¿Qué es prejuicio?

0

El humorista Chris Rock tiene un monólogo en el que dice:

Sabes que el mundo está loco cuando el mejor rapero es un tipo blanco, el mejor golfista es un tipo negro, el tipo más alto de la NBA es chino, los suizos ganan la Copa América, Francia acusa a EEUU de arrogancia, Alemania no quiere ir a la guerra y los tres hombres más poderosos de Estados Unidos se llaman “Bush” [“arbusto”], “Dick” [“polla”] y “Colon”. ¿Tengo que decir algo más?[1]

Gracioso, sí, pero ¿es un prejuicio? Supuestamente Mr. Rock espera que raperos negros, golfistas blancos, franceses arrogantes y chinos pequeños. En resumen, espera esas cosas que conocemos como estereotipos.

¿Es posible que tal vez esta expectativa esté afectando a su juicio racional? ¿Está prejuzgando el tipo de raperos y golfistas que debería esperar y, si es así, que queremos decir con esta alegación? ¿Deberíamos ofendernos?

¿Qué pasa con otros ejemplos? ¿Tenemos prejuicios si esperamos que los irlandeses sean grandes bebedores o que a los nativos americanos le guste apostar? ¿Y si pensamos que a las mujeres les cuesta estacionar en paralelo o que a los hombres no les da bien cocinar? ¿Estamos prejuzgándolos?

Experiencia, prejuicio y juicio de grupo

Según algunos comentarios eminentes sobre el tema, el prejuicio es un producto de nuestras experiencias. En una emisión de diciembre de 1955, el periodista Edward R. Murrow dijo a su audiencia que “todos somos prisioneros de nuestras propias experiencias. Nadie puede eliminar los prejuicios, solo reconocerlos”. El ensayista inglés Charles Lamb tenía una opinión similar, quejándose de su experiencia “terrenal” y describiéndose así:

Un hatajo de prejuicio, constituido por cosas que me gustan y que me disgustan, la más grande esclavitud ante simpatías, apatías y antipatías.

Otra cita, esta vez de un autor desconocido:

Todos estamos cargados de prejuicios, contra los pobres o los ricos, los listos o los tontos, los delgados o los gordos. Es natural desarrollar prejuicios. Es noble superarlos.

Según todas estas opiniones, el prejuicio es algo que desarrollamos de nuestras experiencias en la vida y que afecta a nuestra capacidad de realizar juicios racionales. Somos prisioneros de nuestra experiencia terrenal y finita y es esta experiencia la que impide nuestros intentos de juzgar racionalmente a otros, sin ninguna preconcepción. Aunque hay desacuerdo en estas opiniones con respecto a nuestra capacidad de superar nuestros prejuicios, los que comparten todas estas citas es más sorprendente: un menosprecio común por la experiencia vital y sus consiguientes efectos sobre nuestro juicio.

¿Pero qué es prejuicio? Como se deduce de la etimología de la palabra,[2] es el juicio previo de algo, es un juicio que se produce antes de lo que debería. ¿Antes de qué? Bueno, supuestamente, un juicio con prejuicios se produce antes de que se vean todos los hechos relevantes y disponibles. Si el tipo que se sienta en gran banco con la peluca empolvada envía a galeras a algún pobre paleto antes de que su abogado haya tenido la posibilidad de hacer una exposición inicial, entonces hay un prejuicio del asunto y podríamos gritar correctamente: ¡prejuicio! Este juez está mostrando prejuicio porque ha saltado al juicio antes de lo que debería; en este caso, antes de considerar información relevante que tenía disponible, pero que no se ha preocupado por considerar.

Escuchamos alegaciones de prejuicios bastante a menudo. La alegación se aplica liberalmente cuando la gente hace juicios sobre otros basando en la pertenencia a grupos. Si esto conlleva consideraciones demográficas como sexo o raza, entonces el coro de denuncias es probable que sea de verdad grande: ¡son prejuicios, estereotipos, estrechez de mente e intolerancia! (De hecho, todas estas expresiones a menudo se consideran como sinónimos).

