Fui invitado recientemente a la convención anual del Partido Libertario de Texas y me sorprendió cómo los libertarios se aferran a una concepción añeja y contraproducente del panorama político. En particular, muchos libertarios siguen unidos a una compresión equivocada de cuál es la amenaza real a la libertad, de dónde viene y por tanto cómo tendríamos que luchar contra ella.
Por eso seguimos ligados de frases manidas de la década de 1980 como “ni de izquierdas ni de derechas”, “liberales de bajos impuestos” e incluso la vergonzosa “medios capitalistas, fines socialistas”, todo evidenciado en la literatura que describía el libertarismo en carteles en la entrada de la convención.
Por supuesto es una virtud y una característica definitoria el que la libertad no es de izquierdas ni de derechas. El libertarismo en sí no dice nada sobre resultados, sobre si una sociedad más libertaria sería culturalmente más conservadora o liberal, más tradicional o secular, más igualitaria o estratificada o cualquier otra cosa. El libertarismo es antiestatal y pro-propiedad privada. Nada más ni nada menos.
Pero no debemos mezclar los problemas ideológicos con el progresismo y el conservadurismo con la amenaza real planteada por amos. El progresismo ha sido la fuerza abrumadora en la política occidental durante los últimos 100 años. Los progresistas políticos, definidos no por su partido sino por su deseo de rehacer al hombre como un animal político más obediente, dominaron absolutamente el siglo XX.
En todas las formas concebibles, los progresistas controlan la política, el gobierno, los negocios y la cultura en Estados Unidos y occidente. El siglo fue tan irremediablemente progresista (un siglo de guerra y socialismo) que el gobierno se ha convertido en algo parecido a los muebles y las plantas en macetas a nuestro alrededor: estamos tan habituados a él que ya ni siquiera lo vemos.
Consideremos:
- Los progresistas controlan abrumadoramente los dos mayores partidos político de EEUU.
- Los progresistas controlan el poder judicial federal, junto con todos los departamentos y agencias federales.
- Los progresistas dominan la universidad y la educación secundaria y primaria, tanto pública como privada.
- Los progresistas dirigen las asociaciones de médicos y abogados y por tanto las profesiones tradicionalmente “conservadoras” de la medicina y el derecho ahora se inclinan hacia la izquierda.
- Las grandes empresas, tanto globales como nacionales, están dirigidas por progresistas. Sus consejos son progresistas. Su marca y mensajes corporativos son progresistas.
- Wall Street es progresista.
- Silicon Valley y el sector tecnológico están dominados por progresistas, de Google a Apple a Microsoft.
- Los progresistas controlan abrumadoramente los medios de comunicación tradicionales, incluyendo noticieros y publicaciones escritas (prácticamente todos los periodistas se autoidentifican como progresistas).
- Los progresistas dirigen abrumadoramente redes sociales importantes como Facebook, Twitter y Tumblr.
- Los progresistas dirigen Hollywood: dominan los sectores del cine, la televisión y el vídeo, incluyendo el creciente mercado de contenido en streaming de HBO, Netflix, Hulu y otros.
- Todas las grandes instituciones religiosas en occidente, del Vaticano a las principales iglesias protestantes a prácticamente todas las sinagogas, son ahora completamente progresistas, tanto política como doctrinalmente.
Por supuesto progresismo casi siempre significa progresismo de izquierda. Aunque haya progresistas de derecha (neoconservadores) con grandiosas ideas acerca del gobierno y la naturaleza humana, la mayoría provienen y retornan cómodamente a la izquierda cuando les viene bien. Y los progresistas de izquierda se han apropiado en buena medida para sí las recetas neoconservadoras de política exterior (de ahí que Trump esté a la izquierda de Hillary en temas de Oriente Medio).
Dejémoslo claro con respecto a supuestos conservadores como George W. Bush, Mitt Romney, Paul Ryan, Mitch McConnell y compañía: todos son progresistas. Sheldon Adelson, Rupert Murdoch y Fox News son progresistas. Todos quieren que el gobierno haga algo en lugar de evitar que haga algo. El nombre de su partido es irrelevante, igual que si se posicionan ligeramente a la derecha de Obama con respecto al ritmo en que crece el estado en tamaño y ámbito.
¿Pero qué pasa con el menos adinerado Partido republicano en los estados sureños y rurales?”, podríais preguntar. Indudablemente los partidos estatales y locales que obtienen victorias electorales en estados rojos representan a los conservadores en lugar de a los progresistas. Y es verdad que gente a la que podríamos calificar nominalmente como conservadores controlan los gobiernos y parlamentos de un puñado de estados. Pero su conservadurismo se ve muy relegado en asuntos sociales y su poder legal en una época de total preeminencia federal es nulo. ¿Alguien cree seriamente que durará mucho la nueva ordenanza de cuartos de baño de Carolina del Norte? O intervendrán los tribunales federales, o la presión exterior (impulsada por los progresistas) convencerá al parlamento estatal para ceder. Los políticos sureños de derechas existen principalmente para proporcionar a los medios desdeñosos evidencias de una amenaza (inexistente) de retrocesión para los valores progresistas.
Está claro que lo que quede del momento conservador en Estados Unidos está en ruinas, y justificadamente. El “conservadurismo” nunca fue una ideología coherente para una nación radical secesionista como Estados Unidos. La Vieja Derecha, con los impulsos antibelicistas y respeto burkeano por la tradición y la propiedad, se vio completamente superada por los conservadores modernos de Buckley. Los conservadores modernos nunca estuvieron en contra del estado, ni siquiera fueron juiciosos en su visión del poder del estado. Su infiltración por los neoconservadores abrió el camino a la derecha para enamorarse de políticas como el globalismo o la construcción de naciones que solo pueden considerarse… lo habéis adivinado, progresistas.
Toda amenaza realista o potencial a la libertad en el mundo occidental hoy deriva directamente de las políticas progresistas. La sencilla realidad es que el poder estatal en occidente y la amenaza del poder estatal la ejercen abrumadoramente lo progresistas en lugar de los conservadores. Incluso cuando los progresistas no controlan directamente un aparato estatal concreto, en la práctica aplican medios extra-legales (ejecutivo o judicial) para promover su programa político y boicotear a la oposición.
El progresismo es un león feroz, el conservadurismo un gato panzón. No entender esto es un enorme error táctico y moral para cualquiera que defienda la libertad. Si los libertarios quieren de verdad combatir el poder del estado, deben primero apreciar y aceptar esta realidad. Los conservadores no son “igual de malos”, no porque estén necesariamente inclinados hacia la libertad, sino porque no tienen poder. Así que en lugar de perseguir a los conservadores desafectos hablando de justicia social e igualitarismo, los libertarios deberían contactar hablando de descentralización, secesión y de desuncirnos políticamente de la hidra progresista. Es la única forma pacífica (es decir, no política) de avanzar para todos nosotros, independientemente de la ideología.
Publicado originalmente el 2 de mayo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.