Me río por dentro cada vez que llego a la pequeña tienda de granjero para llevarme mi parte semanal del programa de Agricultura Apoyada por la Comunidad (CSA, por sus siglas en inglés). Veo una divertida ironía en las pegatinas de los coches proclamando la conciencia social y orientación izquierdista de mis compañeros de la CSA. Me sonrío cuando veo la variedad de bolsas de compra reutilizables, cada una proclamando algún mensaje acerca de cómo están ahorrando al planeta “una bolsa cada vez”.
Mientras lleno las bolsas de plástico (supuestamente no reutilizable) que me he conseguido, apenas puedo esconder mi diversión. Estoy participando en una empresa que es la esencia del capitalismo puro mientras estoy rodeado por quienes la misma palabra “capitalismo” es una de las mayores obscenidades. Es intercambio voluntario, es una relación en la que todos sienten haber ganado. ¿No es esa la esencia del libre mercado?
Para unirse a un programa de Agricultura Apoyada por la Comunidad, compras una participación de la producción de la granja cada estación, lo que te da derecho a un cajón semanal de verduras y frutas cultivadas localmente. En cierto sentido, los miembros no están comprando productos en sí, sino los derechos a una cierta proporción de productos si se producen con éxito. Es más similar a comprar derechos sobre minerales o invertir en bolsa por los dividendos.
La mayoría de los CSA se dedican a cultivar sin un montón de pesticidas y fertilizantes químicos, lo que hace a los CSA extremadamente populares entre los ecologistas y otra gente de izquierdas. Piensan que están batallando contra el capitalismo y la avaricia corporativa; yo digo que es un ejemplo puro y bello de un intercambio de mercado. Están actuando como capitalistas, aunque no lo sepan. Por citar una de mis frases favoritas de Bourbon for Breakfast: “El capitalismo es tan malditamente bueno en lo que hace que puede incluso engatusar a socialistas atolondrados para que aflojen pasta por sus productos: eso es maravilloso” (p. 60).
La evidencia de esto se encuentra en los detalles del intercambio. Yo pago 275$ por estación por una “participación media”. Lo que es más que suficiente para mi familia de cuatro. La temporada dura aproximadamente 15 semanas, pero puede ser más corta o larga dependiendo del tiempo. Esto significa que pago 18$ a la semana por más de diez libras [unos 4,5 kilos] en productos, una media de unos 2$ por libra [4$ por kilo]. Si vas y usas la tienda, descubrirás que los productos frescos generalmente cuestan más que esto (y los “orgánicos” son significativamente más caros) mientras que la calidad y sabor son completamente inferiores.
La grana obtiene una infusión de capital al principio de la temporada de cultivo cuando más lo necesita, un mercado asegurado para una proporción de sus bienes y una oportunidad de publicitar y vender otras cosas no incluidas en la CSA, como leche y carne. Además, y tal vez lo más importante, en caso de que se pierda el cultivo, el riesgo se comparte entre el granjero y el consumidor. Si han tenido un mal año con algún cultivo concreto, recibes menos; si tienen un cultivo mayor, se te da más de lo que probablemente puedas usar. Hace unas pocas temporadas, teníamos treo cuatro cuartos de fresas por semana [un cuarto equivale a casi 1 kilo], más de lo que podíamos consumir, incluso con mi hija comiendo medio cuarto en el camino de vuelta desde la tienda del granjero.
El consumidor recibe productos con mejor sabor a un precio inferior del que obtendría en otro lugar. Además, para quienes les preocupen esas cosas, está comprando más que verduras: están comprando el aire de superioridad y la reputación ecologista que produce rehuir la tienda de la gran superficie y participar en algo que creen que está a un paso de ser una comuna hippie. El que la realidad no apoye esa conclusión no importa; si se nos impulsa a actuar, aunque sea basándonos en alguna idea imaginaria, seguimos actuando de acuerdo con los principios del mercado. Es un ejemplo de la idea misesiana de que toda acción humana es un esfuerzo por eliminar alguna incomodidad acerca de cómo son las cosas.
En lugar de golpear a los males del libre mercado, los miembros de ls CSA ejemplifican el intercambio voluntario en su forma más pura. Tanto el granjero como yo “batimos al mercado” en esta transacción, en buena parte a causa de la naturaleza directa de la compraventa. Yo salgo del intercambio habiendo comprado productos a un precio inferior al aceptar un pequeño riesgo, mientras que el granjero, al eliminar al mayorista, se va habiendo vendido todo el fruto de su trabajo a un precio mayor.
Además compro la satisfacción de saber que los “socialistas atolondrados” que cargan y comparan sus bolsas de compra reutilizables son participantes inconscientes en una economía de mercado que afirman rechazar. Para mí, solo esta satisfacción ya casi merece el pago de la membresía. Las verduras son solo un extra.
Publicado originalmente el 7 de abril de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.