Expandamos el colegio electoral

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Lejos de estar anticuadas y pasadas de moda, las ideas que justifican el colegio electoral están muy infrautilizadas. Muchos creen que el colegio electoral es algo propiamente estadounidense, pero no es así. Mecanismos similares (a veces llamados sistemas de “doble mayoría”) se han usado en muchos tiempos y lugares distintos en la historia política.

La actual confusión acerca de la mecánica del colegio electoral parece deberse en buena parte al hecho hoy ampliamente olvidado de que Estados Unidos pretende ser una reunión de estados independientes y no una unidad política unitaria.

Para un ejemplo de por qué es tan esencial un sistema como el colegio electoral, podemos observar la Unión Europea. Por ejemplo, imaginemos que la Unión Europea tuviera elecciones de algún tipo en toda la unión. (La UE no tiene sin embargo elecciones de este tipo, porque está controlada por funcionarios nombrados a dedo).

Si la UE tuviera elecciones en toda la unión, advertiríamos de inmediato que un pequeño grupo de países grandes y populosos podría dominar todas las elecciones y decisiones políticas de toda la unión. Sin algún tipo de mecanismo para equilibrar estas disparidades, los estados más pequeños estarían continuamente a merced de los grandes.

Por ejemplo, Alemania, Francia e Italia por sí mismas constituyen el 47% de la población de la Unión Europea (sin contar Reino Unido). Los países miembros con intereses contrarios a los grandes estados dominantes estarían en desventaja. Los países pequeños, como por ejemplo la República Checa, contienen solo entre el 2% y el 5% de la población de la UE y serían bastante irrelevantes para construir una coalición mayoritaria en cualquier forma de sistema de regla de la mayoría.

En Estados Unidos hay un desequilibrio similar, con los cuatro mayores estados (California, Texas, Nueva York y Florida) constituyendo un tercio de la población. Los diez estados más grandes totalizan el 54% de la población de EEUU. Así que un ciudadano, por ejemplo, de Nuevo México podría encontrarse en una situación similar a la del votante checo si las tendencias políticas nacionales van en contra de las necesidades y preferencias locales.

Tanto en Estados Unidos como en nuestra UE teórica, los requisitos de doble mayoría se han creado (o podrían haberse creado) para aumentar la importancia de los estados de tamaño pequeño y mediano. La población de Wyoming, por ejemplo (debido a la manera en la que se creó el colegio electoral), es más de cuatro veces más influyente en el colegio electoral que en el voto popular nacional. Aunque ser una minoría pequeña es siempre un problema en lo que se refiere a proyectar poder político, un sistema como el colegio electoral disminuye sus desventajas. Formas de voto como el colegio electoral, en otras palabras, funcionan como un control sobre ventajas numéricas abrumadoras al tiempo que reafirman la diversidad geográfica, cultural y económica en una gran confederación.

Así que nos sorprende que los sistemas de doble mayoría (o variaciones sobre el tema) se hayan usado desde hace mucho tiempo para impedir la centralización del poder político. Un ejemplo actual es el sistema doble mayoría utilizado en Suiza. Bajo el sistema suizo, las iniciativas a votar deben conseguir tanto una mayoría electoral como una mayoría de votos en más de la mitad de los estados miembros (es decir, los cantones).

Si se usara un sistema así en Estados Unidos, por ejemplo, el candidato ganador tendría que conseguir tanto una mayoría popular como más de 25 estados (o el Distrito de Columbia).

Tal y como está, el colegio electoral se basa en un sistema modificado de “mayoría múltiple”, que de alguna manera iguala las diferencias de población entre estados pequeños y estados grandes.

Por supuesto, esto podría extenderse a los propios estados. Por ejemplo, la política sería bastante diferente en California si los candidatos a gobernador tuvieran que obtener tanto una mayoría popular como una mayoría de los condados del estado.

Expandir el colegio electoral a otros plebiscitos nacionales

Los sistemas de doble mayoría y múltiple mayoría requieren un apoyo más extendido a un candidato o medida del que se necesitaría la un sistema de voto mayoritario ordinario.

Por desgracia, en EEUU, es posible aprobar aumentos de impuestos y otro tipo de legislación importante y costosa con nada más que mayorías simples en un Congreso que es en sí mismo en buena parte una colección de millonarios con formación, historial y estatus económico similares. Ni siquiera se requiere este bajo patrón en los casos en los que el presidente gobierna a través de órdenes ejecutivas con “un bolígrafo y (…) un teléfono”.

En respuesta esta centralización del poder político, debería expandirse el colegio electoral para funcionar como un veto sobre legislación, órdenes ejecutivas y sentencias del Tribunal Supremo.

Por ejemplo, si Congreso trata de aprobar un aumento de impuestos, su legislación debería anularse sin obtener también una mayoría de votos de colegio electoral de una forma similar a la de las elecciones presidenciales. Bajo este esquema, el gobierno federal se vería obligado a someter los nuevos cambios legales a los votantes para su aprobación. Lo mismo podría aplicarse a las órdenes ejecutivas y tratados. Sería todavía mejor obligar a una mayoría del voto popular junto a la mayoría de voto electoral. Y ya que estamos, obliguemos también a que al menos 25 estados aprueben las medidas.

Aquellas leyes, regulaciones y tratados que no consiguieran obtener una aprobación geográfica extendida de un gran número de estados desaparecerían automáticamente y las élites en Washington empezarían a condenar las elecciones y los compromisos políticos públicos por ser “engorrosos”, “costosos” y contrarios a la sabias decisiones de los “expertos” que saben más.


El artículo original se encuentra aquí.

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