El derecho a verte desnudo

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4006La periodista de Providence, Rhode Island, Froma Harrop es una defensora de la clase dirigente tal y como está y su artículo tras el intento de atentado terrorista en Navidad no hace nada por mejorar esa impresión. ¿El título? “Para volar seguros, deberíamos realizar contentos este strip-tease”.

Como ven este intento fracasado no sólo alegra a quienes a derecha e izquierda ven una razón para justificar mayores expansiones del poder del estado. En el caso de Harrop, también saca a la exhibicionista que lleva dentro.

Para Harrop, el casi éxito del terrorista “no muerto” en abrir un agujero en un vuelo internacional subraya la necesidad de imágenes de cuerpo entero como principal técnica de revisión en los aeropuertos. Respecto de estas técnicas, un congresista de Utah dijo la pasada primavera: “No tienen que ver desnudas a mi esposa e hija de 8 años para hacer seguro un avión”.

“En realidad, sí”, responde Harrop. “La misma tecnología que indigna tanto a [el representante republicano Jason] Chaffetz podría haber detectado la bolsa de poderosos explosivos cosida a la ropa interior del presunto terrorista Umar Farouk Abdulmutallab”.

¿Podemos al menos destacar la palabra “podría” en la frase anterior? Después de todo hace que su posición sea algo menos absoluta. Hay probablemente un montón de cosas que podrían haberse hecho para frustrar a nigerianos con ojos de cardero degollado que de otra forma buscarían arriesgarse en vuelos internacionales dirigidos a Detroit. Despedir a quienes tratan a las listas de terroristas buscados con menos cuidado que la lista de la compra podría ayudar. ¿O qué les parece volver a defender la hace tiempo perdida libertad de asociación que hubiera dado a empresas privadas como Northwest Airlines el incentivo para rechazar a pasajeros basándose en las medidas que consideren apropiadas?

Hay asuntos más profundos que afectan a lo esencial de esta materia, pero Harrop, en su cruzada por desnudar a la fuerza virtualmente, no quiere discutirlas. Una cuestión es si el gobierno siquiera tiene la capacidad de ofrecer seguridad. Ya no se necesita acudir a los porcentajes de homicidios que hay en cualquier gran ciudad estadounidense para probarlo. Los acontecimientos del 11-S lo sugieren, igual que otros más recientes como el tiroteo de noviembre en Fort Hood y los secuestros de pasado mes en Jacksonville, Carolina del Norte, donde la impronta federal es bastante profunda.

Luego está la cuestión de por qué un joven bien educado, un producto de la clase alta de Nigeria, estaría dispuesto a eliminarse en un plan así. Esto no se corresponde exactamente con el libro de estilo marxista, que argumenta que sólo los pobres y desesperados realizan esas acciones como parte de su membresía en el ejército de reserva de los desempleados. ¿Es posible que los representantes de todas las clases sociales en esos países del tercer mundo que bombardeamos, contraataquen en distintas formas, incluyendo, cuando sea necesario, el uso de bombas en la ropa interior?

Sin embargo, igual que el atentado fallido de derribar un vuelo internacional en 2001 significa que hoy caminamos penosamente en calcetines por los controles de seguridad con el fin de viajar en este país libre, también el intento fallido del terrorista no muerto significa que gente como Harrop suene creíble diciéndonos que tenemos que quitarnos más (mucho más) en nombre de la seguridad. Parece aturdida por ello, apuntando que el nuevo mundo feliz no otorga derechos a los padres para proteger el pudor de hijas de ocho años.

El estado total reclama el derecho a verte desnudo. Un pueblo más libre reclamaría que acabara ese sinsentido y las políticas que lo perpetúan.

Harrop debería aguantar sus ansias de strip-tease para ella. Pero se le agradece que ofrezca una oportunidad de enseñar: Su percepción de una abrumadora amenaza de terroristas con ropa interior me recuerda un corto pasaje de Gobierno omnipotente, de Ludwig von Mises. Mises escribía en 1944:

“Los defensores del control totalitario califican de negativismo las actitudes de sus oponentes. Pretenden que mientras ellos reclaman la mejora de condiciones insatisfactorias, los otros quieren que perduren los males. Esto es juzgar todas las cuestiones sociales desde el estrecho punto de vista de los burócratas. Sólo a los burócratas se les puede ocurrir que establecer nuevas oficinas, promulgar nuevos decretos y aumentar el número de funcionarios públicos puede por sí mismo considerarse como una medida beneficiosa, mientras que todo lo demás es pasividad y quietud”.

Yo añadiría que sólo para la mente burocrática tendrían sentido las ideas de Froma Harrop. La próxima década revelará hasta dónde se ha convertido Estados Unidos en una nación de burócratas.

Feliz año nuevo.


(Publicado el 18 de enero de 2010). Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

 

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