El derecho natural como freno a la tiranía

0

unnamed[Publicado en Mises TV el 19 de noviembre 2014. Grabado en el evento Círculo de Mises, en Costa Mesa, California, el 8 de noviembre del 2014. Aquí el video con subtítulos. Este seminario examina las instituciones en una sociedad sin gobierno y explora temas tales como la defensa privada, la seguridad privada, dinero producido de forma privada, el papel de los mercados y cómo funcionaría un sistema legal sin intervención gubernamental.]

Jeff Deist: Nuestro primer orador esta tarde es el Juez Andrew Napolitano.  Estoy seguro muchos de ustedes lo conocen como una superestrella de la cadena de noticias Fox News en su gran, gran show,  Freedom Watch, que todos amamos hasta hace unos dos años.  También es, por supuesto,  un jurista distinguido que está trabajando como juez en New Jersey y Profesor de Derecho por muchos años.  Tengo que decir de él que, al igual que Ludwig Von Mises y Murray Rothbard, es consistente con el rechazo a moderar o atenuar su mensaje, sin tener en cuenta que eso hubiese facilitado su senda personal. De manera que damos con esto la bienvenida a la vez que le agradecemos su presencia.

Juez Napolitano: Gracias queridos amigos. A veces me suceden cosas que me indican cuánto mi reputación se ha hundido desde que mis patrones sacaron del aire Freedom Watch. Hace unos días estaba en la terminal de USAir en el Aeropuerto de La Guardia, en New Jersey, esperando para ir a Washington, DC.  Me di cuenta que estaba ahí también un agente del servicio Secreto.  Se distinguirlos. Conozco sus caras, los artilugios que usan, su forma, pareció que me sonreía, y  antes de que pudiera hacer algún gesto me dice “Buenos días Juez Alito.”  Antes de responderle,  una voz detrás de mí exclama “¡Ese no es el Juez Alito! Este es el otro juez italiano de New Jersey, el que trabaja para Fox” Luego dirigiéndose al agente del Servicio Secreto le dice “¡Y déjame decirte que es un camino bien largo pasar de comentarista de Fox News a la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos!” Pero ¿qué he hecho para merecerme esto? Doy la vuelta y es Leon Panetta.  ¡Es increíble el tipo de personas que conoces en este negocio! Nos saludamos efusivamente con un abrazo y le digo “¿Qué estás haciendo con agentes del servicio secreto? Ya no eres funcionario.” Entonces me viene con un discurso florido que está haciendo un tour de buena voluntad para los militares; lo cortó y le digo “¡Patrañas, lo que estás haciendo es vendiendo tus libros!” “Es cierto, por favor, no se lo digas a nadie”.

Bueno, pero hemos venido a contar historias más serias…pero antes otra un poco loca. Hay gente bastante extraña o poco común que uno conoce en esta línea de trabajo.  En el tope de la lista está Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel, con quien interactué varias veces a través de los monitores del canal de televisión.  La primera vez que lo vi cara a cara, fue por coincidencia, en uno de los pasillos de Fox. No sabía que él iba a estar allí y tampoco él estaba esperando encontrarme. Así que fui a darle un abrazo de saludo, pero la seguridad, nos separó, y él les dijo, “no, no, está bien, déjenlo saludar”.  Cuando estuvimos aparte entonces me dice, ya verán cuándo fue que pasó esto: “Juez Napolitano, que bueno conocerlo ahora en persona. Esto es lo que el pueblo judío desea conocer: ¿Es Michael Jackson inocente o culpable?”.  Le respondí: “Señor Primer Ministro, esto es algo que sólo se ve en América. Él es totalmente culpable, pero va a ser encontrado totalmente no culpable.”

Bien, pasemos ahora a un juicio más serio de culpabilidad o inocencia, y a mi tema de esta noche que es el derecho natural: el de Thomas More, cuando tuvo su última oportunidad de hacer un discurso para la posteridad. Estaba seguro que era fútil su intento de defenderse en el juicio por traición que se  le seguía, donde era imputado y abogado, al mismo tiempo. El hecho de traición, alegado y probado, fue su silencio, la negación de estar de acuerdo y firmar, de su puño y letra, que el Rey de Inglaterra era la Cabeza de la Iglesia en la Tierra.

