Control de armas: La prohibición de moda entre los políticos modernos

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Gun Control: Fashionable Prohibition for Modern LawmakersTras el último tiroteo en la escuela, se espera que todo ser humano salte y haga algo para detener el próximo tiroteo. La respuesta más popular entre los expertos de los medios y los políticos nacionales ahora mismo es una expansión de las diversas prohibiciones ahora en vigor contra las armas de fuego.

Sin embargo, para cualquiera familiarizado con la historia de las prohibiciones de objetos inanimados, estas apelaciones a la prohibición como una solución “de sentido común” son bastante menos convincentes.

Estadounidenses y otros han probado una amplia variedad de prohibiciones similares anteriormente y con resultados mixtos en el mejor de los casos. Hoy en día, la prohibición de las drogas está en declive mientras los estados continúan eliminando prohibiciones del pasado y haciendo la naturaleza de la prohibición menos drástica y punitiva. Y por supuesto la prohibición del alcohol ha estado muerta durante décadas.

Las prohibiciones del alcohol se han considerado fracasos. Pero por suerte para los prohibicionistas, hay una forma elegante de prohibición moderna que no va a desaparecer.

¿Por qué no prohibir el alcohol?

Ahora ya sé que algunos estaréis diciendo: “Oye, McMaken, no puedes comparar la prohibición del alcohol con la prohibición de armas de fuego porque el alcohol sobre todo daña al bebedor, mientras que las armas tienen muchos daños colaterales dañinos para la gente en general”.

Pero el hecho de que cualquiera pueda pensar esto demuestra lo bien que ha funcionado la retórica contra la prohibición del alcohol. Desde la abolición de la ley seca en la década de 1930, el alcoholo ha adoptado una imagen de diversión y relajamiento. Es verdad que algunos lo usan irresponsablemente, se nos dice, pero en su mayor parte, a la gente debería permitírsele usarlo. Para aquellos comportamientos de alto riesgo relacionados con el alcohol, como conducir bebido, regularemos eso, pero la propiedad de alcohol por sí mismas, por supuesto, debería estar abierta a todos los adultos.

Y aun así, a la vista de esta actitud de laissez faire hacia la bebida, podríamos ofrecer algunos ejemplos de cómo el alcohol es el realidad una amenaza para la seguridad pública.

De hecho, antes de la década de 1920, durante el auge del movimiento por la templanza, la imagen del alcohol no era sino la de un mero lujo benigno entre una considerable parte de la población.

Aunque mucha gente hoy suponga que los prohibicionistas argumentaban siguiendo líneas puritanas y destacaban los peligros de la ruina moral, los argumentos contra el alcohol eran realmente mucho más complejos que eso.

Los prohibicionistas argumentaban (bastante justificadamente, si eso importa) que todo tipo de males sociales podían tratarse mediante la prohibición del alcohol. El principal entre ellos era el hecho de que muchas familias, incluidos los niños, se veían a menudo en la miseria por la bebida del cabeza de familia que era incapaz de mantener un trabajo debido a su adicción. Además, los casos de abuso infantil y conyugal estaban claramente relacionados con el consumo de alcohol, igual que los accidentes en casa y en el trabajo.

Cuando los que ganaban el pan morían o quedaban heridos en el trabajo o si un borracho gastaba la mitad de su renta en un bar en día de paga, familias enteras acaban en el asilo local. O peor.

Y también había una relación con la violencia no doméstica. Ebriedad pública, peleas en bares y uso mortal e irresponsable de armas de fuego estaban también relacionados con la bebida.

Curiosamente entones no se veía a las armas de fuego como el problema (aunque existían defensores del control de armas). Para muchos, el problema era que los borrachos estaban usando irresponsablemente las armas y la solución de sentido común era impedir que se emborracharan.

Las armas de fuego son menos mortales que el alcohol

Hoy en día, 88.000 muertes anuales se atribuyen al abuso del alcohol y treinta personas diarias en Estados Unidos mueren en accidentes de automóvil relacionados con el alcohol. Los bebedores compulsivos son más propensos a la violencia, el suicidio y el comportamiento sexual de riesgo.

