El ABC de una economía de mercado

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[Del número de febrero de 1985 de The Freeman. Extraído de The Wisdom of Henry Hazlitt]

Básicamente, la vida económica se puede organizar de dos maneras. La primera es la decisión voluntaria de familias e individuos y la cooperación voluntaria. Esta fórmula se conoce como mercado libre. La otras es bajo las órdenes de un dictador. Es una economía de ordeno y mando. En su forma más extrema, cuando un estado organizado expropia los medios de producción, se llama socialismo o comunismo. La vida económica debe estar organizada principalmente bajo un sistema u otro.

Por supuesto, puede haber una mezcla, como pasa desgraciadamente hoy en la mayoría de las naciones. Es una mezcla de una economía libre y coactiva, cuya parte coactiva tiende constantemente a aumentar.

Un adjetivo tiene que aclararse. Un mercado “libre” no significa ni ha significado nunca que todos tengan libertad para hacer lo que quieran. Desde tiempo inmemorial, la humanidad ha funcionado bajo el estado de derecho, escrito o no. Bajo un sistema de mercado, como en cualquier otro, la gente tiene prohibido matar, molestar, robar, injuriar o dañar intencionadamente de cualquier otra forma de otro. De otra forma serían imposibles el libre albedrío y todas las demás libertades individuales. Pero un sistema económico debe ser predominantemente, o libre, o de ordeno y mando.

Desde la introducción y extensión del marxismo, la gran mayoría de la gente que explica públicamente asuntos económicos está confundida. Recientemente, una persona muy eminente fue citada denunciando sistemas económicos que responden “solo a las fuerzas del mercado” y están gobernados “por el motivo del beneficio de los pocos en lugar de por las necesidades de los muchos”. Advertía que ese sistema podría poner “el suministro de alimentos del mundo en un peligro mucho mayor”.

La sinceridad de estos comentarios no cabe ponerla en duda. Pero demuestran cómo las expresiones pueden traicionarnos. Hemos llegado a pensar en el “motivo del beneficio” como una acción estrictamente egoísta confinada a un pequeño grupo de de personas ya ricas, cuyos beneficios llegan a costa de todos los demás. Pero el sentido más amplio del motivo del beneficio es algo que todos compartimos y debemos compartir. Es nuestro motivo universal para hacer las condiciones más satisfactorias para nosotros y nuestras familias. Es el motivo de la autoconservación. Es el motivo del padre que no solo trata de alimentar y alojarse a sí mismo, sino también a su cónyuge e hijos y de hacer las condiciones de toda su familia, si es posible, constantemente mejoras. Es el motivo dominante de toda la actividad productiva.

Cooperación voluntaria

A este motivo se le califica a menudo como “egoísta”. No cabe duda de que en parte lo es. Pero es difícil ver cómo la humanidad (o cualquier especie animal) podría haber sobrevivido sin un  mínimo de egoísmo. La personas de asegurarse de que él sobrevive antes de que las especies puedan sobrevivir. Y el llamado motivo del beneficio a menudo es a menudo solo egoísmo.

En una sociedad primitiva, la “unidad” a menudo no es el individuo, sino la familia o incluso el clan. La división del trabajo empieza en la familia. El padre caza o cosecha, la madre cocina y cuida de los hijos, los hijos recogen leña y así sucesivamente. En el clan o grupo más amplio hay incluso más subdivisión y especialización del trabajo. Hay granjeros, carpinteros, fontaneros, arquitectos, sastres, peluqueros, doctores, abogados, clérigos y así hasta el infinito. Suministran unos a otros intercambiando sus servicios. Debido a su especialización, la producción aumenta más que proporcionalmente a los números: se hace increíblemente eficiente y experta. Se desarrolla un sistema inmenso de cooperación productiva voluntaria e intercambio voluntario.

Cada uno de nosotros es libre (dentro de ciertos límites) para elegir la ocupación en la que nos especializamos. Y al seleccionarla nos guiamos por las recompensas relativas en esa ocupación, por su facilidad o dificultad relativa, lo agradable o desagradable que es y los dones especiales, habilidades y formación que requiere. Sus recompensas se deciden por lo alto que otros valoran sus servicios.

La economía de libre mercado

Este inmenso sistema cooperativo se conoce como economía de libre mercado. No fue panificado conscientemente por nadie. Evolucionó. No es perfecto, en el sentido de que lleve a la máxima producción equilibrada posible o distribuya sus recompensas y sanciones en proporción exacta a los merecimientos económicos de cada uno de nosotros. Pero esto no podría esperarse de ningún “sistema” económico. El destino de cada uno de nosotros está siempre afectado por los accidentes y catástrofes, así como por las bendiciones de la naturaleza (lluvia, terremotos, tornados, huracanes o lo que sea). Una inundación o una sequía pueden acabar con la mitad de una cosecha, trayendo el desastre a los cultivadores directamente afectados por ellas y tal vez precios y beneficios de récord para los cultivadores que no se vieron afectados. Y ningún sistema puede superar los defectos de los seres humanos que lo operan: la ignorancia relativa, la ineptitud o la simple mala suerte de algunos, la falta de previsión perfecta u omnisciencia por parte de todos.

