Economistas a favor del estado niñera

1

Economists for the Nanny State Aunque Phishing for Phools se publicó hace solo unos pocos meses, ya ha atraído mucha atención debido a la eminencia de sus autores, ambos premios Nobel, pero se ha entendido mal. Los críticos lo han considerado otra popularización de la economía conductual. El libro sí hace uso de la economía conductual, pero su énfasis fundamental está en otra cosa. Es un ataque radical tanto contra el mercado libre como contra una parte clave de la teoría económica estándar.

El objetivo principal del libro s un conocido y poderoso argumento a favor del libre mercado. Akerlof y Shiller no rechazan completamente el argumento, pero limitan drásticamente su ámbito. El argumento en cuestión es que el libre mercado produce lo que demandan los consumidores: “La visión esencial de los economistas sigue los términos de los famosos carniceros, cerveceros y panaderos de [Adam] Smith; estos responden competitivamente a las demandas de los consumidores y deciden cuánto ofertar, basándose en lo que los consumidores están dispuestos a pagar. El sistema tiene un equilibrio insistente. Si la economía no está en dicho equilibrio, hay una oportunidad de beneficio. Si es así, deberíamos esperar que la gente lo aproveche”.

Los autores no rechazan totalmente este argumento: “No discutimos con los libros de texto acerca del valor de los mercados libres: El ojo de nuestra mente puede hacer un viaje a través de la frontera entre China y Corea del Norte y luego a través de la frontera con Corea del Sur”.

Sin embargo, no debemos “llevar nuestras alabanzas al mercado demasiado lejos”. La economía convencional ignora una tendencia a otro equilibrio, uno que es perjudicial para el bienestar de la gente. Es el “equilibro phishing”. La economía convencional “no ve que los mercados competitivos por su propia naturaleza extienden el engaño y las trampas, como consecuencia de los mismos motivos de beneficio que nos dan nuestra prosperidad. (…) Igual que el panadero y el carnicero y el cervecero estarán ahí si tenemos recursos para pagar por lo que les supone proveer el pan y la cerveza y la carne, igualmente los tramposos estarán aquí para hacer phishing a los tontos”. (Con “phishing” los autores no quieren decir estafas por correo electrónico para que revelemos información de tarjetas de crédito, el significado común del término. Más bien tienen en mente intento de engañar a los consumidores para comprar lo que en realidad no les interesa. Un “tonto” es alguien que, en su definición sufre un “phishing con éxito”.

En resumen, igual que hay competencia entre vendedores para satisfacer a los consumidores, también hay competencia para engañar y timar a estos. Akerlof y Shiller dicen que su descubrimiento de este “equilibro phishing” es su principal aportación a la economía conductual estándar. “La particularidad de la economía conductual (…) ha reforzado la idea de que las diferencias entre lo que la gente quiere realmente y lo que le gusta al mono que tienen sobre su hombro [gustos que realmente no son buenos para nosotros] no son la norma. (…) Pero pensar en general sobre el phishing en general (…) nos ha dado pie, por el contrario, a ver que hacer phishing a los tontos no es solo una molestia ocasional. Está por todas partes”.

Examinaremos enseguida la base endeble sobre la que nuestros autores cuestionan las decisiones de la gente. Sin embargo, aunque tuvieran razón en que las decisiones de mucha gente resultan del engaño, su afirmación de haber probado un “equilibro phishing” es una completa impostura.

¿Por qué? En el equilibrio competitivo estándar, no hay tendencia contraria que amenace perturbaciones. Mientras se continúe produciendo lo que demanda el consumidor, se tendrá éxito. No es así si se engaña o se hace “phishing” a la gente. Las afirmaciones que se hacen para el producto propio pueden verse contestadas en cualquier momento y entonces hay que afrontar la quiebra. Por ejemplo, si se dice que el nuevo método que formación en golf mejorará en veinte golpes el juego de la persona media y no lo hace, la gente puede dejar de comprarlo. Tal vez no, pero pueden y eso es todo lo que necesito para mi argumentación. Mientras exista una tendencia contraria, no hay prueba de equilibrio.

Extrañamente, Akerlof y Shiller son conscientes de que los planes de phishing pueden cambiar. Dedican todo un capítulo, “La resistencia y sus héroes” al tema. Agencias y revistas, como Consumer Reports, pueden calificar productos sobre el grado en que cumplen estándares. “Como hemos visto, cuando podemos medir las calidades de los bienes, servicios y activos que compramos, entonces, en su mayor parte, obtenemos lo que esperamos”. Además, incluso sin esas agencias, “los hombres de negocios honrados con buenos productos tienen tanto razones morales como económicas para hacer frente a los que hacen phishing. Y han desarrollado algunas maneras de hacerlo. (…) La confianza en las organizaciones de consumidores sobre las quejas de los consumidores parece tan evidente que se da por sentada. Pero proporciona una forma sorprendentemente sutil para que sus miembros actúen contra los malos competidores. (…) Otra protección contra el phishing proviene de las normas de las comunidades empresariales”.

