Por qué los griegos deberían repudiar su deuda pública

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Mises Daily September 9 2015A la hora de repartir culpas por la crisis de la deuda pública griega, sería difícil no echar la mayor parte sobre la propia Grecia. Co n trabajos públicos percibiendo tres veces la media del sector privado, un servicio nacional de ferrocarriles con un coste salarial que multiplica por cuatro sus ingresos anuales, un sistema de pensiones públicas que pagaría generosas prestaciones con cincuenta años a cualquiera clasificado como trabajador en una profesión “ardua” como peluquero, no hay escasez de generosidad desbocada financiada por los contribuyentes en toda la sociedad griega.

Sin embargo, en este momento, diseccionar el fracaso de Grecia de vivir dentro de sus medios no es solo inane (más allá de demostrar la observación probada por el tiempo de que a la gente le gusta algo a cambio de nada), sino que ofusca los verdaderos contornos morales de la crisis. Además, nubla nuestra comprensión de una verdad crucial fundamental no solo para el futuro de los griegos, sino de todos los pueblos: La deuda pública no es como la deuda privada. De hecho, la deuda pública es fundamentalmente ilegítima e incluso podría estar justificado decir que quien busque beneficiarse de ella está ayudando y siendo cómplice de una actividad criminal.

Deuda privada y deuda pública

Como argumentaba Murray Rothbard en su ensayo seminal “Repudiando la deuda nacional”, la deuda pública es una bestia completamente distinta de la deuda privada contraída entre personas normales. En este último caso, un acreedor presta a un deudor una cantidad concreta de sus propios fondos a cambio de un pago concreto del deudor en el futuro. Al hacer de esto un intercambio contractual del que se benefician ambas partes (de otra forma no lo llevarían a cabo), el acreedor se convierte en el verdadero propietario del dinero futuro aceptado por el deudor. Consecuentemente, si el deudor en el futuro no hace honor a los pagos está en realidad y objetivamente robando al acreedor su propiedad. En una sociedad justa, el acreedor tendría derecho a que se le permitiera recuperar su propiedad injustamente expropiada.

La deuda pública es diferente. Cuando un gobierno emite deuda en el mercado de bonos, no está aceptando pagarla con sus propios recursos, porque, como señala Rothbard, no posee esos recursos:

Pues al contrario que el resto de nosotros, el gobierno no vende bienes o servicios productivos y por tanto no genera nada. Solo puede obtener dinero saqueando nuestros recursos a través de los impuestos o del impuesto oculto de la falsificación legalizada conocida como “inflación”.

Lo que compromete un gobierno ante sus acreedores es la riqueza futura de sus súbditos, los contribuyentes. Esta es riqueza obtenida mediante coacción violenta y comprometida sin consentimiento de su dueño. Cualquier derecho moral que los acreedores que compren dicha deuda tengan a su devolución por las víctimas es inexistente. De hecho, como asevera Rothbard,

los acreedores públicos, lejos de ser inocentes, saben muy bien que sus ingresos vendrán de esta lamentable coacción. En resumen, los acreedores públicos están dispuestos a entregar dinero al gobierno ahora a cambio de recibir una parte del saqueo fiscal en el futuro. Es lo contrario del libre mercado o de una genuina transacción voluntaria. Ambas partes están contratando inmoralmente participar en la violación futura de los derechos de propiedad de los ciudadanos.

Según la visión de Rothbard, la única respuesta moral a la crisis griega es que Grecia repudie completamente su deuda pública y deje que sus acreedores sufran las consecuencias. El gobierno griego, como todos los gobiernos, actuó de una forma equivalente a la de un abusador perspicaz en el escuela que, en lugar de pegar a la gente para obtener dinero para comida, simplemente tuviera una tarjeta de crédito a nombre de sus víctimas. El hecho de que las víctimas puedan haber disfrutado de que les cayeran algunas chucherías es moralmente irrelevante. No puede hacérseles responsables de la deuda incurrida.

