La producción de falacias por medio de falacias de Sraffa

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Si leemos la historia del pensamiento económico en el siglo XX, es probable que encontremos la obra de Piero Sraffa, en particular su curioso libro Production of Commodities by Means of Commodities: Prelude to a Critique of Economic Theory (Cambridge: Cambridge University Press, 1960). Aunque su libro fue esencial en la llamada polémica del capital de Cambridge,[1] su método poco ortodoxo es incomprensible incluso para economistas profesionales.

En este artículo trataré de resumir los principales temas de Sraffa y luego ofreceré una crítica desde una perspectiva austriaca. Una crítica de Sraffa tiene valor por sí misma, pero hay un importante elemento ideológico en juego aquí. Su obra ha sido muy citada por líderes sindicales y socialistas de todo tipo para demostrar que los sindicatos pueden aumentar artificialmente los salarios reales y que los bancos centrales pueden rebajar el tipo de interés y esto no tendría efectos reales sobre la producción: solo redistribuiría la propiedad del producto neto en cada periodo. Resulta que Sraffa solo puede lograr esos resultados eliminando de su modelo a las personas y sus preferencias subjetivas.

Aproximación macro frente a marginal

Como sugiere el subtítulo de Sraffa, este trata de que su trabajo forme la base de una alternativa a la teoría económica ortodoxa, tal y como se desarrolló desde la revolución marginalista de la década de 1870. Como explica Sraffa en su prólogo:

Una característica peculiar de la serie de proposiciones ahora publicadas es que, aunque no entren en ninguna explicación de la teoría marginal del valor y la distribución, han sido sin embargo pensadas para servir como la base para una crítica de dicha teoría. Si la base se sostiene, la crítica puede intentarse más tarde, ya sea por el escritor o por alguien más joven y mejor preparado para la tarea.

Como vernos, el libro de Sraffa nos da una forma alternativa de deducir los precios, salarios y tipos de interés de equilibrio de economía hipotéticas. En lugar de, por ejemplo, establecer el precio de equilibrio de una máquina igualándolo a su producto marginal, Sraffa daría un paso atrás y vería toda la economía como un sistema interrelacionado de diversos procesos de producción. En opinión de Sraffa, al aproximación marginal es deficiente porque estimula una concentración miope sobre el bien particular en cuestión, cuando una mejor aproximación (en opinión de Sraffa) reconocería la realidad de que los productos se usan, no solo para satisfacer los fines de los consumidores, sino también para producir otros productos. Para apreciar el método de Sraffa, es mejor acudir a algunos ejemplos concretos.

Producción para la subsistencia

En el caso más sencillo, Sraffa imagina “una sociedad extremadamente sencilla que produce solo lo suficiente para subsistir. Los productos se fabrican en sectores independientes y se intercambian entre sí en un mercado que se produce después de la cosecha”. Sraffa continúa:

Supongamos para empezar que solo se fabrican dos productos, trigo y hierro. Se usan ambos, en parte para sustentar a los que trabajan y el resto como medios de producción: el trigo como semilla y el hierro en forma de herramientas. Supongamos que, en total, e incluyendo las necesidades de los trabajadores, se usan 280 kilos de trigo y 12 toneladas de hierro para producir 400 kilos de trigo, mientras que 120 toneladas de trigo y 8 toneladas de hierra se usan para producir 20 toneladas de hierro. Las operaciones de un año pueden tabularse así:

280 k. trigo + 12 t. hierro —> 400 k. trigo

120 k. trigo+ 8 t. hierro —> 20 t. hierro

Advirtamos que Sraffa ha elegido sus cifras de tal forma que en cada periodo la sociedad produce solo el trigo y hierro bastantes para reponer las cantidades usadas en producción. En concreto, 128+120=400 kilos de trigo se usan en la producción de trigo y hierro y 400  kilos de trigo es exactamente lo que se produce en el primer sector. Igualmente, 12+8=20 toneladas de hierro se usan en la producción de trigo y hierro y, de nuevo, esta es exactamente la cantidad producida en el segundo sector. Por tanto, esta sociedad puede continuar indefinidamente con esta tecnología y asignaciones de recursos, porque cada periodo reproduce exactamente lo que se usa en la producción.

En un mundo así, señala Sraffa, “Hay solo un tipo de valores de intercambio que si se adopta por el mercado restaura la distribución original de los productos y hace posible que el proceso se repita; esos valores derivan directamente de los métodos de producción”. Es aquí donde Sraffa se aleja de la teoría del valor marginal. Aunque nos hayamos centrado exclusivamente en cifras agregadas, en lugar de en la utilidad marginal del producto, Sraffa puede concluir: “en el ejemplo concreto [del trigo y el hierro] que hemos usado, el valor de intercambio requerido es 10 kilos de trigo por 1 tonelada de hierro”.

