Alabanza de la ingeniería (genética)

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La CNN y otros medios de comunicación están reportando que los huevos, entre otros alimentos naturales, pueden ahora manipularse genéticamente para eliminar todos sus atributos dañinos, pero también que las encuestas muestran que la mayoría de la gente afirma que no tocaría un alimento alterado genéticamente.

¿Es la idea de la ingeniería genética demasiado absurda como para contemplarse? ¿Estaríamos comiendo cosas que no crezcan “naturalmente” sino que serían el producto de una manipulación elaborada y compleja química, biológica y similares? A la mayoría de nosotros nos asustan nuestras videograbadoras, no digamos comida que sea la creación de investigadores con batas blancas en entornos totalmente artificiales.

La verdad es que hemos estado disfrutando de la ingeniería desde que el primer humano puso la primera piel como ropa y calzado. Lavarte los dientes es artificial, como llevar un vestido o pantalones cortos, no digamos dentaduras postizas y maquillaje. Los remedios para el dolor de cabeza son todos productos de ingeniería. Mirad solo a vuestro alrededor y no podéis confundiros: hemos vivido mucho tiempo y cada vez mejor porque mentes humanas han manipulado los recursos de la naturaleza para alcanzar algunos objetivos de otra forma inobtenibles, como luchar contra el cáncer y otras enfermedades dañinas.

Es verdad que hay peligros en todo esto, pero considerad cuánto ha mejorado la longevidad en el último siglo. De hecho es un elemento definitorio de la vida humana que tenemos que crear las mejoras formas para sobrevivir y florecer. Solos, nos faltan los instintos que nos guíen a una vida de éxito. Otros animales los tienen mucho mejores. “Saben” cuándo volar al sur para pasar el invierno y cómo nadar o alimentar a sus crías.

Los seres humanos deben aprender todo lo que necesitan, salvo tal vez mamar en las primeras semanas de sus vidas. Y y la manera en que esto resulta evidente para cualquiera es sencillamente reflexionando sobre cómo a muchos no llegamos a aprender mucho de lo que hace que una vida tenga éxito.

En otras palabras, los seres humanos son libres de fracasar o triunfar y la diferencia reside en si usan sus mentes inventiva y creativamente, para aprovechar la naturaleza. No importan los desvaríos de Jeremy Rifkin y otros luditas: ellos también sobreviven debido a los esfuerzos creativos e innovadores de siglos de humanidad, aunque hablen mal de dichos esfuerzos en cada foro en el que puedan estar.

En realidad, para ser completamente sincero, no veo nada ofensivo en clonar, ni siquiera en clonar seres humanos. ¿Por qué? No es más jugar a Dios que realizar una transfusión de sangre o, en ese sentido, que beber leche pasterizada o llevar sombrero. Lo que no equivale a decir que nada pueda ir mal con esas innovaciones y con la ingeniería más reciente. Pero las cosas también pueden ir muy muy mal sin nada de esto.

Tratad de vivir en un árbol, naturalmente: podríais caeros y romperos la cabeza, naturalmente. O pisar hormigueros de hormigas rojas o andar entre enjambres de abejas. Ahogarse es otro ejemplo de enfrentarte naturalmente a tu extinción. Todo lo que necesitas es usar tu propia imaginación y recuerdos para pensar en millones de otros ejemplos en los que ningún artefacto participa en llevarte al desastre. Me vienen a la cabeza los terremotos, que, por cierto, no se combaten naturalmente sino mediante construcción diseñada con alta tecnología.

Dejadme que añada otra idea chocante. Muchas de las quejas constantes acerca de cómo los seres humanos están arruinando la naturaleza se predican sobre la idea de que lo que producen los seres humanos no es parte de la naturaleza. Bueno, no es parte de la naturaleza sin vida humana en ella. Un vez llegamos, la rueda, el fogón, el secador de pelo y, sí, las urbanizaciones, todo se convirtió en parte de la naturaleza. En todo esto podemos actuar o bien o mal y somos responsables de descubrir la diferencia. Pero el rechazo completo de la “interferencia” humana en la naturaleza es ridículo, aunque se le dé mucho pábulo en los medios de comunicación.


Publicado originalmente el 7 de octubre de 1999. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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