Lo que más teme el estado: la información

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4903La historia cuenta una historia cíclica del hombre frente al estado: el hombre creando constantemente nuevas ideas y el estado trabajando incansablemente por destruirlas. La burocracia nunca ha sido amiga de la ideas que socavan su artificial legitimidad.

Demasiado a menudo la historia nos ofrece ejemplos de quemas de libros y otras formas de censura extrema aplicadas por el estado. Muchos de nosotros damos por hecha la llamada libertad de expresión y pocos se dan cuenta de lo omnipresente que permanece la censura del gobierno. Es verdad que no muchos de los que vivimos hoy en el mundo industrialmente avanzado hemos experimentado los peores tipos de censura[1], por ejemplo, pocos recuerdan las quemas nazis de libros que tuvieron lugar durante la década de 1930, que se estiman en más de 18.000 obras.

En general, los esfuerzos de los censores tuvieron un éxito relativo hasta hace muy poco. Las quemas de libros, especialmente en tiempos más modernos, fracasaron en eliminar completamente un libro de su circulación mundial, pero en su mayoría sí limitaron la circulación dentro de las fronteras de los gobiernos en cuestión. ¿Cuántas copias de La acción humana circularon dentro de la Alemania nazi entre 1940 y 1945? Me aventuro a decir que muy pocas.

La batalla ha sido siempre entre el estado y el mercado o en la habilidad del hombre para eludir los tentáculos del gobierno a través de progreso económico. Hasta hace  muy poco, el hombre ha estado en desventaja tecnológica. La capacidad de eludir las quemas de libros era la capacidad de esconder el libro. El fin de la censura en Alemania, por ejemplo, solo se produjo con el fin del régimen nazi.[2]

Actualmente nuestra capacidad de obtener conocimiento se ve amenazada porque dicho conocimiento representa una amenaza al estado, no a la “seguridad nacional” como se dice, sino a la legitimidad del propio estado. Julian Assange, a través de WikiLeaks, ha puesto a disposición de la sociedad una enorme colección de información que socava la legitimidad del estado. Assange eliminó el velo de benignidad del gobierno y puso en cuestión las tácticas del estado. Su sitio web socava su autoridad moral.

La amenaza que supone Assange viene subrayada por la aparentemente desproporcionada respuesta del gobierno. El senador Joe Lieberman, presidente del Comité de Senado de Seguridad Interior y Asuntos Públicos, utilizó con éxito el poder del estado para cerrar parte de WikiLeaks.[3] Lo hizo amenazando con sancionar a Amazon, que en ese momento alojaba esa parte de las operaciones de Assange.

La aceptación de la demanda de Lieberman por parte de Amazon ha generado una oleada de recriminaciones. La mayoría de los preocupados están justificadamente enfadados con Lieberman y algunos han llegado a apoyar un boicot contra el mismo Amazon (por colusión con el estadio), demostrando que Amazon tiene más que perder actuando contra la voluntad de sus clientes que lo que gane cumpliendo con el gobierno.[4]

Ambas partes del debate tienen razones. Sin embargo, el propósito de este ensayo está en otro lugar. Hay algo positivo que ninguna de ambas partes ha advertido: WikiLeaks ganó.

WikiLeaks solo estuvo cerrada un día. El servicio encontró un nuevo alojamiento, fuera del alcance inmediato del gobierno estadounidense. La burocracia se ha encontrado con un nuevo obstáculo que, paradójicamente, ayudó a crear (aunque el mercado le hizo florecer): Internet. Ahora es el estado el que se encuentra un paso atrás. La quema de libros se ha quedado obsoleta.

Internet no conoce fronteras, jurisdicciones o limitaciones físicas. Un servidor en Nigeria puede ser accedido desde Estados Unidos. Uno simplemente necesita ver el número de sitios web de pirateo aparentemente inmunes a las leyes de propiedad intelectual. Esta red global de dispersión de información ha hecho irrelevantes las herramientas de represión del estado: ¿Cómo puede unos tipos deportistas detener efectivamente algo que no existe físicamente dentro de su jurisdicción geográfica? ¿Cómo puede un gobierno amenazar con regulación a una entidad que opera fuera de su capacidad de aplicar sus leyes? El estado se ha quedado atrás.

Es verdad que los gobiernos han tenido cierto éxito censurando Internet a través de bloques de seguridad y tácticas similares, pero la eficacia de estos medios es discutible. Incluso el enorme ejército chino de “policía de Internet” ha sido ineficaz a la hora de impedir que individuos menos dotados técnicamente eludan sus cortafuegos.

