Producción, sostenible e insostenible

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Introducción

Según la teoría austriaca del ciclo económico, la expansión monetaria lleva a tipos de interés artificialmente bajos, lo que lleva a los productores a actuar como si los consumidores quisieran ahorrar más de lo que lo hacen realmente. Así que las empresas dedican excesivos recursos a cadenas de producción más largas y dedican recursos insuficientes a cadenas más cortas.  En la práctica, esto significa malas inversiones: sobreinversión en bienes como tractores, fábricas y combustible e infrainversión en bienes como iPods y cereal para desayunar.

Esto redunda en una percepción de una mayor prosperidad general, ya que los inversores disfrutan de los mayores retornos monetarios que normalmente acompañan a los recursos desocupados del consumo para la inversión, mientras que los consumidores continúan disfrutando (y agotando) los mismos recursos en todo caso. (Esta es la explicación austriaca para el disfrutable, pero en último término destructivo, “auge” económico cíclico).

Sin embargo, no puedes tener el pastel y comértelo al tiempo. Y tampoco puedes tampoco tener su maíz como etanol y comerlo como Corn Flakes. Como dice el Hayek que rapea, al final la “captación de recursos revela que hay demasiados poco”, (esta revelación llega en forma de pérdidas de negocio) y los recursos se reasignan correspondientemente. Los austriacos dicen que el periodo de reasignación es doloroso, pero en último término saludable, “declive” económico cíclico, que sigue inevitablemente al auge.

La superestrella económica Paul Krugman, no se lo cree. En Slate, escribía:

He aquí el problema: Por razón de una sencilla aritmética, el gasto total en la economía es necesariamente igual a la renta total (toda venta es también una compra y viceversa). Así que si la gente decide gastar menos en bienes de inversión, ¿no significa eso que debe decidir gastar más en bienes de consumo, lo que implica que cualquier caída en la inversión debería venir siempre acompañada por un correspondiente auge en el consumo? Y si es así, ¿por qué debería haber un aumento del desempleo?

Su argumento parece ser el siguiente: Los declives económicos se caracterizan por un mayor desempleo. ¿Por qué una reasignación de recursos de los tractores, combustible y fábricas a iPods y cereal para desayunar lleva a un aumento en el desempleo? El declive del primero debería compensarse por un auge en el segundo. ¿Por qué entonces el empleo no se traslada sencillamente de uno a otro? ¿Por qué se estrella tan calamitosamente como hace en un auge?

La “sencilla aritmética” de Krugman en realidad es demasiado sencilla como para enmarcar el problema. “Esa simple ecuación – demasiada agregación”, como dice el Hayek que rapea. La única forma para que un proceso de reasignación sea tan libre de problemas como supone Krugman sería que los recursos materiales y trabajadores fueran perfectamente inespecíficos y convertibles.

En efecto, trata los “bienes de inversión” y los “bienes de consumo” como si fueran dos montones de arcilla y a los trabajadores como si tuvieran el sencillo trabajo de amasar la arcilla. ¡Si eso fuera verdad, realmente no habría problema! Bastaría con quitar algo de la arcilla del montón de los “bienes de inversión”, incorporarla al montón de los bienes de consumo y transferir a los trabajadores de acuerdo con ello.

Por supuesto, los bienes materiales no son de esencia homogénea. Como escribía Jim Fedako:

El punto de vista estándar es que el capital es arcilla lista para que el alfarero le cambie la forma en un momento. Por el contrario, la visión austriaca toma la estructura de capital como algo dado, algo que el empresario debe tomar en consideración al formular sus planes. Si un empresario quiere cambiar la estructura actual del capital, debe blandir dinamita y bulldozers, no agua y un torno.

Y tampoco los trabajadores son homogéneos. La liquidación de proyectos inviables y el establecimiento de otros viables requieren tiempo. Y muchos trabajadores no serán capaces de encontrar un papel estable en una estructura de producción radicalmente alterada hasta que se haya establecido esa estructura.

Como resumía Robert Murphy:

El defecto elemental en la objeción de Krugman es que él hace caso omiso de la estructura temporal de la producción. Cuando los trabajadores son despedidos en las industrias que producen bienes de inversión, ellos simplemente  no pueden  arrancar  los televisores y las cenas de filete. Esto se debe a que la producción de televisores y cenas de filete se basan en los bienes de capital que deben haber sido producidos ya.[1]

Errores elementales como el realizado por Krugman derivan de una visión deficiente de la estructura de la producción. Este es el problema más grave de la  mayoría de lso economistas ortodoxos y uno por el cual necesitan más urgentemente aprender de la Escuela Austriaca. Este artículo explicará los elementos de la teoría de la producción que son aplicables incluso a una “economía Robinson” de un solo hombre: derivación del valor, ahorro y bienes de capital y la ley de los retornos.

Derivación del valor

En “Mises on Action”, explico los méritos de las construcciones imaginarias (experimentos mentales) para investigar principios económicos: en particular, las construcciones imaginarias que implican una persona aislada (Robinson Crusoe en su isla). Volvamos de nuevo a Robinson en su isla para investigar una estructura de producción de un hombre. Los términos especializados en esta sección están en cursivas y enlazados a sus definiciones en inglés en la Mises Wiki.

Supongamos que Robinson, después de sobrevivir a su naufragio, se despierta en la isla con dos fuentes de incomodidad: un hambre atroz y un tremendo frío.

Robinson ve dos bienes delante de él que también llegaron a la playa del naufragio y que pueden satisfacer sus deseos más perentorios:

  • Una lata abierta y abollada de judías verdes.
  • Y un abrigo perfectamente seco.

Estos bienes son bienes de consumo porque prestan servicios directamente.

Ve tras él una gran ola que en unos momentos llegará a la playa. Probablemente cale el abrigo y se lleve al mar la lata de judías verdes. Robinson solo tiene tiempo para salvar uno de los bienes. Tiene que elegir. Y al tomar esta decisión, Robinson, por definición demostrará qué bien valora más.