Esos juicios se caracterizan a menudo como prejuicios porque supuestamente ignoran los méritos individuales de los juzgados. Juzgar a alguien por su raza o sexo es supuestamente ignorar su bondad (o maldad) interna y saltar a conclusiones, antes de que sepamos qué tipo de persona es. El problema con esta alegación es que los méritos individuales a menudo nos son desconocidos y frecuentemente nos encontramos en situaciones en las que necesitamos juicios sobre personas a las que no conocemos o con las que no hemos interactuado y de las que sabemos muy poco. A veces son juicios repentinos, necesarios antes de tener ninguna oportunidad real de conocer a quien juzgamos. Otras veces son juicios extendidos, pero sin embargo implican consideraciones de méritos que no podemos evaluar directamente bajo esas circunstancias.

En este tipo de casos, a menudo es perfectamente legítimo usar a los miembros del grupo (incluso características como sexo, raza, edad, etc.) como predictores de otras características de interés directo que no tenemos disponibles para su observación (es decir, usar inferencia racional y discriminación). Hacerlo en es derogar el principio de juzgar a la gente por sus méritos, mientras implique un intento de buena fe de inferir esas características individuales de toda la información que está disponible en ese momento. (De hecho, es el rechazo a considerar esas características representativas lo que constituye el fracaso en evaluar apropiadamente los méritos personales de la persona usando toda la información disponible).

Quizá aquí yo sea algo taimado y use una “definición persuasiva”, ya que he dicho que el prejuicio se refiere a un juicio realizado antes de que se consideren todos los hechos relevantes  y disponibles. Tal vez debería ser solo lo primero y solo estoy colando este segundo requisito en el concepto para cargar la palabra a favor de mi argumentación. En otras palabras, tal vez el concepto de prejuicio se refiera realmente a un juicio realizado antes de que se consideran todos los hechos relevantes, estén o no disponibles para la persona que realiza el juicio. Evaluar a alguien por sus méritos personales significa por tanto evaluarle por todos sus méritos personales, conocidos o no.

Si este es el caso, entonces debe significar que una persona que toma una decisión sin todos los hechos relevantes, incluso los indisponibles, está prejuzgando el asunto: tiene “prejuicios” porque no tiene en cuenta información que no es posible que pueda tener en cuenta. Pero indudablemente requerir esto (y menospreciar su ausencia) es ajustar a la gente un patrón imposible, requerir omnisciencia y quejarse por el conocimiento limitado de los meros mortales.

De hecho, esto es exactamente lo que piden aquellos con esta visión del prejuicio, como cuando Charles Lamb (en la cita anterior) menosprecia sus propios gustos y desagrados sobre la base de que es “terrenal y [está] encadenado a la escena de [sus] actividades”. ¿Pero qué más se puede pedir al pobre Charles? ¿Que trascienda a su propia experiencia, conocimiento y capacidades perceptuales, formando gustos y desagrados sobre la base de cosas que no tiene la posibilidad de conocer u observar? Si fuera así, entonces sería un puro misticismo y no puede conformar la base de una crítica legítima de los procesos de juicio y toma de decisiones.

La falsa identificación del prejuicio

Si rechazamos este patrón místico e imposible y por el contrario aceptamos que el prejuicio solo se refiere propiamente a juicios formados sin consideración de la información disponible, es fácil ver que mucho de lo que hoy e describe alegremente como prejuicio en estos tiempos enloquecidos de pensamiento “progresista” es en realidad exactamente lo contrario. Lo que se describe como prejuicio no es habitualmente más que una creencia que se forma sobre la base de la suma total de la experiencia y aprendizaje real de una persona, es decir, formada sobre la base de la observación de la realidad.

