Una nueva serie de crisis para la UE

0

merkelLa unión monetaria europea y el libre movimiento de personas del este empobrecido al oeste rico probablemente sean mellizos en la muerte como lo fueron al nacer. Ha sido un viaje lento pero constante desde los acuerdos de París-Berlín sobre unión monetaria y la ampliación de la UE en la década de 1990 hasta el mayor síntoma de desintegración hasta ahora: el referéndum de Reino Unido ganado por el Brexit. Ahora el tren está listo para acelerar con una alta probabilidad de estrellarse por el camino. La fantástica burbuja en los mercados de bonos públicos, que no ha hecho sino agrandarse, probablemente se sume a la gravedad del crash y del daño global correspondiente.

El principio del viaje maldito hacia una mayor integración europea lo marcó la caída del muro de Berlín. El gobierno alemán (el canciller Kohl) quería un calendario rápido para expandir la UE hacia el este de Europa, pero un calendario de largas etapas para la Unión Monetaria Europea. En París, las prioridades eran las contrarias. Así que se llegó a un compromiso para un calendario acelerado para ambas cosas. Si, hubo casandras que advirtieron en contra de iniciar la unión monetaria o una extensión del libre tránsito de personas para incluir a la Europa del este, antes de una unión política. Pero los eurócratas prometieron que habían superado la secuencia natural: la unión monetaria y el libre tránsito de personas obligarían a Europa a una unión política.

Gran Bretaña no fue parte del Gran Compromiso, eligiendo quedarse fuera de la unión monetaria. Pero Reino Unido desempeñó un papel absolutamente esencial en su implantación. El atractivo de Reino Unido como un país de habla inglesa con un mercado laboral flexible para los pueblos del este de Europa que huían de la pobreza e inseguridad nacionales fue un ingrediente vital en el agrandamiento de la UE. Las remesas rápidamente crecientes de Reino Unido hicieron viable el ser miembro de la UE sin un nivel extremado de apoyo en subvenciones (grande en todo caso). La industria alemana tuvo grandes excedentes exportadores con los nuevos estados miembros, cortesía de los flujos de entrada de efectivo de expatriados desde Londres y de un auge en los préstamos en esos países (un componente de la burbuja del crédito de 2002-07).

Cuando estalló la burbuja, incluyendo su componente sudeuropeo, los contribuyentes de los miembros norteuropeos de la unión monetaria supusieron un respaldo. Para para muchos el coste había estado escondido de su vista por innumerables trucos monetarios y contables del establishmente, que esencialmente pasaron esas obligaciones a la siguiente generación. Aun así, muchos pudieron ver que no todo iba bien, como evidenciaba el creciente resentimiento en Alemania contra la consecuencia visibles de las transferencias, como los tipos cero o negativos de interés.

En el caso de Reino Unido, la oleada de resentimiento contra las consecuencias de la mayor integración europea de las últimas dos décadas ha tenido múltiples orígenes. El más poderoso ha sido el incremento de la inmigración, pero también es importante una extendida preocupación acerca de la carga potencial definitiva de la implosión de la UME sobre el contribuyente británico (aunque sea menor que para los euromiembros). Durante la campaña del referéndum, el reconocimiento de que las cifras oficiales habían infravalorado enormemente el verdadero grado de los flujos de los europeos del este, se unieron al descontento acerca de los aprietos que esto ha creado en los servicios públicos (principalmente sanidad y educación) y la vivienda se redujeron a que ganara el abandono.

En principio, la ansiedad popular en Reino Unido podría haberse aplacado con un acuerdo especial que permitiera a Londres limitar la inmigración desde la UE. Los gobiernos del este de Europa miembros de la UE estuvieron comprensiblemente al frente de la oposición a cualquier concesión de ese estilo. Y nunca hubo ningún intento serio por parte de Berlín y París para superar las objeciones del este de Europa. El libre traslado de personas en un canon de la integración europea a partir del Tratado de Roma. En todo caso, la unión monetaria entre países sin libre movimiento de mano de obra sería un concepto defectuoso. Sí, Gran Bretaña, al estar fuera de la unión monetaria, podía haber sido una excepción. Pero Berlín sin duda temía que esto fuera el catalizador para que otros gobiernos de la UE limitaran la inmigración en curso de refugiaos de Oriente Medio ahora en Alemania.