¿Cuál es entonces el problema? Bueno, dicen Akerlof y Shiller, medidas como estas son “mucho menos eficaces con el phishing psicológico. Si tengo una urgencia de arrasar mi presupuesto o mi dieta, hay pocas protecciones contra hacerlo”. Pero sin duda los ciudadanos con espíritu público pueden advertir a la gente contra los peligros de las malas dietas, fumar y otros diversos males que Akerlof y Shiller tienen en la cabeza. Un vez más, no se trata de lo eficaces que resulten ser estas medidas. Aunque Akerlof y Shiller tuvieran razón en que no funcionan muy bien, mientras estén presentes no se ha mostrado ninguna prueba de “equilibrio phishing”.

¿Pero no se puede objetar que estamos ignorando el tema esencial que plantea Phishing for Phools? Si Akerlof y Shiller han hecho afirmaciones teóricas exageradas para su obra, ¿qué importa? Mucho más importante, puede contestarse, es su denuncia de los empresarios que atacan nuestras debilidades haciendo que compremos lo que realmente no queremos.

Por supuesto, ahora se plantea la pregunta: ¿con que justificación Akerlof y Shiller dicen que la gente compra lo que realmente no quiere? “Lo sabemos porque vemos a la gente tomando decisiones que NADIE PODRIA QUERER”. (Mayúsculas originales). ¿Entonces cómo sabemos esto? Algunas de nuestras supuestas “decisiones” tienen malas consecuencias para nosotros. Fumar lleva a mayores riesgos de cáncer de pulmón y otras enfermedades y sin duda los fumadores no quieren esto. La gente que come grandes cantidades de comida insalubre no quiere estar gorda. La gente que se endeuda para comprar cosas caras de lujo no quiere los problemas que ocasiona vivir por encima de sus medios.

Es posible que Akerlof y Shiller tengan razón en que la gente no agradece estas malas consecuencias, ¿pero se deduce de esto que realmente no quieren lo que eligen? Nuestros autores han adoptado el inverosímil criterio de que salvo que te gusten todas la consecuencias previsibles de lo que eliges, tu decisión no revela tus preferencias reales. Y bajo esta base endeble, estos distinguidos economistas están dispuestos a deshacerse de una parte clave de la teoría económica estándar. “Un precepto común de la economía estándar es que la gente solo toma las decisiones que maximizan su bienestar. Esta suposición incluso tiene un nombre elegante, ‘preferencias reveladas’: que la gente revela con sus decisiones lo que la mejora. Por supuesto, esa suposición está exactamente en contra de nuestro concepto de la diferencia entre lo que la gente quiere realmente (lo que es bueno para ella) y lo que cree que quiere (sus gustos del mono en el hombro)”.

Sin embargo debemos confrontar de nuevo una objeción. Incluso si han definido arbitrariamente las cosas para que si se elige algo con malas consecuencias esa decisión no refleje preferencias reales, ¿no podrían, dañando poco su alegato contra el mercado, abandonar esa visión diabólica? Solo tienen que decir en lugar de eso que aunque la gente siga sus preferencias reales cuando elige, a menudo elige insensatamente.

Pero hacer esto en realidad sería mortal para su argumento principal. Si la gente no elige como les dictarían sus preferencias reales, entonces por supuesto se presenta el asunto de por qué lo hacen y la afirmación de Akerlof y Shiller de que los empresarios hacen phishing a la gente para hacerlo aparece como explicación. Sin embargo, si decimos por el contrario que la gente está decidiendo de acuerdo con sus preferencias, pero que, desde un punto de vista externo, Akerlof y Shiller creen que sus decisiones son insensatas, los empresarios engañan a sus clientes, pero si la gente elige lo que realmente prefiere, no tenemos ninguna razón en el caso general para pensarlo.

Cuando se miran los casos particulares, es sorprendente lo poco que requieren nuestros autores para pensar que hay phishing. “Pero el hecho más básico acerca del tabaco y el alcohol es que están disponibles fácilmente con impuestos moderados. La fácil disponibilidad del tabaco en todo el mercado, por sí y en sí misma, es el phishing básico de los fumadores; igualmente la fácil disponibilidad del alcohol es el phishing básico de quienes acaban bebiendo demasiado”. Ya veis cómo es su “lógica”: como la gente “en realidad” no prefiere el tabaco y el alcohol, aunque compren esas cosas, los vendedores están engañando a los consumidores al hacer disponibles estos productos en el mercado. Phishing for Phools: un título feo para un libro pernicioso y mal argumentado.


Publicado originalmente el 4 de marzo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email