De hecho, si comparamos estadísticas, descubrimos que el abuso del alcohol es notablemente más mortal y problemático que el mal uso de armas de fuego. En EEUU en 2013 hubo 36.000 muertes relacionadas con armas de fuego (incluyendo suicidios y accidentes) y, como porcentaje de todas las causas de muerte, las muertes relacionadas con el alcohol fueron más del doble de comunes que las muertes por arma de fuego.

Es más, un tercio de las muertes por arma de fuego están relacionadas con el alcohol. Así que, de acuerdo con la lógica prohibicionista, podríamos eliminar un tercio de las muertes relacionadas con armas de fuego de la noche a la mañana prohibiendo el consumo de alcohol. ¿Por qué no lo estamos haciendo entonces? Si puede salvar alguna vida, ¿no valdría la pena?

La mayoría ha concluido que salvar una vida en realidad no vale la pena. En la práctica, las muertes relacionadas con el alcohol (incluyendo las infligidas a terceros víctimas) se tratan de forma muy distinta que las muertes relacionadas con las armas de fuego.

Por ejemplo, está claro que el alcohol es un componente central en las más de 10.000 muertes por conducir borracho que se producen cada año. Así que, ¿es la respuesta restringir ciertos tipos de alcohol o poblaciones que puedan comprarlo? ¿Se han instituido controles de historiales para impedir las ventas a conductores alcohólicos incorregibles? No, la respuesta es prohibir cómo se usa el alcohol en ciertos casos.

Por el contrario, en respuesta a las 11.000 muertes anuales relacionadas con las armas de fuego, la respuesta prescrita es restringir las propias armas. Pero si aplicáramos la misma lógica tras la prohibiciones de conducir ebrio a la violencia de las armas de fuego, la única legislación que consideraríamos sería algo en la línea de multas especiales por portar armas de fuego cuando tuviéramos limitaciones mentales, estuviésemos bajo los efectos de drogas psicotrópicas o en áreas abarrotadas en las que es más posible que los accidentes afecten a los transeúntes. La mera compra o posesión de armas de fuego no estaría restringida, igual que la compra o posesión de alcoholo no está restringida en respuesta a conducir ebrio.

En realidad, si sumamos a los casos de conductores borrachos todos los casos de abuso conyugal e infantil y los casos públicos de agresiones, peleas en bares y demás, queda claro que el alcohol es de hecho mucho más dañino para el tejido social de lo que hayan sido nunca las armas de fuego. Si añadimos el daño que hace el alcohol al propio usuario, en términos de problemas de salud, mayor riesgo sexual y suicidios, las cifras son incluso peores para el alcohol.

¿Funciona la prohibición?

Ahora podríais pensar: “sí, pero si funciona la prohibición de armas de fuego, ¿no deberíamos probarla?” Por desgracia, hay pocas razones para creer que funcionaría o que el remedio no sería peor que la enfermedad.

Mark Thornton ilustraba hace años como la prohibición del alcohol llevó a más consumo de alcohol de bebidas destiladas más fuertes frente a los más suaves cerveza y vino. Además de un completo fracaso en acabar con el comportamiento objetivo, los estadounidenses también se familiarizarían con los numerosos efectos desagradables de la prohibición, incluyendo más crimen organizado y más acoso público a ciudadanos pacíficos.

Comparando los estados

En lo que se refiere a la prohibición de armas de fuego, gracias a la diversidad de leyes sobre ellas podemos comparar niveles de propiedad de armas y tasas de homicidio en los estados.

Y lo que encontramos es que no hay correlación entre el nivel de restricción de las leyes de armas de fuego y la tasa de asesinatos. Más recientemente, Eugene Volokh hizo números atendiendo a las tasas de homicidio y la llamada Puntuación Brady asignada a los estados por los defensores del control de armas. Volokh incluso proporciona los datos, de forma que los puedes analizar tú mismo. (Volokh explica por qué aquí la métrica importante son los homicidios y no las “muertes por arma de fuego”).

