Tecnología y gobierno no deberían mezclarse

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Robots and GunsVivimos en un tiempo no comparable con ninguno en la historia humana. Nuestro conocimiento científico y capacidad tecnológicas están evolucionando rápidamente, afectando a casi cualquier aspecto de la vida humana. Abundan los ejemplos, desde los smartphones y la robótica a las prótesis controladas por la mente, a la energía sin cables e incluso los campos de fuerza. Muchas otras cosas que sonaban a ciencia ficción hace unos pocos años hoy ni siquiera merecen una mención al haberse hecho tan comunes.

En el siglo XIX, la Revolución Industrial marcó el inicio del proceso que vemos en marcha, cuando un capitalismo de libre mercado (en su mayor parte) desató la imaginación productiva de la sociedad. La clave fue que permitía a las personas cosechar los frutos de su trabajo, proporcionando incentivos a trabajadores y empresarios al permitirles acumular capital. La acumulación de capital es el requisito previo para una sociedad próspera, sin el cual no puede haber inversión sostenible ni crecimiento económico.

La tecnología de propiedad privada no es un problema

Aun así, muchos empiezan a preocuparse de que nuestra tecnología pueda pronto volverse en nuestra contra y traer realmente nuestra desaparición. En famoso físico Stephen Hawking especulaba este mismo año con que los robots acabarían tomando el mundo, pero desde entonces ha revisado su postura, sugiriendo ahora que la tecnología capitalista es una mayor amenaza y que producirá una desigualdad y pobreza insostenibles al desplazar al trabajo humano las técnicas de producción automática. Esos temores muestran una ignorancia de la historia y la ciencia económica.

Primero, los economistas han señalado durante siglos que el trabajo y la tierra (es decir, los recursos naturales) como factores permanentes de producción, siendo los bienes de capital (en este caso, las máquinas) producidos en último término por ellos. Como explica Murray Rothbard en el Capítulo 9 de El hombre, la economía y el estado, siempre ha habido escasez de trabajo, lo que significa que las máquinas ni hacen obsoleto el trabajo, sino que son más bien dispositivos que ahorran trabajo y hacen a los bienes mucho más baratos para los consumidores, permiten que todos tengan más tiempo libre y sencillamente redirigen el trabajo a otros fines. Siempre se requiere trabajo humano de algún tipo para todos los procesos productivos (como el mantenimiento de las máquinas), por lo que es inconcebible que todos los sectores puedan automatizarse, por no mencionar los nuevos sectores que aparezcan al liberarse el trabajo de sus previas áreas de empleo. (Para una demolición completa de este argumento, ver aquí).

Segundo, la escalofriante ironía de la tecnología moderna no es la amenaza de la toma del poder por la inteligencia artificial, en la que nuestras creaciones se vuelven contra nosotros en un escenario apocalíptico (aunque sea imposible descartar esto completamente). Más apropiado es que a pesar de que la tecnología está mejorando drásticamente la calidad de vida para gentes de todos los lugares, la capacidad de infligir muerta, daño y destrucción tampoco tiene precedentes y estas tecnologías están siendo empleadas prácticamente en su totalidad por los estados.

La propiedad estatal de tecnología es un problema

Los gobiernos coactivos, mientras han existido, han abusado de los derechos individuales y la integridad de los seres humanos en todas partes, desde los dispositivos de tortura en la Europa medieval a los cañones de la Guerra de Secesión. Sin embargo, el estado, en su proclividad a infligir violencia sobre la humanidad siempre se ha limitado por la tecnología disponible para él, ya fuera el hacha, la espada o la maza en tiempos antiguos.

Mientras que la sociedad productiva ha avanzado en su capacidad para satisfacer necesidades y deseos humanos, los regímenes del momento han usado nuevas tecnologías para expandir los arsenales de armamento. El siglo XX se recordará por dos razones: por su increíble aumento en la riqueza y la prosperidad por un lado, pero también por sus terribles guerras. De hecho, murió más gente por los gobiernos estatales en el siglo XX que los diecinueve anteriores combinados.

Hoy en el siglo XXI, el mundo está envuelto en guerras y desastres creados por el Estado, mientras que las glorias de la economía de mercado nos rodean dondequiera que vamos. Las sociedades de mercado no enaltecen, mientras que los estados no echan abajo.

A pesar de unos pocos sádicos entre nosotros, no cabe duda de que la abrumadora mayoría de la gente prefiere la paz y la prosperidad y usar la tecnología como un medio hacia estos ideales. Por otro lado, hay que seguir repitiendo que el principal culpable de dirigir la tecnología hacia fines funestos es el Estado.

Así que tal vez la pregunta más profunda de nuestros tiempos sea, adelantándonos, ¿cómo usaremos nuestra tecnología cada vez más poderosa: como una fuerza de progreso en beneficio de la humanidad, que alivie nuestros males, extienda nuestras vidas y aumente nuestras comodidades mundanas más allá de nuestros sueños, o como una fuerza retrógrada que actúe en nuestro perjuicio infligiendo dolor y sufrimiento y muerte para gente en todas partes?


Publicado originalmente el 17 de diciembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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