¿Cuántas veces ha generado una persona una reacción así a un ataque ostensible al estado? ¿Cuántas veces se ha escabullido esa persona? Más importante, ¿cuántas veces ha respondido el gobierno con la fuerza y ha fracasado? Los acontecimientos recientes demuestran que el gobierno está perdiendo y el mercado ganando.

Hace cien años, o incluso hace 40 o 50, un tirano como Lieberman habría sido probablemente un hombre temido en cualquier país en el que pudiera aplicar su censura. Hoy hombres como Lieberman están cerca de la irrelevancia. ¿Qué mayor satisfacción puede haber que ver a un déspota privado de su poder?

Hay quienes pueden temer que la naturaleza incontrolable de Internet pueda estimular formas más invasivas de intervención y regulación del gobierno. Es decir, que Internet puede forzar al estado a crecer a un ritmo más rápido del actual. Tal vez una “policía de Internet” en Estados Unidos en el futuro (si es que no existe ya).

Yo digo que lo hagan. Merece la pena considerar el siguiente pasaje de La acción humana de Ludwig von Mises:

A largo plazo no existe un gobierno impopular. La guerra civil y la revolución son los medios por los que las mayorías descontentas derrocan a sus gobernantes y sus medios de gobierno que no les parecen apropiados.[5]

Lo que quería decir Mises es que la legitimidad del gobierno deriva del pueblo que pretende gobernar. El gobierno solo puede sobrevivir en la medida en que exista sin crear costes excesivos para la ciudadanía en la que vive. La naturaleza del gobierno como burocracia siempre creciente sugiere su incompatibilidad con la sociedad, ya que el crecimiento del gobierno socava su propia autoridad. Así que cuanto más rápido lo haga, mejor, y como el crecimiento relevante tendrá lugar en un área que aman todos los estadounidenses, resultará mucho más evidente la criminalidad del gobierno.

La revolución de la que hablaba Mises ha venido ocurriendo desde tiempo inmemorial: es la perpetua lucha entre el hombre y el estado. Históricamente, el hombre ha sido limitado por la fuerza. Una revolución solo podía triunfar si superaba físicamente a los matones del estado. Esos medios de revolución están empezando estar pasados de moda, a causa de que los avances tecnológicos, como Internet, han hecho impotentes a los matones del estado.

Estamos por encima de emular las tácticas del estado. El papel de las ideas se ha convertido en tan omnicomprensivo que incluso los gángsters apoderados por el gobierno se ven afectados una vez se dan cuenta de lo ridículos que se les ha hecho aparecer.

Serán los historiadores los que digan lo extenso o importante que es el papel de Internet en la lucha contra la tiranía. Podría ser que el hombre no haya desarrollado aún las herramientas necesarias para proteger sus intereses contra la relación hegemónica que se ve forzado a aceptar con el estado. El fin de este ensayo no es exagerar los acontecimientos actuales. Pretende dejar testimonio de cómo están cambiando las reglas. En la historia humana, el estado raramente ha fracasado a corto plazo en sus esfuerzos por privar del conocimiento a sus ciudadanos y eso ha sido la tarea de una revolución sangrienta para divulgar este conocimiento.

La revoluciones sangrientas ya no son de estos tiempos, porque los ejércitos del gobierno se están haciendo cada vez más irrelevantes. A medida que se desarrolle este episodio de WikiLeaks y el gobierno muestre las semillas da su propia humillación, veremos al gobierno combatido, no por la fuerza de las armas, sino por la supremacía del mercado.

Hoy hemos visto a la burocracia en retirada. Una vez que se niegue completamente al estado el uso de su fuerza a través del mercado, seremos testigos de una derrota completa.


[1] Esta es una observación general, hecha principalmente desde una perspectiva estadounidense. Algunas naciones industrialmente avanzadas sí experimentaron censuras extremas relativamente recientes. Por ejemplo, el régimen autoritario de Francisco franco acabó en España hace solo 35 años.

[2] Para la Alemania del Este, la censuar extrema no acabó hasta 1989.

[3] Rachel Sladja, “How Lieberman Got Amazon to Drop WikiLeaks”, en Talking Points Memo.

[4] El movimiento anti-Amazon ha recibido reacciones encontradas en la comunidad libertaria (tal vez una señal de la falta de suficiente fortaleza como para tener tal impacto). En apoyo al boicot, ver Justin Raimondo, “Defend WikiLeaks — Boycott Amazon” y Eric Garris, “Boycott Amazon.com”. En contra, ver Lew Rockwell, “Should We Boycott Amazon.com?” y Robert P. Murphy, “Some Concerns with the Amazon Boycott” y “Still Not Convinced on Amazon Boycott”.

[5] Mises, Ludwig von (1998), Human Action (Auburn, Alabama: Ludwig von Mises Institute), pp. 149-150.


Publicado el 14 de diciembre de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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