Pero los altibajos de la economía de mercado tienden a autocorregirse. La sobreproducción de automóviles o apartamentos llevará a que se fabriquen menos el años siguiente. Una mala cosecha de maíz o trigo hará que se planté más el año siguiente. Incluso antes de que hubiera estadísticas públicas, los productores se guiaban por precios relativos y ganancias. La producción tenderá a ser constantemente más eficiente porque los productores menos eficientes tenderán a ser eliminados y a los más eficientes se les animará a expandir la producción. La gente que reconoce los méritos de este sistema lo llaman economía de mercado o libre empresa. La gente qye quiere abolirlo lo ha llamado (desde la publicación del Manifiesto comunista en 1848) capitalismo. El nombre pretendía desacreditarlo, implicando que era un sistema desarrollado por y para los “capitalistas”, por definición los desagradablemente ricos que usaban su capital para esclavizar y “explotar” a los “trabajadores”.

Todo el proceso se distorsiona enormemente. El empresario estaba poniendo en riesgo sus ahorros acumulados en lo que pensaba que era una oportunidad. No tenía garantía previa de éxito. Tuvo que ofrecer el salario general o mejor para atraer a trabajadores desde sus empleos existentes. Donde los empresarios tienen más éxitos, también tiende a haber mayores salarios. Marx hablaba como si el éxito de cada nueva aventura empresarial fuera una certidumbre y no una completa apuesta. Esto llevaba a su condena del empresario por su misma toma de riesgos t aventurerismo. Marx daba por sentados los beneficios. Parecía suponer que la riqueza nunca podía obtenerse honradamente tomando riesgos con éxito sino que tenía que heredarse. Ignoraba el historial de constantes fracasos comerciales.

Pero la etiqueta “capitalismo” elogia sin pretenderlo uno de los méritos principales del sistema. Al proporcionar recompensas a algunas de las personas que se arriesgaron a invertir capital, mantiene poniendo en las manos de los trabajadores más y constantemente mejores herramientas para aumentar cada vez mas la producción por cabeza. El sistema de propiedad privada y capitalismo es el sistema más productivo que haya existido nunca.

El Manifiesto comunista era una apelación a “las masas” para que envidiaran a los ricos. Les decía que su única salvación era “expropiar a los expropiadores”, destruir el capitalismo de raíz mediante una revolución violenta. Marx intentó una racionalización de esta maldición, construida a partir de lo que veía como deducciones inevitables de una doctrina de Ricardo. Esa doctrina era un error y en manos de Marx el error se convirtió en fatídico. Ricardo concluía que todo valor era creado por el “trabajo” (lo que podría ser casi cierto si se cuenta el trabajo desde el inicio de los tiempos, todo el trabajo de todos que fue a la producción de casas, roturado de campos, nivelación, arado y creación de fábricas, herramientas y máquinas). Pero Marx usó el término aplicándolo solo al trabajo actual y solo al trabajo de los empleados contratados. Esto ignoraba completamente la contribución de las herramientas de capital, la previsión o suerte de los inversores, la habilidad en la gestión y muchos otros factores.

Los errores de Marx

Los errores teóricos de Marx han sido expuestos desde entonces por diversos escritores brillantes. De hecho, podría haberse demostrado que sus ilógicas conclusiones eran erróneas ya en el momento en que apreció El capital mediante un examen paciente dl conocimiento contemporáneo disponible de rentas, nóminas y beneficios.

Pero no había llegado aún el día de las estadísticas organizadas, abundantes e incluso “oficiales”. Por citar solo una de las cifras que conocemos ahora: En los diez amos desde 1969 a 1978 inclusive, las corporaciones “no financieras” estadounidenses estaban pagando a sus empleados una media del 90,2% de total combinado disponible a dividir entre los dos grupos y solo el 9,8% a sus accionistas. Esta última cifra se refiere a beneficios después de impuestos. Pero solo aproximadamente la mitad de esta cantidad (el 4,1%) estaba en la media de lo pagado en dividendos esos diez años. (Estas cifras contrastaban con las encuestas de opinión pública realizadas en ese momento en que se mostraba un consenso entre la mayoría de los estadounidenses en que los empleados corporativos obtenían solo un 25% del total disponible para la división y los accionistas el 75%).

Aun así, las fieras diatribas de Marx y Engels llevaron a la Revolución Rusa de 1917, la matanza de decenas de miles, y la conquista y comunización por Rusia de una media docena de países vecinos y el desarrollo y fabricación de armas nucleares que amenazan la misma supervivencia de la humanidad.

Económicamente, el comunismo ha demostrado ser un completo desastre. No solo ha fracasado en mejorar el bienestar de las masas: lo ha deprimido asombrosamente. Antes de su revolución, el gran problema anual de Rusia era encontrar suficientes mercados exteriores para sus excedentes agrícolas. Hoy su problema es importar y pagar alimentos menos que adecuados.

