Cómo el gobierno está destruyendo las mejores ostras del mundo

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Apalachicola es un pueblo diminuto con poco más de 2.000 habitantes acurrucado en la Panhandle de Florida. También es famoso por ser el lugar de las mejores ostras de todo el mundo. Por desgracia esta semana el río Apalachicola  fue listado como uno de los ríos más en peligro en Estados Unidos, después de décadas de mala gestión haya creado un desastre en el río, los correspondientes estuarios y la industria de la ostra que se apoya en él.

La industria de la ostra ha sido una piedra angular de la economía de Apalachicola, desde antes de la Guerra de Secesión, pero ha caído en un estado de crisis durante varios años. Aunque él área se ha visto sacudida por varios acontecimientos desgraciados (sequía, tormentas tropicales y algún daño por el derrame de petróleo de BP), el problema principal que han afrontado los ostreros ha sido una falta de agua fresca entrando en la bahía de Apalachicola. Como las ostras necesitan aguas salobres, eliminar el flujo ha aumentado los niveles de salinidad en la bahía y devastado sus pesquerías.

Para empeorar los problemas de para Apalachicola, la cuenca de los ríos Apalachicola-Chattahoochee-Flint está gestionada por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de EEUU, con consecuencias devastadoras.

Por ejemplo, el Cuerpo de Ingenieros ha dedicado décadas a dragar el río Apalachicola, con el fin de permitir que las gabarras salgan de puertos pequeños a lo largo del río Chattahoochee para llegar al golfo de México. Por desgracia, el caro programa de dragado nunca generó mucho tráfico de gabarras, llevando al entonces senador Bob Graham a señalar que los contribuyentes estaban gastando 30.000$ por cada gabarra que usaba la vía fluvial. Aunque los dragados del Cuerpo hicieron poco para estimular la navegación, sí causaron directamente enormes “montañas de arena” en las orillas del río, asfixiando estuarios de agua fresca vitales para las ostras de Apalachicola, con esfuerzos actualmente en marcha para invertir la destrucción. Mientras que el Cuerpo de Ingenieros disfruta del beneficio de un privilegio estatal, no es difícil imaginar la responsabilidad legal que afrontaría una empresa privada por crear un daño ecológico tan devastador.

En años recientes han estallado una serie de batallas legales entre los estados de Florida, Alabama y Georgia sobre cómo debería asignarse el agua. Aunque se ha dedicado mucha de la atención hacia las demandas de agua de la creciente población metropolitana de Atlanta frente a las realidades ecológicas y económicas de la costa de Florida y Alabama, la necesidad de los gobiernos estatales de luchar en tribunales por los derechos sobre el agua es un producto inevitable de la gestión socializada del agua. Aunque sea común oír desde todas las partes implicadas que “sencillamente no hay suficiente agua alrededor”, la verdad es que no hay un sistema de precios reales que permita la asignación del agua por el mercado.

Por citar a Floy Lilley, que escribía sobre la necesidad de mayores mercados del agua en 2011:

Los gobiernos han gestionado recursos del agua durante los últimos cien años. Entregándolos libremente a sus sectores amigos y favorecidos, los políticos han dictado todos los aspectos del agua y su transporte, cosa de la que debían haberse ocupado los mercados para dar una respuesta apropiada a su creciente escasez. No es un misterio que la calidad, cantidad, asequibilidad y disponibilidad de agua sigan siendo misterios en 2011. No ha habido ningún mercado que proporcione información y cálculos. (…)

Pero el agua no puede atender una demanda ilimitada. El agua necesita precios para indicar su escasez e informar de su demanda. Distintas categorías de agua necesitan distintos precios para reflejar las distintas preferencias de los usuarios. Gratis ya no puede ser el precio del agua. Los días de gloria pródiga de agua ilimitada en todas partes parecen hacer terminado.

Aunque es verdad que instituir un mercado para el agua en la cuenca de los ríos Apalachicola-Chattahoochee-Flint probablemente llevaría a un cambio en las prácticas ancestrales de la ostrería en Apalachicola, con un mayor énfasis en la propiedad privada de espacios ostrícolas y un aumento en el precio de la pesca para tener en cuenta los verdaderos costes del agua, una aproximación de libre mercado al sector es la mejor manera de garantizar su longevidad y sostenibilidad.

Y para cualquiera que conozca el placer de comer una docena de ostras salvajes de Apalachicola con una gran cerveza bien fría, este es un asunto de gran importancia.


Publicado originalmente el 13 de abril de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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