Supongamos que elige el abrigo. En ese caso, demuestra que valora más el abrigo que las judías verdes, así que su escala de valores sería la siguiente:

  1. Abrigo
  2. Judías verdes

Robinson ha realizado un intercambio autista: adquiriendo el abrigo y renunciando a las judías verdes “a cambio” de aquél. Las judías verdes constituyen el coste de oportunidad de la acción.

¿Qué determinaba la valoración del abrigo y de las judías verdes? Como los bienes son medios para el alivio de la incomodidad y no fines en y por sí mismos, la decisión de Robinson no es, en el fondo, un asunto de judías verdes frente a abrigo. Es un asunto de hambre frente a frío o, más exactamente, la satisfacción de un deseo que Robinson espera que las judías y el abrigo le proporcionen con respecto a su hambre y frío.

Cuando los actores deciden entre dos medios, deciden basándose en el grado que cada medio logra sus fines. El valor depende de la utilidad o, más exactamente, de la utilidad marginal. Así que, al demostrarlo con su decisión, que el abrigo tiene más valor que las judías verdes, también demuestra que el abrigo tiene mayor utilidad marginal que las judías verdes.

Hagamos las cosas un poco más complicadas para Robinson. Supongamos que ambos bienes están a salvo de la inminente ola, pero la lata de judías verdes está en realidad cerrada y el abrigo está encerrado en un cofre.

Y ahora son las siguientes cosas las que están en peligro de perderse por la ola:

  • Un abrelatas.
  • La llave del cofre.

Para simplificar, digamos que no habría ninguna forma de abrir la lata sin el abrelatas ni el cofre sin la llave.

El abrelatas y la lata de judías son bienes de producción (“factores de producción”), que, en combinación son el trabajo de Robinson (también un factor de producción) pueden producir el bien de consumo de las judías verdes que están listas para comerse.

Igualmente, la llave y el cofre cerrado son bienes de producción (factores de producción), que, en combinación son el trabajo de Robinson (también un factor de producción) pueden producir el bien de consumo de un abrigo listo para vestir.

Otra forma de calificar a los bienes es referirse a los bienes de consumo como “bienes de primer orden” y a aquellos bienes de producción que producen directamente bienes de consumo como “bienes de segundo orden”. Los bienes de producción que producen “bienes de segundo orden” se llaman “bienes de tercer orden” y así sucesivamente.

Así que la llave y el abrelatas son bienes de segundo orden: pueden, respectivamente ayudar a producir el abrigo listo para vestir y las judías verdes listas para comer, que son bienes de primer orden.

La llave y el abrelatas no son importantes para Robinson como fines en sí mismos, sino como medios para la adquisición del abrigo y las judías verdes, que a su vez no son sino medios para los fines de aliviar el frío y el hambre. Si el abrigo tiene más utilidad para Robinson que las judías verdes, la llave (que no es más que una herramienta para la adquisición del abrigo) tendrá más utilidad y por tanto se valorará más que el abrelatas (que no es más que una herramienta para la adquisición de las judías verdes). Por tanto, Robinson decidirá salvar la llave.

Así vemos un ejemplo del principio de que la utilidad/valor de los bienes de segundo orden deriva de la utilidad/valor de los bienes de primer orden (bienes de consumo) que ayudan a producir. En otras palabras, el valor se imputa desde el bien de primer orden al bien de segundo orden. Esta es una deducción necesaria para nuestra comprensión del significado de la acción y de cualquier marco de medios-fines.

Digamos ahora que tanto la llave como el abrelatas están a salvo de la ola, pero están tan retorcidos que no son utilizables. Ahora los bienes que están en peligro de perderse en la ola son:

  • Unas pinzas de punta que solo valdrían para reparar la llave.
  • Unos alicates grandes que solo valdrían para reparar el abrelatas.

Como estos bienes pueden usarse para producir bienes de segundo orden (una llave lista para usar y un abrelatas listo para usar), son bienes de tercer orden.

Las pinzas y alicates no son importantes para Robinson como fines en sí mismos, sino como

  • Medios para la reparación de la llave y el abrelatas.
  • Que a su vez no son más que medios para la adquisición del abrigo y las judías verdes.
  • Que a su vez no son más que medios para aliviar el frío y el hambre.

Si el abrigo tiene más utilidad para Robinson que las judías verdes, entonces evidentemente la llave tendrá más utilidad que el abrelatas, Y si es así, entonces evidentemente las pinzas de punta tendrán más utilidad y por tanto se valorarán más que los alicates. Por tanto, Robinson elegiría salvar las pinzas de punta.

Como podemos ver a partir de este experimento mental, la utilidad/valor de los bienes de tercer orden deriva de la utilidad/valor de los bienes de segundo orden que ayudan directamente a producir, lo que a su vez deriva de la utilidad/valor de los bienes de segundo orden que dichos bienes de segundo orden ayudan a producir.

La utilidad y el valor de los bienes de tercer orden derivan en último término de los bienes de primer orden que ayudan a producir. Este razonamiento puede extenderse a bienes de cualquier orden, para cualquier cadena de producción. Incluso la utilidad y valor de los bienes de, digamos el 243º orden derivan en último término de la utilidad y valor de los bienes de primer orden que indirectamente ayudan a producir. Esta es una implicación necesaria de la verdad de que la producción siempre se dirige al consumo.

La producción física avanza a lo largo del tiempo de valores de orden superior a inferior. Pero la derivación del valor se mueve, en la mente del hombre, hacia atrás en el tiempo, de los bienes de valor inferior a superior.

Esta visión de la estructura de producción fue iniciada por Carl Menger en sus Principios de economía política, el libro del que dijo Ludwig von Mises “hizo de mí un economista”.

Ahorros y bienes de capital

Todo orden (2º, 3º o 243º) en una estructura de producción requiere tiempo. Así que extender una estructura e producción añadiendo órdenes de bienes a esta implica siempre extender el periodo de producción de la estructura. Cuánto pueda extenderse un periodo de producción, está limitado por la preferencia temporal.

