El tibio radicalismo de Charles Murray

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By the People by Charles Murray[Esta reseña del nuevo libro de Charles Murray, By the People, aparece en el número de septiembre-octubre de 2015 de The Austrian]

Charles Murray piensa que el gobierno se ha convertido en arbitrario y tiránico. Al hacerlo, ha traicionado la herencia “masioniana” de Estados Unidos, que limitaba estrictamente el poder del gobierno para interferir en la libertad individual. “Mientras entraba en el libro, descubrí que tenía que encontrar un calificativo menos incómodo que ‘pueblo dedicado al gobierno limitado’ (…) mi primer impulso era calificarnos como jeffersonianos, pero Jefferson estaba en buena parte en el lado libertario del espectro y yo quería incluir a los defensores del gobierno limitado que se consideraran como conservadores. Utilicé en su lugar madisonianos”, nos dice Murray.

Murray dice que “la Constitución que una vez mantuvo un gobierno limitado está rota y no puede repararse con una mayoría madisoniana en el Tribunal Supremo”. Los problemas no se limitan a las malas interpretaciones de la Constitución. “El sistema legal estadounidense cada vez funciona más de formas indistinguibles de una falta de derecho, por razones que autorizan los jueces y el Congreso”. La mayor preocupación de Murray es el estado regulatorio o administrativo, que funciona “con normas que no se permitirían en los tribunales civiles y penales y [aplica] leyes que ha hecho para sí mismo”. El sistema político no ofrece ningún alivio ante este “estado extralegal dentro del estado”, porque está corrompido y dominado por instituciones adversas al cambio y bajo el control de grupos de intereses creados. “Combinemos los efectos de la esclerosis institucional con los efectos de un creciente porcentaje de estadounidenses que dependen de las prestación proporcionadas por el estado del bienestar y el paisaje político para los madisonianos resulta deprimente y está empeorando.

Como respuesta, Murray propone una abierta estrategia de desobediencia civil. La gente debería rechazar obedecer regulaciones públicas injustas. El gobierno no tiene los recursos para aplicar sus órdenes sobre un gran número de violadores; además, un fondo de defensa proporcionaría ayuda a quienes el gobierno pretenda perseguir.

Murray ha dedicado mucha atención a una descripción de nuestros males legales actuales y, en general, escribe con convencimiento sobre temas legales. (No siempre. Sin embargo, no es verdad que el presidente deba aprobar una enmienda constitucional propuesta por el Congreso y es dudoso que las leyes estatales que legalizan la marihuana violen al Cláusula de Supremacía). Además, desarrolla su idea de la desobediencia civil de una forma cuidadosa e imaginativa. ¿Deberíamos entonces acoger con entusiasmo este libro?

No creo que debamos. Aunque Murray escribe agudamente acerca de nuestros problemas actuales, realmente no quiere hacer mucho con respecto a ellos. Se opone, por ejemplo, a cualquier desobediencia a las leyes fiscales. “El código fiscal está exento de desobediencia civil sistemática”.

¿Es esta sin embargo una buena razón para criticar a Murray? Los cambios que sugiere son los que piensa que conseguirán un apoyo extenso. Mucho del estado moderno, sugiere, no puede desaparecer considerándolo de forma realista.

Si esta es la opinión de Murray, ¿deberíamos criticarle por tenerla? Es un científico social de gran experiencia, famoso por sus estudios de política social. Si llega a una evaluación pesimista de las perspectivas para la libertad, ¿deberíamos condenarle por ello?

Pero no es por su pesimismo, aunque yo discrepe en esto, por lo que quiero contestar a Murray. Más bien es un “clarín incierto”: solo es un parte opositor del estado Leviatán. Es verdad que es, según sus propias clasificaciones, un “madisoniano”, pero su compromiso con el gobierno limitado no deja de tener límites. Por ejemplo, se opone a la resistencia fiscal, no simplemente por razones de prudencia, sino porque los impuestos son “una de las funciones legítimas de incluso un estado madisoniano”.

Además, no son solo los impuestos para apoyar al estado guardia nocturna lo que defiende nuestra autor. También está a favor de una financiación pública de la educación, entre otros “bienes públicos”. Esto últimos, descubrimos, no debe definirse estrictamente, sino que también incluye las externalidades.