Aun así, el Manifiesto comunista y la cantidad de propaganda socialista que inspiró continúan ejerciendo una inmensa influencia. Incluso muchos de que os que se confiesan, muy sinceramente, como radicalmente “anticomunistas”, creen que la mejor forma de combatir el comunismo es hacerle concesiones. Algunos aceptan el propio socialismo (pero un socialismo “pacífico”) como la única solución para los “males” del capitalismo. Otros están de acuerdo en que el socialismo de una forma pura es indeseable, pero que los supuestos “males” del capitalismo son reales: que no tiene “compasión”, que no proporciona una “red de seguridad” para pobres y desafortunados, que no distribuye “justamente” la riqueza, en una palabra, que no proporciona “justicia social”.

Y todas estas críticas dan por sentado que hay una clase de gente, nuestros políticos, o al menos otros a quienes podemos elegir en su lugar, que podrían arreglar esto si tuvieran la voluntad de hacerlo.

Y la mayoría de nuestros políticos han estado prometiendo exactamente eso durante el último medio siglo.

El problema es que sus intentos de soluciones legislativas han resultado ser sistemáticamente erróneos.

Hay quejas de que los precios son demasiado altos. Se aprueba una ley que prohíbe que suban más. El resultado es que cada vez se fabrican menos productos o que aparecen mercados negros. Se ignora la ley o finalmente se deroga.

Se dice que los alquileres son demasiado altos. Se imponen máximos. Dejan de construirse nuevos apartamentos o al menos se construyen menos. Los apartamentos viejos se mantienen vacíos y caen en decadencia. Finalmente se permiten rentas superiores, pero en la práctica siempre se establecen por debajo de las que habría en el mercado. El resultado es que los inquilinos, en cuyo supuesto interés se impusieron los controles de rentas, acabaron sufriendo en general más que los dueños de pisos, porque hay una escasez crónica de vivienda.

Se supone que los salarios son demasiado bajos. Se fijan salarios mínimos. El resultado es que los jóvenes, y especialmente los jóvenes negros, se quedan sin trabajo y en las listas de asistencia social. La ley favorece sindicatos fuertes y obliga a los empresarios a “negociar colectivamente” con ellos. El resultado son salarios a menudo excesivos y una cantidad crónica de desempleados.

Se aplican prestaciones de desempleo y planes de Seguridad Social para proporcionar “redes de seguridad”. Esto reduce la urgencia de los desempleados por encontrar un trabajo nuevo o mejor pagado y reduce su incentivo para buscarlo. Prestaciones de desempleo, Seguridad Social y otras redes de seguridad continúan creciendo. Para pagarlas, se aumentan los impuestos. Pero no aumentan el ingreso esperado porque los propios impuestos, al reducir los incentivos del beneficio y aumentar las pérdidas, reducen las empresas y la producción. Aumentan el gasto y las redes de seguridad. Aparece y aumenta el gasto en déficit. Aparece la inflación, desanimando todavía más la producción. Es triste decirlo, pero estas consecuencias han aparecido en un país tras otro. Es difícil encontrar un solo país hoy que no se haya convertido en un estado del bienestar quebrado, con su divida depreciándose constantemente. Nadie tiene el valor de sugerir desmantelarlo o de proponer reducir sus desembolsos o redes de seguridad a niveles asequibles. Por el contrario, el remedio propuesto en todas partes es “gravar a los ricos” (lo que se hace en todas partes para incluir a las clases medias) aun más y redistribuir la riqueza.

Guiados por el beneficio

Volvamos a nuestro punto de partida. La persona eminente que cité entonces se equivoca cuando nos dice que estamos gobernados por el motivo del beneficio de los pocos en lugar de las necesidades de los muchos. El motivo del beneficio es simplemente el nombre del motivo prácticamente universal de todos los hombres y familias: el motivo de sobrevivir y mejorar la condición personal. Algunos tenemos más éxito que otros en este intento. Pero es precisamente el motivo del beneficio de los muchos el que debe ser nuestra principal base para atender las necesidades de los muchos.

Es raro que se dé tan poco reconocimiento al hecho de que un hombre no puede hacerse más rico sin hacer más ricos a otros, intente o no que sea así. Si invierte y empieza un negocio nuevo y exitoso, debe contratar un número creciente de trabajadores y aumentar los salarios en su propia demanda aumentada. Está proporcionando a sus clientes, o un mejor producto que el que tenían antes, o un producto igual de bueno a un precio inferior, en cuyo caso les queda más dinero para comprar otras cosas. Incluso si usa sus propios ingresos solo para aumentar su demanda de consumo, ayuda a proporcionar más empleo o una paga superior, pero si reinvierte sus beneficios para aumentar la producción de su negocio, proporciona directamente más empleo, más producción, más bienes.

Así que agradezcamos el éxito del motivo del beneficio en otros. Por supuesto, ninguno deberíamos responder “”solo a las fuerzas del mercado”. Por suerte, pocos lo hacemos. Los estadounidenses no solo están entre los pueblos más ricos del mundo, sino también entre los más generosos. Solo cuando cada uno de nosotros haya cubierto más que sus propias necesidades podemos conseguir un exceso para ayudar a atender las necesidades de otros. La cooperación voluntaria es la clave.


Publicado originalmente el 29 de abril de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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