Cómo meter la pata con la paz mundial

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The Economist narra la confusión que está pasando la ONU al tratar de elegir un nuevo secretario general. Aparte de las riñas habituales y el bloqueo recíproco de candidatos entre las cinco naciones con poder de veto, voces desde el interior de la organización han revelado recientemente otros problemas, incluyendo  la “colosalmente mala gestión” de los presupuestos para el mantenimiento de la paz y un “sistema de personal esclerotizado”. Por un lado, está claro que estos últimos asuntos derivan de la naturaleza burocrática de la organización, que está condenada a resultar imposible de gestionar de una manera eficiente. Sin embargo, el problema más amplio que afrontan la ONU y su secretario general  es de credibilidad, después de haber perdido casi todas las oportunidades de proporcionar una solución a conflictos en todo le mundo a lo largo de las últimas décadas, de Ruanda a Sudán y Sri Lanka. Mientras algunas otras organizaciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial mantienen alguna confianza popular (inmerecida), la ONU parece ante los ojos de todos como una empresa fallida a gran escala.

Es fácil suponer que la burocracia ha echado abajo la ONU por sí misma, pero puede encontrarse una explicación más matizada en los escritos de Mises, que nos proporcionan ideas de los fundamentos ideológicos sobre los que se crearon la ONU (y su predecesora en el periodo de entreguerras, la Sociedad de naciones). Mises  (1943a1943b) escribe:

Los fundadores de nobles mentes de la Sociedad de Naciones (…) tenían razón en su idea de que los gobiernos autocráticos son belicistas, mientras que las naciones democráticas no pueden conseguir ningún beneficio por la conquista y por tanto se aferran a la paz. Pero lo que no vieron el presidente Wilson y sus colaboradores era que esto solo es válido dentro de un sistema de propiedad privada de los medios de producción, libre empresa y una economía de mercado no intervenida. Donde no hay libertad económica las cosas son totalmente diferentes.

La nuestra no es una época de laissez faire, laissez passer, sino una época de nacionalismo económico. Todos los gobiernos ansían promover el bienestar e sus ciudadanos o de algunos grupos e sus ciudadanos infligiendo daño a los extranjeros. Los bienes extranjeros son excluidos del mercado nacional o solo permitidos tras el pago de un arancel importador. El trabajo extranjero está eliminado de la competencia en el mercado laboral nacional. El capital extranjero es objeto de confiscación. Este nacionalismo económico debe necesariamente llevar a la guerra cuando los perjudicados crean que son suficientemente fuertes como para barrer, mediante acción armada violenta, las medidas que perjudican su propio bienestar. (…) El nacionalismo económico es el corolario de las políticas nacionales actuales de interferencia pública en negocios y de planificación nacional como el libre comercio era el complemento de la libertad económica nacional.

La explicación de Mises apuntala la causa de la mala gestión internacional de conflictos dentro y entre las naciones del mundo, incluyendo por igual disputas económicas y armadas. Fue verdad en 1943 para la Sociedad de naciones, pero también explica el papel meramente decorativo que está teniendo la ONU en 2016. Según Mises (1943b), todos esos experimentos internacionales sobre paz y cooperación fracasarán “porque es inútil buscar cooperación pacífica entre naciones luchando sin tregua entre ellas en el ámbito económico.

En otras palabras, la paz internacional no se logrará mediante un plan de arriba abajo ideado por un secretario general de la ONU “inteligente y duro, aunque idealista”, como sugiere The Economist,  sino con una liberalización completa de abajo arriba de la actividad económica.


Publicado originalmente el 23 de mayo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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