Antes de continuar, seamos claros con el razonamiento de Sraffe. Hasta ahora, los hechos tecnológicos nos han demostrado que es viable desde el punto de vista de la ingeniería que esta sociedad continúe produciendo 400 kilos de trigo y 20 toneladas de hierro por periodo, indefinidamente. Pero para que esto sea económicamente posible en una situación de mercado, es necesario que las personas al cargo de, por ejemplo, la producción e trigo pueden ganar suficiente vendiendo 400 kilos de trigo para comprar (a) 280 kilos de trigo y (b) 12 toneladas de hierro, ya que esto es lo que necesita el productor para comprar las entradas apropiadas para la producción del siguiente periodo. Por supuesto, el productor de trigo no necesita vender toda su producción bruta y luego comprar 280 kilos como entrada para sí: puede sencillamente desviar 280 kilos de su producción bruta y usarla para renovar sus reservas y luego vender los restantes 120 kilos de trigo en el mercado. Así que, para que el productor de trigo se mantenga en el negocio, debe resultar que 120 kilos de trigo tengan un valor de intercambio de al menos 12 toneladas de hierro.

Pero si miramos a las cosas desde el punto de vista del productor de hierro, nos damos cuenta de que para que él se mantenga en el negocio, su producto neto de 12 toneladas de hierro debe tener un valor de intercambio de al menos 120 kilos de trigo (ya que esa es la cantidad de triga que el productor de hierro necesita para comprar las entradas para el siguiente periodo). Poniendo juntas las dos condiciones, concluimos que la única forma de que ambos productores puedan seguir ene l negocio es si 120 kilos de trigo tienen un valor de intercambio exactamente igual que 12 toneladas de hierro (lo que refleja el precio de 10 k. de trigo por 1 t. de hierro en las fórmulas anteriores de Sraffa).

Repito que el objetivo de este experimento mental es que (aparentemente) no son necesarias las consideraciones marginalistas para calcular los precios de liquidación del mercado, al menos en una economía de subsistencia. La situación se hace más complicada en el caso de un excedente.

Producción con excedentes

En un segundo capítulo, Sraffa trata el caso más general, en el que la cantidad de cada producto producido excede las cantidades totales usadas en las diversas líneas de producción. Por ejemplo, supongamos que alteramos los hechos tecnológicos anteriores y tenemos las siguientes relaciones:

280 k. trigo + 12 t. hierro —> 575 k. trigo

120 k. trigo + 8 t. hierro —> 20 t. hierro

En este escenario no podemos usar la técnica anterior para determinar los precios de equilibrio. Para que los empresarios en cada línea continúen, deben seguir ganando lo suficiente vendiendo su producción para renovar sus suministros. Pero debido a los excedentes (es decir, porque s están produciendo 575 k. de trigo, mientras que solo se necesitan 400 kilos en los dos sectores) las dos condiciones no bastan para “marcar” los precios de mercado del trigo y el hierro.

Si hacemos que Pt sea el precio del trigo y Ph el precio del hierro, todo lo que podemos decir ahora es que 280Pt + 12Ph <= 575Pt y 120Pt + 8Ph <= 20Ph. Al contrario que el caso previo de subsistencia, estas dos desigualdades no nos permiten conseguir valores únicos para Pt y Ph.

Sraffa viene al rescate presentando la “tasa de beneficio”, que indica con r. (Por supuesto, esto es lo que el austriaco llamaría el tipo neto real de interés). Debido a la competencia entre capitalistas, cuando hay un excedente físico en un sector, debe haber una apreciación uniforme en el capital invertido en todos los sectores. Por tanto, para resolver el equilibrio de los precios del trigo y el hierro en el escenario anterior, debemos introducir otra variable, la tasa de beneficio, de forma que las siguientes ecuaciones son:

(280Pt + 12Ph) x (1+r) = 575Pt

(120Pt + 8Ph) x (1+r) = 0Ph

Resolviendo estas ecuaciones, concluimos que 15 kilos de trigo se intercambian por 1 tonelada de hierro y que la “tasa de beneficio” es del 25%. Incluso en el caso de excedentes de producción, Sraffa ha determinado aparentemente los precios de equilibrio y el tipo de interés sin referencia a valores marginales.

El elemento ideológico

Ahora que entendemos la aproximación sraffiana básica, estamos en disposición de entender algunos de sus resultados y por qué son adoptados con entusiasmo por académicos izquierdistas y sindicalistas italianos. En posteriores capítulos, Sraffa deduce resultados que muestran una compensación entre el salario real y la tasa de beneficios. En particular, el análisis de Sraffa sugiere  que, en una economía desarrollada, la proporción de “excedente” que va a los trabajadores con respecto a los capitalistas es arbitraria y no está en absoluto “determinada” por hechos tecnológicos o económicos. Por ejemplo, en los modelos de Sraffa los sindicatos podrían aumentar los salarios reales y disminuir los tipos de interés y esto no tendría efectos reales sobre la producción, sino que simplemente redistribuiría la propiedad de la producción neta de cada periodo.