Por ejemplo, si alguien afirma que a las mujeres les cuesta estacionar en paralelo (mostrando esto como una declaración general, en lugar de una estricta relación unívoca), entonces es probable que sea un juicio basado en la observación, Igualmente, si se afirma que los irlandés son una panda de borrachos (de nuevo entendiendo esto como una declaración general), entonces es probable que esto sea un juicio basado en la observación.[3] Estas son ambas proposiciones empíricas y el que alguna sea verdadera o falsa es algo que se resolvería apelando a las observaciones, tal vez a experiencias anecdóticas y a la comparación entre las experiencias propias con otras, pero idealmente a algún método más fiable, como un estudio empírico meticuloso de la proposición. (Por supuesto, a menudo no hay disponible información de este tipo). En todo caso, si el juicio viene cuando se necesita, se basa en la observación y usa toda la información que hay disponible en ese momento, la acusación de prejuicio es infundada.

Aunque el concepto de prejuicio es una declaración de prejuzgamiento, a menudo sucede que las alegaciones de prejuicio no implican ningún intento de evaluar el proceso por el que se realiza el juicio relevante ni las evidencias que se usan. De hecho, las alegaciones de prejuicio son a menudo afirmaciones sin fundamento. No hay ninguna alegación de que una persona haya dejado de tener en cuenta alguna pieza de información disponible para ella y el acusador se limita a suponer que el juicio realizado no es posible que se realizara basándose en evidencias, ya que está en desacuerdo con él. Simplemente se presume a priori que ciertas proposiciones empíricas no es posible que sean ciertas, ya que ofenderían la sensibilidad de la persona que alega prejuicio. De hecho, es bastante común ver creencias descritas como prejuicios, aunque sean en realidad verdad y reflejen alguna relación empírica demostrable. Aquí, irónicamente, no es la creencia despreciada la que procede de una ignorancia voluntaria de los hechos disponible: es la alegación del prejuicio. ¡Es el juicio de prejuicio el que muestra prejuicios!

¿Queréis poder identificar el prejuicio real sin tener vosotros prejuicios? Considerad entonces hacer las siguientes preguntas: ¿Cómo se formó esta creencia? ¿Es realmente un prejuicio o es un juicio empírico apropiado? ¿Qué dicen los hechos observables acerca del asunto? ¿Qué hechos parecen haberse tomado en consideración al formar la creencia? ¿Qué hechos se ignoraron, si hubo alguno? ¿Tuvo la persona con esta creencia acceso a hechos que se ignoraran voluntariamente o hubo algunos hechos sencillamente indisponibles cuando se realizó el juicio?

Son indudablemente asuntos legítimos si queremos distinguir el prejuicio irracional de un juicio legítimo con todos los hechos disponibles. Decir que el prejuicio se desarrolla por la experiencia, como en las citas anteriores, es admitir que las creencias referidas realmente se basan en evidencias de la realidad (incluso si son falsas en último término). Desdeñar la experiencia de eta manera es virtualmente una admisión de que el tipo de creencias desdeñadas no son prejuicios en absoluto y se desdeñan precisamente debido a este hecho. Esos juicios se desdeñan, no porque se lleven a cabo con una falta de información acerca de los hechos, sino porque se llevan a cabo con información factual.

Abundan los ejemplos de este tipo de pensamiento confuso acerca de los prejuicios, pero es más evidente en las actitudes de la gente juzgando estereotipos. Si se pilla a alguien musitando que a los nativos americanos les gusta apostar,[4] que los irlandeses son bebedores abusivos frecuentes[5] o que a una terrible cantidad de tipos negros les gusta el baloncesto,[6] hay muchas probabilidades de que se llegue a una alegación de prejuicios. Pero todas estas alegaciones tienen cierto apoyo en la observación empírica y el razonamiento inductivo. De hecho, es bastante argumentable que una persona se forme estas opiniones a partir de declaraciones empíricas reales, mientras se presenten como declaraciones de correlación y no sean declaraciones causal de determinismo racial o relaciones estrictamente unívocas. Sin embargo, a la vista de acusaciones de prejuicio normalmente es inútil citar evidencias empíricas sobre estas cosas, porque la acusación no es realmente una queja de que se esté prejuzgando el asunto, ¡sino una queja de que no es así!

