Características del conocimiento científico

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descargaCon carácter general, cuando se trata de desarrollar las notas del conocimiento científico, se suele recurrir a Karl Popper, que en Conocimiento Objetivo (22) plantea que la ciencia carece de metas y su objeto es dar explicaciones satisfactorias de todo aquello que parece precisar una explicación. Por explicación entiende un conjunto de enunciados entre los que se describe el estado de la cuestión a explicar (el explicandum) sirviéndose de otros enunciados que constituyen “la explicación” en sentido estricto (explicans del explicandum). La satisfactoriedad del explicans depende de que implique lógicamente al explicandum y de que sea verdadero, o cuando menos, no se conozca su falsedad. En esto consiste el criterio de deslinde o demarcación que para Popper es lo que caracteriza a un conocimiento como científico.

Para evitar la circularidad entre el explicans y el explicandum, el contenido del primero habrá de ser rico, es decir, contener una gran variedad de consecuencias contrastables y, juntamente con el señalamiento de las condiciones iniciales, habrá que utilizar enunciados universales o leyes de la naturaleza que puedan ser contrastadas independientemente de las circunstancias de tiempo y lugar.

Esencialismo versus nominalismo

Por su parte, el propio Popper diferencia entre dos concepciones distintas de la ciencia que contrapone a la suya propia. El esencialismo, que pretende explicar las cosas en términos de sus propiedades esenciales que, una vez conocidas, no darían lugar a pregunta alguna; y el instrumentalismo, para el que las teorías científicas no son más que instrumentos de predicción carentes de poder explicativo. Popper, frente a estos dos extremos, defiende un “esencialismo modificado” que se fundamentaría en los siguientes tres puntos: 1) no hay explicaciones últimas, cada una puede ser explicada a su vez por otra de mayor generalidad; 2) rechazo de las preguntas del tipo “¿cuál es la esencia de una cosa?”; (23) abandono de la opinión de que, para explicar el comportamiento de algo, se ha de recurrir a las propiedades esenciales inherentes a cada cosa individual o singular. Pero en todo caso, la postura popperiana seguiría siendo “esencialista”, puesto que para él la inducción es imposible y la abstracción siempre viene primero.

En otro lugar, he intentado poner de manifiesto que este “esencialismo modificado” de Popper no es del todo adecuado al menos en el campo de las ciencias sociales que estudian al hombre (24). Esto es así porque, entre otras razones, al no haberse descubierto todavía la forma en que los estímulos exteriores determinan el comportamiento humano, el estudio de dicho comportamiento siempre se encuentra con el presupuesto irreductible o explicación última de la propia acción humana individual. Por eso, y en contra del primer punto que defiende Popper y que hemos recogido en el párrafo anterior, en el campo de la Economía, sí que existiría una explicación última, un presupuesto irreductible que vendría determinado por el propio axioma de la acción humana individual. (25) Por otro lado, la crítica de Popper al esencialismo tampoco es enteramente adecuada. Confunde el mismo con el historicismo (26) totalitario, que considera básicamente esencialista. Sin embargo, ya desde Platón el historicismo, en última instancia, siempre termina siendo básicamente nominalista, pues pretende extraer directamente sus conocimientos de la realidad externa que en el campo de las ciencias sociales se manifiesta según Platón en la propia historia. Además, y dada la imposibilidad ontológica de obtener directamente tal tipo de conocimientos, el nominalismo historicista se ve sistemáticamente abocado a caer en un pseudoesencialismo de falso contenido. La indebida identificación entre esencialismo e historicismo tiene su origen en la exagerada importancia que Popper dio a la posición supuestamente esencialista de Platón, y a no haberse dado cuenta de que éste pretendía, al igual que en última instancia pretenden los positivistas modernos, buscar la “esencia” del conocimiento recurriendo a la observación empírica de los hechos históricos (27).

