Hazlitt, 1946: Inflación, deflación, confusión

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[Publicado originalmente en Newsweek el 14 de octubre de 1946. Disponible en  Business Tides: The Newsweek Era of Henry Hazlitt]

En los dos últimos años, los izquierdistas han tomado gusto a referirse a la empresa privada como una economía de “auge-declive”; los cargos de la OPA han sostenido que solo la fijación de precios puede impedir una repetición del auge y colapso de 1920-21 y estadistas británicos han insistido en que su nuevo “socialismo democrático” funcionaría estupendamente si los volubles Estados Unidos no estallan de nuevo y arrastran con ellos al resto del mundo. Sorprende poco que tanta gente se pregunte ahora si la reciente caída en la bolsa no augura al menos este tan predicho revés empresarial.

La pregunta no es fácil de responder, porque la economía estadounidense se ha convertido hoy en el fútbol de políticas y contrapolíticas que no propias de la política, sino esencialmente externas. Estas políticas en conflicto son por un lado aquellas que tienden a crear inflación o por otro las que tienden a producir trastornos.

Las fuerzas inflacionistas son evidentes y hasta ahora han estado controladas. Las causas primarias sin la financiación pública con déficit y otras políticas que aumentan el volumen del dinero y del crédito. Las fuerzas inflacionistas pasadas se miden aproximadamente por el aumento en la deuda nacional hasta 26.000.000.000$ y del dinero y del crédito a más de tres veces el volumen previo a la guerra. La inflación potencial futura lo indica un presupuesto aún sin equilibrar en perspectiva (a pesar de un equilibrio en el primer cuarto del actual año fiscal) y por una política de tipos bajos de interés que promueve mayores aumentos en el crédito y una mayor monetización de la deuda pública. Cuando la inflación aumenta los precios más rápido que los costes, estimula la expansión empresarial, nuevas aventuras y empleo.

Sin embargo, contra esto hay fuerzas igualmente poderosas de trastorno. La principal es el control de precios, administrado con un espíritu hostil a los beneficios y las empresas. Esto ha distorsionado las relaciones entre márgenes de beneficios y ha trastornado y desequilibrado la producción. Los constructores se encuentran con ladrillos y sin puertas, cristales o bañeras. Los automóviles esperan parachoques o baterías en las líneas de montaje.

La presión por los beneficios por arriba se una a otra por abajo. A las huelgas inacabables y la producción interrumpida se unen incesantes aumentos de sueldos. Para estimular u obligar a esos aumentos de sueldo, la administración ignora principios elementales de propiedad, expropia minas de carbón y ella misma firma contratos que aumentan los salarios. Estos aumentos salariales deben en último término, o aumentar los costes hasta el punto en que muchas empresas ya no pueden funcionar, o forzar los precios al alza hasta niveles que recortarán las compras. En cualquier caso ralentizarán la producción y llevarán al desempleo. Añadamos a esto la hostilidad básica hacia los negocios por parte de las instituciones de Washington que se refleja en múltiples acosos.

¿Cuál de estos dos grupos de fuerzas dominará los siguientes seis a doce meses: el inflacionista o el depresivo? Es imposible de decir hasta que sepamos el aspecto del próximo Congreso y las principales decisiones que los personajes políticos clave (el presidente Truman, los secretarios Snyder y Byrnes y Anderson, Paul Porter, Wilson Wyatt, Marriner Eccles y miembros de PDB, ICC, OWMR, NLRB y CPA) van a tomar. Las decisiones de esos hombres son incomparablemente más importantes hoy a la hora de determinar el futuro curso de los negocios que las decisiones meramente derivadas realizadas por los hombres de negocios privados.

Una cosa que no podemos tener simultáneamente es tanto “inflación” como “deflación”, pues no podríamos tener al mismo tiempo tanto una expansión como una contracción de la oferta monetaria. Pero podríamos tener una inflación frustrada. Podríamos tener simultáneamente, como ya ha demostrado la experiencia en Europa, inflación y trastorno industrial, inflación y desempleo, inflación y estancamiento.

El peligro real que afrontamos en los próximos seis a doce meses es que si la combinación presente de políticas nos genera este resultado, los cargos de la administración, en lugar de eliminar los controles reguladores que lo causan, puedan decidir que el problema real haya sido inflación insuficiente y puedan lanzarse a la desastrosa política de aumentar y devaluar más la oferta monetaria y crediticia. En resumen, nuestro mayor enemigo hoy es la ignorancia económica y confusión por parte de quienes insisten en “planear”, “estabilizar” y encorsetar la economía y tienen poder político para hacerlo.


Publicado originalmente el 8 de abril de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.