Thomas More sabía que el jurado había sido seleccionado personalmente por los jueces del Rey; que estos  jueces, a su vez,  habían sido nombrados por el mismo Rey.  Tenía certeza que iba a perder el caso, que iba a ser encontrado culpable y que sería ejecutado, que en ese tiempo consistía en ser decapitado. A ese jurado se dirigió así: “Algunos dicen que la tierra es redonda, otros dicen que es plana. Si fuera plana, puede un mandato del Rey hacerla redonda; y si fuera redonda, un acto del parlamento podría bastar para hacerla plana.”  Ahora bien, cuando él estaba presentando ese argumento no provocaba el sentido común del jurado en ese aspecto, porque, por supuesto, que la tierra es redonda y que ni el Rey ni el Parlamento pueden cambiar eso. Lo que estaba provocando,  principalmente, era a su entendimiento a las leyes de la naturaleza que establecen restricción hasta los gobiernos, que en su tiempo era Enrique VIII.

Thomas More estaba a punto de ser decapitado por el parlamento, que era el facilitador de las cabezas de  opositores que el monarca quería hacer rodar. Así que  ante su dilema de permanecer callado en su juicio y recibir sentencia condenatoria o tomar una posición, en el tribunal, en algo tan trascendente como la limitación del poder del gobierno, Thomas More eligió darnos lo que se convirtió en una enseñanza clásica del derecho natural.

Adelantando ahora al tiempo presente, ese argumento de More, en su juicio, no era una novedad, no es de quien se origina esa idea.  Para la época moderna, unos ochocientos años atrás, se reconoce a Santo Tomás de Aquino el origen de la idea y todavía quien mejor ha explicado el derecho natural. John Locke tomó de esa enseñanza, lo mismo que Thomas Jefferson cuando escribió la Declaración de la Independencia y James Madison, cuando fue encargado de transcribir la Constitución. La versión de  Jefferson sobre la frase de More es que nosotros estamos dotados por nuestro creador con ciertos derechos inalienables, entre los cuales están  la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Si nuestro Jefferson está en lo correcto, esa frase no se puso ahí para decorar, como si fuera un florero.  A propósito es bueno aclarar al respecto lo siguiente: la Declaración de la Independencia es un estatuto puesto en vigencia por el Congreso. Si usted va al primer libro del Código Legal de los Estados Unidos y va a su primera página, ahí verá la Declaración de la Independencia, probablemente el estatuto más violado por el gobierno, a pesar de ser el primero y el más viejo. En éste se articula que nuestros derechos provienen de nuestra condición de ser humano. ¿Cuáles son esos derechos que provienen por nuestra naturaleza humana? Y siendo esto así, ¿cómo es que el gobierno puede pisotearlos y despojarnos de ellos?

Bien, el concepto de derechos naturales como fue explicado por Santo Tomás de Aquino es éste: Hay áreas del comportamiento humano para las que no necesitamos pedir permiso al gobierno, en las que procedemos con decisiones libres. Así tenemos tu libertad de desarrollar una personalidad propia (le dije a Bill O´Reilly que debe estar muy agradecido por esa libertad);  tu libertad de desarrollar tu personalidad, tu derecho a pensar a tu manera, tu  derecho de decir lo que piensas;  tu derecho a congregarte para adorar un Dios o de no hacerlo, tu derecho a formar o unirte a un grupo, como tu derecho a no participar en ninguno;  tu derecho de reclamar al gobierno la reparación de agravios; tu derecho a defenderte por ti mismo. En esto debo decirles que el derecho a la autodefensa, el derecho a tener y portar armas,  no está protegiendo tu derecho a disparar en cacería de venados. Lo que se protege es tu derecho para disparar al gobierno cuando éste es  asaltado y tomado por tiranos.

Noten que estoy pasando por la lista de nuestra Declaración de Derechos (Bill of Rights), donde la quintaesencia se encuentra en éste: el derecho de no ser molestados, codificado en la Cuarta Enmienda, que hoy se conoce como el Derecho a la Privacidad.  Todos sabemos hoy lo que ha pasado con ese derecho a la privacidad. Deja ver, cuánto de ustedes tienen un teléfono celular en sus bolsillos. Favor dejarlos encendidos.  Quiero que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) y el Presidente de los Estados Unidos escuchen todo lo que estoy conversando con ustedes. Empecé diciendo que mantuvieran sus celulares encendidos, pero lo trágico ahora es que no se requiere que estén encendidos para que ellos escuchen.