En igualdad de condiciones, la satisfacción se prefiere antes que después. Esta característica universal del hombre que actúa se llama “preferencia temporal”. La preferencia temporal puede verse incluso en el comportamiento de niños, como en l seminal “experimento de la golosina” realizado en la Universidad de Stanford, sobre el que el New Yorker informaba:

A finales de la década de 1960, Carolyn Weisz, una niña de cuatro años con un largo pelo castaño, era invitada a un “cuarto de juegos” en la Escuela de Enfermería Bing, en el campus de la Universidad de Stanford. El cuartio era poco más que un gran armario, que tenía un pupitre y una silla. A Carolyn se le pidió que se sentara en la silla y tomara un regalo de una bandeja de golosinas, galletas y aperitivos. Carolyn eligió la golosina. Aunque ahora tiene cuarenta y cuatro años, Carolyn sigue teniendo debilidad por las nubes, estas golosinas de jarabe de maíz y gelatina. “Sé que no deberían gustarme”, dice. “¡Pero son tan buenas!” Luego un investigador hizo una oferta a Carolyn: o podía comerse ahora una golosina o, si estaba dispuesta a esperar a que saliera unos pocos minutos, podía tener dos cuando regresara. Dijo que si hacía sonar la campana en el pupitre mientras estaba fuera, vendría corriendo y ella podría comerse una golosina, pero perdería la segunda. Luego dejó la habitación.

La mayoría de los niños (…) lucharon por resistir la tentación y aguantaron durante una media de menos de tres minutos. “Unos pocos niños e comieron la golosina de inmediato”, recuerda Walter Mischel, el catedrático de psicología de Stanford a cargo del experimento. “Ni siquiera se molestaban en hacer sonar la campaña. Otros niños miraban directamente a la golosina y luego hacían sonar la campaña treinta segundos después”. Sin embargo, aproximadamente el 30% de los niños eran como Carolyn. Retrasaron con éxito la gratificación hasta que volvía el investigador, unos quince minutos después. Estos niños luchaban contra la tentación, pero encontraban una forma de resistirla.

Al luchar contra la “tentación”, estos niños están en realidad deliberando sobre un intercambio autista.[2] Estaban decidiendo sobre un intercambio con respecto a dos bienes distintos: un bien presente (la tentación que tenían delante) y un bien futuro cuantitativamente mayor (dos tentaciones en 15 minutos).

Debido a su cercanía en el tiempo, los bienes presentes tienen siempre una prima en relación con los bienes futuros, en igualdad de condiciones. Esta prima se llama preferencia temporal y varía de persona a persona. Otra forma de decir lo mismo es que, debido a ser remotos en el tiempo, los bienes futuros siempre tienen un descuento en relación con los presentes y ese descuento varía de  persona a persona.

Los niños que no esperaron, incluido Craig, el hermano de Carolyn, mostraron una preferencia temporal más alta que Carolyn y los demás niños que sí esperaron. En otras palabras, dieron una mayor prima al “ahora” o un mayor descuento al “después”.

La preferencia temporal es un factor esencial en la producción. Para verlo, pongamos a Craig y Carolyn cada uno en su propia situación “Robinson”.

Digamos que Craig y Carolyn crecen y se encuentran cada uno aislados en islas idénticas. Digamos que hay árboles en cada una de las islas que tienen unos frutos fibrosos que saben como las golosinas.

De hecho, comer una de estas frutas asombrosamente proporciona exactamente la misma experiencia que les proporcionaban los investigadores de Stanford cuando eran niños. Estas “frutolosinas” pueden conseguirse lanzando piedras a lo alto del árbol. Algunos árboles son más altos que otros y por tanto sus frutolosinas son más difíciles de alcanzar con piedras. Pero cuanto más alto sea el árbol, más abundante es su producción, así que una piedra que llegue a lo alto de un árbol alto echará abajo más frutolosinas que un acierto a un árbol más bajo.

Craig y Carolyn pueden lograr cito nivel bajo de productividad tirando piedras con la mano a árboles bajos, recogiendo, digamos, una frutolosina cada 30 minutos.

Pero entonces ambos tienen la idea de fabricar un tirachinas (un bien de segundo orden) con las fibras de una de esas frutolosinas. El tirachinas puede usarse para lanzar más alto una piedra, pero saben que se romperá después de usarlo una vez.

Cada uno tendría que sacrificar la satisfacción presente de comer una frutolosina para usarla para construir el tirachinas. El tirachinas les permitiría conseguir dos frutolosinas en 15 minutos (el tiempo que toma construir y usar el tirachinas).

Así que pueden aumentar su productividad, pero solo añadiendo un orden a su estructura de producción (el orden intermedio “bien de capital tirachinas”) y extendiendo así su periodo de producción.

En economía, esas extensiones del periodo de producción están íntimamente ligadas a aumentos en productividad. Cualquier cambio en la estructura de producción evidentemente debe implicar un aumento, una disminución o un mantenimiento de su longitud. Las mejoras en productividad que impliquen periodos de producción menos largos o igualmente largos son fáciles de adoptar. Todo lo que hace falta para que se adopten es que se descubran. Por ejemplo, Craig podría descubrir que lanzar piedras por encima de la cabeza es más productivo en frutolosinas que lanzarlas por debajo. O podría conseguir piedras más grandes que son mejores para echar abajo frutolosinas.

Pero para cualquier estado dado de conocimiento tecnológico y recursos disponibles, la única forma concebible de mejorar la productividad es extender el periodo de producción. Y la única forma de extender el periodo de producción es evitar consumir ahora todo lo que pueda consumirse: es decir, ahorrar.

La alternativa para Carolyn y Craig, entre una frutolosina ahora y dos frutolosinas futuras, ignorando la desutilidad del trabajo implicada, es exactamente análoga a su alternativa en el experimento de Stanford en el que participaron de niños. Suponiendo las mismas preferencias temporales (y el implícito desarrollo gravemente atrofiado), Craig no haría la inversión, pero Carolyn sí. Carolyn evitaría consumir una frutolosina actual. En otras palabras, ella ahorraría.

