En una entrevista de 2012 con The Horn Book, Inc., el autor ruso Eugene Yelchin parecía enorgullecerse tranquilamente de su libro ganador del Newbery Award, Breaking Stalin’s Nose y su especial designación como “el primer libro sobre Stalin para niños”.
Este orgullo era merecido. Como Watership Down y Maus antes de él, Breaking Stalin’s Nose cuenta una historia que no siempre es agradable, pero de la que disfrutarán los jóvenes lectores y que sin embargo les planteará preguntas importantes sobre él. Es una increíble herramienta de enseñanza para un mundo que en buena parte ha puesto en pies de página, reescrito u olvidado el reino asesino de Joseph Stalin.
Mito frente a realidad en Breaking Stalin’s Nose
El protagonista del cuento de Yelchin es Sasha Zaichik, de diez años, un niño idealista que vive en la Unión Soviética durante la época de Stalin. Criado por su padre, un oficial estatal de seguridad al que adora, el joven Sasha es un verdadero creyente comunista cuyo “máximo sueño”, según la carta de admirador que escribe a Stalin en las primeras páginas del libro, es “unirse a los Jóvenes Pioneros Soviéticos, el paso más importante para convertirme en un verdadero comunista como mi papá”. A través de su narración en primera persona, él y los personajes secundarios que le rodean cantan continuamente las alabanzas de su sociedad controlada por el estado.
La Unión Soviética es “el país más democrático y progresista del mundo”. Shasha vive en un apartamento comunal con cuarenta y siete personas más que son “todas iguales”. Juntos, comparten una sola cocina y baño “como una gran familia feliz”. No hay comida suficiente para todos, pero esto está bien, porque “El comunismo está ya en el horizonte: pronto habrá abundancia de comida para todos”. Shasha estudia en el sistema escolar soviético, “el más democrático del mundo”. Cuando se enfrenta al matón de la clase, no responde porque “Las reglas de los pioneros son claras en eso: no pelear”. Y presidiendo noblemente estos órdenes sociales tan virtuosos está el divino Camarada Stalin, “nuestro gran Líder y Maestro”.
Incluso sin el beneficio de verlo a posteriori, los lectores de Yelchin pueden ver que estos tópicos son transparentemente falsos. Shasha y sus vecinos pueden ser teóricamente iguales, pero su padre es un empleado del estado y por tanto disfruta de un apartamento mucho mayor que muchos de sus camaradas que están apelotonados en armarios y huecos de escalera con sus esposas e hijos. Al menos un miembro de la “gran familia feliz” de Shasha aparentemente envidia esto y se las arregla para apropiarse del apartamento después de denunciar (falsamente) al padre de Shasha como espía. Cuando un busto de escayola de Stalin se daña accidentalmente en el auditorio de la escuela de Shasha (la nariz rota que da al libro su título), se pide a los estudiantes no violentos del sistema escolar más democrático del mundo que hagan listas de enemigos nombrando a los compañeros de clase que crean que son los responsables. Lejos de ser el país más progresista del mundo, l Unión Soviética de Breaking Stalin’s Nose es un estado de policía secreta en el que circulan rumores ponzoñosos, se obliga a confesiones, la escasez de alimento se convierte en hambruna y las imágenes de los niños son eliminadas de las fotografías de la clase.
¿Puede por favor ponerse en pie el verdadero Joseph Stalin?
El papel que desempeña el propio Stalin en este sistema trágico sigue siendo objeto de debate más de sesenta años después de su muerte. Como su ejército fue esencial para derrotar a la Alemania nazi, se ha puesto de moda en algunas bolsas de izquierda radical ver a Stalin como y gran líder del antifascismo y el antiimperialismo del siglo XX. Tanto en Norteamérica como en Reino Unido, miembros de la Sociedad Stalin trabajan para “defender a Stalin y su obra a partir de los hechos y refutar la propaganda capitalista, revisionista, oportunista y trotskista dirigida contra él”.
Los que conocieron de verdad a Stalin no son tan positivos en sus reseñas. En 1956, solo tres años después de que muriera, Stalin fue denunciado por el secretario soviético Nikita Kruschev ante el Vigésimo Congreso del Partido Comunista. El “grave abuso de poder” de Stalin, decía Kruschev, “causó un daño indecible a nuestro partido”. Desarrollando este punto, continuaba diciendo que Stalin había traicionado el espíritu esencial del marxismo-leninismo que su grotesco culto a la personalidad y “violencia brutal, no solo hacia cualquiera que se le opusiera, sino también hacia el que pareciera a su carácter caprichoso y despótico como contrario a sus ideas”.
Tristemente, muchos jóvenes que ahora acuden a las universidades estadounidenses no conocen realmente lo suficiente acerca de Stalin como para considerarle un héroe o un villano. Pero ellos, simplemente es un hombre que está ligado íntimamente a Hitler siempre que se escribe una lista de dictadores.
Esta visión de Stalin, por supuesto, no es posible para Sasha Zaichik. Para él, Stalin es una figura omnipresente de un segundo padre. Incluso después de que su padre biológico es arrestado por matones de Stalin en medio de la noche, la primera idea de Shasha es correr a la Plaza Roja, donde cree sinceramente que podrá hablar con Stalin y arreglarlo todo. Por el contrario, es rápidamente expulsado por guardias armados, una metáfora conmovedora de la indiferencia del estado por los ciudadanos individuales y una falta de voluntad de ocuparse del problema que ha creado.
Al ilustrar estas y otras muchas lecciones, Breaking Stalin’s Nose (que podría adaptarse fácilmente como película, obra de teatro o novela gráfica) tiene el poder de presentar a una nueva generación de lectores las crueles realidades tras las fantasías del poder del estado. En un mercado de libros y películas para niños desbordante de distopías de ficción, Eugene Yelchin nos ha dado una notable vista en el interior de lo real. Bien hecho, camarada.
Publicado originalmente el 22 de marzo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.