¡Oh, Canadá!

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Durante los últimos años, la ONU ha proclamado a Canadá como “El mejor lugar del mundo para vivir”. Pero si se valora la libertad individual y económica, no es probable que se esté de acuerdo.

Al alabar continuamente a Canadá año tras año, ¿qué nos dice esto acerca de los objetivos y agenda de la ONU? ¿Qué tiene Canadá que la ONU considera especialmente alabable y, por consiguiente, es el modelo a emular por otros regímenes?

¿Podrían ser los altos impuestos, el poder centralizado, la redistribución de riqueza entre regiones y la ingeniería social?

Para entender Canadá, debemos darnos cuenta de que la autoproclamada élite (un eje de periodistas, políticos de todos los partidos y academia) ve a Canadá como una conciencia moral para el mundo precisamente debido a su estatismo. Y lo proclaman moralmente superior a prácticamente cualquier país, pero especialmente a Estados Unidos.

El antiamericanismo es en sí mismo una religión entre los nacionalistas en el eje de los medios, el gobierno y los partidos. Es muy popular el mito de que EEUU es una prosperidad de libre mercado con vaqueros armados y empresarios ladrones en cada árbol. Y cualquier sugerencia de que el mercado libre es más justo y eficiente que el estado de bienestar se desdeña como la temida “americanización” de Canadá.

Pero no fue siempre así. Canadá fue llamada en un tiempo la “Suiza del Norte”. Por ejemplo, el 1968, Canadá era la segunda entre las economías del G7. Solo detrás de Estados Unidos, en renta per cápita. Ahora Canadá es la 18ª entre los 27 miembros de la OCDE (detrás de Italia e incluso Irlanda, un país con una población del diez por ciento de Canadá).

Entre entonces y ahora llegaron varios planes socialdemócratas: gasto en déficit, episodios de nacionalización industrial, intentos de controlar los precios del consumo, regulación estatal de la inversión extranjera y planes de desarrollo regional y pagos de transferencias de las provincias más ricas a las más pobres. Treinta años de estado del bienestar no han “autosuficientes” a estas provincias.

Junto con todo esto llegó la CBC, la red pública de noticias, da voz fielmente al bando nacionalista y afirma proporcionar la “visión canadiense” de las noticias (anticapitalista, antiestadounidense, pro-ONU, pro-gran gobierno) y un presupuesto anual de 5.000 millones de dólares canadienses para pagar a diversas tribus indias (llamadas aborígenes y primeras naciones), que constituyen menos de 500.000 personas, para que permanezcan en sus reservas. No es sorprendente que cualquier crítica a esto sea calificada inmediatamente como racismo.

Canadá parece ser un imán para planes estatistas extravagantes, como la resolución parlamentaria para acabar con la pobreza infantil para el año 2000. Cuando esta “ley” no se cumplió el año pasado, se proclamó solemnemente que la pobreza infantil había aumentado del 15,3% al 19,8%, pero extrañamente la metodología estadística nunca se cuestiona. Y por supuesto este plan llegó a peticiones del gobierno para gastar 3.000 millones de dólares en cinco años de programas sociales.

Aparentemente, no hay programas sociales que fracasen en Canadá: solo están infradotados.

Otros planes notables incluyen:

  • Una propuesta serie a principios de la década de los 90 de convertir a Canadá en un bote salvavidas de refugiadas para mujeres maltratadas de todo el mundo (que murió aparentemente por vergüenza).
  • El intento del actual partido en el poder de instituir un plan de atención infantil universal financiado por impuestos, aparcado debido a la crisis del déficit hace varios años (aproximadamente al mismo tiempo el Wall Street Journal calificaba a Canadá como miembro honorario del tercer mundo).
  • Una propuesta realizada poco después de las últimas elecciones de diciembre para una renta mínima garantizada.
  • A alcaldes de todo el mundo se les ofreció viajes gratuitos a Montreal para ayudar a la Organización Mundial de la Salud a perseguir a los fumadores.
  • Recientemente, el gobierno federal admitía haber “perdido”, por contabilidad burocrática, 1.000 millones de dólares en sus “programas de empleo”.