El defecto en la aproximación de Sraffa

A pesar de su interesante aproximación e inteligentes resultados, Sraffa no consigue derribar la teoría del valor marginal. En lugar de remplazar el enfoque moderno sobre las decisiones subjetivas tomadas en el margen, Sraffa simplemente cree eliminarlas. Por ejemplo, en el caso más sencillo de la economía de subsistencia, Sraffa solo da por sentado que la gente en esta economía continuará produciendo 400 kilos de trigo y 20 toneladas de hierro en cada periodo, eternamente. ¿Pero por qué deberían hacer esto? ¡Supongamos que a la gente no le gusta el hierro o el trigo! O, más en concreto, supongamos que se descubre un mejor uso de sus existencias de hierro y trigo que simplemente fabricar más hierro y trigo. ¿Cómo se supone que la gente supera su modelo de subsistencia en el mundo de Sraffa?

Naturalmente, el sraffiano respondería que, si queremos modelar ese escenario deberíamos usar el caso más general de producción con excedente. Lugo si los miembros de nuestra economía hipotética desean producir algo distinto de trigo y hierro, solo tenemos que incluir la línea relevante en nuestra lista de recetas tecnológicas.

Pero esto desvía el tema. El método de Sraffa de determinar los precios de equilibrio en una economía con excedentes ya supone que el sistema se ha establecido en el nivel óptimo de producción en todas las líneas posibles. Las técnicas de Sraffa no dejan espacio para los miembros individuales de la sociedad para influir en los métodos de producción que acaban siendo usados (haya o no un excedente), en definitiva porque no hay individuos en los modelos de Sraffa.

Esta objeción es más fuerte en lo que se refiere a los resultados supuestamente más importantes de Sraffa. Sraffa ha demostrado que la tasa de beneficios es “una variable libre” (es decir, indeterminada y sometida a influencia externa, en particular  a la baja) solo excluyendo de sus modelos la optimización intertemporal. Sí, si la única función atendida por los tipos de interés es indicar la tasa común de apreciación del capital invertido, entonces podría haber un rango de valores que serían coherentes con el equilibrio general.

Sin embargo, si también requerimos que el tipo de interés del mercado refleje la prima subjetiva dada por los consumidores al consumo presente frente al futuro (una característica que falta en los modelos agregados de Sraffa) esto eliminaría entonces la multiplicidad de tipos de interés de equilibrio. Porque también es un “precio” sometido a oferta y demanda, no hay nada más ni menos arbitrario en la determinación del tipo de interés de lo que hay en el precio de los televisores.

Conclusión

Así vemos que las técnicas de Sraffa sufren un problema muy común, incluso entre economistas profesionales. Aunque la mayoría de la gente entiende que las fuerzas del mercado llevan a un único precio “correcto” (dadas las circunstancias) para radios o Big Macs, por alguna razón el tipo de interés se considera maleable. Sraffa llega a resultados en contrario solo eliminando a los individuos (y sus preferencias subjetivas) desde el principio.

Dicho esto, sigo pidiendo a los estudiantes serios de la teoría austriaca del capital y el interés que lean atentamente el trabajo de Sraffa. Los discípulos neorricardianos de Sraffa[2] no estaban del todo equivocados en sus ataques a la corriente dominante neoclásica en la polémica del capital de Cambridge. Tenían toda la razón en criticar la justificación ortodoxa de los pagos de intereses como un “retorno del producto marginal del capital”. Fuera del mundo neoclásico de economías con un solo bien, no existen las “existencias” de capital, sino que hay diversas cantidades de bienes heterogéneos de capital. Solo se puede calcular un total agregado de “capital” conociendo primero el tipo de interés al que capitalizar el valor actual de descuento de los bienes heterogéneos. Como explica el mismo Sraffa:

En general, se ha evitado en este trabajo el uso del término “coste de producción”, así como el término “capital” en su connotación cuantitativa, con el coste de tediosos circunloquios. Esto es porque estos términos han llegado a ligarse inseparablemente de la suposición de que son cantidades que pueden medirse independientemente y antes de la determinación de los precios de los productos. (Observemos los “costes reales” de Marshall y la “cantidad de capital” implícita en la teoría de la productividad marginal). Como liberarse de esos presupuestos ha sido uno de los objetivos de este trabajo, evitar los términos parecía la única manera de no prejuzgar el asunto.

Aunque se equivocaba en condenar el interés como una institución innecesaria y explotadora, Sraffa tenía toda la razón en criticar la justificación convencional y dominante de la renta del capitalista. Para ofrecer una defensa adecuada de los pagos de intereses, se debe recurrir a una teoría del interés (como las ofrecidas por los economistas austriacos) que no vea a los intereses como el producto marginal del capital.


Publicado originalmente el 7 de abril de 2004. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

[1] Sobre la polémica del capital de Cambridge y su relevancia para la Escuela Austriaca, ver mi anterior artículo.

[2] Debido a las similitudes entre sus métodos y los modelos de equilibrio general (verbal) de David Ricardo, Sraffa y sus seguidores ha sido llamados a menudo neorricardianos. Esto es algo un poco confuso, ya que sus oponentes son los neoclásicos y después de todo Ricardo fue un economista clásico.