Después de asumir el cargo, el Presidente Obama amplió masivamente la regulación, del Obamacare a la proliferación de zares regulatorios y propuso aún más. Eso contribuyó sustancialmente a paliza a los demócratas en las elecciones intermedias.
En respuesta la nueva Cámara de Representantes republicana planeó una extensa revisión de las regulaciones federales. Así que para reposicionarse alejándose de sus ataques a las disposiciones del mercado para cada problema y propuestas de más gobierno para cada solución, el Presidente Obama dictó una orden ejecutiva requiriendo que las regulaciones se justifiquen y no sean una carga injustificada. Por desgracia, solo fue una reforma regulatoria ficticia.
Cuatro meses más tarde, Cass Sunstein, el zar regulatorio de Obama, con mucha autosatisfacción y referencias a la “regulación del siglo XXI”, anunciaba orgullosamente cientos de millones de dólares en ahorros. (Por cierto que es el mismo Cass Sunstein, que fue coautor de Nudge, el manifiesto del “paternalismo libertario”).
La idea era desactivar los ataques a los abusos regulatorios de Obama reclamando el manto de las reformas. Pero una “revisión intensa” de la carga regulatoria que solo resultara en cientos de millones de dólares de ahorro, en una carga regulatoria anual de más de 1 billón de dólares, realmente no podría ser intensa, especialmente cuando el despilfarro y el abuso descubiertos eran evidentes y vienen de antiguo.
Pensemos en la reforma de la leche. Sunstein escribía: “Desde la década de 1970, la leche se ha definido como ‘petróleo’ y ha estado sujeta a costosas normas pensadas para prevenir vertidos de petróleo”. Pero la EPA ha concluido ahora que las cargas eran injustificadas y han dado a los lecheros una excepción ahorrándoles 140 millones de dólares al año. Por desgracia, en lugar de demostrar que los estadounidenses ya no necesitan preocuparse acerca de regulaciones abusivas, demuestra lo contrario.
El hecho de una política claramente insensata y costosa persistiera durante décadas, a pesar de múltiples “reformas” revela que realmente casi no se presta ninguna atención a regulaciones anticuadas y excesivamente gravosas. Pero cuando la ira pública se hace severa, deben reconocerse y sacrificarse ciertas idioteces para simular una responsabilidad regulatoria. Una vez que una reforma mínima como esa disminuye la ira, los estadounidenses dejarán de nuevo de prestar mucha atención a la burocracia regulatoria y las limitaciones a las regulaciones abusivas volverán a marchitarse. Y gracias a las expansiones regulatorias de Obama, los abusos se aplicarán entonces más que nunca a nuestras vidas.
También es revelador que durante esta injustificada caza de regulación , la EPA aprobara nuevas reglas extraordinariamente costosas requiriendo que las centrales energéticas de carbón de EEUU redujeran más sus emisiones de mercurio y otros contaminadores del aire, encontrando los costes justificados en vidas salvadas y prestaciones médicas ahorradas. Pero las reclamaciones de prestaciones eran falsas.
Las centrales energéticas contribuyen en menos de un 0,5% al mercurio en el aire de Estados Unidos y sus emisiones han venido disminuyendo desde hace mucho. Eliminar esa minúscula fuente de mercurio no salvará muchos miles de vidas, como afirma la EPA. Pero aumentará drásticamente el coste de la electricidad generada por carbón, que es alrededor de la mitad de la producción local de electricidad (y mucho más en algunos estados).
Tal vez más preocupante es la ciencia selectiva de la EPA. Ignoró las conclusiones de las CDC que demostraban que los niveles de mercurio en la sangre de mujeres y niños estadounidenses están cayendo y ya por debajo de los niveles considerados como seguros por la EPA y la FDA y muy por debajo del estándar establecido por la Organización Mundial de la Salud. En su lugar, se basa en criterios de un estudio de la gente de las Islas Feroe, cuya dieta incluye una gran cantidad de carne y grasa de calderones, que les proporciona una “dosis” mucho mayor de mercurio y PCB, pero poco selenio (que limita la conversión a metilmercurio), frutas o vegetales. Dado que en epidemiología “la dosis hace el veneno”, sus circunstancias son prácticamente irrelevantes para los estadounidenses.
La reforma regulatoria de la administración Obama es una decoración política de los escaparates. Encontrar unos pocos ejemplos evidentes y existentes desde hace tiempo realmente revelaba lo poco atentos que están los reguladores a las cargas impuestas, con poca probabilidad de vigilancia continuada después de que se desvanezca la ira del público. Y en medio de la supuesta reforma, la EPA impuso nuevas regulaciones muy costosas basadas en falsas interpretaciones e ignorando una poderosa evidencia contraria.
Arreglar unas pocas estupideces regulatorias, mientras se introduce otras mucho más costosas, puede hacer avanzar el programa de Obama, pero no beneficiará a los estadounidenses enterrados en un alud de cargas que se expanden rápidamente ante su vista.
(Publicado el 7 de julio de 2011). Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.