Tal vez por lo que la ONU ame tanto a Canadá sea porque los dos se parecen en su apoyo a todo asunto de izquierdas que aparezca, pero también tal vez porque la ONU es una declarada opositora del libre mercado y el estatismo parece seguro en Canadá en el futuro predecible.

Pero tal vez la ONU realmente admire el sistema político tercermundista de Canadá. Aunque el Primer Ministro sea simplemente el líder del partido con más escaños en el Parlamento, entre los poderes de su cargo está el nombramiento por delegación ministerial del representante del jefe del estado canadiense (el monarca británico), llamado el Gobernador General, el nombramiento de todos los jueces del Tribunal Supremo, así como de todos los miembros del Senado (algunos senadores notables incluyen un dentista del Primer Ministro y uno de los camaradas golfistas de actual primer ministro), así como la discreción total sobre cuándo se convocan las elecciones dentro de los 5 años de mandato de cada parlamento. También  merece la pena mencionar que el Parlamento tiene la capacidad legal de suspender todos los derechos civiles con la Ley de Poderes de Guerra.

Estos son los instrumentos del clientelismo partidista que engrasan el sistema para todo partido en el poder. Tal vez la ONU admire a Canadá porque ambos se parecen en nepotismo, clientelismo, laberintos burocráticos y arreglos entre bambalinas.

O tal vez la ONU admire su sistema económico, en el que la determinación de la élite política de quiénes son los “ricos” empieza con una renta anual de 66.000 dólares canadienses, en el que el tipo impositivo para la clase media se aproxima a casi el 50% de la renta propia o tal vez que los medios de comunicación y otros creadores de consensos políticos desdeñen las sugerencias de que la libertad económica en tan derecho como el de expresión y religión.

O tal vez la ONU admire el régimen social, en el que un sistema real de funciones de policía del pensamiento (por supuesto, solo en una dirección política), donde “Comisiones de Derechos Humanos” controlan las expresiones contra minorías privilegiadas en casos que implican afirmaciones políticamente incorrectas y la legislación de los delitos de odio hace furor y se imponen cuotas para francófonos y otras minorías.

Sin duda la ONU se cree moralmente superior y la conciencia del mundo y, en Canadá, tal vez tengamos la visión de la ONU de lo que pueden lograr todos sus proyectos estatistas y burocracia. Tal vez Canadá sea el modelo de nación de la ONU: el refugio de los pobres, los oprimidos y el protector de las minorías.

Podría ser que Canadá se esté usando como propaganda de la ONU, ya que casi todo el mundo ya ve a los canadienses como un pueblo agradable, amistoso y “compasivo”, lo que es sin duda la imagen que la ONU (y todos los estatistas, por cierto) desea para ella misma.

En Canadá, la ONU indudablemente ve la fantasía de la sociedad compasiva, en la que los “pobres” y “desfavorecidos” pueden encontrar “dignidad”, donde las minorías pueden encontrar “justica” con sus cueles “opresores”, donde las mujeres pueden encontrar liberación a través del estado y donde los niños están protegidos frente a la violencia de los varones blancos.

Pero aparentemente lo que realmente valora la ONU es un historial imperturbable de centralización, clientelismo, corrupción, compinches, ingeniería social, mala gestión, inflación, regulación, redistribución regional de la riqueza y toda otra manifestación de socialdemocracia.

Por desgracia, los canadienses están contentos y continúan mirando con suficiencia de arriba abajo a los estadounidenses, participando en el pasatiempo nacional de odiar el “americanismo”, contentos de continuar presumiendo de tener atención sanitaria universal mientras ese mismo sistema se está convirtiendo en el equivalente virtual de la pena de muerte y contentos de sufrir cueles niveles de impuestos y un nivel de vida en constante decadencia.


Publicado originalmente el 13 de febrero de 2001. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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