El legado de Rothbard

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[Este discurso se pronunció el 7 de junio de 2010 en el Seminario Rothbard de Grado del Instituto Mises]

Los homenajes a Murray N. Rothbard a menudo se componen de una lista de sus éxitos. Es porque era tan asombrosamente prolífico que pareciera que hubo muchos investigadores con ese nombre.

Tan pronto como lo describimos como economista, recordamos que escribió unos diez grandes volúmenes sobre historia. Pero si le describimos como historiador, enseguida recordamos que hizo grandes contribuciones a la filosofía política. Pero tan pronto como empezamos a hablar de su liberalismo, volvemos a recordar que escribió una enorme cantidad de teoría económica técnica.

Pasa lo mismo con los lugares en que decidió escribir. Si vemos la lista de sus publicaciones académicas, que es grande y extensa, podemos olvidar fácilmente que escribió constantemente y durante 50 años en periódicos populares de todo tipo, comentando sobre política, cine, cultura, deportes y cualquier otro asunto popular.

El problema empeora cuando consideramos las partes principales de su legado. Déjenme enumerar sólo unos pocos:

  • Fue el economista que sirvió de puente entre Mises y la escuela austriaca moderna a través de su influencia personal, artículos y especialmente mediante Man, Economy, and State, que apareció en 1963.
  • Desarrolló el sistema misesiano en las áreas de economía del bienestar, teoría de la producción, banca y teoría del monopolio y las reunió junto con un teoría de los derechos naturales derivada del pensamiento medieval e ilustrado.
  • Fue el pionero de la teoría libertaria que finalmente ligó el principio de los derechos de propiedad a un principio político coherente de no agresión.
  • Fue el teórico antibélico que insistió en que la causa de la paz es inseparable del sueño de la prosperidad.
  • Recuperó de la oscuridad a la escuela estadounidense de moneda fuerte del siglo XIX e incluyó sus contribuciones en la teoría bancaria moderna.
  • Demostró los orígenes liberales de la Revolución Americana con el más detallado análisis de las huelgas fiscales y la preeminencia de la teoría liberal durante el periodo colonial.
  • Explicó el trastorno ideológico que afectó a la derecha estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial, mostrando la evidente diferencia entre la Vieja Derecha y la Nueva basándose en su actitud ante la guerra.

Por supuesto, esto sólo es lo más evidente, pero si continúo, utilizaría demasiadas palabras y me tomaría demasiado tiempo, cuando ahora lo que quiero realmente es explicar los métodos de Rothbard como investigador, escritor y estudioso. También me gustaría destacar su heroísmo.

Un amigo cuenta la historia de un verano en que estaba en el apartamento de Rothbard. Se mencionó la conferencia que iba a producirse ese fin de semana y Rothbard lo había olvidado. Rothbard corrió a la máquina de escribir y empezó a escribir. Las palabras le fluían como si todo el escrito ya estuviera en su cabeza.

El resultado fue un escrito de 60 páginas sobre historia y teoría monetaria, con bibliografía y notas al pie. Me contaron la historia igual que se describen los milagros en los Evangelios. Se quedó con la boca abierta del asombro.

La anécdota es estimulante, pero también intimidante para quienes les cuesta tanto conseguir una mínima fracción de este nivel de productividad. Podríamos ver lo que hizo y desanimarnos por no poder jamás igualar su productividad, ni siquiera en un pequeño sector, y mucho menos en todos sus intereses en tantos aspectos de la vida.

Por suerte, no tenemos que hacerlo. El movimiento rothbardiano es hoy internacional. Es vasto. Abarca muchos sectores de la vida. Ha inspirado a historiadores, juristas, filósofos y economistas. Es la inspiración de muchos bloggers, webmasters, editores y ensayistas. También de mucho activistas políticos, programadores de software, cineastas y ensayistas. En un modelo para maestros, pastores, inversores e incluso políticos. Y todo esto es como tendría que ser. Quería cambiar el mundo. Dejó un legado para que millones de personas de toda condición pudieran realizar la tarea.

