En Rumanía, el gobierno indiscutido de los “expertos” goza de buena salud

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En vísperas de nuevas elecciones parlamentarias, Rumania parece estar atrapada en un estado permanente de ignorancia económica y muchos continúan apoyando el intervencionismo como medio para mejorar el nivel de vida del país. La gente sigue demostrando poca afinidad por una aproximación de laissez-faire a los mercados.

Por desgracia, como señalaba repetidamente Ludwig von Mises, las ideologías y los regímenes políticos en general, para adoptar una forma política deben recibir necesariamente el apoyo de la gente y la gente puede estar bien formada o no entender a quién da apoyo y poder. De otra manera, ningún gobernante podría gobernar.

En el entorno político actual de Rumanía, la gente está apoyando a una nueva clase de tecnócratas que tomaron el ejecutivo el año pasado en noviembre. El cambio de marea política se produjo después de un desastroso incendio en un night club en el que murieron 64 personas en Bucarest. Se echó la culpa del fuego a un gobierno corrupto incapaz de aplicar las regulaciones sobre las empresas.

Inmediatamente después del incendio, hubo manifestaciones en las calles de Bucarest que seguían el espíritu de Ocupa Wall Street, con muchos jóvenes pidiendo la nacionalización de empresas privadas, la regulación de negocios y comercio, aumentos en el gasto público en salarios y pensiones y el final de la “dictadura” las grandes empresas.

Afirmando escuchar la “voz del pueblo” los tecnócratas estuvieron encantados de ayudar. Lo que no podía lograrse a través de políticas partidistas, se creyó que podía hacerse por medio de una élite apolítica o ideológicamente “neutral”, cuyo único objetivo (se dice) sería “mantener la estabilidad económica” hasta las próximas elecciones parlamentarias, planificadas para diciembre de 2016.

Ahora que está en el poder esta nueva élite tecnocrática, echemos un vistazo a algunas de las acciones de “estabilidad económica” que su gobierno ha impulsado desde noviembre de 2015:

  • Una ley de salario mínimo, generan un aumento en dicho salario mínimo del 19%.
  • Prestaciones sociales: si estás desempleado y encuentras un trabajo a más de 75 kilómetros de tu casa, obtienes una subvención (bonus) de casi 2.800€. O si eres un empresario y contratas a un universitario, ganas 230€ al mes durante un año. Así que no añades nada al bienestar general, pero el gobierno tecnócrata te garantiza una porción de la tarta.
  • Un programa contra la pobreza: un “salto adelante” para los grandes medios de comunicación y analistas: vivienda social, préstamos para mejoras en vivienda, incentivos para quienes trabajan diariamente, créditos con tipos muy bajos de interés para empresarios en áreas deprimidas, desarrollo de la educación profesional y agrícola, subvenciones para la agricultura y otros.
  • Programas de ecoturismo financiados a nivel nacional y europeo.
  • Un programa de primera vivienda, que consiste en créditos con tipos de interés artificialmente bajos para quienes quieran comprar su primera vivienda, lo que, unido a la reducción sistemática del Banco Nacional de Rumanía del tipo de interés del 4% en 2013 al 1,75% en 2016, está anticipando un auge artificial.
  • Ayuda estatal a la “pequeña y mediana empresa”, por un total de 200 millones de euros (después de todo, una medida “justa” en una época de grandes corporaciones, ¿no?), que supuestamente estimulará el “espíritu empresarial”.
  • Nombrar gestores privados para empresas estatales, ignorando que el problema real es quién posee la compañía.

Por supuesto, hay muchos otros ejemplos de la redistribución social que es básicamente la esencia de todo el estado social tecnócrata. Resulta instructivo recordar lo que tenía que decir Rothbard en Making Economic Sense acerca de esto:

He aquí la esencia del “estado del bienestar” en acción: el gobierno cartelizando y restringiendo la competencia, recortando la producción, aumentando los precios y particularmente dañando a los consumidores de rentas bajas, todo con la ayuda de una desinformación mendaz proporcionada por tecnócratas contratados por el gobierno para administrar el estado del bienestar, al mismo tiempo que una queja hipócrita acerca de como todo en la política se hace por el bien de los consumidores.

El nuevo gabinete tecnócrata se justificaba diciéndose que no era “ideológico”, ¿bajo qué estándar podría considerarse este programa legislativo como no ideológico? No parece ser distinto de cualquiera de los programas políticos de la izquierda en toda Europa y América.

Y aun así, en Rumanía el electorado está atrapado en la idea de que las credenciales educativas y profesionales de los funcionarios públicos importan mucho más que sus opiniones y de que las cosas mejorarán solo con que se elija un las personas correctas, cualificadas y profesionales. Esto es evidente si se escucha a la gente de la calle, así como a intelectuales respetados. Por ejemplo, recientemente un conocido filósofo y pensador social rumano expresaba su decepción por que la palabra tecnocracia tuviera mala prensa, sugiriendo que los rumanos, en lugar de apreciar la “competencia” y la “gente educada”, muestran más interés por los “tipos divertidos” y los “buenos colegas”. En realidad, podría ser así. Pero profesionales altamente respetados asumiendo puestos en el gobierno no es una garantía de justicia o prosperidad. Por el contrario, debería asustarnos más cuando el saqueo publicitado como “ayuda”, “proteccionismo” y “competitividad” toma la forma de estudios de base científica, mediciones, estudios de impacto, estudios de viabilidad y cosas así.

Estamos viviendo con una creencia permanentemente ingenua en que la buena fe o el conocimiento son lo único que importa y el resto ya llegará. Pero para que se conserve la buena fe no deberían extenderse leyes para nada más que proteger al individuo y la propiedad privada.


El artículo original se encuentra aquí.

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