La reciente conversión de Richard Posner es a la vez conmovedora y alarmante. Es conmovedora porque muestra un entusiasmo juvenil por una idea descubierta recientemente: el keynesianismo. Acaba de leer recientemente el libro de John Maynard Keynes, La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero. El tono evoca aquél de Paul Samuelson cuando dice:
“Haber nacido como economista antes de 1936 fue una bendición, sí. ¡Pero no haber nacido mucho tiempo después!”
Después Samuelson cita a William Wordsworth:
“La dicha está en estar vivo al amanecer,
¡pero ser joven es el mismo cielo!”
Puedo entender por qué Posner lo podría encontrar liberador. En años recientes, Posner abandonó su punto de vista de la elección racional en la ley por lo que ha denominado “pragmatismo”. Keynes también se consideraba a sí mismo como una persona pragmática, no doctrinal, alguien quien mediante una política inteligente salvaría lo mejor del capitalismo. (Por supuesto, su antipatía hacia los mercados de valores, el papel de asignación de recursos de los tipos de interés e incluso la idea de la escasez natural hace que uno se pregunte qué estaba intentando salvar. Dejémoslo).
Así que Keynes permite a Posner eludir todas las trabas de la elección racional casi completamente.
Es además alarmante ver que Posner sigue esta vía, tomando la “última” moda intelectual preocupándose poco de la montaña de estudios críticos que el libro de Keynes ha acumulado desde su publicación. Posner es un lector empedernido y un hombre brillante. ¿Ha olvidado actuar con la “debida diligencia”? No lo sé. Sé que escribe su artículo en The New Republic como si no se hubiera escrito nada crítico con Keynes. Me turba especialmente que ignore tanto a F.A. Hayek como a Milton Friedman, cada uno de los cuales tiene unas pocas cosas importantes que decir.
Quizá sea demasiado pedir sutileza en un artículo de una revista. Y aún así Posner ha sido sutil en foros generales de discusión en el pasado.
Como coautor de The Economics of Time and Ignorance, estoy completamente de acuerdo en incorporar algunas de las observaciones valiosas de Keynes en mi perspectiva esencialmente austriaca. Incluso he escrito en blog acerca de las similitudes entre la visión de Keynes del método de economía y la de Hayek. Ambos eran fuertees defensores del “subjetivismo” y se oponían a la excesiva formalización.
Por otro lado, puedo entender la desdeñosa actitud hacia Keynes mostrada por Ludwig von Mises. Mises pensaba que Keynes era un enemigo del modo económico de pensar. Tituló una crítica del keynesianismo como: “Piedras en panes: El milagro keynesiano”.
Una dificultad fundamental con Keynes es que no nos da manera de determinar cuándo es apropiada y cuándo no la microeconomía de la elección racional ordinaria (con su preocupación por cosas tan mundanas como la asignación de recursos). Incluso en tiempos no recesionarios siempre estamos amenazados con espíritus animales amargos. Consideremos este extracto del artículo de Posner:
“Debido a la incertidumbre, los empresarios, incluso en los mejores tiempos carecen de ‘fuertes bases de convicción’ en sus estimaciones sobre lo que traerá el futuro y por tanto un cambio súbito en las condiciones económicas puede paralizarles. Si es así, se desarrollará una espiral descendente, ya que la demanda que cae y la inversión que cae se refuerzan entre sí, causando despidos que reducen ingresos y por tanto el consumo y la producción y así inducir más despidos”. (Énfasis añadido)
Los tipos de interés deben mantenerse permanentemente bajos para evitar continuas caídas en la recesión. Por lo que la idea de un mecanismo de mercado para asignar recursos en el tiempo está kaput. Los mercados de valores son casinos.
La “socialización de la inversión” (sea lo que sea lo que signifique exactamente) debe despegar. Por tanto, el keynesiano siempre está en situación de anular “temporalmente” la microeconomía.
No creo que Posner entienda totalmente lo que ha aceptado. El entusiasmo juvenil tiene sus virtudes. Pero no podemos ser siempre jóvenes de espíritu. Deberíamos dar las gracias por eso.
Publicado el 13 de octubre de 2009. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.