La justificación de Rothbard para el repudio es notablemente distinta de la que está ganando mayor aceptación entre los que hacen campaña para la reestructuración de la deuda griega. Muchos argumentarían que los compradores de deuda pública “merecen” quemarse porque la compraron como un riesgo calculado con un cupón o tipo de interés que reflejara la probabilidad de impago. Sin embargo, esta opinión, en la que incumplir sobre la deuda (es decir, robar) no se ve como algo malo de por sí, sino que es algo que puede compararse con tipos de interés más altos, no tiene la sustancia y precisión moral del argumento de Rothbard.

¿Quién puede decir cuánto del préstamo del acreedor “merece” incumplirse? ¿La parte de interés que exceda el tipo cargado sobre un activo sin riesgo como un valor del Tesoro (sea lo que sea que signifique eso en este mundo de precios distorsionados de activos)? ¿Por qué no deberían entonces todos sencillamente rechazar pagar intereses sobre cualquier préstamo que exceda alguna tasa arbitraria libre de riesgo, sabiendo que el acreedor debería esperar dicho comportamiento por parte del deudor que ya lo habría contado en el tipo de interés originalmente demandado?

El argumento de Rothbard elimina esas ambigüedades: los que compran deuda pública y en realidad la deuda de cualquier nación soberana merecen quemarse, no poco a poco, sino completamente, porque su acción empodera al estado y le permite abusar de sus ciudadanos.

No es alemán contra griego: Es contribuyentes contra el estado

¿Así que quiénes son los “especuladores” sin escrúpulos de la miseria humana prolongando el problema griego? Bueno, la mayoría está de acuerdo en que los industriosos trabajadores alemanes, que deben ahora pagar años de prodigalidad griega. Sin embargo, esta caracterización ignora convenientemente cómo los contribuyentes alemanes fueron puestos inicialmente en este brete.

Al inicio de la crisis, eran los grandes bancos europeos los que tenían la mayoría de la deuda de Grecia. Ahora la gran mayoría la tiene en fondo internacional de rescate que reúne a la Comisión Europea, el BCE y el FMI (la “troika”). De estos, la mayor parte, unos 56.000 millones de euros, la tiene Alemania. La compra de deuda griega de la Troika se presentó como un gesto casi humanitario que pretendía salvar a Grecia del desplome económico. La realidad es que permitieron a los bancos descargar de sus balances los activos tóxicos griegos, manteniéndoles solventes y capaces de extender las prácticas fraudulentas de la reserva fraccionaria que causaron la crisis financiera en primer lugar.

Nada en la crisis griega tiene sentido si no se entiende en términos del fin final de rescatar el sistema financiero europeo y sus grandes bancos.

Ahora los contribuyentes europeos se ven obligados a rescatar el rescate y el pueblo alemán está soportando el embate, pero esta no es la causa de una explicación simplista que pone a los alemanes contra los griegos. Está clarísimo que ambos pueblos son víctimas de sus propios gobiernos.

¿Qué derecho tiene el parlamento alemán a entregar más riqueza de su propio pueblo para que el gobierno griego pueda usarla para pagar a los fondos retorcidos de rescate del BCE/UE/FMI que a su vez están financiados por instrumentos de deuda comprados y liquidados por los mayores bancos del mundo? Tiene aproximadamente el mismo derecho que tuvo el gobierno griego para tomar préstamos en nombre de su pueblo en primer lugar.

Sería un gesto bienvenido de un gobierno entrante que declarara las acciones de gobiernos previos como contrarias a los intereses de los contribuyentes y repudiara la deuda nacional.

Esto no solo aliviaría a los contribuyentes de una carga actual, sino que también significaría que cualquier gobierno futuro encontraría difícil tomar prestado de acreedores internacionales, obligándoles a soportar los efectos negativos de sus políticas fiscales y monetarias mucho antes y con mayor severidad.

Por desgracia, la decisión del gobierno “anti rescate” de Grecia de ignorar un referéndum oponiéndose a un nuevo acuerdo de rescate y la reciente aprobación por el parlamento alemán de dicho acuerdo (yendo contra la voluntad mayoritaria de la mayoría de los alemanes) demuestra que cualquier concepto de legitimidad democrática (a través del cual el gobierno se ve como actuando a favor del pueblo en forma de agente con principios) no solo es defectuoso lógicamente, sino que siempre estará desacreditado en la práctica.


Publicado originalmente el 9 de septiembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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