Ayer disfruté oyendo la entrevista de podcast de Theral Timpson a Jason Hoyt.
Hoyt es el cofundador de Peer J, una editorial de acceso abierto que también anima a los biólogos a publicar prepublicaciones. Peer J ofrece alojamiento de prepublicaciones gratis y es una de esas empresas emprendedoras que está tratando de encontrar una solución para ampliamente percibido atasco en la publicación científica. Hoyt da buenas ideas acerca de algunos de los retos existentes en ese mundo.
Hace un par de años, Hoyt también fue coautor de un artículo para Scientific American en el que repasa la historia y evolución de la publicación científica. Sorprendentemente, la revisión de trabajo por pares no fue obligatoria para la mayoría de las revistas hasta la década de 1970.
El artículo da una historia detallada de las “prepublicaciones”, demostrando que han sido comunes en la ciencia en el pasado, particularmente en la época victoriana, presumiblemente debido a una explosión del conocimiento y el deseo de sacar los resultados tan pronto como sea posible. Hace una interesante declaración.
La naturaleza abierta de la comunicación investigadora antes de la mitad del siglo XX permeaba tanto la sociedad que su influencia se sigue sintiendo hoy entre el público en general que ha internalizado que la ciencia trata de una colaboración abierta en búsqueda del conocimiento universal.
¿Qué pasó entonces después de la mitad del siglo XX? Hoyt no lo explica, pero un gran cambio evidente es lo que pasó con la financiación de la ciencia. Pasó de estar descentralizada y ser principalmente privada a estar centralizada y ser principalmente pública.
La ciencia está esencialmente bajo la influencia de un enorme programa público de estímulo que ha llevado a una avalancha de publicaciones que continúa hasta hoy. Como cabría esperar, esta inflación de financiación ha devaluado enormemente el valor de los trabajos individuales, pero ha aumentado el poder de la revisión por pares (aunque tenga sus defectos), ya que l publicación en una revista prestigiosa de revisión por pares es una forma inevitable de tratar la avalancha de trabajos.
Y no es que la mayoría de los trabajos sean necesariamente inútiles. Pero si puedo tomar una vaga inspiración de la teoría austriaca del ciclo económico, que señala que las malas inversiones empresariales durante la fase de auge de ciclo económico en la que el crédito está barato y fluye el dinero, bien podría haber un fenómeno de mala ciencia, es decir, producción científica que no está bien coordinada con las necesidades de la comunidad científica porque esta financiación centralizada no puede reflejar las necesidades de aquellos que se pretende que “consuman” el producto de la investigación financiada, normalmente otros científicos o personas técnicas en la industria o la universidad. Por encima de todo eso, por supuesto, la financiación sigue necesariamente reglas burocráticas sometidas a influencia política.
No hay límite teórico para cuestiones científicas ni una buena manera de predecir lo fructífera que sería una línea de investigación comparada con otra. Aparte, hay muchas formas diferentes de concebir lo fructífero de una investigación. Por tanto la financiación de la investigación es en sí misma una decisión empresarial.
Aplaudo los esfuerzos de Hoyt y Peer J, pero la única solución real para este problema es privatizar y descentralizar la financiación de la ciencia. La financiación de la ciencia (incluyendo la “ciencia básica”) debería volver a ser problema de la industria y las universidades privadas. Solo entonces podemos esperar recuperar “la naturaleza abierta de la comunicación investigadora”.
ACTUALIZACIÓN: Ivan Oransky acaba de publicar un artículo en StatNews acerca de la crisis en la revisión por pares, pero no menciona ninguna posible relación entre ella y la financiación de la ciencia.
Publicado originalmente el 17 de abril de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.