La Fed: El talón de Aquiles de la Escuela de Chicago

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En un post reciente, “El triunfo de los economistas austriacos”, David Frum lamenta el abandono de la respetable Escuela de Chicago como los economistas preferidos por la derecha política. Frum no ve que los republicanos conservadores se justifican en cambiar su confianza a los economistas austriacos, porque los monetaristas del lado de la oferta tienen un ostensible punto ciego cuando se refieren a la Reserva Federal.

Frum está desconcertado

Frum está consternado ante el resucitado interés por el análisis y las recomendaciones políticas austriacas:

Un tema subordinado de los críticos de la encuesta de la Fed de Noah Green es el triunfo de la economía austriaca sobre la de Chicago dentro de la derecha política actual.

Hace treinta años, los economistas de centro derecha no aceptaban que las recesiones fueran necesarias ni fueran de hecho respuestas saludables a las burbujas especulativas. Aún fruncen el ceño al recordar a los funcionarios de la época de Hoover que dieron la bienvenida a la Gran Depresión como medio para “purgar lo podrido” del sistema del mercado.

Hace treinta años, los economistas de centro derecha no celebraban los altos tipos de interés como una salvaguarda de la moneda. Hace treinta años, medían la inflación por la capacidad del dólar de comprar bienes y servicios, no por su valor relativo con el oro o cualquier otro material.

Incluso hoy, probablemente la mayoría de los economistas empresariales (¡la mayoría de los economistas republicanos!) rechacen esas ideas. Advierto que la carta e21 criticando a la Fed no estaba firmada por dos ilustres economistas académicos de centro derecha, Greg Mankiw y Robert Barro. Advierto que no estaba firmada por los dos principales consejeros económicos del Presidente George W. Bush, Glenn Hubbard y Larry Lindsey.

En primer lugar, Frum parece haber olvidado que, después de varios años de control republicano tanto del Congreso como de la Casa Blanca, estamos en medio de la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Por lo que yo sé, el presidente ignoro su consejo, pero el rechazo de los consejeros económicos del Presidente George W. Bush a firmar una carta difícilmente me hace sospechar de la sensatez de dicha carta.

Antes de ocuparme del principal asunto de este artículo (es decir, la superioridad de la Escuela Austriaca respecto de la de Chicago en lo que se refiere al insidioso papel de la Fed), quiero corregir dos errores históricos en el condescendiente post de Frum:

La mención de Frum acerca de los “funcionarios de la época de Hoover” que querían “purgar lo podrido del sistema” es una referencia a Andrew Mellon, secretario del Tesoro de Herbert Hoover. En las memorias de Hoover, éste describe las discusiones en la Casa Blanca tras el descalabro de la bolsa en octubre de 1929. Hoover explica en sus memorias que Mellon sí defendía una política de liquidacionismo, en la que el gobierno federal no se movería y permitiría que el mercado siguiera su curso natural.

Este es el punto en el que los keynesianos modernos (una categoría que incluye al propio David Frum, quiera o no utilizar esta etiqueta) dejan de citar la memorias de Hoover. “¡Ajá!” dicen,  “Hoover se sentó y no hizo nada y por eso el crash de 1929 se convirtió en la Gran Depresión. ¡Rápido, gastemos mas dinero tomado prestado!”

Por desgracia para los keynesianos, si leyeran justo la siguiente página de las memorias de Hoover, éste explica que rechazó el consejo de Mellon. Aunque gente como Paul Krugman, Brad DeLong y, sí, David Frum continúen insistiendo en otra cosa, Herbert Hoover fue un hombre del gran gobierno que instituyó un New Deal light.

Por cierto que por eso el crash financiero que ocurrió a su vista se extendió a la Gran Depresión. Si Hoover hibera sido realmente el ideólogo del laissez afire retratado por sus críticos (si Hoover realmente no hubiera hecho gran cosa, igual que hicieron sus predecesores cuando afrontaron sus propios pánicos financieros), entonces los estadounidenses modernos no sabrían nada de él. ¿Cuántos estadounidenses pueden identificar con seguridad a los presidentes durante el Pánico de 1819 o el Pánico de 1907? Sin embargo todos “saben” que Herbert Hoover causó la Gran Depresión porque creía en el capitalismo puro.