Fomentar los bienes públicos es también una de las funciones de cualquier gobierno. (…) Estrictamente definidos, los bienes públicos caen en dos categorías amplias. Una consiste en cosas que pueden hacerse solo por el gobierno debido a la naturaleza de las tareas. (…) [Estos bienes no son exclusivos ni rivalizables]. Otros bienes públicos son los que pueden o no ser exclusivos o rivalizables, pero sí conllevan externalidades graves, lo que significa que recae involuntariamente un coste sobre alguien o que proporciona un beneficio a alguien que no se lo merece. (…) Es apropiado que la educación se financie públicamente, con la gente contribuyendo a su costes, tengan o no hijos en edad escolar.

Es bien sabido que, tal y como definen este término los economistas, prácticamente todas las acciones generan externalidades. Así que la declaración de Murray difícilmente nos crea confianza acerca de su apoyo a un genuino mercado libre. Nuestra inquietud acerca del grado de apoyo de Murray a la libertad no se calma con este comentario:

La Constitución necesitó un cambio cuando Estados Unidos evolucionó de la sociedad agraria del siglo XVIII a la sociedad postindustrial de hoy y algunos de esos cambios habrían permitido áreas completamente nuevas de actividad pública. (…) Si en la década de 1960 LBJ hubiera hecho campaña para aprobar una enmienda que permitiera al gobierno gastar dinero en proteger el medio ambiente, habría estado buscando permiso para que el gobierno realizara una actividad que cumple con todas las pruebas clásicas de un bien público.

Se podría imaginar que un defensor del mercado libre se alegraría ante cualquier deducción fiscal posible. Pero Murray tiene una opinión distinta. Dice: “consideremos el caso de la deducción fiscal por intereses hipotecarios. Es regresiva. (…) La gente puede argumentar por principio a favor de impuestos progresivos o impuestos planos, pero ninguna  filosofía política trata de alegar por principio un impuesto regresivo. Así que debería ser [políticamente] posible eliminar la deducción de intereses hipotecarios. Pero no lo es”. No se da cuenta de que el problema con la excepción hipotecaria no es la deducción, sino del gravamen de otros. Su propuesta de “libre mercado” es extender los impuestos.

A veces suena como un progresista estándar del estado del bienestar, aunque de un tipo moderado. “Los cambios en el mercado laboral han cambiado los argumentos morales a favor de la redistribución para la población trabajadora (…) el valor económico de muchos trabajos obreros y administrativos de nivel medio se ha estancado o ha caído, no por la política o los fallos del mercado, sino porque muchos trabajos pueden hacerse igual de bien o más barato por máquinas. (…) Es hora de que los conservadores hagan que se vuelvan locos algunos de sus amigos políticos y reconozcan que, en un país tan rico como Estados Unidos, es ridículo que a alguien le falten los medios para una vida decente”. El “desempleo tecnológico” es una falacia desacreditada hace mucho y no es este el lugar para explicarla. Lo menciono para demostrar, una vez más, lo limitado que es de verdad nuestro compromiso madisoniano con el libre mercado.

Hay una patente omisión en su explicación del auge del estado poderoso. No dice nada acerca de la guerra como medio para engrandecer el estado; para él no existen las obras de John T. Flynn, Garet Garrett, Murray Rothbard y Robert Higgs. Lo poco que dice sobre política exterior sugiere que aquí también Murray se alinea con el estatismo. Preguntándose por qué dejó de existir la Unión Soviética en 1991, dice que “ya está claro que Reagan empujó a un tambaleante sistema soviético en algunos sitios vulnerables: armando a los muyahidines en Afganistán con misiles Stinger, empezando una carrera tecnológica de armamentos que los líderes soviéticos sabían que no podían igualar”. Yo no pensaría que empezar una carrera de armamentos sea la mejor manera de limitar al gobierno.

Las medidas paliativas de Murray, aunque correctas en su lugar, responden inadecuadamente a las realidades del imperio y la tiranía. Necesitamos hacer más que protegernos contra los inspectores de fábricas demasiado entusiastas.


Publicado originalmente el 12 de octubre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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