La absurda crítica de la revista Time a los gobernantes chinos

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ChinaPorque la confesión es buena para el alma, admito que me he convertido el lector habitual de la revista Time. No es porque la considere una fuente importante de noticias en modo alguno, sino debido a sus estatus como el “boletín del estado-nación”, por lo que la creo digna de estudio, aunque solo sea para estar al día en (a) qué piensa que es importante el establishment de EEUU y (b) cómo prefiere que pensemos en ello.

En ese sentido, advierto una historia reciente (cerrada) crítica con el líder al que Time llama “el gobernante más poderoso del planeta”.  Podéis estar seguros de que sus iniciales no son B.O.

En su lugar, la historia examina un supuesto culto a la personalidad aumentando en China en torno a su presidente, Xi Jinping, quien (nos advierte Time) ha estado “usando algunas estrategias de Mao para unir a las masas y dar lustre a su gobierno personal”. Time cita a un “experto de Harvard” que señala que “Como Mao, Xi piensa que si China sucumbe a los valores occidentales, estas fuerzas destruirán no solo el excepcionalismo de China, sino también la estabilidad del Partido Comunista Chino”.

Si los editores de Time fueran honrados, admitirían que no están contra el culto a la personalidad en sí, sino solo en aquellos que tengan el potencial para amenazar a uno concreto con base en Washington. Así, los cultos que rodean a Salman in Arabia Saudita, Erdogan en Turquía o Modi en India no requieren la atención de sus editores. Los cultos en China, bueno, esos son un cuenco de arroz completamente distinto.

Consideremos la incoherencia con la que Time critica a Xi. Primero, encuentra esta declaración de un excatedrático de la universidad china: “Xi Jinping es como un emperador que viene de la nobleza roja. La gente no se atreve a criticarle”.

Esta cita es bastante graciosa, no solo porque la declaración es en sí una crítica, sino porque se lee en la revista que durante décadas tuvo a Hugh Sidey, el periodista asociado más de cerca con establecer el culto a la presidencia en el siglo XX, sirviendo como uno de los principales apologistas del crecimiento del poder ejecutivo. También es graciosa porque la propia Time, en su portada de noviembre de 2008, hacía fotoshop de la cara de Obama con el cuerpo del santificado FDR (ejemplar de la versión estadounidense de la nobleza roja) en un claro intento de desviar la crítica del estatismo que iba a seguir.

Luego leemos cómo Xi visitó “las oficinas centrales del mayor periódico [de China], red de TV y agencia de noticias” para asegurarse una “lealtad absoluta”, diciendo a los miembros de los medios de comunicación de masas de China que su trabajo debería “reflejar la voluntad y opiniones del partido, proteger la autoridad del liderazgo central del partido y mantener la unidad del partido”. Esto debería fectar a quienes no ven sino una lealtad absoluta aplicada férreamente a una gama estrecha de estatismo de izquierda y derecha en nuestros propios medios de comunicación de masas.

Time señala histéricamente que “el nombre de Xi apareció en 11 titulares de primera página” del Diario del Pueblo de China solo en el mes de diciembre. ¿Puede alguien avisarme de cuándo importa el número de veces que cualquier presidente en el cargo aparezca en los titulares de primera página del New York Times en cualquier mes?

Hay otras pruebas de este peligroso culto de Xi. China ha estado “manipulando elecciones en África y patrones de consumo en Europa”, como si el gobierno de EEUU hubiera sido un mero observador desinteresado. Xi ha estado acusando de tensiones regionales en el mar del Sur de China a EEUU, que, después de todo, tiene barcos de guerra en el mar del Sur de China. China realizó un “enorme desfile militar” en septiembre para mostrar su creciente poder militar, algo equivalente a los vuelos de los B-52 en partidos de la NFL cada otoño. Finalmente, se nos informa de que en 2015 Xi “viajo a 14 países y fue agasajado en todos”, como si los presidentes de EEUU, por el contrario, viajaran en clase turista a países extranjeros donde evitaran ser vistos y durmieran en Holiday Inns.

Lo que Time no entiende o prefiere ignorar es que los “valores occidentales” son los del liberalismo clásico. Al defender el derecho natural de cada persona a la propiedad y la privacidad, el estado de derecho y la libertad de asociación, religión y prensa, amenaza a todos los estados-nación. El gobierno chino, una gran empresa redistributiva en sí mismo, reacciona de formas que no son distintas de las nuestras.


Publicado originalmente el 14 de abril de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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