Aparte de perpetuar el mito de un Hoover liquidacionista, Frum también parece ignorar cómo la Fed de Volcker acabó con la estanflación de la era Carter e hizo llegar la “Gran Moderación”. En concreto, Paul Volcker restauró la fe en el dólar de EEUU aumentando los tipos de interés y estabilizando los precios de las materias primas (como explicaba en su momento en el Wall Street Journal Arthur Laffer, cuya buena fe de la Escuela de Chicago supuestamente puede respetar Frum).

El talón de Aquiles de la Escuela de Chicago

La gente me pregunta a menudo por qué me califico de economista austriaco, frente a un más genérico “economista del libre mercado”. Después de todo, ¿cuál es la gran diferencia entre el austriaco medio y el monetarista del lado de la oferta medio?

Más allá de las diferencias metodológicas, en la práctica, la Escuela de Chicago tiene un gran defecto: su falta de una teoría del capital. En concreto, muchos seguidores de Milton Friedman piensan que la Fed está “haciendo su trabajo”, mientras el IPC no aumente demasiado aprisa.

Ludwig von Mises y Friedrich Hayek apuntaron hace mucho tiempo que esta “regla de estabilización de los precios” de consumo llevaría a un desastre. De hecho, Murray Rothbard señalaba que la burbuja bursátil de finales de la década de 1920 (alimentada por las políticas de la Fed) no coincidió con una enorme inflación de precios del consumo.

Vimos un patrón similar en nuestros tiempos, durante los años de la burbuja inmobiliaria. Muchos eminentes economistas de la Escuela de Chicago pensaban que todo iba bien. Después de todo, la administración Bush había recortado (modestamente) los impuestos y aunque había aumentado demasiado el gasto, eso difícilmente sembraría las semillas de una minidepresión. También era cierto que Fannie Mae, Freddy Mac y otros incentivos públicos animaban a los bancos a dar préstamos arriesgados, pero no recuerdo a ningún economista de la Escuela de Chicago diciendo antes del crash que esto devastaría la economía.

Por el contrario, hubo muchos académicos e inversores que confiaron en la teoría austriaca del ciclo económico para diagnosticar la burbuja inmobiliaria. Entendieron bastante correctamente que la decisión de la Fed de Greenspan de impulsar a la baja los tipos de interés a niveles increíblemente bajos distorsionaría la estructura de capital de la economía (cuya regulación, después de todo, es para lo que vale el tipo de interés del mercado, en la visión austriaca). Los tipos de interés artificialmente bajos podían generar un auge de euforia, pero inevitablemente darían lugar a un declive.

Paul Krugman tiene razón cuando dice que a muchos de los críticos actuales de las políticas keynesianas les pilló completamente por sorpresa el crash inmobiliarios. Por el contrario, algunos economistas intervencionistas (como Nouriel Roubini) hicieron declaraciones sorprendentemente precisas de lo frágil que era la economía.

Conclusión

Los republicanos conservadores se han asociado tradicionalmente con la Escuela de Chicago. Pero si la única alternativa es entre esa aproximación (especialmente en su forma más extrema de las expectativas racionales) y la visión del mundo de un Roubini o un Krugman, los conservadores serán incapaces de explicar los grandes crashes, lo que es una seria debilidad.

Ninguna escuela de pensamiento económico es perfecta: yo personalmente ha aprendido más del comercio internacional en la obra de Arthur Laffer que de los austriacos. Pero en lo que se refiere a explicar el ciclo de auge y declive (y reconocer los peligros de las acciones de Bernanke) prefiero a los austriacos.


Publicado originalmente el 13 de diciembre de 2010. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.