El resultado de las negociaciones de salida de la UE probablemente incluya alguna combinación de restricciones a la inmigración de la UE y una reducción del acceso de las instituciones financieras de Reino Unido al Mercado Único. El escenario en el cual el Brexit dirigiría a Reino Unido hacia un rumbo de una reforma liberal (es decir, de libre mercado) que pondría en jaque el estatus quo de la UE de altos impuestos, cosotosas regulaciones e inestabilidad monetaria ya se ha desvanecido en medio de la implosión de la “rama thatcherita” del Partido Conservador y la creación de un gobierno bajo la centrista y “no ideológica” Theresa May. Entretanto, la derecha antieuro y antiinmigración en Francia, Alemania, Italia y Holanda, están todas ante elecciones nacionales el año que viene. Podrían ganar impulso por el resultado del referéndum del Reino Unido. Sus posibles éxitos en las elecciones se suman a la probabilidad de una profunda crisis del euro.

La CDU de la canciller alemana Merkel se negaría a un nuevo acuerdo para rescatar bancos y naciones, sobre todo en Italia. Esa ayuda podría acelerar su hemorragia de votos hacia la AfD, que ya ha obtenido un 15% de los votos en las elecciones regionales este mismo año. Sí, las encuestas de opinión desde el Brexit indican que “Mutter Merkel” ha experimentado un rebote en su apoyo desde un mínimo en la primavera y que la AfD ha experimentado un retroceso en medio de luchas internas y escándalos. Pero estas irregularidades en las encuestas probablemente no señalen un cambio de tendencia.

Así que la próxima vez podría ser distinto. En todo terremoto de deuda soberana y banca desde la primera crisis griega en 2010, Merkel ha estado de acuerdo con el jefe del BCE pisoteando el Tratado de Maastricht e imponiendo nuevas cargas sobre los contribuyentes del norte de Europa por el bien de la integración europea.  Pero ahora en la fase previa de las elecciones de octubre de 2017 en Alemania, los cálculos políticos de Merkel probablemente descarten una repetición.

Junto con un endurecimiento en la actitud hacia los morosos deudores del sur, Merkel es probable que retrase firmar ningún “gran acuerdo” con Reino Unido antes de las elecciones de la primavera de 2017 en Francia por miedo a que esto pueda disparar el apoyo a la derecha antieuropea. Algunos analistas sugieren que en consecuencia sería mejor para Reino Unido retrasar las negociaciones de salida hasta después de esto, esperando la victoria del centro-derecha. Contrariamente a esas esperanzas, podría residir de nuevo en el Palacio del Eliseo un presidente socialista no inclinado a un acuerdo, como consecuencia de las divisiones en la derecha. Pero entonces podría haber tal desesperación acerca de la situación económica de Francia que París ya no sería un jugador en las negociaciones, dada su creciente dependencia financiera de Alemania. El eje Berlín-París se rompería, para ser remplazado por la hegemonía alemana.

Por delante de todos estos cálculos políticos, asoma un riesgo previo para el tren europeo. En respuesta a los temores inmediatos en los mercados financieros provocados por la “sacudida” del Brexit, los comentarios de los banqueros centrales de Reino Unido, Europa y EEUU acerca de una mayor “acomodación” han hecho que los precios de los mercados de bonos a largo plazo lleguen hasta las nubes a principios de julio. ¿Quién está comprando bonos con estos niveles absurdamente bajos de rendimiento? La respuesta solo puede ser que los banqueros centrales o, en el caso de Japón, los arbitrajistas internacionales que convierten el papel público en bonos en dólares ofreciendo diferenciales muy interesantes. La pregunta real es por qué algún inversor se aferra a los bonos a niveles así de bajos en lugar de liquidarlo por efectivo. La respuesta incluye alguna combinación de engaño a los accionistas (que pueden querer ser engañados) y especulación de que los precios podrían subir antes de hundirse inevitablemente (la hipótesis de la burbuja irracional).

Nadie sabe con seguridad cuándo estallará la burbuja de los bonos. Pero cuando lo haga, serán temibles las derivadas sobre todos los mercados de riesgo, incluyendo los débiles mercados de la deuda soberana europea y bancaria. Entonces Europa podría volver a la mesa de diseño, con Reino Unido teniendo la suerte de haber sido el primero en salir. El que haya un futuro para la integración europea dependerá de si la próxima vez empieza con unión política y se limita a solo dos naciones: Francia y Alemania.


Publicado originalmente el 14 de julio de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

Print Friendly, PDF & Email