Notas del conocimiento científico

La primera característica de la ciencia es la abstracción. Abstraer es tomar separadamente una característica o propiedad de un objeto y considerarla aisladamente, con lo que se puede dejar de lado todo cuanto sea irrelevante para el tema estudiado, con la consiguiente economía de esfuerzo y claridad expositiva. Como resultado del proceso de abstracción se elaboran modelos, que son versiones a escala reducida y simplificada de la realidad, en los que sólo se mantienen las relaciones más significativas y las propiedades más importantes. Estos modelos pueden reflejar distintos niveles de abstracción y correspondencia con la realidad, pudiendo ser en este sentido icónicos (mapas y diseños), analógicos (que incorporan explicaciones supliendo una propiedad por otra, por ejemplo, los colores por la altitud o la densidad de población en los mapas) o simbólicos (que representan la realidad por medio de símbolos). Según la finalidad perseguida, los modelos pueden ser descriptivos, predictivos o analíticos, y desde el punto de vista de su dimensión temporal, cabría distinguir entre modelos estáticos y dinámicos. Ludwig von Mises es especialmente crítico de la utilización de modelos en el campo de la ciencia económica, por considerarlos una influencia negativa del “cientismo”, entendido como la indebida aplicación de los métodos de las ciencias naturales al campo de las ciencias sociales. En efecto, para Mises los modelos como representaciones a escala reducida y simplificada de la realidad no tienen sentido en la ciencia económica. Y es que, de acuerdo con Mises, ésta ha de construirse mediante la utilización de construcciones imaginarias que, aunque a menudo se utilicen como expresión sinónima de la de modelos, lejos de ser representaciones a escala reducida de una realidad previa, no son sino “imágenes conceptuales de una serie de hechos que resultan como lógica consecuencia de las previas actuaciones humanas contempladas al formular las mismas” (28). Las construcciones imaginarias, por tanto, no representan la realidad, sino que son previas a la misma y ayudan a interpretarla.

La segunda característica del conocimiento científico es que ha de ser general, es decir, aplicarse a todos los elementos de una clase dada. Gracias a la generalización es posible obtener un conocimiento que sea independiente en su validez de la experiencia. El procedimiento para obtener proposiciones de validez general combina elementos deductivos e inductivos. Por otro lado, la generalización aspira a explicar y a predecir, existiendo distintos grados y clases de explicación según que ésta sea analítica, probabilística, funcional o genético-causal (29).

En general, se considera que el conocimiento científico ha de ser contrastable. Esta tercera característica del conocimiento significa que lo que el mismo explica acerca de algo puede ser aplicado por observadores distintos de quien logró la evidencia o explicación aportada. El criterio de verificación que sostuvo la escuela del positivismo lógico limita esa actuación a procedimientos empíricos, dejando para la “metafísica” cualquier aseveración que no sea susceptible de rebasar la prueba empírica. Este criterio no es en general aceptado en la actualidad. Conocimientos como los que constituyen la física teórica implican un saber abstracto, no inmediatamente contrastable con la realidad material, pero comunicable, consensible, altamente formalizado y válido en el nivel de abstracción y en el marco de los axiomas aceptados. Se da así la paradoja de que la física, que muchas veces ha sido tomada como modelo de ciencia a seguir por parte de los científicos sociales, ha pasado justamente de un empirismo extremo hacia un deductivismo cada vez más abstracto, si bien es cierto que nunca ha llegado a perder totalmente la vocación y la voluntad de poner a prueba empírica sus postulados. El criterio de contrastación, aunque sea en su versión popperiana más moderada (30), se convierte, más bien, en un ideal que no muchas veces puede ser alcanzado. Se produce, así, como apunta Thomas Nagel (31), una evolución en la atención de los modernos filósofos analíticos hacia posturas metodológicas más apriorísticas, muy semejantes a las mantenidas desde hace decenios por Ludwig von Mises para el campo del estudio de la acción humana en el que ya desde un principio puso de manifiesto la imposibilidad, por su propia naturaleza, de realizar experimentos de laboratorio.

