David Friedman entre bastidores

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D.-Friedman-e1327614632762David Friedman estuvo varias horas con nosotros (en Londres) después de su entretenida conferencia (que comento aquí) en el ciclo anual organizado por la Libertarian Alliance celebrada en el National Liberal Club. El hombre tiene 63 años pero es de espíritu joven. Se nota por los gadjets que lleva encima, sus referencias a la ciencia ficción y su humor divertido y nada pasado de moda.

Cuando salí de la sala Friedman estaba en el pasillo conversando con un grupo de homeschoolers (luego hablaré más de ellos) y unos belgas rothbardianos. No sé cómo empezó la discusión pero Friedman opinó que Rothbard se equivocaba al afirmar que la reserva fraccionaria es per se fraudulenta. Luego repitió la crítica a Rothbard que ya había expresado en este intercambio: a Rothbard le preocupa más que un argumento “esté de su lado” que no la corrección del argumento en sí. Según Friedman el economista austriaco no era del todo honesto en sus investigaciones (en su Economic Thought Before Adam Smith, el retrato desfavorable que hacía de Smith dejaba entrever un estudio selectivo y deliberadamente sesgado).

Sobre la reserva fraccionaria la tesis de Friedman tiene sentido, y la he escuchado de otros austriacos: si los bancos advierten a los depositantes que el dinero que dejan será prestado a largo plazo y que hay un riesgo de que no sea devuelto, ¿dónde está el fraude? Los depositantes saben el riesgo al que se exponen cuando firman el contrato. Una cuestión interesante es si actualmente, sin incorporar esta cláusula el contrato de depósito, puede considerarse fraudulenta la transformación de plazos que realizan los bancos. Aunque el contrato no lo explicite, la gente sabe que el dinero que deposita en los bancos es prestado a terceros. No creo que haya nadie que piense que el depósito se queda en una caja fuerte hasta que lo pide al cabo de unos años (¡y durante ese tiempo mágicamente se han generado intereses!). Ahora bien, aunque que la gente sepa lo que hacen los bancos quizás ignora el riesgo implícito en esta transformaión de plazos (endeudarse a corto y prestar a largo).

Este argumento es independiente de si la reserva fraccionaria en un contexto de mercado puro, sin bancos centrales como prestamistas de última instancia, sería eficiente y viable. Puede que no se sea fraudulenta la transformación de plazos pero eso nada nos dice sobre su eficiencia.

En cuanto a la deshonestidad de Rothbard, a mí me parece persuasiva esta detallada respuesta de David Gordon a David Friedman (el debate continúa en el blog). Las acusaciones de Friedman, a la luz del artículo de Gordon, quedan en tela de juicio. De hecho podría incluso decirse que Friedman no estaba siendo del todo honesto discutiendo con nosotros, pues él ha leido la réplica de Gordon, que refuta varios de sus puntos, y a nosotros nos repitió la misma crítica que había hecho en el pasado, como si siguiera en pie.

Me dio la sensación de que Friedman se sintió un poco atacado, aunque los belgas (que no le dejaban pasar ni una) eran muy cordiales y yo estaba en parte de su lado. Todos le admiramos, en realidad, y hay consenso en que su The Machinery of Freedom es una de las mejores defensas del anarco-capitalismo que se han escrito. Comprendo que tiene que ser frustrante que 15 años después de la muerte de Rothbard, en unas conferencias en Londres sobre sulibro, lo primero que hagan unos jovenzuelos sea preguntarle por Rothbard. Debe estar de su fantasma hasta la coronilla.

La discusión se volvió luego más académica. Friedman criticó la aproximación austriaca que rechaza por completo el empirismo. Puso el siguiente ejemplo: según la teoría austriaca, el salario mínimo causa paro y no es necesario contrastar esta conclusión con la realidad. Pero si el empresario de hecho obtiene satisfacción pagando el salario mínimo o superior a trabajadores que aportan a la empresa un valor inferior, entonces la conclusión de que causa paro no se sostiene. Es necesario acudir a la realidad para testar la teoría.

Mi respuesta fue que los austriacos no desprecian los datos empíricos, y que de hecho los incorporan en sus asunciones. El razonamiento económico basado en asunciones realistas o relevantes no necesita ser contrastado con la realidad (puede ser de utilidad hacerlo, para ilustrar el razonamiento, para identificar posibles errores etc., en eso estoy de acuerdo con Friedman – como lo están los austriacos). Si asumimos, basándonos en lo que observamos en la realidad, que los empresarios no están dispuestos a pagar a los trabajadores por encima de su contribución a la empresa, entonces la conclusión de que el salario mínimo genera desempleo es verdadera en sí misma. Todo trabajador cuya productividad marginal (según la percibe el empresario) esté por debajo del salario mínimo no será contratado, pues cuesta más de lo que aporta. No hace falta testar este razonamiento, es puramente lógico-deductivo.

Friedman sostiene, como su padre, que las leyes económicas hay que testarlas empíricamente para demostrarlas: se empieza con una conjetura y luego se contrasta con la realidad, si los datos observados se ajustan a la conjetura, voilà, tenemos una ley económica. El problema es que la conjetura trata de explicar relaciones causales, y los datos de la realidad a lo sumo nos muestran correlaciones que en sí mismas son incapaces de demostrar relaciones causales. Podemos observar que el salario mínimo aumenta y el paro baja, y ello puede deberse a un aumento de la productividad en general y no al hecho de que el salario mínimo haya aumentado. Las leyes económicas se basan en contra-fácticos (el salario mínimo produce más desempleo del que habría en su ausencia), y los contra-fácticos son por definición inobservables (sobre este tema, vale la pena el ensayo de Guido Hulsman “Facts and Counterfactuals in Economic Law“)

Hay otra réplica a la crítica de Friedman que no se me ocurrió en su momento: si los empresarios extraen satisfacción del hecho de pagar el salario mínimo a trabajadores que aportan a la empresa un valor inferior, en realidad no se está violando la máxima de que los trabajadores son pagados en función del valor que aportan, pues en este caso aportan un valor adicional al empresario, por encima del valor que estrictamente aportan a la empresa. El empresario valora el hecho mismo de pagarles la diferencia entre su contribución a la empresa y el salario mínimo. Del mismo modo, al contratar una secretaria podría valorar su belleza además de su contribución a la empresa y decidiera contratarla por un salario superior por el mero placer de mirarla.


Tomado de Austroanarquistas.com el artículo se encuentra aquí.

 

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