De hecho, la mayoría de los estereotipos (si no todos) se forman y dispersan sobre la base de la experiencia real de la gente, agregada para contabilizar las experiencias de grandes cantidades de personas. Los estereotipos aparecen cuando grandes cantidades de personas advierten alguna correlación entre características y comportamientos humanos y mencionan esto a otro en una conversación. La observación acaba entrando en el repertorio de la experiencia común y el estereotipo se convierte en ampliamente conocido. Cuando características y comportamientos cambian con el tiempo, llevando a que alguna correlación previa cese o se invierta, el estereotipo queda obsoleto. Igual que en su formación inicial, la disolución del estereotipo se produce se produce cuando grandes cantidades de personas advierten que la supuesta correlación ya no está presente y mencionan esto a otros en una conversación. Esta nueva experiencia acaba significando que la credibilidad del estereotipo se desvanece y queda descartado. Por tanto, el estereotipo cambia con el tiempo, condensando la experiencia colectiva de la gente en una cultura y periodo de tiempo concretos. Son generalmente ciertos, e incluso cuando son falsos, normalmente fueron previamente ciertos en algún momento de un pasado bastante reciente, antes de su desaparición. Además, independientemente de si una estereotipo concreto es verdadero o falso, raramente es un prejuicio que ignore hechos disponibles. Lo más habitual es que se forme y mantenga sobre la base de observación empírica personal y de segunda mano.

Lo esencial aquí es que el que este tipo de afirmaciones sean o no prejuicios se determina por si se basan o no en observación empírica apropiada. La hostilidad común a los estereotipos (aunque sean verdad) deriva de la hostilidad a la experiencia humana real y la inferencia inductiva. Describir esos juicios como prejuicios es invertir completamente el significado del concepto.

Para la gente que adopta esta idea confusa del prejuicio, la posición del niño es el ideal epistemológico, mientras que la posición del adulto que puede aprovechar un caudal de experiencia es un lodazal epistemológico del que no hay salida. Mucha gente es bastante explícita a este respecto y alaban a los niños como pensadores supuestamente claros, no obnubilados por los prejuicios de los adultos. Bajo este punto de vista, el niño es nuevo y libre de prejuicios, mientras que el viejo está amargado por un montón de prejuicios irracionales formados por sus experiencias vitales. Por tanto, cuando la dramaturga Lillian Hellman dice que “nadie que esté fuera de un cochecito de bebé o un tribunal cree en un punto de vista libre de prejuicios” está idealizando implícitamente al bebé, estimándolo igual que el proceso judicial del tribunal. Esto bastaría para generar preguntas serias acerca de esta actitud ante el prejuicio. ¡El ideal puesto en alto como patrón de racionalidad es el niño, es decir, la persona menos experimentada, menos sabia y menos culta posible! Para los proclamadores del prejuicio del mundo, este pequeño idiota quejos y balbuceante es el patrón ideal del pensamiento racional, no a pesar de su falta de conocimiento y experiencia, sino debido a ella.

Prejuicio real

El prejuicio real es una especie de irracionalidad en la que se forma un juicio sin considerar todos los hechos relevantes y disponibles. “Disponibilidad” aquí puede referirse a qué se sabe realmente y se ha observado o aprendido ya por parte de quien toma las decisiones cuando se forma el juicio o puede incluir otras piezas de información  que puedan adquirirse con algún esfuerzo razonable más. Cuál sea el caso, dependerá del contexto del juicio y la importancia del juicio, lo que determinará si es razonable o no esperar intentos adicionales de adquirir más información y, si es así, cuánto esfuerzo debería esperarse.[7]

A la hora de evaluar si un juico es o no prematuro, también es necesario advertir que a menudo hay que hacer juicios pro tempore, antes de tener la oportunidad de adquirir información completa acerca de un tema. En este contexto, la racionalidad requiere que dichos juicios se formen sobre la base de los hechos disponibles en ese momento y de que estos juicios provisionales se sustituyan cuando haya más información disponible y se tenga en cuenta en el proceso de toma de decisiones. En este caso, el juicio provisional es contextualmente legítimo en su momento y aunque sea anterior a una consideración más completa usando más información, llega sin embargo en el momento correcto. Solo es un prejuicio  en el sentido de que llega antes de juicio posterior, utilizando más información. No es un prejuicio en el sentido normativo del que se quejan. Llega cuando se supone que debe llegar y usa la información que está disponible.

