La “crítica de Lucas” es esencialmente misesiana

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Robert E. Lucas Jr. ganó el premio en memoria de Nobel en ciencias económicas en 1995, por una de las contribuciones más alabadas de la macroeconomía moderna: la crítica de Lucas. Su artículo sobre evaluación de la política econométrica, publicado originalmente en 1976, según muchos economistas ilustres, generó una auténtica revolución metodológica en el análisis macroeconómico.[1] Destacaba que los coeficientes subyacentes de los modelos económicos tradicionales no son constantes. Por tanto, estos modelos eran inadecuados para la evaluación de las políticas contrafactuales. En otras palabras, estos modelos eran inadecuados para la predicción científica de los efectos de las intervenciones políticas en la economía y por tanto incapaces de hacer comparaciones pronosticadoras de intervenciones políticas alternativas.

Los límites de la macroeconomía

Los modelos keynesiano y monetarista tradicionales de las décadas de 1960 y 1970 no podían predecir científicamente si, por ejemplo, una expansión de la oferta monetaria realmente llevaría a menores tasas de desempleo, por no mencionar el grado del efecto. El problema es que las correlaciones entre agregados macroeconómicos como inflación de precios y desempleo están cambiando constantemente. Cuando se ha observado cierta correlación en el pasado, no se puede suponer simplemente que está correlación se mantendrá en el futuro, especialmente cuando los políticos tratan de aprovechar la correlación. El entorno político tiene un impacto sobre la acción humana y puede por sí mismo llevar a cambios en las correlaciones entre variables económicas.

Para resolver el problema de la evaluación de la política contrafactual, según Lucas, habría que identificar las “ecuaciones estructurales” cuyos coeficientes permanecen constantes a lo largo del tiempo. Solo pueden aplicarse adecuadamente los métodos econométricos de estimación y prueba cuando los coeficientes son constantes. Se ha argumentado que la base microeconómica de los modelos macroeconómicos establecida como consecuencia de la crítica de Lucas ha logrado exactamente esto. Los modelos del llamado equilibrio general estocástico dinámico (EGED) postulan familias y empresas representativas, cuyo comportamiento se deduce matemáticamente considerando el entorno político. El comportamiento de la familia es una limitación para el problema de la maximización del beneficio de la familia. Los autores de estos modelos afirman que se incorporan todos los efectos relevantes de retroalimentación. Así que los modelos EGED forman un sistema cerrado en el que los efectos de cualquier intervención política, como un recorte en los tipos de interés, pueden estimarse bastante bien. Se afirma que los nuevos modelos han superado la crítica de Lucas.[2] ¿Pero está justificada esta afirmación?

En una publicación reciente, argumenté que no.[3] El problema fundamental que indica la crítica de Lucas no se ha resuelto en los métodos modernos de modelado. El problema de la falta de continuidad de las relaciones observables entre variables económicas, que es que la variables que son el resultado de la acción humana, no puede resolverse. Mientras la macroeconomía moderna siga una aproximación positivista-econométrica, estará expuesta a ello. Es algo tan esencial y generalizado que no puede evitarse. Por tanto, es de la máxima importancia admitir abiertamente que el problema existe, en lugar de ponerlo debajo de la alfombra y, en realidad, de cuestionar y poner en duda integralmente los métodos comunes de la macroeconomía moderna.

La economía no es como las ciencias físicas

Puede encontrarse un análisis más detallado del problema en los escritos epistemológicos y metodológicos de Ludwig von Mises y Hans-Hermann Hoppe.[4] Según Mises, defensor del dualismo metodológico, no hay constantes en la acción humana que justifiquen una aproximación a la economía similar a la de las ciencias naturales.

Por ejemplo, para falsar una hipótesis a partir de datos empíricos, debemos asumir el principio de constancia. Este implica los siguientes principios de la investigación empírica causal: “igual causa, igual efecto” y “desigual efecto, desigual causa” y excluye categóricamente la posibilidad de contingencia en la forma en que las causas ejercen sus efectos.[5] Cuando observamos las mismas características para las variantes explicativas A, B y C para dos muestras de datos, pero características distintas para la variable explicada Y, solo podríamos concluir que debe haber habido al menos otra variante explicativa D que pueda generar la diferencia si se satisface realmente el principio de constancia. La hipótesis puede por tanto adaptarse y probarse de nuevo con otra muestra de datos. Por tanto, el principio de constancia, si se satisface, permite una convergencia gradual hacia la verdad. En lo que se refiere a las ciencias naturales, la asunción del principio de constancia presenta pocos problemas. Sin embargo, ¿es también razonable asumir la constancia para los fenómenos sociales?