Cuando hace dos años solía decir esto sobre los Blackberry y los Iphone, me decían “¡Oh, ahí viene de nuevo! ¡Dejó de tomar los medicamentos! ¡Es que se está juntando por demasiado tiempo con Lew Rockwell!” Sin embargo, hoy todos sabemos que es verdad.  Todos conocemos que nuestro gobierno electo popularmente tiene un desprecio tan profundo por nuestros derechos naturales que los pisotea al extremo de ir mucho más lejos que lo que George Orwell imaginaba en 1984.

Pero dejemos a un lado la Agencia de Seguridad Nacional que es otro tema y para otro momento, y volvamos a Santo Tomás y Jefferson.

Si Santo Tomás de Aquino estaba en lo correcto, si Thomas Jefferson estaba en lo correcto y estos derechos provienen de nuestra naturaleza humana y no del gobierno, los que hablamos de pensamiento, expresión, privacidad y tránsito, ¿cómo puede el gobierno desconocerlos y pisotearlos? Bueno, la teoría del gobierno americano es que hemos sido nosotros quienes hemos entregado a las autoridades, al gobierno, algunos de estos derechos para que sea éste quien proteja aquellos que preservamos como propios. Esa es la idea de que el gobierno deriva sus poderes del consentimiento de los gobernados.  Ahora pregunto ¿Hay alguien en este auditorio que nos pueda decir donde vive actualmente una de esas personas que dio su consentimiento al gobierno en este aspecto?  La respuesta obviamente es que no. Es inconcebible que todavía se encuentre con vida alguien que estuvo presente cuando se aprobó la Constitución y supuestamente ocurrió ese consentimiento.

Así que de inmediato podemos rebatir que la idea del gobierno justificando su poder por el consentimiento de los gobernados es, tal como es en sí mismo el gobierno, una ficción.  Es un cuento, un invento eso de que hemos consentido y entregado al gobierno voluntariamente algunos de nuestros derechos. La realidad es que éstos nos han sido robados por el gobierno, usando el monopolio de la fuerza que tienen los gobiernos.  Es una trágica y triste realidad, pero es la realidad.

A propósito, cuando la Constitución fue aprobada se fue con  un error tipográfico, me he metido en problemas por decir esto: la tercera palabra es incorrecta. Dice “Nosotros el pueblo”  y, por supuesto, la Constitución no fue aprobada por el “pueblo” o las personas, fue aprobada por los Estados de la Unión, pero ese fue un error nunca enmendado. En todo caso, lo que fue entregado al Gobierno Federal estaba limitado a únicamente dieciséis poderes, discretos y separados, que se articularon en la Constitución. Y la Novena Enmienda lo que quiere decir es que no obstante se hayan listado una serie de derechos en las primeras ocho, existen muchos más, porque sería imposible de listarlos todos, los cuales son retenidos por las personas.  Y la Décima Enmienda establece que no por el hecho de haber entregado los Estados algunos poderes al Gobierno Federal, el resto  no se pueden reclamar como propios. Sí, los conservamos.  Es ese el principio de Gobierno Limitado.

El gobierno tiene que detenerse cuando intenta tocar nuestros derechos naturales. Y esa lista de derechos naturales, no importa el número de los que usted tenga en su lista, déjeme verla y le voy agregar otros treinta o cuarenta, porque es que ahí deben estar todas las cosas que como seres humanos queremos hacer libres de interferencia del gobierno.   Porque si son derechos que pertenecen a nosotros, como si fueran los dedos de las manos, entonces no podemos ser despojados de ellos por el voto de la mayoría, por los congresistas o el jefe del Poder Ejecutivo. La única forma que pueden despojarme de ellos es sí yo mismo soy que los entrega o los rinde.

¿Cuándo esto ocurre, lo de entregar o capitular en mis derechos naturales? Por ejemplo, si intento o robo en un banco. En ese caso estoy violando los derechos naturales de los que depositan en el banco. Puedo entonces ser procesado y ver que me despojan de mi libertad de tránsito y movimiento.  He sido yo quien ha entregado o puesto en peligro mis derechos naturales cuando hice la apuesta que podía tener suerte con ese asalto al banco.  También puedo firmar un contrato por el cual prescinda voluntariamente de algunos de mis derechos naturales, como lo que he hecho con mis jefes en la cadena de televisión Fox. Teóricamente estoy supuesto a decir lo que ellos quieren que yo diga y, en contraprestación, ellos me mandan un cheque todas las semanas. A propósito el cheque sigue llegando aun cuando obviamente yo no digo lo que ellos quieren que yo diga.

