Parece existir una creencia errónea de la izquierda de que cualquier acción pública se hace o en interés del “pueblo” o en interés de las grandes empresas y oligarcas ricos. Así pasa cuando se menciona el simple bienestar corporativo para Archer Daniels Midland, así como los estadios deportivos pagados por los contribuyentes y también los rescates bancarios. (Aunque debería advertirse que los demócratas del Congreso votaron a favor del TARP en un porcentaje de tres a uno mientras que una ligera mayoría de los republicanos se opuso a él).
Sin embargo, en general, la izquierda parece ver los recortes de impuestos como bienestar corporativo, al tiempo que ignoran o apoyan directamente dicho bienestar corporativo en muchas de sus formas. La razón es que el bienestar corporativo raramente se presenta al público como una forma de ayudar a los millonarios a convertirse en milmillonarios a costa del contribuyente. Es más insidioso que eso. Normalmente, este compadreo viene envuelto en una propuesta de bienes que lo hace más fácil de tragar.
Obamacare
Aunque la izquierda grite que el llamado Obamacare es medicina socializada, en realidad se describiría mejor como un plan corporativista. O, en otras palabras, es bienestar corporativo.
De hecho, si fuera un plan socialista para destruir la empresa privada, cabría sospechar que los precios de las acciones de estas empresas se desplomarían antes de la aprobación de la propuesta de ley (el 23 de marzo de 2010). He aquí lo que sucedió realmente en el año anterior a la aprobación de la ley con las cinco mayores empresas de seguros médicos (el Dow Jones está en rojo):
Gráfico de Finance.Yahoo.com (WLP = Anthem; CI = Cigna; HUM = Humana; AET = Aetna; UNH = United Healthcare)
La rentabilidad media de estas cinco empresas a lo largo del año fue del 72,85%, casi el doble que el nadie del Dow Jones Industrial. Cigna lidera el grupo con un aumento del 98,5%. Es importante entender cómo de valoran las acciones. No derivan del valor de los activos que tiene una empresa ni tampoco de lo que haya hecho recientemente. Por el contrario, se valoran por cuántos e espera que luna empresa gane en el futuro y cuánto valen hoy esos futuros flujos de caja.
En otras palabras. Los inversores parecían ser uniformemente de la opinión de que el Obamacare era bueno para los negocios. Y tenían razón. He aquí el rendimiento de las mismas empresas en los últimos cinco años:
No debería ser difícil ver por qué una orden individual y miles de millones en subvenciones para gente para comprar seguros a estas empresas podrían aumentar sus beneficios. Esto es especialmente cierto, dados todos los aumentos de tarifas. La mala concepción de la ley ha impulsado a las empresas de seguros de salud a realizar aumentos de tarifas del 20% al 40% para 2016, porque los “nuevos clientes (…) resultaron estar más enfermos de lo esperado”.
¿Qué pasa con las empresas farmacéuticas? En marzo de 2009, se preguntó a Billy Trauzin, jefe de PhARMA (el principal grupo de cabildeo del sector farmacéutico) si los inversores deberían preocuparse por la inminente reforma sanitaria. Respondió como sigue:
Piense en lo que hace este plan: Este plan habla de proporcionar seguros sanitarios completos a la gente que no los tiene. Eso significa a los pacientes que no pueden comprar nuestras medicinas, porque no pueden pagarlas: 650.000 millones de dólares gastados en asegurar mejor a los estadounidenses los productos que fabricamos. Tendría que ser un mensaje muy optimista y positivo para todos los interesados en nuestro sector de la economía.
Continuaban:
Mike Huckman: “(…) si hay algún tipo de plan universal de atención sanitaria en la que las medicinas con receta están más ampliamente disponibles y estén disponibles más baratas, ¿es posible que su sector puede tener un mayor volumen de recetas y ventas que puedan hacer bajar los precios?”
Billy Tauzin: “Absolutamente, piense en esto: casi la mitad de las recetas que se emiten hoy no se utilizan (…) principalmente porque la gente no está debidamente asegurada”.
El LA Times reportaba que “Tauzin se ha convertido en el socio del presidente. Ha sido invitado a la Casa Blanca una docena de veces en mese recientes”. Tim Carney lista parte del bienestar corporativo evidente en la ley:
- Medicinas complejas conocidas como biológicas recibirán un monopolio de patente de 12 años en lugar de los 5 años normales.
- La orden individual obligará a todos a contratar seguro para medicinas con receta.
- Se darán 196.000 millones de dólares en subvenciones anuales a estadounidenses de clase baja y media para contratar seguros de salud.
- Mantiene la estipulación de la Parte D del Medicare de 2003 que prohíbe que Medicare negocie a la baja precios para medicinas que subvenciona.
- Continúa prohibiendo la reimportación de medicinas de Canadá.
Dado esto, no sorprende que el sector de las medicinas pagara 150 millones de dólares para apoyar el Obamacare con cosas como este delicioso anuncio.
Comercio de derechos de emisión
A principio de la presidencia de Obama (y en el programa de John McCain) se impulsó el “comercio de derechos de emisión”: un método dirigido por le mercado para luchar contra el calentamiento global. O, más apropiadamente, un plan lleno de bienestar corporativo que no iba a conseguir mucho.
