Sólo ignóralos

0

6129He aquí un lindo pensamiento que tiene que ver con el Tax Day: el gobierno es uno de los pocos problemas de los que nos podemos librar con sólo ignorarlo. En ese respecto, eso es mejor que tener que enfrentarnos a catástrofes como tornados, pirañas hambrientas o la calvicie masculina.

Hay un problema, por supuesto. Si solamente unos pocos ignoramos al gobierno, éste no desaparecerá; en lugar de eso, se nos echará encima y acabará en el acto con todos nosotros… igual que se nos viniera encima una tonelada de gas clorobenzalmalononitrilo. No obstante, si el número de gentes que ignoramos al gobierno –que ignoramos sus órdenes como ignoramos las órdenes de un loco por la calle- alcanzara un número grande, el poder del Estado, que descansa fundamentalmente en la complacencia de los gobernados, se derretiría como la mantequilla bajo el sol de Arizona. Como ya lo dijo Étienne de la Boétie en su Discurso sobre la Servidumbre Voluntaria:

Decídete a no servir más, y en ese mismo instante ya eres libre. No te pido que derroques al tirano; sencillamente, que no sigas apoyándolo. Ya verás cómo se cae de su pedestal, como un gran Coloso que se quiebra en pedazos y se derrumba por su propio peso.

Ésa es una de las ventajas del anarquismo como programa político. Los que intentan reemplazar un gobierno por otro no pueden alcanzar esa meta ignorando al gobierno; tienen que hacer mucho más, quizá emplear la violencia. Pero no es el caso de los anarquistas. Si los líderes del gobierno fueran superseres del planeta Kryptón, no bastaría con ignorarlos; habría que cambiar las reglas del anarquismo y utilizar armas de kryptonita. Por suerte no es así. Los gobernantes son humanos, demasiado humanos, y sus órdenes no tienen la fuerza personal suficiente para inducir la obediencia. El poder de los gobernantes se funda en la legitimidad que les otorgan sus propios gobernados –lo que Ayn Rand llamaba “la sanción de las víctimas”. Retirarles esa sanción reduce a los gobernantes al mismo nivel y status de todos -la estrategia dramatizada en la encantadora novela satírica de Eric Russell, La Gran Explosión, dentro de la literatura de la resistencia no violenta.

Por tanto, una de las principales metas de la actividad política de los anarquistas consiste en eso: en ayudar a construir un ambiente cultural que fomente entre las masas la inclinación a ignorar y desobedecer a los gobiernos.

(Esa actitud también será muy práctica después de la (r)evolución anarquista. Muchos críticos del anarquismo preguntan cómo evitaremos que nuestras asociaciones de protección mutua –con las cuales planeamos sustituir a los gobiernos—abusen ellas mismas de su poder. La crítica es buena; pero pienso que tales asociaciones tendrán pocas oportunidades de abusar de su poder, muchas menos que las que tienen los gobiernos actuales. Una masa ingobernable es igual de ingobernable para los gobiernos que para dichas asociaciones).


Traducido por William Gilmore

Print Friendly, PDF & Email