La ciencia es objetiva (32). Esta cuarta característica del conocimiento científico implica que el mismo es intersubjetivo por el doble motivo de aspirar al conocimiento de los hechos y por ser su método independiente de las personas que, al aplicarlo, podrán tener una desigual capacidad, maestría o experiencia pero, aplicando iguales procedimientos, habrán de llegar a resultados también similares. Este aspecto de la objetividad es particularmente delicado en el campo de las ciencias sociales, en las que el científico comparte la naturaleza de los entes observados (seres humanos), lo cual es, a la vez, una gran ventaja y un inconveniente. Ventaja, en cuanto le proporciona por simple introspección un conocimiento de primera mano que nunca podrá lograr en el campo de la ciencia natural. Inconveniente, pues sus valores personales pesan en la selección tanto de los problemas a resolver como de los procedimientos elegidos para llegar a adquirir el conocimiento. Por otro lado, las implicaciones del conocimiento obtenido pueden afectar radicalmente a la vida de otras personas. Sobre este problema, que trataremos con más profundidad más adelante, caben posturas extremas que se pueden armonizar si se acepta que el problema es más bien de grado, al permitir la intersubjetividad y comunicabilidad de los científicos deslindar los juicios sobre hechos de las puras emisiones de juicios de valor.

Finalmente el conocimiento científico está ordenado, sistematizado y formalizado. En sus diferentes niveles aparecen axiomas (33) que son verdades autoevidentes e indemostrables, y postulados que, sin tener la generalidad de los axiomas, se aceptan como elemento irreductible de una disciplina o de un problema. De los axiomas y postulados se derivan teoremas que establecen proposiciones acerca de la realidad. La conjunción de estas construcciones mentales constituye un cuerpo de conceptos que, como afirma Machlup, integran el material que, debidamente articulado, configura las teorías (34).


(22)Karl R. Popper, Conocimiento Objetivo, Editorial Tecnos, Madrid, 1972, cap. 5, pp. 180 y ss. Un buen resumen sobre la naturaleza y características del conocimiento científico y su aplicación a la Economía y a la Hacienda Pública ha sido efectuado por Juan José Rubio Guerrero en “La lógica de la investigación científica en Ciencias Sociales, en Economía y en Hacienda Pública”, Hacienda Pública Española, nº 115, 2, 1990, pp. 13-42.

(23)Para Fritz Machlup el esencialismo es una práctica perfectamente aceptable en el campo científico en general y, en particular, en el campo de la ciencia económica: “To my mind, it is perfectly good practice, before making a statement about anything, to make clear what it is one is talking about; that is, to discuss the essence of the matter.” Y continúa criticando a Samuelson por calificar este autor de estériles todas las discusiones sobre la esencia del valor. Véase Fritz Machlup, “Mathematics, Realism and a Time for Synthesis”, en Economic Semantics, 2ª edición, Transaction Publishers, New Brunswick, 1991, pp. 329-334 y especialmente la p. 330.

(24)Jesús Huerta de Soto, “Método y Crisis en la Ciencia Económica”, Hacienda Pública Española, nº 74, 1982, pp. 33-48, reproducido en el volumen I de mis Lecturas de Economía Política, Unión Editorial, Madrid, 1986, pp. 11-33.

(25)Ludwig von Mises, Acción Humana: Tratado de Economía, 4ª edición, Unión Editorial, Madrid, 1986, pp. 43-45.

(26)Existen al menos tres sentidos diferentes del término “historicismo”. El primero, identificado con la Escuela Historicista del derecho (Savigny, Burke) y opuesto al racionalismo cartesiano, es el defendido por Menger y Hayek en sus análisis teóricos de las instituciones. El segundo sentido es el de la escuela historicista de la economía de los catedráticos alemanes del siglo XIX e institucionalistas americanos del siglo XX, que niegan la posibilidad de la existencia de una teoría económica abstracta de validez universal, tal y como defendían Menger y sus seguidores austriacos. El tercer tipo de historicismo es el que se encuentra en la base del positivismo metodológico que pretende recurrir a la observación empírica (historia) para falsar o contrastar teorías y que, de acuerdo con Hayek, no es sino una manifestación más del racionalismo cartesiano que tanto critican los economistas austriacos. Véase el libro de Raimondo Cubeddu, The Philosophy of the Austrian School, Routledge, Londres y Nueva York, 1993, pp. 29-30.

