Quitar los negocios de las escuelas de negocio

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Activistas con la misma agenda que los manifestantes antiglobalización y ecoterroristas han puesto sus ojos sobre la escuelas de negocios de la nación. Según un informe del 30 de octubre [de 2001] en el Wall Street Journal (Alsop, Ronald. “Corporations Still Put Profits First, But Social Concerns Gain Ground”. The Wall Street Journal 30 Oct. 2001: B12), el World Resources Institute (WRI) y el Aspen Institute están presionando a las escuelas de negocios para que integren preocupaciones sociales y medioambientales en sus programas (ver Beyond Grey Pistripes 2001).  No contenta con dominar la mayoría de los departamentos universitarios financiados federalmente, la izquierda socialista ahora ha puesto la vista en uno de los pocos grados avanzados que siguen preparando a la gente para tener éxito en los negocios, el MBA.

Estos grupos de cabildeo, que obtienen ellos mismos porciones enormes de subvenciones públicas, empiezan presuponiendo que los negocios son socialmente irresponsables. Han creado su propia empresa de trabajo en casa criticando duramente a las grandes empresas. Aunque ningún consumidor les pague por su ataque a los negocios, reciben un montón de cobertura favorable de la prensa. El gobierno y algunas fundaciones creadores de concesiones ideológicas son los principales financiadores de esta actividad agresiva antiempresarial.

El movimiento antiglobalización es conocido por escandalizarse públicamente por la llamada “mano de obra clandestina”, en la que las grandes empresas proporcionan empleos a los más pobres de la sociedad y en todo el mundo. También tienen una reputación por atacar cualquier sector productivo como una amenaza para el medio ambiente y la supervivencia del planeta.

Mientras que algunos miembros de este movimiento son manifestantes callejeros que rompen ventanas de empresas conocidas, el  World Resources Institute prefiere hacer daño divulgando propaganda antiempresas llena de odio, pensada para mayores restricciones públicas al comercio mundial Su fundador, Maurice Strong, lanzó el tratado del calentamiento global de la ONU como presidente de la Cumbre de la Tierra de 1992. Otro alumno del WRO, el expresidente Gus Speth, fue nombrado por el presidente Clinton como jefe del Programa Medioambiental de la ONU.

La última tachuela del WRI implica atacar los negocios desde dentro convenciendo a los directivos corporativos de su propia “irresponsabilidad social”. Al hacerlo, el instituto ataca a los directivos corporativos que temen la mala prensa que el WRI está especializado en crear. También usa tácticas de negociación pensadas para ordeñar a los directivos corporativos que están acostumbrados a llegar a acuerdos constructivos con sus competidores y adversarios.

Así, los fabricantes de productos cruciales de la economía (notablemente coches, productos químicos, productos forestales, energía, alimentos y biotecnología) están a la defensiva y se les ha hecho creer que obtienen beneficios a costa de la sociedad y del medio ambiente. Organizaciones como el WRI diseminan teorías conspirativas anticientíficas, como la idea de que las innovaciones en la soja de Monsanto quedarán fuera de control, haciendo que la gente enferme y matando a todas las mariposas. Cuando no está realizando predicciones histéricas sobre los peligros de la ciencia y la tecnología, está predicando una filosofía económica absurda que proviene directamente del manifiesto escrito por Theodore Kaczynski, el famoso Unabomber.

Aun así, periódicos como el Wall Street Journal tratan al WRI como si fuera una fuente fiable sobre asuntos de negocios y empleo. Según una encuesta de opinión patrocinada por el WRI, reporta el WSJ, el 77% de los reclutadores corporativos quieren que sus empleados tengan “concia social y ecológica”. Naturalmente, la conclusión a la que llegarán los lectores es que los nuevos MBA tendrían que pasar por entrevistas de trabajo y jurar fidelidad a Al Gore y Greenpeace.  Como la mayoría de las afirmaciones de chalados de la WRI, esta resulta falsa cuando de prueba en el mundo real.

