Hong Kong y el gran círculo de déspotas

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shutterstock_124178116La historia está llena de extraños giros, dobleces y repeticiones. Consideremos por ejemplo la siguiente historia real.

Hubo una vez un gran imperio de corte despótico-burocrático. Había disfrutado de siglos de gloria, pero al fin llegaron la corrupción, la parálisis política, las incursiones extranjeras y la fragmentación.

A medida que el imperio entraba en su largo declive, una nación mucho más pequeña de gran destreza marítima y comercial emergía adquiriendo territorios de ultramar y comerciando vigorosamente. Esta nación no era un despotismo burocrático. El gobierno formal estaba en manos de ministros que respondían ante una asamblea popular. En la práctica, las poderosas familias aristocráticas y mercantes llevaban por lo general la voz cantante, pero los ciudadanos comunes disfrutaban de un grado de libertad inusual en el mundo de aquella época.

Hubo una guerra y se llegó a un tratado. Bajo los términos del tratado, el decadente imperio otorgó a la nación marítima advenediza una pequeña fracción de territorio costero —una colonia— que podrían utilizar como base para sus operaciones comerciales y navales.

Mientras la fortuna del imperio continuó hundiéndose, esta colonia comercial bajo dominio extranjero prosperó. Ciento veinte años después del tratado producía, según un historiador académico, siete veces más ingresos que la capital del imperio.

“A medida que el imperio entraba en su largo declive, una nación mucho más pequeña de gran destreza marítima y comercial emergía adquiriendo territorios de ultramar y comerciando vigorosamente.”

En el albor de los tiempos, el antiguo imperio fue arrastrado por un despotismo nuevo y más severo. La floreciente colonia comercial mantuvo su carácter distintivo durante algunos años, y más tarde sucumbió a la nueva potencia imperial. Finalmente quedó reducida a un arrabal insignificante.

Esta es, por supuesto, la historia de Gálata, también conocida como Pera, situada al otro lado del Cuerno de Oro de la antigua Constantinopla. El Emperador bizantino Miguel Palaiologus cedió el lugar a la República de Génova en 1261 como pago por el apoyo naval de Génova en su campaña para recuperar Constantinopla de manos de los aventureros “latinos” ​​(católicos, europeos occidentales) que se habían apoderado de la ciudad durante la Cuarta Cruzada.

En aquel lance, Miguel recuperó Constantinopla de manos de los latinos sin la ayuda de Génova, pero los genoveses mantuvieron la colonia de Gálata de todos modos. Se aferraron a ella a través de las turbulencias de finales del siglo XIV y principios del XV, e incluso conservaron la autonomía comercial algún tiempo después de que el Imperio Bizantino fuese aniquilado por los turcos otomanos en 1453. Gibbon concluye así el relato:

Una larga contienda de ciento treinta años se decidió con el triunfo de Venecia, y a las facciones de genoveses les compelían a buscar la paz doméstica bajo la protección de un señor extranjero… Sin embargo, el espíritu del comercio sobrevivió al de la conquista, y la colonia de Pera continuó asombrando a la capital y navegando por el Euxino [es decir, el Mar Negro], hasta que los turcos la sometieron a servidumbre definitiva bajo la misma Constantinopla. [La decadencia y caída del Imperio Romano, cap. LXIII.]

Y así hasta el día de hoy, en que Gálata-Pera es un barrio de Estambul, famoso sobre todo por su equipo de fútbol.

Cuatrocientos años después de que Gálata fuese engullida por los otomanos, otra pujante potencia marítima, Gran Bretaña, se hizo con otra colonia de un imperio oriental diferente: China.

El gobierno británico de la época no tenía grandes esperanzas en el lugar. De hecho, el primer ministro, Lord Palmerston, estaba furioso con el hombre que la había adquirido, el capitán de la Royal Navy Charles Elliot, y lo despidió de su cargo como representante comercial de Gran Bretaña en China por no haber obtenido mejores condiciones de los chinos:

Usted ha obtenido la cesión de Hong-Kong, un islote con apenas una casa encima. Ahora parece obvio que Hong Kong no será un asentamiento comercial, no más de lo que lo es Macao. Sin embargo, puede que esté equivocado en este asunto. [Palmerston a Elliot, 21 de abril de 1841.]

Ciertamente lo estaba. Como Gálata, al final Hong Kong generaba más ingresos que Beijing, la capital del imperio.

(Tengamos en cuenta que los británicos victorianos eran meros imitadores en el juego de colonias comerciales; los fundadores de Gálata eran… el producto genuino [juego de palabras entre la expresión genuine article-producto genuino y Genoan article– producto genovés].)

Cuando los británicos la devolvieron a la soberanía china en 1997, Hong Kong era una gran ciudad comercial, el séptimo puerto más grande en el mundo, con seis millones y medio de personas y un PIB anual per cápita mayor que el canadiense (27.330 $ frente a 21.710 $).

Por tercer año consecutivo (1995, 1996, 1997) Hong Kong había encabezado el índice de libertad económica de la Heritage Foundation. Ha seguido haciéndolo también bajo dominio chino, con una cuenta actual de veinte años consecutivos.

Comparémoslo con lo que dice Heritage  acerca de la libertad económica en el continente:

Durante los 20 años de historia del índice, la libertad económica en China ha permanecido casi sin cambios, atrapada cerca del límite inferior de la categoría “casi sin libertad”.

La disposición de los líderes chinos a dejar en paz a Hong Kong estos últimos 17 años ha sido notable. China es, después de todo, un estado de partido único dirigido por apparatchiks fanáticos del control.

No obstante, la gran anomalía apuntada en los mencionados informes de la Heritage ha ido erosionando la moderación de los comunistas chinos. Al igual que el escorpión de Esopo, no pueden ser algo distinto de lo que son. Los jefes del partido han dado muestras de su voluntad de que Hong Kong sea más… china.

Lo más parecido que Hong Kong tiene a una constitución es la Ley Fundamental que entró en vigor tras la devolución de Gran Bretaña en 1997. El artículo 45 de esa ley dice:

El objetivo último es la elección de un Jefe Ejecutivo por sufragio universal de entre los candidatos propuestos por un comité ampliamente representativo de conformidad con procedimientos democráticos.

Los gobernantes de Pekín han dejado claro en un fallo de este mes de agosto que “ampliamente representativo” significa “aprobado por el Partido Comunista.” Eso ha provocado que miles de jóvenes se manifiesten en las calles de Hong Kong, y eso es lo que ha podido ver usted en las noticias en televisión, después de las secciones dedicadas a la boda de George Clooney y al último estallido de histeria racial.

¿Cómo terminará esto? Entre lágrimas, por supuesto. En el despotismo oriental no hay espacio para las libertades anglosajonas, no más de lo que lo había para la vitalidad republicana de las ciudades-estado italianas durante la Edad Media. Es una historia bien conocida: yo he escrito una novela sobre ella.

Sólo espero que Hong Kong, seiscientos años después, tenga al menos un equipo de fútbol decente.


(Publicado el 2 de octubre de 2014) Traducido por Jon Rouco, el artículo original se encuentra aquí.

 

 

 

 

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