Ciencia, tecnología y gobierno

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screen-shot-2016-04-26-at-1-28-29-amHace unos días leí el libro Science, Technology and Government de Murray Rothbard, que escribió en 1959, pero que quedó inédito hasta que lo publicó el Mises Institue en línea en 2004, y el año pasado en papel. El autor es muy claro y sencillo de entender para cualquier incluso sin conocimientos de economía. Recomiendo su lectura. En esta columna haré algunas reflexiones a propósito de la obra.

El problema económico es a la vez sencillo y complejo de resolver. Sencillo porque no requiere ser organizado, planificado ni supervisado por nadie para ser atendido de la forma más eficiente, pero a la vez es complejo porque las estructuras de organización espontánea, de orden extenso, son impredecibles, imposibles de dirigir hacia un determinado fin, por muy “racional” que sea.

Sobra decir que cuando esto último ocurre y se intenta, alguien –persona o grupo en el poder–, decide por los demás qué es lo correcto y el camino a seguir. La violación más artera de la libertad, tiene lugar. La peor parte de ello es que esa violación de la inherente libertad humana no es inocua.

En este sentido, las teorías de la Escuela Austriaca han sido fundamentales para explicar el ciclo económico de auge y depresión provocada por la intervención estatal.

Rothbard aplica en el libro esa teoría a dos aspectos particulares: la ciencia y la tecnología. Por supuesto, estas tienen un reflejo en la parte de investigación y desarrollo, que no están exentas de las mismas distorsiones de sus mercados cuando el sector gubernamental interviene.

Es por eso que la lección que se deriva de su libro es muy clara: el gobierno no puede en realidad “estimular” el crecimiento económico en general, pero en lo particular, tampoco puede hacer nada por catapultar la investigación, el desarrollo de inventos y con ellos la ciencia y la tecnología. Por el contrario, como decimos en México, “mucho ayuda el que no estorba”.

Los gobiernos deben hacerse a un lado en todos los rubros mencionados pues nada tiene que ir a hacer en ellos. Su obligación es la de velar por la libertad individual, ser su garante, y castigar a quien la viole. De ella, de la libertad, derivan tanto la propiedad privada como la celebración de contratos entre particulares, que el Estado, y más en concreto el gobierno, es el responsable de hacer valer.

Por supuesto, lo anterior es un “debe ser”. Pero en el Estados Unidos del tiempo en que Rothbard escribió Science, Technology, and Government, con una Unión Soviética y su sistema de planificación central en competencia con el capitalismo occidental, era obvio que el gobierno no se iba a permitir el no intervenir. Por desgracia esa sigue siendo una realidad en nuestros días.

Es por eso que el profesor Rothbard, de manera muy realista escribe lo que en su juicio debería hacer el gobierno, que en realidad es más lo que debería DEJAR de hacer. Esto lo podríamos sintetizar en su propuesta de que el gobierno se convierta en un simple consumidor de armamento –en vez de un productor de armas en sí mismo- de las empresas privadas, y que deje de castigar a éstas y a las personas con regulación e impuestos.

El progreso de la ciencia y tecnología será mayor conforme el gobierno intervenga menos en ellos. Claro, no hay duda de que si se dedican recursos excedentes a tal o cual actividad investigadora, tan solo por el hecho de hacerlo se podría avanzar (aunque no haya garantía de ello) más en ella.

No obstante, esto significa quitar recursos de otras áreas, por lo que lo que se pueda ganar en una se perderá en la otra, sin contar además con que ante la ausencia de la guía de pérdidas y ganancias, el incentivo será hacia el dispendio de recursos. Sobra decir que la base de un progreso sostenido será siempre una economía pujante, no una rezagada.

Una economía planificada que desvía recursos para un determinado propósito oficial, se estará infligiendo un daño enorme por incentivar el derroche gubernamental y no la acumulación de capital a manos de los empresarios guiados por las únicas señales válidas y correctas en un orden de mercado: los precios libres.

La lección entonces para nuestro presente es obvia: los banqueros centrales que son los modernos “planificadores centrales” deben dejar de intentar “estimular” la economía deprimiendo los tipos e inyectando liquidez. Los gobiernos también deben sacar las manos de la economía en general.

La investigación y el desarrollo de la ciencia y la tecnología sólo podrán maximizarse gracias al mercado no intervenido. Intentar dar “grandes saltos” con manipulaciones estatales sólo nos traerá más atraso, crisis y se estorbará el progreso y calidad de vida de millones de seres humanos. Por eso en este y otros espacios liberales, seguiremos difundiendo y defendiendo la libertad.


 

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