(27)Samuel Bostaph, “The Methodological Debate between Carl Menger and the German Historicists”, Atlantic Economic Journal, septiembre de 1978, p. 10.

(28)Ludwig von Mises, La Acción Humana, ob. cit., pp. 367-369. Mises añade que la economía no puede “a diferencia de las ciencias naturales, amparar sus enseñanzas en experimentos de laboratorio ni en el conocimiento sensorial de la realidad externa. Por ello, la praxeología había forzosamente de estructurar unos métodos completamente distintos de los que la física o la biología emplean. Incidiría en puro dislate quien pretendiera buscar, dentro del campo de las ciencias naturales, algo similar a las construcciones imaginarias, pues, desde luego, las que la praxeología maneja nunca pueden ser contrastadas con realidad experimental alguna. Su función estriba en auxiliar al hombre precisamente cuando quiere abordar investigaciones donde no cabe recurrir a la ilustración sensorial” (p.368).

(29)En aquellas ciencias relacionadas con la acción humana (la economía y en general las ciencias sociales) en las que se conoce la causa última de los fenómenos (el presupuesto irreductible de la acción humana), las explicaciones de naturaleza genético-causal deben preponderar sobre las explicaciones de naturaleza funcional que son, por el contrario, las más utilizadas en las ciencias de la naturaleza, en las que se desconoce la causa última de los fenómenos, y no importa caer en los efectos de “razonamiento circular” y “mutua determinación de los fenómenos” que son típicos del análisis funcional.

(30)Karl R. Popper, Realismo y el objetivo de la ciencia: postscriptum a la lógica de la investigación científica, Volumen I, edición preparada por W.W. Bartley III, Editorial Tecnos, Madrid, 1985.

(31)T. Nagel, “The Self from Within”, London Times Literary Supplement, 27 de marzo de 1981, pp. 327-328. En el mismo sentido destaca el trabajo de James M. Buchanan, “The Domain of Subjective Economics: Between Predictive Science and Moral Philosophy”, Method, Process and Austrian Economics, Lexington Books, Massachusetts, 1982, pp. 7-21.

(32)Precisamente el carácter esencialmente subjetivo de los elementos de la acción humana (fines, medios y costes) es lo que, de forma tan sólo aparentemente paradójica, confiere plena objetividad a la economía, en el sentido de que ésta sea una ciencia teórica cuyas conclusiones son aplicables a cualquier tipo de acción. De esta manera la economía se generaliza y se convierte en toda una teoría general de la acción humana (praxeología).

(33)Para Ludwig von Mises el carácter axiomático del concepto de acción humana, a partir del cual construye toda la teoría económica, es evidente pues criticarlo o ponerlo en duda implica caer en una contradicción lógica insoluble, ya que toda crítica exige actuar, es decir, una acción humana para llevarla a cabo. Véase Ludwig von Mises, La Acción Humana, ob. cit., pp. 45-50. Murray N. Rothbard considera que los axiomas tienen un cierto contenido empírico, pues se basan en la introspección o íntima “experiencia” que el ser humano tiene sobre sí mismo. M.N. Rothbard, Individualism and the Philosophy of the Social Sciences, Cato Institute, San Francisco, 1980, pp. 35-36.

(34)Fritz Machlup, “El operacionalismo y la teoría pura en la economía”, La Estructura de la Ciencia Económica; Ensayos sobre Metodología, Editorial Aguilar, Madrid, 1973.


Publicado originalmente en JHS (www.jesushuertadesoto.com).

 

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