De manera que es posible que usted decida despojarse de algún derecho natural  en intercambio por lo que sea que considere provechoso hacerlo, pero lo que no puede es entregar los derechos naturales de cualquier otra persona.  Esto porque los derechos naturales son propiedad de los individuos, de las personas, no de grupos, entes colectivos o el gobierno.  Es esta la teoría que, como mínimo, está detrás de la Declaración de Independencia, la Constitución y esa generación de los forjadores y fundadores de los Estados Unidos de América.  Por desgracia ya no es la que está vigente hoy.

Ahora bien, el asalto a los derechos naturales se inició de inmediato. En la Presidencia de John Adams, al gobierno de repente le entró un miedo extraño hacia los franceses, sé que esto suena como algo en el Congreso de estos días, y entonces se aprobó la Ley sobre Extranjeros y Sedición. Básicamente decía que para convertirse en ciudadano de la Unión, ¡Tome un barco y venga!; si es propietario de un acre de tierra, se hace ciudadano de inmediato, siempre y cuando no sea de origen francés. En ese caso tiene que esperar por catorce años.   Por otro lado, a cualquiera que se le ocurriera criticar al presidente, el gobierno, el congreso y las cortes, podía ser encarcelado por dos años.  ¿Cómo es posible que la misma generación que escribió que el Congreso no podrá hacer ninguna ley que interfiera con el derecho a la libre expresión, de hecho, en algunos casos los mismos seres humanos que escribieron eso, se atrevieron a vulnerar la libertad de expresión? Lo que pasa es que el mundo se ve muy diferente cuando estas afuera tratando de ganar el poder que cuando finalmente lo consigues y, entonces, te olvidas de las mismas promesas hechas para llegar a tenerlo.

Pero en este mismo auditorio, tan pronto termine de hablar, sé que encontraré los Thomas Jefferson de nuestros días que nunca van a olvidar sus promesas.  Algo triste, muy triste, porque es un caso de excepción.  Es triste, muy triste, que sea así porque es que estamos ante la excepción cuando tenemos un gobierno que nos despoja de derechos naturales. El gobierno, al que ninguno de nosotros ha consentido entregarle nuestros derechos, alega tener la autoridad por el voto de la mayoría para asaltar esas libertades que son inherentes a nuestra humanidad.

No es necesario para aceptar esto creer que proviene de la tradicional y verdadera voluntad de un Dios, como yo así lo creo. En realidad no tiene que creer en ningún Dios para aceptarlo. Si usted cree que el ser humano es la forma de vida más alta y  virtuosa del planeta, entonces cree que en la humanidad, en cada ser humano, reside la fuente de sus propios derechos.  Si como Jefferson, Santo Tomás y yo, usted cree que somos criaturas de un Dios que es todo amor y conocimiento, que nos creó a su imagen y semejanza; y que como Dios es perfectamente libre, entonces nosotros somos perfectamente libres y nuestros derechos vienen directamente de él.  En ambos casos,  los derechos son nuestros y no están para que el gobierno nos despoje de ellos.

La Constitución fue escrita para prevenir al gobierno hacer eso, excepto cuando lo hace siguiendo un debido proceso.  Debido proceso significa que si robo un banco y como castigo se establece quitarme la libertad, tengo que ser presentado a un tribunal, con jurados, y recibir las numerosas protecciones procesales que eso implica. El gobierno no puede simplemente arrestarme, como hizo el gobernador de New Jersey, no a mí, a pesar que le gustaría, hace dos semanas con una enfermera, tan pronto salió del avión en el aeropuerto de New Jersey.  Ella había estado tratando pacientes del Ébola en África Occidental, y antes de que pudiera tomar otro avión hacia Maine, fue encarcelada por las autoridades.  La confinaron en una casa de campaña en un estacionamiento del centro de la ciudad de Newark, con una botella de agua, una barra de granola y un pequeño retrete portátil. En caso de haber sido imputada por homicidio y puesta en coerción en la cárcel del Condado de Essex,  a la distancia de una milla, hubiera recibido mejores comodidades y un ambiente más seguro que una casa de campaña, como presidio improvisado en un estacionamiento de la ciudad.