Si ignoramos el asunto de la disponibilidad de la información y obligamos a que se tengan en cuenta todos los hechos relevantes, nunca tomaríamos decisiones bajo incertidumbre y se prohibiría todo intento de inferencia inductiva. Bajo esa premisa, el hombre sería incapaz de funcionar. Su patrón de juicio racional requeriría omnisciencia, que no tiene, y consideraría cualquier cosa que no fuera una identificación omnisciente de la verdad como un procedimiento defectuoso de toma de decisiones. Además, vería el juicio y las decisiones humanas no solo como defectuosos sino como un comportamiento inicuo y malvado. Paralizaría su propia mente y facultades inductivas por miedo a tener “prejuicios”.

Una comprensión adecuada de la naturaleza del prejuicio requiere una expectativa realista con respecto a la información que está disponible para una persona que se forma un juicio y una apertura a priori a la posibilidad de que proposiciones empíricas puedan ser verdaderas o falsas. No es en absoluto incoherente hacer observaciones del comportamiento y las características de un grupo, o usar estereotipos, mientras al mismo tiempo se evitan ejemplos genuinos de prejuicio irracional. Para hacerlo, basta con que evaluemos, cuando haga falta un juicio de algo, qué información podemos obtener sobre ella en el momento y qué podemos inferir de esta información.

Las consecuencias de las ideas falsas acerca de los prejuicios

El concepto de prejuicio es uno de los conceptos peor usados y comprendidos hoy en el mundo. De hecho, cuando se oye una alegación de “prejuicio”, muy a menudo suele describir exactamente lo contrario de lo que significa realmente. Se aplica habitualmente como una alegación contra el uso de estereotipos, a pesar del hecho de que estos son realmente el conocimiento condensado de los juicios empíricos de millones de personas y se aplican a situaciones en las que el estereotipo representa una inferencia inductiva válida.

En el caso de que el argumento anterior resulte de interés, también puede ser interesante señalar la reacción común de la gente que lo oye. En varias ocasiones me he enterado de una acusación defectuosa de prejuicio del tipo explicado y de vez en cuando he tratado de explicar que la alegación parece referirse exactamente a lo contrario de un prejuicio. Podría esperarse que una revelación así sorprenda al acusador y, si aceptara el argumento que la respalda, podría llevar a alguna reconsideración de sus opiniones. Sin embargo, en mi experiencia, la gente que usa así el concepto de prejuicio parece bastante imperturbable por el hecho de que se use para describir su completo opuesto. Si se les señala esto, su reacción es normalmente considerar esta corrección como terriblemente pedante y trivial. Reaccionan como si se estuviera usando un astuto truco semántico. “¡Bueno, supongo que técnicamente eso es lo que significa realmente prejuicio, pero aun así!”

Esta actitud deriva en buena parte de la idea de que los estereotipos y otros tipos de juicios vistos como prejudiciales son realmente malos, aunque la apelación al “prejuicio” no los describa correctamente. Así, cuando se les informa del mal uso del concepto a la hora de atacar el juicio de algún otro, la actitud de muchos es que el juicio que han menospreciado merece en definitiva la acusación, aunque esta tenga que cambiar.  Aunque se hayan considerado todos los hechos relevantes, las afirmaciones de que a los nativos americanos les gusta apostar o de que a muchos tipos irlandeses les gusta emborracharse ofenden los sentimientos de gente que es reflexivamente hostil a declaraciones empíricas acerca de grupos de personas. El prejuicio es a veces la acusación preferida, pero la queja real es normalmente la contrario: que son declaraciones malvadas a priori que no pueden ser verdad y que la apelación a la evidencia empírica en esos asuntos es en sí misma equivocada y siniestra.