Por desgracia, muchas de las principales escuelas de negocios del país están cayendo en este sinsentido. Los programas MBA en Harvard y Michigan se consideran “los más avanzados” en términos de enseñar conciencia de impacto social, según el WRI. Los programas de Wharton, Stanford y UCLA también muestran “actividad importante” en incorporar el programa anticapitalista. Si creemos esas afirmaciones, estas escuelas se están convirtiendo en más adeptas a enseñar a sus alumnos cómo desperdiciar dinero.

Cal-Berkeley realizó recientemente una competición de capital de inversión que se otorgó el mayor premio a un plan absurdo para generar electricidad con las corrientes oceánicas. Si alguien puede ganar dinero con esto, estupendo. Pero enseñar a los alumnos a asumir riesgo de negocio sobre bases no económicas o ideológicas no es solo una estupidez: es socialmente irresponsable.

Curiosamente, incluso cuando el WRI proclama su propio éxito en conquistar el territorio de las escuelas de negocios, se queja de la ideología de izquierdas es solo una parte “marginal” de los programas habituales de estas escuelas. Quizá les moleste que asignaturas como emprendimiento, finanzas y contabilidad sigan predominando en estas escuelas. Estas habilidades empresariales del mundo real han permitido a los capitalistas generar electricidad barata gracias a los odiados combustibles fósiles.

Además, solo una pequeña mayoría de los estudiantes de MBA eligen tomar cursos sobre asignaturas como “gestión medioambiental”. Cuando los reclutadores de empresas de biotecnología, fabricantes de todoterrenos y quemadores de combustibles fósiles aparecen en la universidad, se ven acosados por estudiantes en busca de empleo. Casi nadie que se inscriba en una escuela de negocios quiere los trabajos considerados por el WRI como “socialmente responsables”, como trabajar para la ONU o recabar fondos para uno de los grupos de la vanguardia de Ralph Nader.

La mayoría de los aspirantes a gestores de negocio (el tipo de gente dispuesta a gastar más de 50.000$) para conseguir un MBA) entiende intuitivamente que los negocios y la industria mejoran la vida de la gente. Sin embargo, las escuelas de negocio harían bien en divulgar este mensaje explícitamente. En EEUU, donde se ha permitido a la industria florecer como en ningún otro lugar en el mundo, las condiciones sociales son superiores. En términos de prosperidad, empleo, salud pública y calidad medioambiental, la industrialización ha sido un enorme plus para la sociedad. En los mercados emergentes, los niveles de vida aumentan enormemente con el nivel de interacción con la economía mundial. Las grandes empresas han facilitado la mejora de la sociedad por sí mismas, sin la incitación de propagandistas financiados por el gobierno.

La economía explica sencillamente por qué los negocios son normalmente responsables socialmente. En un sistema de mercado, los empresarios que mejoran la sociedad tienden también a estar recompensados con el éxito económico por los consumidores. Otras empresas buscan imitar ese éxito compitiendo con empresas inicialmente exitosas. La competencia lleva al ahorro de costes y a una mayor eficiencia, al tratar cada empresa de incluir más características que mejoren la calidad de vida en los bienes y servicios que producen. Las empresas maximizadoras del beneficio deben crear valor y riqueza para proveer retornos decentes a sus propietarios y accionistas. La responsabilidad es la que en definitiva produce responsabilidad social.

En lugar de incorporar al programa a quienes difamarían a la libre empresa, las escuelas de negocios deberían hacer más por educar a los directivos del mañana acerca de las múltiples formas en que los negocios mejoran el progreso social. Además de vender productos a los consumidores, los directivos deben ser capaces de defenderse contra ataques de los agresores de los negocios profesionales. Deben ser capaces de explicar a los desinformados medios de información cómo el capitalismo ha hecho de este mundo un lugar mejor.


Publicado originalmente el 14 de noviembre de 2001. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.