Es natural preguntarse que investigador ha tomado hoy el relevo de Rothbard. Para mí, es una forma errónea de verlo. Rothbard agrandó ese relevo de forma que cientos, miles y millones de personas podrían portarlo. Así se transmiten las ideas. No son cosas finitas que se trasladan sólo de un cerebro a otro y allí se detienen; por el contrario, se extienden y duplican infinitamente, cayendo en manos de quien quiera seguirlas. Cuanto más convincente sea la idea, más se extiende y más dura. Es la fuente del poder del paradigma rothbardiano.

Al mismo tiempo todos hacemos bien en imitar su magisterio cuando hacemos nuestro trabajo. Cuando Rothbard se ocupaba de algo, su primer paso no era sentarse en una silla cómoda y dar vueltas a la cabeza, sino ir a los libros, y demostró saber manejarlos. Leía todo lo que podía desde todos los puntos de vista. Trataba de ser tan experto en un campo como los demás expertos en éste.

En otras palabras, El primer paso de Rothbard para escribir era aprender tanto como fuera posible. Nunca dejó de seguir este paso en toda su vida. Nunca hubo un punto en que sintiera que sabía todo lo que necesitaba saber. Por mucho que escribiera, siempre se cuidaba de leer aún más.

Si seguimos su modelo, no lo consideraremos una tarea ardua, sino un viaje emocionante. Un viaje a través del mundo de las ideas es excitante y estimulante que la mejor excursión a las siete maravillas del mundo, más valiente y aventurero que la caza mayor y mucho más memorable que un viaje a la luna.

Hay otro aspecto en que todos podemos emular a Murray. No tenía miedo a decir la verdad. Nunca permitió que el temor a los colegas, a la profesión, a los editores o la cultura política detuvieran su camino ha su deseo de decir lo que era verdad. Por eso adoptó la tradición austriaca, aunque la mayoría de los economistas de su tiempo la consideraban un paradigma muerto. Por eso abrazó la libertad y trabajó por sostener su lógica teórica y práctica en un tiempo en que el resto del mundo académico seguía el camino opuesto.

Aplicó esta bravura, coraje y heroísmo incluso en su análisis político. Fue un declarado opositor a la nuclearización y militarización de EEUU durante la Guerra Fría. Su posición a este respecto le costó salir de muchas publicaciones. Le costó amigos. Le costó apoyos financieros. Dañó sus perspectivas de mejora profesional. Un sorprendente número de sus artículos se escribieron en publicaciones pequeñas, simplemente porque las grandes estaban atrapadas por intereses especiales.

Pero el tiempo acabaría revelando que tomó el camino correcto. Cuarenta años de obras de la derecha a favor de la Guerra Fría se volvieron irrelevantes por los acontecimientos. La obra de Rothbard durante esos años ha aguantado el paso del tiempo. Se ve como uno de los únicos profetas del colapso del socialismo en Rusia y la Europa del Este.

La alternativas que tomó en vida no estaban hechas para avanzar en su carrera. Eran para avanzar en la libertad y la verdad. Durante muchos años, se le cerraron las publicaciones. No enseñaba en una institución prestigiosa. Sus ingresos eran bajos. Sólo muy tarde obtuvo su reconocimiento como pensador y maestro. Pero nunca se quejó. Estaba agradecido en todas y cada una de las oportunidades que le daban de escribir y enseñar. Su legado es ahora parte integrante del mundo de las ideas. La gente que ha tratado de excluirle y ponerle fuera de la historia hoy está casi olvidada.

Llamamos a nuestro programa de esta semana el Seminario Rothbard de Grado. Se centra en su gran obra Man, Economy, and State. En la tradición rothbardiana, el objetivo es dar ese muy importante primer paso hacia hacer cualquier contribución al mundo de las ideas: abrir vuestras mentes. Una vez se ha asimilado el material, el próximo paso es pensar por vosotros mismos y no tener miedo de aceptar la verdad.

No dudo de que alguno en esta aula se ocupará de algún aspecto de la economía política rothbardiana en algún punto de vuestra vida, quizá incluso este verano. A nadie le haría más feliz que a Rothbard. Murray adoraba a sus profesores. Adoraba los libros. Más que ninguna otra cosa, quería ser profesor y te dejaba libros para leer, siempre con el objetivo de cambiar el mundo. Le ofrecéis a él y a la causa de la libertad el mayor homenaje haciendo justamente eso.


Publicado originalmente el 8 de junio de 201o. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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