Es su preferencia temporal suficientemente baja lo que le lleva a ahorrar y es su ahorro el que crea la extensión del periodo de producción y hace posible la consiguiente creación de un bien de capital que mejora la productividad.

Como escribía Mises:

Posponer la producción hace posible dirigir la acción hacia fines temporalmente más remotos. Ahora es viable (…) elegir métodos de producción en los que la salida de productos es mayor por unidad de entrada que en otros métodos que requieren un periodo de producción más corto.[3]

Así que Carolyn emplea 15 minutos en construir y usar el tirachinas, lo que le genera un retorno de dos frutolosinas. Repito que el tirachinas es de un solo uso, así que después de usarlo tiene una alternativa. Podría elegir una de las siguientes opciones.

  1. Comerse ambas frutolosinas y volver a su antiguo método de producción. Sería un “consumo de Capital” (bastante literalmente en este caso). Asumiendo que su preferencia temporal no haya repuntado repentinamente desde su última decisión, no elegiría esta opción.
  2. Comerse una frutolosina y usar la otra para construir otro tirachinas. Esto sería “mantenimiento de capital”.
  3. Restringir aún más el consumo actual, ahorrando ambas frutolosinas (“acumulación de capital”) con el fin de crear un arco de solo uso ¡que le permitiría adquirir cuatro frutolosinas!

Supongamos que elige la opción 3 y por tanto adquiere cuatro frutolosinas. Entonces, de esas cuatro frutolosinas, se come una y usa las otras tres para construir una ballesta que produce siete frutolosinas. Luego se come dos de estas frutolosinas y usa las otras cinco para construir una catapulta de un solo uso que produce diez frutolosinas. Cuando más recoge, más puede ahorrar. Y cuanto más ahorra, más recoge y por tanto más es capaz de consumir a largo plazo.

Así vemos cómo continuos aumentos tanto en la producción como en el consumo pueden ser el resultado de una espiral ascendente causada por el refuerzo mutuo entre ahorro (acumulación de capital) y productividad incrementada.

La tasa de ahorro del hombre que actúa está determinada por su preferencia temporal. Cuanto mayor sea, más limitada es su tasa de ahorro, lo que a su vez limita su crecimiento económico. Y una menor preferencia temporal significa más ahorro y por tanto una mayor capacidad para el crecimiento económico.[4]

Aunque el consumo motiva la producción, es el ahorro el que la alimenta.

Demasiado a menudo los historiadores olvidan el papel del ahorro en tiempos de creciente bienestar humano. Incluso mi historiador favorito, Will Durant, es culpable de esto. En el primer tomo de su espléndida serie en 11 tomos, La historia de la civlización, Durant cuenta las diversas etapas en el desarrollo de la agricultura. Empieza con las más primitivas.

Incluso hoy, en ciertas tribus de Australia el grano que crece espontáneamente de la tierra es cosechado sin tratar de separar el grano de la paja; los indios del valle del río Sacramento nunca superaron esta etapa.

En esta etapa, el periodo de producción es extremadamente corto: prácticamente instantáneo. Los indios de Sacramento sencillamente recogía el grano tal y como lo encontraban. Luego Durant continúa con el método más avanzado de otros pueblos.

Los juang lanzaban las semillas de golpe a la tierra, dejándolas que encontraran su forma de crecer.

El método de los juang es probablemente más productivo que el de los indios de Sacramento. ¿Qué hace falta entonces para pasar del nivel “Sacramento” de producción al nivel “juang”? Durant, como muchos historiadores y antropólogos, centra en el descubrimiento la idea de la técnica más productiva.

Nunca descubriremos cuándo los hombres advirtieron por primera vez la función de la semilla y convirtieron la recolección en siembra: esos inicios son los misterios de la historia, sobre los que podemos creer y adivinar, pero no podemos saber. Es posible que cuando los hombres empezaron a recoger granos sin plantar, las semillas cayeras en el camino entre el campo y el campamento y sugirieran por fin el gran secreto del crecimiento.

Pero, como destacan los economistas austriacos, una idea tecnológica es inútil si su aplicación no está respaldada por suficiente ahorro. El método juang implica una estructura de producción más extendida. La coseche de lo que han sembrado implica bienes de cierto orden: trabajo de cosecha y grano alimenticio maduro. Y esa etapa de producción depende haber ahorrado semilla antes de eso, lo que significa que depende de bienes de orden superior: trabajo de sembrado y grano de siembra. Y la etapa de siembra a su vez depende de cosechar el grano de siembra en primer lugar, lo que implica bienes de un orden aún superior.

Así que el método juang requiere al menos dos etapas más de producción que el método de Sacramento. Y cada etapa adicional de producción debe estar respaldada por ahorro o abstención de consumo. Para que un juang tenga semillas para sembrar, debe abstenerse de consumirlas como alimento. Y un juang solo se abstendrá del consumo actual de su grano si su preferencia temporal es tan baja que valore más altamente la cosecha cuantitativamente mayor, pero temporalmente posterior que su disfrute actual de la pequeña cantidad de grano que tiene ahora en su posesión.

Durant continúa:

Los nativos de Borneo ponen la semilla en agujeros que cavan con un palo puntiagudo mientras caminan por los campos. La cultura más sencilla conocida de la tierra es con este palo o “excavador”. En Madagascar hace cincuenta años el viajero podía seguir viendo mujeres armadas con palos puntiagudos, en una hilera, como soldados, y luego, a una señal, cavando con sus palos en el terreno, sacando tierra, echando la semilla, aplanando el terreno y pasando a otro surco.

Este método “Madagascar” requiere todavía más bienes intermedios y una mayor extensión del periodo de producción: Por encima de las etapas “juang”, puede encontrarse un palo y luego afilarlo para crear un “excavador”. Además, el excavador, como bien de capital, debe mantenerse: debe reafilarse periódicamente o sustituirse para mantener la estructura de capital. De otra forma el pueblo malgache consumiría su capital y tendría que volver al menos productivo método juang. Además, toda esta actividad que no genera inmediatamente más alimento debe estar respaldado por un “fondo d subsistencia”, lo que significa que requiere aún más ahorro.