También podemos ver que esto es bastante probable simplemente viendo a ojo los datos si miramos las restricciones de armas por estado y tasa de homicidios. A los defensores del control de armas les gusta señalar a estados sureños que tienen al tiempo leyes permisivas sobre armas y altas tasas de asesinato, como Alabama y Mississippi. Pero incluso un análisis superficial más allá de esta forma de escoger demuestra que hay numerosos estados con leyes permisivas sobre armas (como Utah, Wyoming, Kansas y otros) donde la tasa de asesinatos es muy baja. Y estados con leyes más restrictivas, como Illinois, Nueva York y California, tienen tasas de asesinato más altas que numerosos estados en los que es fácil comprar un arma de fuego.

Así que mientras que los defensores del control de armas presionan por restricciones de “sentido común”, el sentido común real sugiere que las restricciones no pueden explicar la prevalencia del asesinato en un estado. Esto significa que los defensores del control de armas están mirando las estadísticas sociales incorrectas para explicar la violencia.

Razones por las que quieren prohibir las armas y no el alcohol

Pero nada de esto importa cuando la violencia de las armas de fuego está siendo explotada para conseguir más poder estatal y más regulación de los ciudadanos privados. Muchos defensores del control de armas realmente creen que la regulación y gestión públicas pueden resolver cualquier mal social. Ignoran las realidades de experimentos fallidos, como la prohibición del alcohol o la guerra contra las drogas y por el contrario pasan al último movimiento prohibicionista atractivo porque aprecian una oportunidad de controlar un aspecto más de la vida diaria.

Casi todos aceptan  que la prohibición crea consecuencias no pretendidas que pueden ser negativas y, con la prohibición del alcohol, estas consecuencias incluyeron el crimen organizado y la criminalización de ciudadanos pacíficos. Sin embargo, los defensores del control de armas afirman que cualesquiera que puedan ser los inconvenientes del control de armas, son mínimos comprados con sus muchas ventajas.

Como señalaba Murray Rothbard en Por una nueva libertad, de que te enfrentes o no cara a cara con estos inconvenientes puede depender buena parte de tu riqueza e influencia dentro de la sociedad. Por ejemplo, la gente blanca de clase media que vive en barrios seguros, tiene influencia sobre las fuerzas locales de policía e incluso puede recurrir a seguridad privada (incluyendo sistemas de alarma) ve pocos inconvenientes en el control de armas de fuego. Después de todo, tienen pocas razones para temer a la policía o a los delincuentes comunes cuando pueden ejercer bien establecida influencia política en nivel local o comprar un sistema de seguridad en el hogar con la expectativa de que la policía llegará rápidamente en caso de emergencia.

Por el contrario, las minorías sin poder enfrentan inconvenientes mucho mayores para el control de armas de fuego. Para ellos, la policía es un impedimento poco fiable para el delito local y es de poca utilidad en casos de disturbios sociales. Muchos pueden recordar cómo la policía en  Ferguson, Missouri, protegía los edificios públicos, pero dejaba el resto del pueblo a su albur durante los disturbios locales. Los ciudadanos locales pagaban por protección policial, pero no obtuvieron ninguna. Y, por supuesto, también hay incontables casos de autoridades “apropiadas” utilizando sus armas legales contra poblaciones indefensas, sin dejarles más recurso que las armas privadas. Un ejemplo serían los destrozos de los rangers de Texas que siguieron al llamado Plan de San Diego cuando aquellos arrasaron el sur de Texas linchando a estadounidenses-mexicanos a los que consideraban traidores.

Consecuentemente, algunos izquierdistas importantes, la mayoría de ellos radicales, no suscriben la postura dominante de control de armas de la izquierda. Pero indudablemente la izquierda principal, dominada por intelectuales universitarios, funcionarios y políticos con bonitas casas en barrios seguros, ven pocos problemas asociados con centralizar el poder coactivo en manos de las fuerzas “oficiales” del orden.

Sin embargo, los inconvenientes de restringir el alcohol son abundantes para quienes dedican muchas horas en cócteles y envían a sus hijos a universidades de élite empapadas en alcohol para encontrar a su futuro cónyuge de la clase social apropiada.

Así que, hasta que esto cambie, no tendríamos que esperar muchos cambios en el doble patrón aplicado a alcohol y armas de fuego en términos de violencia, salud y seguridad. La gente que hace las leyes está muy contenta teniendo suficiente bebida a su alrededor. Pero puede permitirse pagar a otros para que porten las armas en su lugar.


Publicado originalmente el 9 de octubre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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