En solo dos años, el objetivo de inflación (es decir, la búsqueda de una inflación del 2%) ha pasado de la marginalidad de los lunáticos a dogma dominante. Mucho del atractivo deriva de ideas como que un poco de inflación impulsa a la gente a aumentar el gasto, aumentando así enormemente la eficacia del estímulo del banco central. Se publicita como remedio para una baja demanda y una defensa contra la (demasiado) temida deflación.
Otros beneficios incluyen desvanecer parte de las masivas deudas públicas y privadas y mejorar la percepción del progreso de la gente al ver aumentar sus salarios nominales. Los empresarios pueden rebajar los salarios reales sin impopulares recortes en pagas en dólares. La Fed puede permitir aumentos de precios para indicar la necesidad de respuestas de producción, permitir pequeñas sacudidas en la oferta y que sectores monopolísticos aumenten precios, todo sin una respuesta monetaria que deñaría otros elementos de la economía.
Para el político, proporciona un impuesto caído del cielo en forma de impuestos a las ganancias de capital sobre activos inflados e impuesto de la renta sobre intereses que simplemente reflejan inflación. También necesita imprimir más dinero obteniendo así señoreaje (beneficios de imprimir dinero) para el gobierno. Además, da cobertura para una devaluación competitiva de la divisa y es una buena excusa para patear la lata a lo largo del camino: “No endurezcamos antes de llegar a nuestro muy deseado objetivo de inflación”.
¿Qué tiene de mágico la inflación del 2%?
Luego está a pregunta de por qué un 2%. Tal vez se vea como una tasa todavía cómoda durante algunos periodos pasados de fuerte crecimiento. Las condiciones hoy son muy distintas, lo que tal vez sugiera que estén tratando de imitar el crecimiento pasado copiando los síntomas en lugar de lo esencial. Por supuesto, para los políticos el permiso para imprimir dinero es una bendición y con una inflación en todo el mundo desarrollado por debajo del 2% era un “¡todos a bordo!”
Esta claro que no todas las características anteriores son deseables, pero incluso algunas de las publicitadas son decepcionantes. Aunque aumentarían las expectativas de inflación, está lejos de ser la reserva de demanda perpetua que algunos parecen creer. Esencialmente, un aumento de una vez en las expectativas de un nuevo ritmo constante de inflación acelerarían las compras durante un periodo, pero con mínimos efectos netos en periodos subsiguientes (un cambio puntual una vez en la demanda).
El peligro de aumentar los tipos de interés
Después de casi ocho años de estímulo, la Fed ha dado sus primeros tímidos pasos hacia la normalización de la política monetaria. Eso significa que pronto tendremos que enfrentarnos a algo completamente ausente durante los años de dinero barato: una factura por todos los caprichos repartidos y las distorsiones creadas. ¡Y qué factura! Un aumento del 3% en los tipos medios de interés solo sobre nuestra deuda pública actual a lo largo de los próximos años equivaldría en definitiva a más de 500.000 millones de dólares en coste de intereses adicionales, lo que equivale aproximadamente a 1/7 de los ingresos fiscales federales actuales. Estas facturas empiezan a llegar con dureza cuando los tipos vuelven a subir y por primera vez en años el mercado verá evidencias concre3tas de si EEUU y otros gobiernos están dispuestos a pagar el precio de continuar teniendo divisas viables.
Antes de la aparición del objetivo de inflación, yo ya temía el impacto de la interferencia política con los intentos de volver a la normalidad. Pero los objetivos hacen de todo político un economista, capaz de hacer declaraciones simplistas y fanfarronas con la autoridad del propio modelo de la Fed. Esto empeora mucho el problema.
El 2%, que ha sido definido (tontamente) como deseable, pronto se interpretará como una media. “Y qué pasa”, dirán los críticos, “con salto a un 3% o más. Después de todo han pasado años ‘por debajo del objetivo’ y, si excluimos un puñado de ‘excepciones temporales’ seguiría estando en solo un 2%” Imaginad la tormenta política si la Fed decidiera aumentar rápidamente los tipos un par de puntos porcentuales en respuesta a un repunte de la inflación al 3%.
Hay mucha gente (especialmente políticos) cuyos intereses a corto plazo se verían dañados por un aumento agudo en los tipos de interés. Sosegados por la calma relativa actual, muchos no aprecian cómo se hace de explosiva la situación cuando pasamos de la espera preocupada del largo periodo de dinero barato a las pruebas concretas de nuestra credibilidad durante la renormalización. Si tuviéramos que sacrificar temporalmente un 1/2 % de nuestra ya templada tasa de crecimiento para mantener la credibilidad del dólar, eso palidecería frente al coste del pánico y el colapso mundial. Por desgracia, el momento del sacrificio está delante de nosotros.
Los estadounidenses piensan en la inflación como un fenómeno puramente monetario, que la poderosa e independiente Fed ha manejado en el pasado y lo hará de nuevo si es necesario. En realidad, una vez el genio de la inflación ha salido de la botella e convierte en un problema puramente político. Incluso el banquero central más decidido está desvalido si la gente rechaza aceptar el papel moneda, los políticos se resisten y eliminan la independencia del banco central o hay un partido político en la oposición que promete un pal alternativo que suena creíble y no resulta doloroso. Todo se reduce a lo que vea el mercado como voluntad y capacidad política para pagar el coste a corto plazo de controlar la inflación.
Las ventajas políticas del objetivo del 2%
La resistencia política al coste de volver a la normalidad más nuestra voluntad de afrontar con decisión señales de pánico serán contempladas atentamente por los dueños de dólares e instrumentos en dólares. Es una enorme cantidad líquida que podría salir en estampida en masa hacia el almacenamiento de riqueza y los activos productivos. Esa corrida se convertiría rápidamente en incontrolable y significaría un colapso de la economía mundial. El objetivo de inflación facilita enormemente la oposición política a la acción decidida de la Fed justo en los primeros puntos críticos de prueba en los que pueda seguir habiendo esperanza de evitar un pánico incontrolable.
Buscar deliberadamente más inflación equivale a dañar intencionadamente la fe de la gente en una divisa fiduciaria, algo ya en peligro por la deuda masiva, la inquietud por la nueva política monetaria y los ruidos del Congreso acerca de reducir la independencia de la Fed. dar objetivos también proporciona una excusa útil para retrasar la vuelta a la normalidad, empeorando así las distorsiones acumuladas. Finalmente, invita a una completa interferencia política con los intentos de la Fed de gestionar un retorno ordenado a condiciones financieras normales.
Publicado originalmente el 18 de mayo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.