativo colectivo para la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI) autorizó 110.000 millones de euros en ayuda a cambio de promesas vagas y no cuantificadas de “austeridad”. Los préstamos más recientes fueron en realidad desvíos de pagos de intereses sobre la deuda griega debidos a otros países de la Eurozona, vueltos a prestar a Grecia. Incluso ahora, después del impago, hay pocas dudas en el mundo financiero de que la “solución” a la crisis de deuda será… más deuda.

Por supuesto, es fácil considerar estas suposiciones como la errónea ingenuidad de los planificadores centrales keynesianos, pero hacerlo así ignora la amenaza más generalizada de la deuda soberana. Como están aprendiendo los griegos, el FMI (como muchos de los bancos centrales del mundo) no aceptará el impago, nunca lo ha hecho y nunca lo hará. Calificar a Grecia como “en mora” no le hace ningún favor. El mensaje está claro: pagaréis. Así que aunque por un tiempo Grecia estuvo cómoda, viviendo por encima de sus posibilidades, pronto será el momento de pagar las consecuencias.

La deuda pública no es como la deuda privada

La deuda soberana no es como una tarjeta de crédito, un presupuesto familiar o una hipoteca, no importa cuántas analogías simples hagan los políticos. No, la deuda pública es algo en general más siniestro. Cuando un estado toma dinero prestado, el pago recae sobre las cabezas de sus ciudadanos, sin expiración. En un momento del drama heleno, se habló de las indemnizaciones alemanas de guerra. Una minoría infinitesimalmente pequeña de la población podía recordar la guerra y un grupo aún menor (si es que había alguien) era incluso remotamente responsable. Pero el ejemplo está claro: la deuda pública es interminable.

Este tratado por sí solo está desarmado sin su complemento necesario: la aplicación de fuerza. Como los ingresos públicos se generan mediante impuestos y las deudas públicas son ingresos futuros gastados ahora, entonces las deudas son simplemente impuestos futuros. Aunque este es un terreno bien conocido, la mayoría de la gente parece olvidar que los impuestos son unas de las únicas deudas para las que su impago genera tiempo en prisión.

Para hacer la deuda soberana aún peor, la ciudadanía no tiene las protecciones contractuales normales de, por ejemplo, revisar las condiciones, eligiendo cuánto tomar prestado, decidiendo en qué gastar el dinero o incluso acordando los planes de pago. Aparentemente, todas estas decisiones se hacen en la urna. Pero apostaría que si preguntarais a 100 personas cómo gastar solo 100$, tendríais al menos noventa y nueve respuestas distintas. El problema empeora, no mejora, cuando hay 300 millones de personas y 1 billón de dólares de deuda sobre la mesa. Al final, hay un incentivo para pasar la pelota: que se las arregle la próxima generación, nosotros seguimos adelante. ¿Pero quién acabará pagando la factura? Esa demografía es sin duda desgraciada, ya que se verá obligada a pagar impuestos exorbitantes sin el adorno del bienestar social, solo para pagar los intereses de esa generosidad.

Para ella, “que se las arregle” significa una vida dedicada a pagar las deudas de otros, respaldadas por la despiadada indiferencia de la ley. Hay una palabra para eso, ¿no? Ah, sí: esclavitud.


Publicado originalmente el 6 de julio de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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