Durant continúa:

La segunda etapa en complejidad fue la cultura de la azada: el palo excavador fue rematado en hueso y ajustado con un travesaño para recibir la presión del pie. Cuando los conquistadores llegaron a México descubrieron que los aztecas no conocían otra herramienta de labranza que la azada.

Una azada requiere aún más tiempo, trabajo y recursos materiales y por tanto más ahorro. Pero repito, el énfasis de Durant en la “complejidad” hace que parezca que el paso económico fue simplemente un asunto de conocimiento de una técnica mejor.

Con la domesticación de los animales y la forja de los metales pudieron usarse instrumentos más pesados: la azada se agrando para convertirse en arado y la mayor profundización en la tierra reveló una fertilidad en la tierra que cambió toda la historia del hombre. Las plantas salvajes fueron domesticadas, se desarrollaron nuevas variedades, se mejoraron las variedades viejas.

Y la domesticación de los animales, la forja de los metales y la construcción de arados implican una extensión aún mayor de la estructura de la producción, requiriendo una gran cantidad de ahorro. Al explicar los esfuerzos de los primeros hombres de “ahorrar para días lluviosos”, Durant dice a continuación lo siguiente:

Finalmente la naturaleza enseñó al hombre el arte de la provisión, la virtud de la prudencia, el concepto del tiempo.

Por desgracia, mucha gente piensa que el alivio de la incertidumbre a través de está “prudencia” es el objetivo principal del ahorro. Pero, como se ha demostrado antes, todo lo que ha explicado Durant hasta este punto con respecto a las mejoras en la productividad ya dependían del “arte de la provisión, la virtud de la prudencia, el concepto del tiempo”.

Estos incidentes de ahorro primitivo tienen consecuencias importantes para generaciones futuras. Como escribía Mises:

Todo rendimiento individual en esta incesante búsqueda de la producción de riqueza se basa en el ahorro y el trabajo preparatorio de anteriores generaciones. Somos los afortunados herederos de nuestras padres y antepasados cuyo ahorro ha acumulado los bienes de capital con cuya ayuda trabajamos hoy. Los hijos favoritos de la época de la electricidad seguimos obteniendo ventajas del ahorro original del pescador primitivo que, al producir sus primeras redes y canoas, dedicaron una parte de su tiempo de trabajo a proveer para un futuro más remoto. Si los hijos de estos legendarios pescadores hubieran agotado estos productos intermedios (redes y canoas) sin remplazarlos por otros nuevos, habrían consumido el capital y el proceso de ahorro y acumulación de capital habría tenido que empezar desde el inicio. Estamos mejor que generaciones anteriores porque estamos equipados con los bienes de capital que han acumulado para nosotros.[5]

Y son las instituciones que obstaculizan el ahorro y la acumulación de capital las que mantienen a pueblos enteros como primitivos económicamente y “subdesarrollados”.

La escasez de capital significa que se está más lejos de alcanzar un objetivo buscado que si se hubiera empezado a buscarlo antes. Como no se hizo en el pasado, faltan los productos intermedios, aunque estén disponibles los factores dados por la naturaleza desde lo que se produzcan. La escasez de capital es carestía de tiempo. Es el efecto del hecho de que se empezó tarde a avanzar hacia el objetivo respectivo. Es imposible describir las ventajas derivadas de los bienes de capital disponibles y las desventajas resultantes de la insuficiencia de bienes de capital sin recurrir antes o después al elemento del tiempo.

Tener bienes de capital a nuestra disposición equivale a estar más cerca del objetivo pretendido. Un aumento en los bienes disponibles de capital hace posible alcanzar fines más remotos sin verse obligado a restringir el consumo. Una pérdida en bienes de capital, por el contrario, hace necesario o bien abstenerse de esforzarse por ciertos objetivos que podían perseguirse antes, o bien restringir el consumo. Tener bienes de capital significa, en igualdad de condiciones, una ganancia temporal.[6]

Volvamos ahora a nuestros recogedores de frutolosinas. Supongamos que Craig “cultiva” poco y empieza a mostrar una preferencia temporal que es más baja que antes, pero todavía superior a la de Carolyn.

Ambos conciben la idea de utilizar 20 frutolosinas para crear una catapulta gigantesca que podría llegar a lo más alto del árbol más grande de la isla y así hacer llover ¡200 frutolosinas!

Y así a partir de sus rentas de 4 frutolosinas diarias, tanto Carolyn como Craig empiezan a ahorrar frutolosinas para construir sus catapultas. Carolyn, con su menor preferencia temporal) ahorra 2 frutolosinas diarias y Craig (con su mayor preferencia temporal) ahorra 1 frutolosina diaria.

Después de 15 días, Carolyn ha ahorrado 30 frutolosinas. Ahora se siente lo suficientemente segura económicamente como para empezar a destruir las frutolosinas para construir su catapulta. Empezando el día 16, Carolyn produce 2 frutolosinas, consume 2 por día y añade 2 por día a su catapulta. Así que sus existencia de frutolosinas completas disminuye en 2 diarias. Tiene existencias más que suficientes para ver su método largo e intensivo en capital hasta que se complete a pesar de su menor tasa de producción de frutolosinas.

Después de 15 días, Craig, con su tasa inferior de ahorro, solo ha ahorrado 15 frutolosinas. Se da cuenta de que necesita seguir ahorrando. Debido a sus distintas preferencias temporales, los dos tienen distintas tasas de crecimiento económico, pero ambos tienen un plan de consumo e inversión que es sostenible dados sus recursos.

Pero no saben que el espíritu de John Maynard Keynes les está mirando desde lo alto.

