Mises destruye el socialismo, una y otra vez

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[Del número de julio-agosto de The Austrian]

Ahora necesitamos a Mises más que nunca. La Reserva Federal está sopesando en qué mes aumentar su tipo objetivo en un cuarto de punto porcentual, generando frenesí en la prensa siempre que Janet Yellen estornuda. Mientras millones de votantes de EEUU apoyan a un socialista declarado, el experimento socialista de Venezuela se ha desplomado y está ardiendo: Coca-Cola ha cerrado sus operaciones, el papel higiénico es un artículo de lujo, los cortes de corriente son habituales y la violencia y los saqueos están aumentando. Es una gran oportunidad para mostrar a otros la capacidad de predicción de Mises.

Solo los fuertes argumentos misesianos contra la banca central y el socialismo pueden hacer estallar (como diría el propio Mises) las afirmaciones de sus defensores contemporáneos. Los argumentos de Mises son los más fuertes, debido a su dedicación flexible a construir y mantener una metodología económica que produce conclusiones irrefutables. Su teoría del ciclo económico tiene la misma certidumbre que las leyes de la utilidad marginal decreciente, la ventaja comparativa, la preferencia temporal y otros principios económicos sólidos, como una derivación de la misma línea de pensamiento lógico. Su crítica del socialismo no tiene parangón entre otras críticas en sus consecuencias inevitables para el socialismo, tanto en la teoría como en la práctica.

Argumentaciones más débiles no se basan en las conclusiones absolutamente ciertas de la economía y son esquivadas con facilidad por los oponentes. Decir que la Reserva Federal tiene que reformarse porque los políticos no son representativos de la demografía de la población de EEUU entraría dentro de esta categoría. Otra es la afirmación de que socialismo no funciona porque la gente no tiene un incentivo para trabajar duro o porque el gobierno no tiene sencillamente suficiente poder informático para calcular el precio óptimo de los bienes. Estos tipos de argumentos débiles son munición y hombres de paja para los detractores de los mercados no intervenidos y la propiedad privada.

El problema de la banca centralizada

Mises hizo el mejor alegato contra la banca centralizada. Demostró que el ciclo económico no es parte inherente de una economía de mercado no intervenida, sino el resultado de la expansión artificial del crédito. Siempre que la autoridad emisora de dinero infla a través de los mercados el crédito, impulsar los tipos de interés a la baja hasta niveles artificialmente bajos y pone en marcha inversiones en líneas de producción que solo parecen ser rentables. El nuevo dinero y los bajos tipos de interés también alimentan un mayor gasto de consumo.

Así que el auge se caracteriza por las malas inversiones y el exceso de consumo: no se basa en una expresión voluntaria de las preferencias temporales reales, sino en los caprichos de los funcionarios del banco central. Los planes de los empresarios no pueden completarse debido a que los precios de los factores de producción se vuelven prohibitivamente altos, debido a la creciente escasez de bienes de capital y a que mucho del capital remanente se emplea de mala manera. El declive llega cuando estos errores ya no pueden sostenerse por más tiempo mediante el flujo del nuevo dinero a través de los mercados de crédito. El capital mal invertido se liquida y los trabajadores también deben encontrar un nuevo empleo en líneas rentables de producción.

Esta es una explicación verbalmente fuerte de los ciclos económicos y hay muchos ejemplos de economistas historiadores aplicando la teoría de Mises a periodos concretos, como la Gran Depresión y el más reciente auge y declive de la vivienda.

La razón real por la que el socialismo no funciona

Mises también realizó el mejor alegato contra el socialismo. Con la propiedad privada de los medios de producción, los empresarios contratan a trabajadores y compran recursos naturales y de capital basándose en su contribución al proceso productivo, medido por la voluntad de los consumidores de pagar por el producto final. Los ingresos previstos por la venta de la producción guían las decisiones de producción e inversión. Cualquier desvío de los deseos de los consumidores genera menores ganancias o incluso pérdidas.

Bajo el socialismo, en el que se deroga la propiedad privada de los medios de producción, no puede haber precios significativos de las entradas a los procesos de producción. Las decisiones de producción está simplemente “tanteando la oscuridad”, como decía Mises en Cálculo económico en la comunidad socialista. Mises demostró que no hay forma de mirar al futuro para comparar ingresos previstos con costes de producción y no hay forma de medir retrospectivamente el éxito de ningún proceso de producción. El cálculo económico, esencial para cualquier economía de mercado creciente y floreciente, resulta imposible.

Así que el socialismo debe hacer que los deseos y necesidades de los participantes queden insatisfechos. Este es otro argumento  verbalmente fuerte y se ve especialmente fortalecido por el tráfico fracaso observado de todo “experimento” (si podemos llamar de una forma tan despreocupada a las muertes de millones de personas) socialista.

La acción humana del mundo real es el núcleo

Mises no se tropezó por casualidad con estas ideas brillantes. Fueron de producto de una deducción lógica cuidadosa y una autoevaluación rigurosa siguiendo las líneas de sus propias contribuciones en la epistemología de la ciencia económica.

La lógica de la acción humana empieza con medios y fines y procede a través de intercambio, precios, producción, dinero, crédito y las consecuencias necesarias de las intervenciones en estas áreas. Mises demostró que la economía no produce generalidades o líneas indicativas vagas que puedan superarse si los gobiernos son lo suficientemente inteligentes y poderosos. La ciencia de la economía revela leyes que no pueden vulnerarse. Nuestros intentos de persuasión se ven enormemente mejorados sí podemos incluir estas argumentaciones de Mises y avanzar a partir de sus fuertes cimientos.


Publicado originalmente el 24 de agosto de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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