Les preguntas cruciales son las siguientes: ¿Podemos suponer razonablemente que la acción humana sigue el principio de constancia, es decir, que cierta configuración de factores causales siempre generan el mismo efecto sobre la acción humana? ¿O puede la acción humana sea distinta con la misma configuración de causas observables?

No y sí, respectivamente. El principio de constancia no puede justificarse con fenómenos de la ciencia social y los seres humanos pueden actuar de maneras distintas bajo condiciones aparentemente idénticas. Hoppe ha dado a esta idea intuitiva un fundamento riguroso. Irónicamente, su argumento se apoya en una crítica de Karl Popper al historicismo.[6]

Popper argumentaba que no podemos predecir científicamente el estado futuro de nuestro conocimiento, precisamente porque los humanos son capaces de aprender. Aun así, nuestro conocimiento da forma al discurrir de la historia. Por tanto, no puede haber ninguna teoría científica del curso de la historia, ni ninguna predicción científica del curso futuro de la historia. En particular, Popper se oponía a las opiniones de Marx y Spengler.

Sin embargo, la capacidad de aprender también implica que en general, la acción humana no puede predecirse científicamente, ya que el conocimiento influye en la acción. Son siempre posibles “cambios estructurales” que engañen completamente a un modelo econométrico que funcionara bien hasta entonces.

Los modelos tradicionales keynesiano y monetarista no habían predicho el cambio estructural de la estanflación en las décadas de 1970 y 1980. Pero tampoco los modelos EGED predijeron la Gran Recesión de 2008. Hay estudios que demuestran que los modelos modernos no habrían llevado a cabo predicciones mejores si se hubiesen usado en la década de 1970.[7] A la vista de este resultado, los avances actuales en el modelado macroeconómico no parecen tan grandes como nos quieren hacer creer sus mayores defensores. En particular, la crítica de Lucas no se ha superado. Por supuesto, Lucas no era en modo alguno un misesiano. Pero, entendiéndolo correctamente, podemos encontrar un núcleo misesiano en su celebrada contribución: “No hay constantes en la acción humana”. El principio de constancia no se satisface con respecto a los fenómenos de las ciencias sociales, que son el resultado de la acción humana. Como presumiblemente todos pertenecemos a esa categoría, el argumento tiene cierto peso.

Pero Mises también escribe:

El hombre mortal no sabe cómo puede mostrarse el universo y todo lo que contiene a una inteligencia sobrehumana. Tal vez una mente tan elevada esté en disposición de desarrollar una interpretación monística coherente y comprensiva de todos los fenómenos.[8]

Por tanto, el dualismo entre ciencias naturales y sociales que defiende Mises no debe confundirse con una afirmación de una verdad absoluta, sino como una necesidad metodológica.


Publicado originalmente el 31 de agosto de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

[1] “Econometric Policy Evaluation: A Critique”, en Theory, Policy, Institutions: Papers from the Carnegie-Rochester Conference Series on Public Policy, eds. Karl Brunner y Alan Meltzer (North-Holland: Elsevier Science Publishers B.V.), pp. 257-284.

[2] Jordi Galí, y Mark Gertler, “Macroeconomic Modeling for Monetary Policy Evaluation”, Journal of Economic Perspectives 21, nº 4 (2007): 25-45.

[3] Karl-Friedrich Israel, “Modern Monetary Policy Evaluation and the Lucas Critique”, Political Dialogues: Journal of Political Theory 19 (2015): 123-145.

[4] Hans-Hermann Hoppe, Kritik Der Kausalwissenschafilichen Sozialforschung – Untersuchungen Zur Grundlegung von Soziologie Und Ökonomie (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1983).
Ludwig von Mises, The Ultimate Foundation of Economic Science – An Essay on Method. (Nueva York: D. Van Nostrand, 1962).
—. Theory and History: An Interpretation of Social and Economic Evolution (Auburn, Ala.: Mises Institute, 2007). [Teoría e historia]

[5] Hans-Hermann Hoppe, Kritik Der Kausalwissenschafilichen Sozialforschung — Untersuchungen Zur Grundlegung von Soziologie und Ökonomie (Opladen: Westdeutscher Verlag, 1983), p. 11.

[6] Karl R. Popper, The Poverty of Historicism (Londres y Nueva York: Routledge Classics, 2002). [La miseria del historicismo]

[7] Samuel Hurtado, “DSGE Models and the Lucas Critique”, Economic Modelling 44 (2014): S12–19.

[8] Theory and History: An Interpretation of Social and Economic Evolution, p. 1. [Teoría e historia]

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