Keynes piensa para sí: “Me gusta la actitud hedonista de este chico, Craig, ¡pero el pobre chaval es un bobo económico! Esta nación-isla de un hombre necesita alguna intervención económica experta. Evidentemente no hay oferta monetaria que pueda usar para expandir, así que tendré que crear mágicamente 15 frutolosinas fantasma para completar las existencias de Craig. Pueden ser efímeras e inútiles, pero estimularán el gasto y la inversión, que es lo que necesita el chaval”.

Craig se ve agradablemente sorprendido al ver que era más rico de lo que creía. “Tío, ¿tengo 30 frutolosinas? Ayer debí contar mal. ¡Estupendo!” Enardecido por su recién descubierta “riqueza”, Criag empieza de destruir frutolosinas para construir su catapulta al mismo ritmo que Carolyn y aumenta su consumo de frutolosinas a 3 diarias.

“He estimulado en consumo y la inversión”, proclama Keynes. “Mirad lo feliz y productivo que es. Piedras en pan: ¡es un milagro económico!”

El auge económico, disparado por el “estímulo” de Keynes, funciona bien unos pocos días. Craig avanza bastante en su catapulta y se lo pasa como nunca.

Pero su estructura de producción y consumo resulta no ser sostenible, dados sus recursos. Craig sencillamente no tiene suficientes rentas y ahorro real para ambas cosas, mantener su mayor consumo y ver que se completan sus planes ambiciosos de producción. Así que la burbuja económica acabará estallando en el largo plazo. Keynes replicaba a esas objeciones a sus propuestas diciendo. “en el largo plazo, todos estamos muertos”. Keynes puede estar muerto, pero, por desgracia para Graig, su largo plazo económico es de cinco días.

“¡No mola!”, dice mientras pasa su mano sobre la primera de las frutolosinas fantasma. “Estas 15 frutolosinas no sino polvo de hadas y mi catapulta está todavía a medio terminar. ¿Para qué vale media catapulta?”

Ahora Craig se da cuenta de que realmente no tenía suficientes ahorros como para ver fructificar sus planes y ahora necesita reducir el consumo y aumentar el ahorro. Se da cuenta de que, para mantener un estilo de vida al menos tolerable debe deshacerse de sus malas inversiones y reasignar sus recursos a proyectos sostenibles de plazo más corto. Pero ahora tiene mucho menos con lo que trabajar, porque muchas de las frutolosinas no pueden “liquidarse” y por tanto sencillamente se han desperdiciado. Muchas de las fibras de las frutolosinas ahora en su media catapulta, están cortadas en formas que son simplemente inútiles para la construcción de otros dispositivos.

Craig acaba de pasar lo que podría llamarse un ciclo económico de un solo hombre. Engañado como estaba por el “estímulo” de Keynes, Craig apenas está mejor que cuando empezó a ahorrar para la catapulta, mientras que Carolyn, como tuvo una percepción correcta de su riqueza y fue capaz de planear de acuerdo con ella, acaba su catapulta con frutolosinas de sobra y recoge su botín de 200 frutolosinas.

En una economía moderna, no hay frutolosinas fantasma, sino aumentos artificiales en la oferta monetaria que hacen que las personas crean que son más ricas de lo que son realmente. Pero según la teoría austriaca del ciclo económico, la respuesta de la sociedad es aproximadamente la misma: inversiones ambiciosas de capital que son sencillamente insostenibles, dada la verdadera cantidad de ahorro en la economía. La gente acaba dándose cuenta de las insostenibilidad de sus inversiones, la burbuja estalla, el auge da paso al declive y los recursos son reasignados (dolorosamente) a inversiones sostenibles.

La ley de los retornos

La suma de factores a una estructura de producción está limitada por la preferencia temporal. Pero también está limitada por la “ley de los retornos”.

Una de las secciones más difíciles de entender en La acción humana de Mises es la concerniente a la ley de los retornos,[7] sobre todo porque Mises usa muchos símbolos representando cantidades para explicar la ley y sus implicaciones. En El hombre, la economía y el estado, Murray Rothbard usa cantidades numéricas, pero sigue usando símbolos para representar bienes, en lugar de usar ejemplos concretos.[8] A continuación aplicaré las cantidades de Rothbard (con una pequeña modificación para explicar un concepto importante) a un ejemplo concreto para diseccionar la explicación de la ley por Mises.

Mises presenta tres bienes:

b y c de los dos bienes complementarios B y C, y p del producto D.

Las letras mayúsculas representan bienes y las minúsculas cantidades de esos bienes. B y C son factores de producción, que en combinación producen el bien de consumo D. Supongamos que estamos tratando la cocina completamente automatizada de un restaurante de alta tecnología. Supongamos que B representa el factor de producción “fogón” y por tanto b representa en número de fogones. C representa el factor de producción “cocinero robot” y por tanto c representa el número de cocineros robot. D representa el producto “plato de pasta” y p representa el número de platos de pasta producidos.

Ahora, en sus ejemplos, Mises establece que b es invariable. Para nosotros, eso significa que el número fogones en la cocina es fijo, digamos que son 8. Sin embargo c es variable. Para nosotros esto significa que el número de cocineros robot es variable.

Digamos que:

  1. Si la cocina tiene 1 cocinero robot puede producir 4 platos de pasta por noche.
  2. Si tiene 2 cocineros, puede producir 10 platos.
  3. 3 cocineros producen 18 platos.
  4. 4 cocineros, 30 platos.
  5. 5 cocineros, 40 platos.
  6. 6 cocineros, 45 platos.
  7. 7 cocineros, 47 platos.

Mises escribe:

Con b permaneciendo inalterado, llamamos a ese valor de c que genera el máximo valor de p/c como el óptimo.

