Murray Rothbard una vez escribió que incluso el dictador más brutal basa al final su poder en las opiniones de la mayoría de la población que está bajo su mando. Después de todo, incluso dictadores con grandes ejércitos, tienden a ser muy superados numéricamente por las poblaciones que dirigen, y una revolución siempre está en la mente de un dictador. En primer lugar, es así como probablemente ganó el poder – se supone que el dictador previo fue, bueno, demasiado dictatorial y que creó las condiciones para su propio derrocamiento.
Regimenes democráticos también basan su legitimidad en su habilidad de mantener que su gobierno representa “la voluntad de la gente”. Ellos nos dicen que creen en la democracia con toda la fuerza de su voluntad, tanto así que generaciones de políticos americanos han creído que era legitimo hacer guerra contra otras naciones y matar a miles de sus ciudadanos, para imponer la “democracia” sobre ellos. Los ejércitos de Lincoln mataron a algo así como 300,000 de sus conciudadanos y mutilaron de por vida a un número incluso mayor, supuestamente para que el “gobierno de la gente, por la gente, para la gente”, es decir, la democracia, no desapareciese de la tierra.
Eso, por supuesto, era puro cuento. Si el Sur se hubiese secesionado pacíficamente, la democracia aún hubiese existido en los Estados Unidos, los Estados Confederados de América, Canadá, Inglaterra, Francia, etc., etc. No obstante, ese fue un propósito oficial de la guerra y de numerosas otras guerras americanas. Woodrow Wilson metió a América en la primera Guerra Mundial para supuestamente “hacer que el mundo sea un lugar seguro para la democracia”. Nosotros estamos ahora supuestamente trayendo democracia a Irak a punta de bayoneta, con numerosos otros países del Medio Oriente en nuestra mira.
Pero América no fue fundada como democracia. Era una republica constitucional. Todo el propósito de la Constitución, James Madison escribió en el Federalista #10, fue controlar “la violencia de las facciones”, por lo cual él se refería a la democracia. Es por eso que, hasta que las “Enmiendas de la Guerra Civil” Lincolnianas fueron añadidas a la Constitución, cada parte de ella era algún tipo de prohibición a poderes o actividades gubernamentales. La democracia fue convertida en una “religión civil” por Lincoln y generaciones subsiguientes de seguidores de Lincoln, que han exitosamente derrocado a la republica constitucional de los padres fundadores.
Estas prohibiciones o limitaciones constitucionales son básicamente ignoradas hoy en día, por supuesto. La constitución no establece que el gobierno central se involucre en la educación, ni que decir de que envíe a un hombre – y a incontables millones o miles de millones de dólares – a Marte. Ya no hay ninguna limitación constitucional sobre el gobierno central. Los políticos de Washington se ríen y se burlan de los empleados de centros de pensamiento libertario, que ocasionalmente aparecen delante de sus comités para oponerse a uno u otro programa gubernamental con argumentos constitucionales. Se ríen y les dicen a éstos, “nosotros tenemos el poder de hacerlo y lo vamos a hacer”. Lo he visto con mis propios ojos en C-SPAN.
La Cirujana General del Presidente Clinton, Joyclyn Elders, llegó a aseverar que la constitución permitía un programa federal educativo de masturbación. Incluso Bill Clinton pensó que esto iba demasiado lejos y despidió a la buena doctora.
El Partido Republicano representa hoy un crecimiento explosivo del estado de bienestar y está gastando dinero en programas de esa naturaleza tan rápido como Lyndon Johnson lo hizo en su tiempo. Los Demócratas son igual de malos o peores.
En política externa, el Partido Republicano está dominado por Wilsonianos lunáticos que quieren involucrar a la fuerza militar estadounidense en una guerra global perpetua “para expandir la democracia”. Como en todos los emprendimientos imperialistas semejantes, esto eventualmente llevaría al país a la bancarrota y crearía innumerables enemigos cuyo máximo placer sería el de destruir a millones de nosotros con armas nucleares o veneno. Los Demócratas son igual de malos o peores.
Ambos partidos políticos están compitiendo para otorgar amnistía a todos los inmigrantes ilegales, como primer paso en el camino de permitir fronteras completamente abiertas. Combinar una política de fronteras abiertas con un estado de bienestar que crece explosivamente, invitará a todos los vagos del mundo a venir a América, con toda su familia extendida a cuestas, para “celebrar la democracia”, votándose a si mismos más y más de los dólares arduamente ganados por aquellos de nosotros que trabajamos para vivir en este país. Esto causaría que el estado de bienestar eventualmente se coma una enorme porción del Producto Interno Bruto, probablemente la mitad o más. Los pagadores de impuestos americanos serían nada mas que dóciles esclavos en la colonia de esclavos, Washington D.C.
Las escuelas gubernamentales hace tiempo que dejaron de enseñar cualquier cosa significativa acerca de los padres fundadores, sobre la Constitución y la filosofía de un gobierno limitado – mas allá de despreciarlas y degradarlas. En una democracia, no conviene al Estado educar a sus ciudadanos acerca de las virtudes de un gobierno limitado, y el nuestro no hace eso. Y ciertamente no hará jamás ningún intento de hacerlo con las hordas de nuevos inmigrantes que espera atraer (y de registrar para que voten). Creer en la Constitución es esencialmente una causa perdida.
Es por eso que no es patriota votar. Ser patriota en América significa ser devoto de la Constitución, si no de la filosofía de derechos naturales que motivó a gran parte de ella. Debido a que ninguno de los principales partidos políticos tiene ningún interés en hacer valer las limitaciones constitucionales del Estado, son todos ellos traidores a la Constitución (con una solitaria excepción, el Congresista Ron Paul).
Quienquiera que los apoye está también comportándose de una manera traidora. Es decir, quienquiera que vote por cualquiera de ellos. El voto solo permite a estos traidores a la Constitución proclamar que “la gente se ha manifestado” y “yo soy tu presidente”, o congresista, senador, gobernador, o lo que sea. Su legitimidad depende únicamente de su habilidad de poder proclamar eso.
Imaginate que entusiasmo patriótico recibirías si es que, en la próxima elección presidencial, un mero 10 por ciento del electorado, en lugar del acostumbrado 50 por ciento mas o menos, votase. El régimen inconstitucional en Washington sería deslegitimado. Lo positivo es que podría quizá ser posible que algunos políticos en Washington comprendan el mensaje y empiecen a comportarse más como George Washington o Thomas Jefferson que como un Tony Soprano o Vito Corleone (con disculpas a todos los distinguidos lectores itálico-americanos). Lo negativo es que ellos sigan comportándose como lo hacen ahora – con completo desprecio por la Constitución y por la población que ella debe beneficiar. Entonces se patriota: No votes.
Este artículo fue publicado originalmente en LewRockwell.com el 5 de febrero, 2004, traducido por John Leo Keenan.