Jan Narveson: ¿Será el anarcocapitalismo la solución?

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El estado democrático moderno es enemigo de la libertad. – Jan Narveson

Hoy había decidido no firmar el artículo (y hacerlo con el nombre de Jan Narveson) porque sólo voy a ser correa de transmisión entre la última obra de este filósofo canadiense y Vds., miembros de una sociedad mayoritariamente “alelada” por los efectos perniciosos de las democracias “al uso” que padecemos. Sí, y no me pongan esa cara porque es verdad… Aunque como al final he añadido varios comentarios míos, no quiero que se me acuse de desnaturalizar (o adulterar) su obra, y en consecuencia, rectifico.

Y he decidido actuar así porque existen muchas semejanzas entre las ideas del señor Narveson (o las que dice Libertad Digital -LD- que contiene su libro) y las mías. El señor Narveson considera que, contrariamente a lo que se cree, el Estado más que ayudarnos a vivir mejor es el problema que impide que nuestras sociedades sean más libres. “El Estado democrático moderno, es enemigo de nuestra libertad”. Y lleva toda la razón. El Estado hace mucho tiempo que se dedica a oprimirnos más que a representarnos y gestionar nuestros recursos para eliminar obstáculos de nuestras existencias y posibilitarnos un mayor disfrute de nuestro corto paso por este mundo.

Narveson parte de la idea que la gente vota según sus creencias, pero mayormente siquiera se molesta en averiguar cómo funciona el sistema y qué consecuencias puede tener su alegre gesto a la hora de acercarse a las urnas. Mantiene que los políticos prometen excesivos favores en época de campaña electoral por lo que, una vez en el poder, necesitan de la misma cantidad de fondos para llevarlos a cabo (o intentarlo). Consecuencia de lo anterior, acaban casi siempre subiendo los impuestos para obtenerlos.

La subida de impuestos se presenta como necesaria para redistribuir la riqueza y favorecer a los más necesitados, aunque luego no sea así. Por lo que son los trabajadores que han votado al partido que más les prometía, los que suelen acabar cargando con las mayores cargas impositivas. (No pierdan de vista lo ocurrido en España durante los últimos años, es un magnífico ejemplo práctico que corrobora lo acertadas que están algunas de las ideas de Narveson.

Se recurre a la promesa de igualar las rentas porque saben que es la que más votos les proporcionará de todas las posibles (mucho más que la de hacernos más libres). Como hay muchos menos ricos que pobres, se promete para los pobres aunque luego resulten los principales perjudicados. Como son pobres, se presupone que también son medio-bobos, por lo que nunca acabarán descubriendo el engaño. Los denuncias que hagan el resto, generalmente procederán de individuos (o colectivos) bien posicionados en lo económico. Por lo que dichas denuncias pueden ser fácilmente criticables desde la siguiente perspectiva: él, ellos (los que nos critican), son ricos (y fachas: FJL, Pí Jei, César V. …) por lo que nunca defienden a los trabajadores. El gobierno, en cambio, es progresista y en consecuencia defiende a los más necesitados en su progreso social necesario. (Pero los cuatrocientos euros Zetapueriles nunca llegarán a los más pobres: la gente sin nómina -o paga- no alcanzará ni uno sólo de ellos). Las sociedades cuyos gobiernos son los que más prometen para los más necesitados, son siempre las más pobres y en las que éstos peor viven.

¿Por qué actúan los pobres así? ¿Falta de estudios o preparación intelectual? No. No son los estudios los que conducen a pensar mejor (yo carezco de estudios universitarios y todas estas ideas las tengo casi más machacadas en mi cabeza que el propio autor, doctor en filosofía de una prestigiosa universidad canadiense desde puede que antes de venir yo mismo al mundo). Los estudios sólo implican (en el mejor de los casos) que uno llene su cabeza de datos y procesos metodológicos, pero la corrección de éstos no siempre está garantizada. ¿Cuántos ineptos intelectuales existen en nuestro país? ¿De qué le sirve toda su preparación académica al ministro Bermejinski? ¿O a Conde Pumpido? ¿Y a Solbes…? Pues para procurarle daños más perniciosos a la sociedad, arrebatándole cada vez más cotas de libertad y bienestar. Es así de simple… y así de perverso.

Como ejemplo, nos indica el autor que la elección errónea de un consumidor a la hora de comprar un artículo siempre la pagará él, en cambio, la elección errónea de una opción política en unas elecciones siempre las acaba pagando la sociedad. Y en ésta, los más necesitados casi siempre son los que cargan con más facturas…

“El liberalismo sostiene el derecho de todos a la mayor libertad compatible con el mismo derecho para todos”, recuerda Narveson; y añade: “el liberalismo no puede aplaudir que nos esposemos al ordenador para darle el 50% de nuestro salario al Estado, porque eso se asemeja bastante a una condena a galeras. El Estado del Bienestar recorta los derechos individuales y los sustituye por el derecho a la salud, a la educación, a la vivienda, etcétera. Estos derechos de nuevo cuño contribuyen a subvertir el orden social porque conceden al Estado el derecho a quitar a unos para dar a otros”.

Ante este panorama, dicen en LD, Narveson se presenta como un adalid del capitalismo anarquista, el anarcocapitalismo, que aboga por la supresión del Estado y por que las sociedades estén organizadas de tal modo que hasta la seguridad y la justicia se atengan a las leyes del mercado. En un apasionante capítulo final, Narveson presenta de forma condensada los argumentos más potentes de esta teoría, sin duda sugerente pero lejos de ser factible en un futuro próximo, dado el imponente grado de intervencionismo que padecemos. Ahora bien, los anarcocapitalistas tienen un buen punto frente a los liberales partidarios del Estado Mínimo, es decir, de un Estado que se limite a proteger la libertad, la vida y la propiedad de los individuos: todos los intentos de contener la expansión del poder político han sido tan infructuosos como utópicos, y probablemente sea siempre así.


PD: Yo creo que no llegó a anarcocapitalista. Quizás sólo me quede en liberal extremo… que ya está bien ¿no?


 

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