Pero no es una mera cuestión semántica. La visión defectuosa del prejuicio es una cuestión de esencia y no alguna benigna trivialidad, importante solo para pedantes del lenguaje. Realmente tiene algunas consecuencias muy malas. En particular, esta comprensión defectuosa del juicio racional lleva a la gente a menospreciar la experiencia y el juicio empírico como algún tipo de impedimento para la razón. Les hace rechazar estereotipos sin examinar sus fundamentos ni, lo que es más importante, ¡si son verdad!

Filosóficamente, esta actitud deriva del llamado “racionalismo”, asociado con filósofos como Spinoza y Leibniz: la visión de que todo conocimiento puede obtenerse intelectualmente mediante deducción, sin ninguna apelación a la experiencia. Más en concreto, deriva de la falsa visión de que los grupos de personas deben ser iguales en todas sus características empíricas y comportamientos ( a fortiori, si tienen alguna implicación normativa) independientemente de lo que nos demuestren los hechos reales.

Solo a través de juicios empíricos formamos creencias con respecto a qué características van normalmente juntas y cuáles no, de forma que podemos hacer predicciones racionales de qué esperar de personas a las que conocemos poco. Por ejemplo, la broma de Chris Rock que mencioné al inicio de este ensayo está llena de estereotipos y de los supuestos “prejuicios” que acabamos de explicar, pero realmente es una evidencia de una observación empírica apropiada y un razonamiento inductivo. Lo gracioso del chiste deriva de la naturaleza contraria de los hechos expuestos y su improbabilidad colectiva, comparada con patrones históricos: es gracioso porque la mayoría de los mejores raperos son negros, la mayoría de los golfistas profesionales son blancos, la mayoría de los jugadores más altos de baloncesto no son chinos y ciertos gobiernos alemanes (y anteriormente prusianos) han tenido un historial poco ilustre de asuntos exteriores pacíficos. Precisamente porque los estereotipos son verdad en gran cantidad de casos individuales, la situación destacada en el chiste (aunque sea escogiéndolos) es al tiempo sorprendente y graciosa.

Por supuesto, si se desestima la probabilidad de que, a pesar de las tendencias comunes y los estereotipos útiles, pueda haber un rapero blanco muy popular, un campeón de golf que sea negro o un jugador asiático de baloncesto muy alto, realmente habría razones para revisar el razonamiento deductivo. Igualmente, si se rechaza reconocer la situación actual como una evidencia que va contra el estereotipo (y por tanto debilita su capacidad predictiva), esto también sería una razón para revisar el razonamiento deductivo propio. Pero para siquiera entender el chiste hace falta que se sepa que hay tendencias de grupo en comportamientos y características que son predictores de casos individuales. Esto es lo que nos permite saber que la circunstancia contada en un chiste no es común y por tanto es graciosa.

Conclusión

¡No tengáis prejuicios sobre los prejuicios! Aseguraos de que miráis los hechos y consideráis las bases sobre las que se forman los juicios. En lugar de seguir la perspectiva de los que menosprecian la experiencia, haríamos mucho mejor en escuchar a Voltaire, que entendía que “el prejuicio es opinión sin juicio”.[8]


Publicado originalmente el 10 de marzo de 2011. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

[1] Ver citas de Chris Rock. Al jugador de baloncesto Charles Barkley se le atribuye una cita muy similar. No está claro para el autor cuál es el original.

[2] La palabra moderna “prejuicio” deriva del latín “praejudicium”, que se descompone en “prae” (antes) y “judicium” (juicio) (ver Harper, D. (2001) Online Etymology Dictionary. La etimología del término deja claro que siempre se ha referido a la realización de un juicio antes de la consideración de algún hecho.