En nuestro caso, “p/c” es la relación entre del total de platos (producción total) y el total de cocineros (total de entrada variable). Los economistas ortodoxos a menudo se refieren  a este valor como el “Producto Físico Promedio” (PFP). Nuestros distintos escenarios anteriores tienen los siguientes valores PFP:

  1. 4 (4 platos divididos por 1 cocinero)
  2. 5 (10 platos divididos por 2 cocineros)
  3. 6 (18 platos divididos por 3 cocineros)
  4. 7,5 (30 platos divididos por 4 cocineros)
  5. 8 (40 platos divididos por 5 cocineros)
  6. 7,5 (45 platos divididos por 6 cocineros)
  7. 6 (42 platos divididos por 7 cocineros)

Repito que Mises define el “óptimo” como el mayor valor de p/c (el PFP máximo). Así que en nuestro caso el óptimo sería el escenario 5, con un PFP de 8. También este se conoce como el “punto de retornos medios decrecientes”. Pero esto no es lo que normalmente significa en economía ortodoxa con la expresión familiar “punto de retornos decrecientes”. Eso vendrá luego.

Se podría poner el “número de cocineros” frente a PFP en un gráfico para crear una “curva de PFP” y ver de un vistazo el “óptimo” de Mises, el punto a partir del cual añadir unidades de un factor de producción hace que la producción total sea más pequeña en proporción a producción total. Pero ese gráfico no añade nada a lo que ya sabemos acerca de las suposiciones usadas para crear el gráfico.

Mises escribe del “óptimo”:

Si nos desviamos de esta combinación óptima aumentando la cantidad de C sin cambiar la cantidad de B, el retorno aumentará más en general, pero no en proporción al aumento en la cantidad de C.

Examinemos primero qué quiere decir con “el retorno aumentará más en general”. Aquí, al hablar de “retornos” está hablando de la producción total para cada escenario. Los economistas a menudo llaman a este valor el “producto físico total” (PFT). En nuestro ejemplo, esto significa el número total de platos producido en cada escenario. Los PFT para nuestros escenarios alternativos son los siguientes:

  1. 4
  2. 10
  3. 18
  4. 30
  5. 40
  6. 45
  7. 42

Recordemos que nuestro óptimo eran 5 cocineros. Aun así, si seguimos añadiendo robots más allá de nuestro óptimo seguimos aumentando algo nuestro PFT, lo que, como dice Mises, generalmente se producirá como regla. Tiene sentido que, como regla, cuanto más entradas se hagan más producto se obtiene. ¿Pero por qué dice Mises “como regla”, lo que implica que no siempre es así?

Como podemos ver más arriba. No podemos seguir añadiendo eternamente cocineros robot y al mismo tiempo seguir aumentando nuestro PFT. Al pasar del escenario de 6 cocineros al de 7 cocineros nuestro PFT en realidad baja.

“Espera un momento”, podríais decir, “¿Por qué 7 cocinero producen menos platos que 6?” ¡Hay demasiados cocineros en la cocina, por supuesto! Es una cocina pequeña, así que añadir un séptimo cocinero en realidad ralentizará el trabajo, ya que los cocineros tienen que seguir rutas más largas de un lugar a otro para evitar chocar entre sí. El séptimo cocinero daña a la producción en términos absolutos. El punto a partir del cual añadir otro cocinero hace a la producción absolutamente inferior es el punto en el que aparecen los “retornos negativos” (o retornos totales decrecientes). Pero esto sigue sin ser lo que normalmente significa  la expresión habitual “punto de retornos decrecientes”.

Se podría poner el número de cocineros frente a PFT en un gráfico para crear una “curva de PFT” y ver de un vistazo en qué punto a partir del cual añadir unidades de un factor de producción daña a la producción en términos absolutos. Pero tampoco ese gráfico añade nada a lo que ya sabemos acerca de las suposiciones usadas para crear el gráfico.

Repito que Mises dijo que añadir factores de producción más allá del óptimo puede generar un aumento de los retornos, pero “no en proporción al aumento en la cantidad de C”. Aquí mises habla de otro tipo más de relación. Es esencial advertir que ya n estamos hablando solo de salida frente a entrada, sino más bien de cambio en entrada frente a cambio en la entrada variable. Los economistas llaman habitualmente a este valor “Producto Físico Marginal” (PFM). Los PFM de nuestros escenarios alternativos son los siguientes:

  1. 4 (4 platos más divididos por 1 cocinero)
  2. 6 (10 platos totales menos los 4 platos que se habrían producido sin el segundo cocinero, divididos por 1 cocinero más
  3. 8 [(18 − 10)/1]
  4. 12 [(30 − 18)/1]
  5. 10 [(40 − 30)/1]
  6. 5 [(45 − 40)/1]
  7. 2 [(42 − 40)/1]

Vemos que la PFM, la relación entre producción adicional (marginal) y entrada adicional (marginal) se maximiza en el escenario 4. Este es al que la economía ortodoxa se refiere como “el punto de retornos decrecientes”. “Punto de retornos decrecientes es básicamente la abreviatura para “punto de retornos marginales decrecientes”.

Repito que Mises dijo que, más allá del óptimo, los aumentos en la entrada variable solo generan, en el mejor de los casos, menos aumentos proporcionales en la producción. Esto podría llevar a confusión, porque el “óptimo” se ha definido como el punto de retornos promedio decrecientes (PFP máximo) y el punto en el que la producción ya no aumenta en proporción a la entrada se ha identificado como el punto de retornos marginales decrecientes (PFM máximo). Esto puede llevar a la conclusión errónea de que Mises está diciendo que los dos puntos son necesariamente el mismo. Pero no es así. Por ejemplo, en nuestro ejemplo, el punto de retornos promedio decrecientes está en 5 cocineros, mientras que el punto de retornos marginales decrecientes está en el escenario de 4 cocineros.

Sin embargo es lógicamente necesario que el punto de retornos marginales decrecientes nunca pueda producirse después del punto de retornos promedio decrecientes. Para ayudar a entender por qué, pensemos en el PFP como análogo a nuestra nota general en un curso y pensemos en el PFM como análogo a la nota del examen más reciente.[9] Supongamos que hayamos estado mejorando continuamente con cada examen sucesivo, obteniendo siempre la misma nota que la anterior o mejor. Es concebible que rompamos nuestra “racha de mejoras” (puntuando por primera vez por debajo en un examen con respecto al anterior, lo que es análogo a un PFM que baje) y aun así ver cómo aumenta nuestra nota general (esto es análogo a un PFP que suba), si tu nota en el examen más reciente (PFM actual) sigue siendo superior a la nota general antes del examen (PFP previo).