Paul Krugman acusaba a los opositores a la ley de cometer “traición contra el planeta” y la mayoría de la izquierda parecía estar de acuerdo. Pero, para ser justos, Dennis Kucinich dio realmente en el clavo:
[La ley de comercio de derechos de emisión] es regresiva. Las asignaciones gratuitas distribuidas en el intento de mitigar los efectos sobre los que tienen ingresos modestos palidecen en comparación con las asignaciones que van a contaminadores e intereses especiales. Los beneficios financieros de compensaciones y banca ilimitada también tienden a dirigirse a las grandes empresas. Y por supuesto, el billonario mercado de los derivados del carbono favorecerá a os inversores de Wall Street. Muchos de los beneficios pensados para ayudar a los consumidores se trasladan a empresas carboníferas y otras grandes empresas, en las que confiamos para trasladar los ahorros.
De hecho, Al Gore hace una observación interesante en el material adicional de su documental Una verdad incómoda:
Muchos líderes empresariales están cambiando de postura. Cada semana, nuevas empresas y CEO y corporaciones se están uniendo a este nuevo tren diciendo “queremos ser parte de la solución y no parte del problema”.
O quizá sencillamente vean montones de dinero disponible alineándose con el gobierno. Después de todo, se produjo el escándalo Solyndra y también GE redujo a cero su carga fiscal, sobre todo con desgravaciones fiscales por energías verdes. Al Gore incluso ha aprovechado las ventajas públicas para las energías verdes y ha hecho una fortuna. Y por supuesto, está Ken Lay.
En 1997, el entonces CEO de Enron, Ken Lay, escribió una artículo de opinión titulado “Por el bien de la prevención: Centrémonos en soluciones para el clima”. Defendía con vehemencia el Protocolo de Kyoto, que limitaría las emisiones de carbono en todo el mundo. El 4 agosto de 1997, Ken Lay se reunió con Bill Clinton, Al Gore y otros en la Casa Blanca para hablar sobre Kyoto. Ken Lay era un defensor entusiasta. En 2001, Ley envió un emisario a la administración Bush para cabildear a favor de Kyoto. Sorprendentemente, su viejo amigo le dio la espalda (¿quizá había otros intereses que atender?). Y por supuesto, la razón por la que Enron quería los derechos de emisión era la misma que la de Goldman Sachs: crear un nuevo mercado de la energía para comerciar en él.
Compinches en los cigarrillos
Resulta bastante interesante que el gobierno en realidad gane más dinero del tabaco que el sector tabaquero (unos 48.000 millones de dólares frente a 35.000 millones). Y extrañamente (y morbosamente) fumar probablemente ahorre dinero al gobierno, ya que significa que la gente muere cuando tiene 50 o 60 años en lugar de cuando tiene 70 u 80 (y por tanto recibe menos de la Seguridad Social y Medicare).
Los cigarrillos siguen siendo la causa más evitable de muerte. Así que muchos pensaron que la demanda pública de 1998 que llevó al Acuerdo Maestro de Resolución (Master Settlement Agreement) sería algo bueno. No tan rápido. He aquí como lo describe Tim Carney:
A cambio de resolver todas las demandas públicas presentadas en la década de 1990, las empresas prometieron enormes pagos anuales a los distintos gobiernos estatales. Para proteger la nueva corriente de ingresos, los estados aprobaron leyes protegiendo a las grandes tabaqueras frente a la competencia más pequeña. Los críticos han llamado al MSA “uno de los cárteles más eficaces y destructivos de la historia de la Nación”.
Muchos estados ahora son extremadamente dependientes del dinero que hacen del tabaco, el gobierno y el sector tabaquero son como dos gotas de agua.
Lo que hacía el Acuerdo Maestro de Resolución era sencillamente cartelizar el mercado. El acuerdo prohibía la mayor parte de la publicidad, lo que, por supuesto favorecía a las grandes empresas con marcas conocidas. Pero también se aseguraba de que “las empresas tabaqueras no fueron nunca demandadas, no fueron nunca acusadas de delitos y en algunos casos no existían cuando se produjo el supuesto engaño o delito e indudablemente no participaron en el acuerdo pagarían las mismas indemnizaciones que las grandes empresas tabaqueras”. Las economías de escala de las empresas más grandes hacen que estos costes les sean más fáciles de digerir.
Las pequeñas empresas podían evitar estos pagos si “se unían al acuerdo en 90 días desde su efectividad”. Pero, por supuesto, había una trampa: “a las pequeñas empresas que firmen el MSA no se les permite crecer más del 25%”.
De verdad que es difícil pensar en una forma mejor de cartelizar un mercado.
Conclusión
El gran gobierno no es un valladar frente a las grandes empresas. En general, trabajan juntos contra el consumidor. Aunque la intervención pública en la reforma sanitaria, las emisiones de efecto invernadero y el tabaco podría realizarse de una forma que no llenara los bolsillos de las grandes empresas, raramente es así. Los intereses creados son, después de todo, los únicos con influencias. La mejor manera de reducir el poder y la influencia de las grandes empresas es reducir el poder e influencia del gobierno. Esa reducción obligaría a las empresas a competir sin favores especiales en el mercado libre. Precio y calidad serían lo que diferenciaría a las empresas, no su capacidad de influir en los políticos.
Publicado originalmente el 13 de octubre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.