[3] En los ejemplos anteriores, he incluido un elemento de tosquedad en las afirmaciones empíricas que podría ser correctamente una base para una crítica legítima, dependiendo del contexto. Lo hago porque a menudo ocurre que juicios de grupo como estos se expresan de una forma vaga y tosca, sin una estipulación apropiada del significado exacto de la afirmación o de cualquier advertencia relevante. Sin embargo, normalmente está claro del contexto que esas declaraciones, incluso cuando se presentan toscamente, son afirmaciones empíricas de correlaciones en comportamiento y características del grupo. Así, si alguien dice que “los irlandés son una panda de borrachos”, en realidad no trata de afirmar una relación unívoca literal: está diciendo que la incidencia de la embriaguez es sustancialmente mayor entre los irlandeses que entre otros grupos. Igualmente, si alguien dice que “las mujeres no pueden conducir” no lo dicen literalmente (ya que está claro que las mujeres pueden conducir). Más bien está diciendo que la habilidad conductora media es sustancialmente menor entre las mujeres que entre los hombres. Por tanto, tomo esas declaraciones como declaraciones toscas de correlación.

[4] El apoyo empírico a la proposición de que (de media) a los nativos americanos es más probable que apuesten que otros puede encontrarse en diversas fuentes. Pueden encontrase evidencias anecdóticas en la presencia de muchos casinos dirigidos por nativos americanos (aunque también tenga otras causas históricas y políticas). Estudios empírico sobre el juego también dan algún apoyo a esta proposición (ver, por ejemplo, Welte, J.W., Barnes, G.M., Tidwell, M.O. y Hoffman, J.H. (2008)). La presenci de un problema con el juego entre adolescentes y jóvenes estadounidenses deriva de una encuesta nacional. Journal of Gambling Studies 24, pp. 119-133).

[5] Investigaciones recientes muestran tasas mayores de abstinencia de alcohol, pero también tasas mayores de abuso del alcohol en Irlanda, comparada con otros países europeos (ver Ramstedt, M. and Hope, A. (2004) The Irish drinking culture). Apoyo empírico para problemas inducidos por altos niveles de alcohol entre los irlandeses también puede encontrarse en fuentes anteriores, aunque hay algunas evidencias controvertidas con respecto a las diferentes mediciones (ver, por ejemplo (see e.g., Lynn, R. y Hampson, S. (1970) “Alcoholism and alcohol consumption in Ireland”. Journal of the Irish Medical Association 63(3), pp. 39-42; Walsh, D. (1970) “Alcoholism in the Republic of Ireland”. British Journal of Psychiatry 115, pp. 1021-1025; Walsh, B.M. y Walsh, D. (1973) “Validity of indices of alcoholism: a comment from Irish experience”. British Journal of Preventative and Social Medicine 27, pp. 18-26).

[6] La evidencia empírica más convincente de esta afirmación es la composición racial de los equipos y ligas de baloncesto en países como Estados Unidos, que tienen una proporción muy alta de hombres negros en comparación con la población general. (Apoyo empírico a esta observación también puede encontrarse en un trabajo novedoso de investigación de los gustos y desagrados de distintos grupos raciales autoidentificados en un sitio de citas de Internet (Ver OKTrends (2010) “The REAL ‘Stuff White People Like'”).

[7] Para una explicación más precias, podemos recurrir a inferencia estadística y teoría de las decisiones. Esto nos dice que quien tome decisiones debería tener en cuenta toda la información conocida actualmente y debería buscar más información para mejorar la decisión en los casos en que el valor esperado de la información adicional exceda los costes (por ejemplo, la incomodidad) de adquirir dicha información adicional. El valor esperado de la información adicional es la diferencia entre el beneficio esperado de la decisión sin la información adicional y el beneficio esperado de la decisión con la información adicional. Por tanto, el valor de la información adicional dependerá de la utilidad de está información para mejorar la decisión en cuestión y la importancia de la decisión para proporcionar un beneficio (o evitar una pérdida) para quienes toman las decisiones u otros.

[8] Cursivas añadidas.

Print Friendly, PDF & Email