Por ejemplo,, tal vez hayamos estado obteniendo C (cada vez más altas) durante la mayoría del curso y obtenemos una A- que mejoraba nuestra nota, pero no era bastante como para salir del territorio C. Es posible que consigamos una B+, que empeora el rendimiento anterior y sigamos viendo una mejora en nuestra nota general. Sin embargo, es inconcebible que baje nuestra nota general (que baje el PFP) hasta que se rompa nuestra racha de mejora (baje el PFM).

La frase de Mises de que, más allá del punto de retornos promedio decrecientes (“el óptimo”), los retornos marginales siempre disminuyen sigue siencod correcta. Solo hay que recordar que los retornos marginales pueden empezar a disminuir incluso antes de esto.

La ley de los retornos es sencillamente la proposición de que, para toda combinación de factores de producción hay un óptimo como el descrito antes. ¿Pero hay siempre ese óptimo? ¿Es la ley de los retornos realmente una ley?

Como decía Rothbard: “La ley de que ese óptimo debe existir puede demostrarse considerando las implicaciones de lo contrario”. Por ejemplo, si no existiera ese óptimo, eso significaría que la relación de Mises p/c (PFP) podría aumentarse indefinidamente aumentando eternamente c. Pero pensemos qué significaría eso para el factor de producción b (en nuestro ejemplo, los fogones). Eso significaría que cualquier disminución en b (el número de fogones) podría compensarse con un aumento en c (el número de robots) para mantener igual p (el número de platos). Pero si fuera así, entonces C (cocineros) sería un sustitutivo perfecto de B (fogones). Y en ese caso, B (fogones) no se sería un bien complementario que fuera necesario para la producción de D (platos). En ese caso, D se produciría solo con C (cocineros). Pero eso es imposible, porque como explicaba Rothbard,

En cada etapa de producción, el producto debe ser producido por más de un factor escaso superior de producción. Si solo fuera necesario un factor para el proceso, entonces no sería necesario el propio proceso y los bienes de consumo estarían disponibles en abundancia ilimitada. Así que en cada etapa de producción, los bienes producidos deben haber sido producidos con la ayuda de más de un factor. Estos factores cooperan en el proceso de producción y se llaman factores complementarios.[10]

Estos principios de praxeología de la producción sostienen la cataláctica de la producción (la teoría de la producción en una economía monetaria compleja) que es el tema del  curso actual de Robert Murphy La producción y el proceso del mercado, en la Academia Mises. Al contrario que la economía ortodoxa de la producción, las intrincadas propuestas de la cataláctica austriaca de la producción (incluyendo la teoría austriaca del ciclo económico) nunca pierden de vista las verdades fundamentales de las praxeología de la producción, como el papel integral del ahorro, la verdadera naturaleza de los bienes de capital y la importancia fundamental de la estructura temporal de la producción.


Publicado originalmente el 4 de agosto de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

[1] Krugman es consciente de esta respuesta austriaca, pero tampoco se la cree.

La mayoría de los teóricos de la resaca modernos probablemente ni se dan cuenta de que este es un problema para su relato. Tampocos los supuestamente teóricos austriacos profundos responden al acertijo. A lo más que pudieron llegar von Hayek o Schumpeter  fue a la vaga sugestión de que el empleo era un problema de fricción creado al transferir la economía trabajadores de un sector hinchado de bienes de inversión de vuelta a la producción de bienes de consumo. (De ahí su oposición a cualquier intento de aumentar la demanda: Esto dejaría “sin realizar pate del trabajo de la depresión”, ya que el desempleo masivo era parte del proceso de “adaptar la estructura de producción”). Pero, en ese caso, ¿por qué el auge de la inversión (que supuestamente requiere una transferencia de trabajadores en la dirección opuesta) no genera también desempleo en masa?

Robert Wenzel respondía bien a esto:

Respecto de la pregunta de Krugman respecto de por qué no hay un aumento en el desempleo durante la parte del auge del ciclo, esto demuestra claramente su falta de una comprensión profunda de la TACE. Antes de que empiece un auge, puede decirse que la economía está en equilibrio entre la producción de bienes de consumo y la producción de bienes de capital. Cuando entonces un banco central inyecta nuevo dinero, se crea nueva demanda de mano de obra en el sector de bienes de capital haciendo que se reclame mano de obra alejándola del sector de los bienes de consumo. Así que no hay ningún punto en el que un desempleo creciente sea un factor en esta parte del ciclo. Sin embargo, durante la parte de recesión del ciclo, no tiene sentido que el banco central esté inyectando dinero en el sector del consumo. Lo que está pasando, por el contrario, es que está teniendo lugar una transferencia de dinero desde el sector de los bienes de capital al sector de los bienes de consumo. Es este drenaje de dinero desde el sector de los bienes de capital el que causa desempleo. Durante el auge inducido por el banco central, el dinero no se drena de ninguna parte.

[2] Evidentemente los investigadores no cuentan realmente como “partes” interesadas en el intercambio.

[3] Mises, La acción humana, cap. 18, sec. 3.

[4] Sin embargo, esto no quiere decir que una preferencia temporal menor sea objetivamente “mejor” que una preferencia temporal mayor. El crecimiento económico no es el único objetivo de la gente en la vida.

[5] Mises, La acción humana, cap. 18, sec. 3.

[6] Ibíd.

[7] Mises, La acción humana, Cap. 7. Sec. 2.

[8] Murray N. Rothbard, El hombre, la economía y el estado, Cap. 1, Sec. 6.

[9] Robert Murphy usa habitualmente esta analogía para explicar otros aspectos de la ley de retornos.

[10] Rothbard, El hombre, la economía y el estado, Cap. 1, Sec. 6.

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