Con respecto a este caso, hice el comentario que el Gobernador había dado la vuelta al concepto de los derechos naturales. Noten que los derechos naturales se pueden resumir en cuatro palabras: la presunción de libertad.  La presunción de libertad significa que nos guiamos por nosotros mismos, hacemos nuestras propias decisiones, no tenemos la obligación, como se alegó en el caso de la enfermera en New Jersey, de ser nosotros los llamados a probar que no hay razones para ser encarcelados. Esa es una función exclusiva y fundamental del gobierno, probar que somos merecedores de recibir una pena de prisión, lo cual tiene que hacer en un tribunal frente a un jurado seleccionado entre quienes son personas como nosotros, nuestros semejantes.  Ese es un sistema con sus imperfecciones, pero es el mejor sistema que hemos podido diseñar.

De hecho, cuando al gobernador de New Jersey se le dijo que como ningún juez federal se iba a negar a darle el derecho a una audiencia, y que allí no se presentarían evidencias de que estaba contaminada con el virus, lo mejor era dejarla ir.  Porque si perdía el caso entonces los amigos de Fox News se iban a tomar la molestia de informar a todo el mundo que él conocía las leyes y que, de todas maneras, decidió no sujetarse a ellas. Fue entonces que la dejó ir, pero más tarde su colega, el gobernador de Maine, trató de hacer lo mismo, y se fue el caso a un juez federal que dejó la enfermera en libertad; porque el gobierno no puede derogar la presunción de libertad.  La presunción de libertad significa que los derechos que no hemos entregado al gobierno, los hemos retenido para ejercerlos nosotros, para que nunca nos sean arrebatados ya sea por el voto popular, mayoría en la legislatura o una orden que de un gobernador o presidente.

Ahora bien, si el gobierno reconociera el concepto de lo que son los derechos naturales, se daría cuenta que en realidad casi todo lo que ha hecho, ciertamente desde la Era del Progreso en el pasado siglo o desde la Ley sobre Extranjeros y Sedición, que se ido más allá de la protección a los derechos naturales, ha sido un error.  Una pregunta: ¿Hay alguna actividad legítima que pueda tener un gobierno en una sociedad libre?  Respuesta: Sí, proteger los derechos naturales de los individuos en esa sociedad. Esto significa que en vez de asaltar las libertades, mi vida, mi libertad, mi propiedad, que las proteja.  Es para eso que tenemos un gobierno.  Y un gobierno que crea en los derechos naturales, se limita a sí mismo a conducirse de esa forma.

Ustedes conocen, han alguna vez escuchado, que hoy en algún lugar del universo un gobierno se limite exclusivamente a la protección de los derechos naturales.  Si existiera, ése sería entonces el gobierno inspirado en los ideales de Rothbard, Jefferson, John Locke y Santo Tomás.  Vamos a lograr esto mañana, no.  Ocurrirá en la vida terrenal de los que estamos en este auditorio, tal vez en la de los más jóvenes entre nosotros, y esa es la razón por la que aquí hoy estamos. Tenemos que entender la fuerza de las tinieblas que está entre nosotros.  Esa fuerza de las tinieblas es el mismo gobierno que hemos electo  y le damos poderes para imponer sobre nosotros la oscuridad. Mientras mejor la conocemos, mientras más la conocemos, entonces, en menos tiempo podemos liberarnos de sus grilletes.

Espero que cuando muera sea en paz, en mi cama, rodeado de las personas que me aman, y con fe en estos principios. Eso no va a pasar con todos en este auditorio.  Algunos de ustedes, en su lucha por proteger a los más jóvenes, deberán estar preparados para morir en una prisión del gobierno. Y algunos de ustedes, especialmente los más jóvenes, deben estar preparados para morir en una cuadra de una ciudad, tras el sonido de la corneta del gobierno llamando al ataque.  Llegado ese momento, ustedes sabrán qué hacer, porque la libertad se encuentra en el corazón de cada uno. Pero debe hacer algo más que simplemente estar ahí.  Gracias y que Dios los bendiga.


Traducido por José Alfredo Guerrero

 

 

Print Friendly, PDF & Email