Los mitos inventados de la economía de la “filtración”

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En los comentarios tras el debate, pocos advirtieron el orgullo de Hillary Clinton a la hora de acuñar la expresión “economía inventada de la filtración” para acusar a Donald Trump de ilegalidad política. Sin embargo es importante, porque cada vez que alguien ha usado el término economía de “filtración” (o sus hermanos retóricos, “recortes fiscales para los ricos”, “economía vudú”, etc.) se ha hecho una falsa representación intencional inventada.

Ningún economista del lado de la oferta ha promovido nunca una economía de la “filtración”. Fue inventada por los defensores del gran gobierno, opositores a la libertad económica, igual que Marx habló de capitalismo para hacerlo parecer dañino en lugar de para describirlo correctamente.

La filtración es una caracterización difamatoria usada para desviar la atención de cómo los acuerdos voluntarios del mercado benefician a todos. Su falsa premisa esencial es que gravando menos a personas con rentas altas, dejándoles más renta para llevar a casa, solo les beneficia a ellos. Esto se basa en la opinión errónea de suma cero de que más renta para algunos debe reducir las rentas de otros.

Cuando la gente, sea rica o pobre, se hace más rica a través de acuerdos voluntarios, no daña a nadie, salvo a quienes sufran de envidia. Ambas partes mejoran, tal y como lo ven, o no participarían. Pero los cambios en la distribución medida de rentas distorsionan ese hecho.

Si creo un programa de software con un éxito masivo, mi renta medida aumentará, pero todos los compradores también ganarán porque tendrán mejores opciones que antes. Esto es verdad incluso si su parte imperfectamente medida de su renta total es menor porque ha aumentado mi renta.

Por desgracia, las campañas de los defensores de un redistribución forzosa para castigar a quienes tienen rentas mayores (bajo una retórica encubierta de que paguen su “parte justa”, que es siempre “más”) desvían el debate de la pregunta esencial: ¿se ayuda o daña a los demás? Empeorar los incentivos productivos de la gente con rentas altas les induce a hacer menos por otros con sus recursos, dañándoles.

Por supuesto, si una persona rica o un político rico se han más ricos aprovechando el proceso político, eso es algo objetable. Pero no es un fallo del mercado que requiera una solución pública. Es un fallo del gobierno, que perjudica a los beneficios que proporcionan a todos los mercados competitivos y cuya solución requiere eliminar al gobierno del negocio del robo y la transferencia, no expandir su papel.

Los economistas del lado de la oferta siempre se han centrado en mejorar los incentivos productivos y en tratar de hacer esas mejoras tan duraderas como sea posible. Por eso se centran en reducir permanente los tipos impositivos y rebajar las cargas regulatorias donde son más adversas, porque ahí es donde más se mejoran los incentivos productivos. Las beneficios medidos inmediatos en los mercados financieros irán, es cierto, a quienes actualmente posean los activos afectados por esos cambios. Pero tratarlo solo como “un regalo impositivo a los ricos” ignora que lo que se recompensa principalmente es el uso de los recursos a tu disposición para hacer más de lo que valoran otros y dedicar menos tiempo y esfuerzos a tratar de minimizar cargas injustificables.

Los incentivos mejorados del lado de la oferta aumentarían la oferta laboral aumentando los salarios a llevar a casa. Aumentarían las recompensas para adquirir nuevas habilidades, para inversiones adicionales de capital para aumentar la productividad del trabajador, para trabajadores secundarios que entren en el mercado laboral, para la inmigración de gente productiva  de ambientes fiscales y regulatorios menos amistosos (o para reducir la emigración) y para la toma de riesgos productivos. También reducirían los incentivos para la evasión de impuestos, para el fraude fiscal y para comprar cosas que se deseen menos debido a la distorsión de las deducciones fiscales. Cada uno de estos cambios beneficiaría a los estadounidenses. Hacer lo contrario, algo que justifican las críticas de la economía de la “filtración”, daña a los estadounidenses.

No hay razón para añadir “inventado” a “economía de la filtración”. Esos ataques han sido siempre distorsiones inventadas, tratando de hacer que la gente mire a rentas que han obtenido otros y de que les envidien, olvidando que, en los mercados competitivos, se obtienen mejorando las condiciones de los demás. Y las supuestas soluciones no solo violan la definición milenaria de Cicerón de justicia como “dar a cada uno lo suyo”, dañan a las mismas personas cuyos votos están tratando de comprar con la imaginería de exprimir a los ricos


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